Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5:4-5)
¿Con qué base puede una persona decir que es nacida de Dios? La base que Dios dispuso para que sobre ella el hombre pudiera decir que es nacido de Dios es tan sencilla, que la mente mundana tropieza con ella, con esa sencillez correspondiente Juan nos dice en esta misma carta: Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él ( 1 Jn 5:1). Es así, pues, todo aquel que en su corazón cree que Jesús es el Cristo automáticamente le es dada la gracia de saber que ha nacido de nuevo, y que ahora tiene la capacidad de amar al Dios vivo y verdadero que le engendró (Jn 1:12-13), y así mismo amar a todo aquel que ha sido engendrado por Dios, a quienes ahora llama hermanos. Ahora bien, hemos de estar conscientes de que el uso del verbo vencer está implicando que hay una lucha; la forma en que Juan lo está usando nos da a entender que esa lucha está en el presente de cada uno, pero también que es una lucha consumada, es decir, que cada uno está pasando por sus propias experiencias de lucha, pero con la certeza de que se es un vencedor, es por esto que Pablo dice con firmeza que somos más que vencedores (Rom 8:37); no obstante que todas estas son verdades indubitables para todos los que hemos creído, hemos de aprestarnos a entender qué significa mundo en el lenguaje bíblico, porque es muy posible que por no saberlo nos encontremos luchando con molinos de viento, y así estemos dando lugar a que el tercer enemigo ejerza sus maquinaciones con amplia libertad (2 Cor 2:11). En primer lugar hemos de saber que la palabra mundo tiene tres acepciones, la primera se refiere al planeta tierra, por eso el salmista dice: el mundo y los que en él habitan (Sal 24:1; Sal 98:7); en segundo lugar, la gente; Augusto César mandó que todo el mundo fuese empadronado, quiere decir toda la gente; Jesús dice: de tal manera amó Dios al mundo, quiere decir a toda la gente (Jn 3:16); y en tercer lugar es un sistema de ideas y acciones que no van con el carácter de Dios; Pablo le habla a Tito acerca de los deseos mundanos (Tito 2:12), los cuales no son sino todos aquellos enlistados a los gálatas cuando les dice que el deseo de la carne es contra el Espíritu, y en seguida los enumera y termina diciendo, y cosas semejantes a éstas (Gal 5:17-21), el hombre natural es así porque nació bajo el influjo del príncipe de este mundo, el cual impele al mundo gente a pensar y actuar de modos tales que llama a lo bueno, malo, y a lo malo, bueno, valiéndose de sus engaños, desde los más sutiles hasta los más aberrantes; no hay esfera de la vida en la que ese espíritu no esté trabajando, en la economía, en la política, en la social, en la científica, en la artística, etc., por esto es que Pablo dice a los corintios: nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo (1 Cor 2:12); pero cosa terrible es constatar que desde que el mundo es mundo, ese espíritu ha generado una mundanalidad en la esfera religiosa, Pablo lo testifica a los colosenses exhortándoles a que se sustraigan de él (Col 2:18-23); pero aún más, la cosa se complica sobremanera cuando nos damos cuenta que ese sistema mundo no comienza en los demás, allá afuera, sino dentro de nosotros mismos; la razón es que todos tenemos dentro lo que Pablo llama viejo hombre, que es como un imán para el sistema mundo, tanto que dice que está viciado conforme a los deseos engañosos, por esto es que somos exhortados a despojarnos de él (Ef 4:22-24), y vestirnos del nuevo hombre que nos ha sido dado en el nuevo nacimiento; este ejercicio es una acción diaria de fe, porque en nuestra fe está la victoria; y puesto que estamos en una lucha, nos fue dada el arma que sin duda garantiza la victoria y que sólo puede ser tomada por la fe, la cual es la palabra de Dios; Cuando en el libro de Apocalipsis el Espíritu dice una y otra vez, al que venciere, no está dando a entender que los nacidos de Dios tienen la posibilidad de no vencer, no, sino que es una declaración de confirmación de victoria para los nacidos de Dios, como si dijera entre paréntesis después de la palabra venciere, (los nacidos de Dios), de otro modo lo que Juan afirma quedaría en entredicho; lo que invariablemente confunde a los creyentes es la mundanalidad religiosa en el modo de interpretar las Escrituras, la cual sutilmente les da a entender que la victoria depende de ellos; dejando de lado que lo que Dios espera de los hombres para ser agradado es imposible para los hombres, sólo Dios puede vencer por los hombres, y Él decretó que fuera por la fe, por esto es que Jesús lo repetía constantemente, y lo remacha diciéndole a Marta, ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Jn 11:40); El punto es que esta fe no es una baratija religiosa, no, los que han creído verdaderamente en su corazón, no con el cerebro, que Jesús es el Cristo, irán siempre en victoria (1 Cor 15:57), porque no vencen por su poder, sino por el poder del que levantó a Jesús de los muertos. Amén.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
¿Con qué base puede una persona decir que es nacida de Dios? La base que Dios dispuso para que sobre ella el hombre pudiera decir que es nacido de Dios es tan sencilla, que la mente mundana tropieza con ella, con esa sencillez correspondiente Juan nos dice en esta misma carta: Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él ( 1 Jn 5:1). Es así, pues, todo aquel que en su corazón cree que Jesús es el Cristo automáticamente le es dada la gracia de saber que ha nacido de nuevo, y que ahora tiene la capacidad de amar al Dios vivo y verdadero que le engendró (Jn 1:12-13), y así mismo amar a todo aquel que ha sido engendrado por Dios, a quienes ahora llama hermanos. Ahora bien, hemos de estar conscientes de que el uso del verbo vencer está implicando que hay una lucha; la forma en que Juan lo está usando nos da a entender que esa lucha está en el presente de cada uno, pero también que es una lucha consumada, es decir, que cada uno está pasando por sus propias experiencias de lucha, pero con la certeza de que se es un vencedor, es por esto que Pablo dice con firmeza que somos más que vencedores (Rom 8:37); no obstante que todas estas son verdades indubitables para todos los que hemos creído, hemos de aprestarnos a entender qué significa mundo en el lenguaje bíblico, porque es muy posible que por no saberlo nos encontremos luchando con molinos de viento, y así estemos dando lugar a que el tercer enemigo ejerza sus maquinaciones con amplia libertad (2 Cor 2:11). En primer lugar hemos de saber que la palabra mundo tiene tres acepciones, la primera se refiere al planeta tierra, por eso el salmista dice: el mundo y los que en él habitan (Sal 24:1; Sal 98:7); en segundo lugar, la gente; Augusto César mandó que todo el mundo fuese empadronado, quiere decir toda la gente; Jesús dice: de tal manera amó Dios al mundo, quiere decir a toda la gente (Jn 3:16); y en tercer lugar es un sistema de ideas y acciones que no van con el carácter de Dios; Pablo le habla a Tito acerca de los deseos mundanos (Tito 2:12), los cuales no son sino todos aquellos enlistados a los gálatas cuando les dice que el deseo de la carne es contra el Espíritu, y en seguida los enumera y termina diciendo, y cosas semejantes a éstas (Gal 5:17-21), el hombre natural es así porque nació bajo el influjo del príncipe de este mundo, el cual impele al mundo gente a pensar y actuar de modos tales que llama a lo bueno, malo, y a lo malo, bueno, valiéndose de sus engaños, desde los más sutiles hasta los más aberrantes; no hay esfera de la vida en la que ese espíritu no esté trabajando, en la economía, en la política, en la social, en la científica, en la artística, etc., por esto es que Pablo dice a los corintios: nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo (1 Cor 2:12); pero cosa terrible es constatar que desde que el mundo es mundo, ese espíritu ha generado una mundanalidad en la esfera religiosa, Pablo lo testifica a los colosenses exhortándoles a que se sustraigan de él (Col 2:18-23); pero aún más, la cosa se complica sobremanera cuando nos damos cuenta que ese sistema mundo no comienza en los demás, allá afuera, sino dentro de nosotros mismos; la razón es que todos tenemos dentro lo que Pablo llama viejo hombre, que es como un imán para el sistema mundo, tanto que dice que está viciado conforme a los deseos engañosos, por esto es que somos exhortados a despojarnos de él (Ef 4:22-24), y vestirnos del nuevo hombre que nos ha sido dado en el nuevo nacimiento; este ejercicio es una acción diaria de fe, porque en nuestra fe está la victoria; y puesto que estamos en una lucha, nos fue dada el arma que sin duda garantiza la victoria y que sólo puede ser tomada por la fe, la cual es la palabra de Dios; Cuando en el libro de Apocalipsis el Espíritu dice una y otra vez, al que venciere, no está dando a entender que los nacidos de Dios tienen la posibilidad de no vencer, no, sino que es una declaración de confirmación de victoria para los nacidos de Dios, como si dijera entre paréntesis después de la palabra venciere, (los nacidos de Dios), de otro modo lo que Juan afirma quedaría en entredicho; lo que invariablemente confunde a los creyentes es la mundanalidad religiosa en el modo de interpretar las Escrituras, la cual sutilmente les da a entender que la victoria depende de ellos; dejando de lado que lo que Dios espera de los hombres para ser agradado es imposible para los hombres, sólo Dios puede vencer por los hombres, y Él decretó que fuera por la fe, por esto es que Jesús lo repetía constantemente, y lo remacha diciéndole a Marta, ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? (Jn 11:40); El punto es que esta fe no es una baratija religiosa, no, los que han creído verdaderamente en su corazón, no con el cerebro, que Jesús es el Cristo, irán siempre en victoria (1 Cor 15:57), porque no vencen por su poder, sino por el poder del que levantó a Jesús de los muertos. Amén.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo. Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. (Jonás 3:10 - 4:1-2)
Muy a menudo, cuando se cita a Jonás en las predicaciones actuales es para asociarlo relevantemente con la desobediencia; pero ni aún Jesús al hablar de él lo coloca en tan degradada posición, más bien lo pone como señal a los receptores de su predicación (los ninivitas) (Mt 16:4; Lc 11:30) así como Él lo sería para esta generación, es decir, a todos los receptores de su predicación desde su aparición hasta el último día de la historia humana; además de ponerlo como prefigura del tiempo que Él iba a estar en la tumba (Mt 12:40); es sin duda, un gran honor conferido por Dios a Jonás haberle puesto como prefigura de señal y de la sepultura de Jesús de Nazareth, cientos de años antes de Su venida en carne. Pero más bien, si somos cuidadosos al examinar esta breve historia encontraremos que el propósito sustancial de ella es el de hacer notar el contraste entre la inentendible misericordia de Dios, y el deseo de venganza, que con suma facilidad se adueña del corazón del hombre. La verdad es que la historia de Jonás quedó escrita para que visualicemos lo vulnerable que somos ante el daño que otros nos causan y por ello seamos impulsados a pagar con la misma moneda; por otro lado, de manera superficial cualquiera podría decir: Si le sucedió a Jonás, qué nos pasaría a nosotros; pensemos más bien que con toda seguridad Dios querrá que miremos a este profeta con ojos de misericordia, y exaltemos más su perfil de hombre de fe, que lo que parece ser su notable falta, para lo cual sin duda hay una explicación. Si queremos hacer justicia a este hombre, sólo veamos algo de su perfil; hombre consciente de su identidad, de su temor a Dios, y de Su grandeza (Jon 1:9); hombre que evidencia conocer a Dios al declarar cómo actuaría ante su determinación de pedir ser arrojado al mar (Jon 1:12); hombre que con su testimonio propicia que los incrédulos reconocieran a Dios y le rindiera culto (Jon 1:15-16); hombre que al dirigirse a Dios lo hace bajo la sombra de su palabra (Jon 2:1-9; Sal 42:7; Sal 18:6; Sal 86:13); hombre que en su fe de niño pretende esconderse de Dios (Jon 1:3); hombre que no oculta su enojo personal y deseo de mal a una nación que le había hecho atrocidades a su pueblo (2 Rey 8:11-12; Sal 83:4-8). En este punto en particular, podemos notar tanto resentimiento en el corazón de Jonás que, en su predicación a los ninivitas no les llamaba al arrepentimiento, sólo pregonaba: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Lo admirable es con cuánto amor y paciencia Dios lo trata al estar sumido en su amargo estado emocional, no obstante que él ya había derramado su corazón delante de Dios estando dentro del gran pez, con tan profunda oración llena de fe que describe en términos espirituales su realidad y la del fiel carácter de Dios, que lo libera de tan extraño encierro y vuelve a poner sus pies sobre la tierra para repetirle su llamado; aún después de todo esto, y al término de su tarea, él vuelve a llenarse de pesadumbre y enojo, porque a todas vistas su corazón sabía del arrepentimiento de Dios respecto a esta malvada nación, y se lo dice a Dios mismo enalteciendo Su grande misericordia, y como si Dios no lo supiera le explica que por esto huyó a toda prisa; la pregunta en este punto es, ¿Por qué tanto coraje? Si nos asomamos un poco a la historia de los asirios tendremos la explicación, tan crueles, perversos, y sanguinarios eran estos hombres, que el mismo profeta Eliseo al ver en visión lo que ellos harían a su nación, derrama lágrimas de dolor (2 Rey 8:11-12 Sal 83:4-8) frente al que sería el autor de tan grande mal. Así que parecía que para Jonás era imposible desprenderse de tanto enojo y deseo de venganza, al punto que teniendo algo de esperanza de que Dios cambiara a causa de su enojo, se fue a acampar para ver desde allí lo que le sucedería a la ciudad. Es aquí que de una manera tan sencilla Dios le enseña, que si dentro de él había lástima para una calabacera que en el transcurso de una noche creció, y en transcurso de otra se secó, y que no le había costado cultivarla, cómo no la podía tener para ciento veinte mil personas de los ninivitas que no sabían discernir entre su mano derecha y su mano izquierda. La historia termina abruptamente, como si hubiera quedado inconclusa, pero con toda seguridad es así para que seamos nosotros los que sin más palabras entendamos que por más daño que nos hayan hecho, no podemos constituirnos en jueces, lo cual queda claro al decir Dios: Mía es la venganza (Dt 32:35 Rom 12:19); venganza que se consumó sobre Nínive tiempo más tarde, anunciada por Nahúm y Sofonías (Nah 3:7; Sof 2:13).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Muy a menudo, cuando se cita a Jonás en las predicaciones actuales es para asociarlo relevantemente con la desobediencia; pero ni aún Jesús al hablar de él lo coloca en tan degradada posición, más bien lo pone como señal a los receptores de su predicación (los ninivitas) (Mt 16:4; Lc 11:30) así como Él lo sería para esta generación, es decir, a todos los receptores de su predicación desde su aparición hasta el último día de la historia humana; además de ponerlo como prefigura del tiempo que Él iba a estar en la tumba (Mt 12:40); es sin duda, un gran honor conferido por Dios a Jonás haberle puesto como prefigura de señal y de la sepultura de Jesús de Nazareth, cientos de años antes de Su venida en carne. Pero más bien, si somos cuidadosos al examinar esta breve historia encontraremos que el propósito sustancial de ella es el de hacer notar el contraste entre la inentendible misericordia de Dios, y el deseo de venganza, que con suma facilidad se adueña del corazón del hombre. La verdad es que la historia de Jonás quedó escrita para que visualicemos lo vulnerable que somos ante el daño que otros nos causan y por ello seamos impulsados a pagar con la misma moneda; por otro lado, de manera superficial cualquiera podría decir: Si le sucedió a Jonás, qué nos pasaría a nosotros; pensemos más bien que con toda seguridad Dios querrá que miremos a este profeta con ojos de misericordia, y exaltemos más su perfil de hombre de fe, que lo que parece ser su notable falta, para lo cual sin duda hay una explicación. Si queremos hacer justicia a este hombre, sólo veamos algo de su perfil; hombre consciente de su identidad, de su temor a Dios, y de Su grandeza (Jon 1:9); hombre que evidencia conocer a Dios al declarar cómo actuaría ante su determinación de pedir ser arrojado al mar (Jon 1:12); hombre que con su testimonio propicia que los incrédulos reconocieran a Dios y le rindiera culto (Jon 1:15-16); hombre que al dirigirse a Dios lo hace bajo la sombra de su palabra (Jon 2:1-9; Sal 42:7; Sal 18:6; Sal 86:13); hombre que en su fe de niño pretende esconderse de Dios (Jon 1:3); hombre que no oculta su enojo personal y deseo de mal a una nación que le había hecho atrocidades a su pueblo (2 Rey 8:11-12; Sal 83:4-8). En este punto en particular, podemos notar tanto resentimiento en el corazón de Jonás que, en su predicación a los ninivitas no les llamaba al arrepentimiento, sólo pregonaba: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Lo admirable es con cuánto amor y paciencia Dios lo trata al estar sumido en su amargo estado emocional, no obstante que él ya había derramado su corazón delante de Dios estando dentro del gran pez, con tan profunda oración llena de fe que describe en términos espirituales su realidad y la del fiel carácter de Dios, que lo libera de tan extraño encierro y vuelve a poner sus pies sobre la tierra para repetirle su llamado; aún después de todo esto, y al término de su tarea, él vuelve a llenarse de pesadumbre y enojo, porque a todas vistas su corazón sabía del arrepentimiento de Dios respecto a esta malvada nación, y se lo dice a Dios mismo enalteciendo Su grande misericordia, y como si Dios no lo supiera le explica que por esto huyó a toda prisa; la pregunta en este punto es, ¿Por qué tanto coraje? Si nos asomamos un poco a la historia de los asirios tendremos la explicación, tan crueles, perversos, y sanguinarios eran estos hombres, que el mismo profeta Eliseo al ver en visión lo que ellos harían a su nación, derrama lágrimas de dolor (2 Rey 8:11-12 Sal 83:4-8) frente al que sería el autor de tan grande mal. Así que parecía que para Jonás era imposible desprenderse de tanto enojo y deseo de venganza, al punto que teniendo algo de esperanza de que Dios cambiara a causa de su enojo, se fue a acampar para ver desde allí lo que le sucedería a la ciudad. Es aquí que de una manera tan sencilla Dios le enseña, que si dentro de él había lástima para una calabacera que en el transcurso de una noche creció, y en transcurso de otra se secó, y que no le había costado cultivarla, cómo no la podía tener para ciento veinte mil personas de los ninivitas que no sabían discernir entre su mano derecha y su mano izquierda. La historia termina abruptamente, como si hubiera quedado inconclusa, pero con toda seguridad es así para que seamos nosotros los que sin más palabras entendamos que por más daño que nos hayan hecho, no podemos constituirnos en jueces, lo cual queda claro al decir Dios: Mía es la venganza (Dt 32:35 Rom 12:19); venganza que se consumó sobre Nínive tiempo más tarde, anunciada por Nahúm y Sofonías (Nah 3:7; Sof 2:13).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (2 Cor 4:16-18)
Cuando el apóstol Pablo escribió esta carta posiblemente tendría alrededor de 55 años, y podría interpretarse que la carga de los años le era motivo para hablar de este modo, puesto que a esta altura de su vida ya había pasado por vicisitudes desgastantes, pero por lo que expresa más adelante podemos darnos cuenta que el tema incluye a todo creyente, ya que está usando el pronombre nosotros, dando a entender que es un asunto que envuelve a los que hemos creído. El punto que él hace relevante no es destacar lo que naturalmente todo ser humano tiene que experimentar a causa del desgaste o deterioro del cuerpo, sino más bien la realidad intrínseca que todo aquel que ha nacido de nuevo lleva dentro de sí, esto es, el hombre interior, dicho de otro modo: el hombre nuevo que se generó dentro de nosotros al momento de creer de corazón que Jesús es el Hijo de Dios (Jn 3:3), y que en él tenemos perdón de pecados y vida eterna (Jn 5:24); en una palabra, salvación. Lo que él está transmitiendo es una palabra de consolación a los creyentes (1 Cor 14:3), porque es obvio que ante los embates de la vida, que van desde el trabajo ordinario hasta el acoso de enfermedades, o las aflicciones causadas por tiempos duros o dificultades durante la vida pueden orillarnos al desmayo, así que se vale de dos términos que hacen resaltar la verdad que él quiere que tengamos presente, diciendo: antes aunque, y no obstante; es decir: no podemos ignorar que el desgaste del cuerpo es una realidad que pesa, pero tenemos un contrapeso mayor, el cuál aunque no lo podamos ver allí está; él lo llama excelente y eterno peso de gloria, que está en constante crecimiento; por eso dice: un cada vez más. Ahora bien, nuestros ojos pueden ver el desgaste del hombre exterior y hasta cierto punto las cosas que lo causan, pero nuestros ojos no pueden ver cómo ese hombre interior se renueva de día en día; siendo esto así, pareciera algo desventajoso, pero no, por esto es que Pablo apela a la capacidad que tenemos los creyentes de mirar lo que no se ve, es decir, lo eterno; es posible que más de un creyente ignore cómo desempeñar este ejercicio, la verdad no es cosa difícil si leemos correctamente y cambiamos las palabras: no mirando, por, no poniendo atención, más explícito podría ser: no pongas la fe en lo que se ve, sino en lo que no se ve; y el que está a la cabeza de lo que no se ve es ni más ni menos que Dios; por eso él es el autor (Heb 12:2) del don que nos permite verlo, este don es la FE; cuando miramos las Escrituras, no miramos un libro, o palabras en tinta y papel, sino que vemos la verdad que se nos está transmitiendo, la cual se mira sólo por la fe, por esto es que hay conocedores de Biblia, pero no conocedores de Dios; porque leen, pero no creen (2 Cor 3:14-16); cuando esa palabra manifestada en carne (Jesús) se dirigía a sus discípulos, les llamaba siempre a que le creyeran por sus palabras, y no tanto por lo que sus ojos veían (Jn 14:10-11); así que si queremos ver lo eterno no tenemos más que poner atención a las palabras de Pablo en la que nos dice qué es el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23); ese fruto es invisible a los ojos, pero los efectos producidos sí pueden ser visibles cuando realmente hemos mirado con los ojos de la fe: el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la fe, la mansedumbre y la templanza, es decir, creyendo que son valores eternos dados por el Dios eterno; es esta la sustancia que le da talla y novedad a nuestro hombre interior. Para ver la apariencia del hombre exterior no hace falta más que mirarnos en un espejo, pero para mirar al hombre interior y apreciar su renovación diaria, tenemos que hacerlo a través del espejo llamado fruto del Espíritu, que comienza con el amor, y en la medida en que se vaya renovando día con día, el desgaste del hombre exterior será de menor peso en los días que caminemos sobre esta tierra. Así que para los que hemos nacido de nuevo LA EXCELENTE NOVEDAD DE CADA DÍA ES COMPROBAR QUE ESTAMOS MÁS NUEVOS QUE EL DÍA ANTERIOR. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava.
Cuando el apóstol Pablo escribió esta carta posiblemente tendría alrededor de 55 años, y podría interpretarse que la carga de los años le era motivo para hablar de este modo, puesto que a esta altura de su vida ya había pasado por vicisitudes desgastantes, pero por lo que expresa más adelante podemos darnos cuenta que el tema incluye a todo creyente, ya que está usando el pronombre nosotros, dando a entender que es un asunto que envuelve a los que hemos creído. El punto que él hace relevante no es destacar lo que naturalmente todo ser humano tiene que experimentar a causa del desgaste o deterioro del cuerpo, sino más bien la realidad intrínseca que todo aquel que ha nacido de nuevo lleva dentro de sí, esto es, el hombre interior, dicho de otro modo: el hombre nuevo que se generó dentro de nosotros al momento de creer de corazón que Jesús es el Hijo de Dios (Jn 3:3), y que en él tenemos perdón de pecados y vida eterna (Jn 5:24); en una palabra, salvación. Lo que él está transmitiendo es una palabra de consolación a los creyentes (1 Cor 14:3), porque es obvio que ante los embates de la vida, que van desde el trabajo ordinario hasta el acoso de enfermedades, o las aflicciones causadas por tiempos duros o dificultades durante la vida pueden orillarnos al desmayo, así que se vale de dos términos que hacen resaltar la verdad que él quiere que tengamos presente, diciendo: antes aunque, y no obstante; es decir: no podemos ignorar que el desgaste del cuerpo es una realidad que pesa, pero tenemos un contrapeso mayor, el cuál aunque no lo podamos ver allí está; él lo llama excelente y eterno peso de gloria, que está en constante crecimiento; por eso dice: un cada vez más. Ahora bien, nuestros ojos pueden ver el desgaste del hombre exterior y hasta cierto punto las cosas que lo causan, pero nuestros ojos no pueden ver cómo ese hombre interior se renueva de día en día; siendo esto así, pareciera algo desventajoso, pero no, por esto es que Pablo apela a la capacidad que tenemos los creyentes de mirar lo que no se ve, es decir, lo eterno; es posible que más de un creyente ignore cómo desempeñar este ejercicio, la verdad no es cosa difícil si leemos correctamente y cambiamos las palabras: no mirando, por, no poniendo atención, más explícito podría ser: no pongas la fe en lo que se ve, sino en lo que no se ve; y el que está a la cabeza de lo que no se ve es ni más ni menos que Dios; por eso él es el autor (Heb 12:2) del don que nos permite verlo, este don es la FE; cuando miramos las Escrituras, no miramos un libro, o palabras en tinta y papel, sino que vemos la verdad que se nos está transmitiendo, la cual se mira sólo por la fe, por esto es que hay conocedores de Biblia, pero no conocedores de Dios; porque leen, pero no creen (2 Cor 3:14-16); cuando esa palabra manifestada en carne (Jesús) se dirigía a sus discípulos, les llamaba siempre a que le creyeran por sus palabras, y no tanto por lo que sus ojos veían (Jn 14:10-11); así que si queremos ver lo eterno no tenemos más que poner atención a las palabras de Pablo en la que nos dice qué es el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23); ese fruto es invisible a los ojos, pero los efectos producidos sí pueden ser visibles cuando realmente hemos mirado con los ojos de la fe: el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la fe, la mansedumbre y la templanza, es decir, creyendo que son valores eternos dados por el Dios eterno; es esta la sustancia que le da talla y novedad a nuestro hombre interior. Para ver la apariencia del hombre exterior no hace falta más que mirarnos en un espejo, pero para mirar al hombre interior y apreciar su renovación diaria, tenemos que hacerlo a través del espejo llamado fruto del Espíritu, que comienza con el amor, y en la medida en que se vaya renovando día con día, el desgaste del hombre exterior será de menor peso en los días que caminemos sobre esta tierra. Así que para los que hemos nacido de nuevo LA EXCELENTE NOVEDAD DE CADA DÍA ES COMPROBAR QUE ESTAMOS MÁS NUEVOS QUE EL DÍA ANTERIOR. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava.
Toda palabra de Dios es limpia; El es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso. (Prov 30:5-6)
Hay un mal común y muy practicado en el mundo que es el de poner palabras en la boca de otros, cosa que ocurre por diferentes razones, la más simple es por no poner atención a lo que se oye, y luego transmitir de manera errónea lo oído; otro puede ser el de tener muy alto el volumen de la voz interior y así torcer lo escuchado a causa de la interferencia que produce el sólo escucharse a sí mismo; pero la razón más terrible, por nacer de una intención perversa, es la de acomodar sutilezas a lo oído para desvirtuar la integridad del que expresó sus ideas; de una u otra forma parece ser que esto es el pan de cada día entre los humanos; la explicación es que este es un mal heredado, virus que fue inyectado por el enemigo de Dios en el corazón de Eva y Adán, y así transmitido a todos los hombres; la intención perversa del padre de todo engaño y mentira no era otro que el de desvirtuar lo dicho por Dios (Jn 8:44), por esto es que comienza su discurso diciendo: ¿Conque Dios os ha dicho: ... ? (Gen 3:1); así es como desde siempre se vale de los hombres para poner palabras en la boca de Dios; si el poner palabras en la boca del prójimo trae males, ¿qué males no traerá el poner palabras en la boca de Dios? Esta acción sutil es la que ha inundado el ámbito religioso, porque ese es el lugar ideal desde donde el enemigo de Dios sabe que puede desviar a los hombres para que no conozcan al Dios verdadero; a muchos les ha hecho concluir que el hombre inventó la religión para controlar y manejar el mundo, es decir, a los hombres; manteniendo oculta la verdad de que el padre de mentira ha sido el instigador de la formación de credos falsos, pues, sabe bien que el hombre tiene la necesidad inherente de la verdadera religión; hoy a muchos les molesta oír la palabra religión, porque la asocian con el engaño y la maldad humana; el apóstol Santiago no manifiesta ningún problema al mencionarla, porque sin duda sabía que el hombre es religioso de nacimiento, ya que al haber quedado desligado de Dios intenta intuitivamente religarse con Él y para ello busca caminos (Stg 1:26 -27); aquí es donde entra la inducción del maligno para ofertarle una miscelánea de credos; pero su blanco preferido es el de poner añadiduras a la Palabra de Dios escrita, y ¿de quiénes valerse para este fin, sino de los mismos hombres, vistiéndolos como ministros de justicia y así allanar los púlpitos, desde donde imparten cátedras a modo de hombres y no de Dios? (2 Cor 11:15); ¿Como protegerse ante este atentado? Bueno, lo dicho en nuestra cita titular nos da la clave; en primer lugar dice que toda palabra de Dios es limpia, lo cual quiere decir que la interpretemos de acuerdo a SU carácter, con sabiduría de lo alto (Stg 3:17), no con sabiduría de hombres (1 Cor 2:12-13); todo hombre que en su corazón CREE que Jesús es el hijo de Dios tiene, sin duda, el Espíritu de Dios (Rom 8:9), el cual guía a toda verdad (Jn 16:13), esto es, a la sabiduría de lo alto; en seguida dice que Él es escudo a los que en Él esperan, lo cual quiere decir que nuestra seguridad no está en nuestras capacidades, sino en que confiamos enteramente en Él, y que nuestros pensamientos serán guardados (Fil 4:7) y guiados por Él mismo. Ahora bien, la exhortación: No añadas a sus palabras, está hecha porque nuestra humanidad es susceptible de desviarse a causa de las sutilezas de los engañadores (2 Tim 4:3; 1 Tim 4:1); por esta razón es que Pablo insta a Timoteo a que use bien la palabra de verdad (2 Tim 2:15); para que no pase por la vergüenza de tener que retractarse de una palabra mal dicha. En nuestro tiempo, ya es muy común oír decir: Dios me dijo, o Dios dice en su palabra, generado esto de una sensiblería emocional atribuida al Espíritu de Dios, o de un superfluo conocimiento de las Escrituras más por el intelecto que por el Espíritu. Un hombre verdaderamente espiritual que expresa estos dichos tiene que considerar lo que afirma, primero sobre sus rodillas, luego sustentándolo en el contexto de toda la Escritura, y luego buscando el amén de los que de corazón limpio invocan el nombre del Señor, no sólo por versículos aislados. Esto quiere decir que sus palabras sean sazonadas, dicho de otro modo, pensadas con una mente sujeta al Espíritu (1 Cor 2:13); de no ser así, la reprensión de Dios no se tardará, para ser sacudidos y volvernos a la verdad. Si somos cautos al citar la palabra de Dios, sabremos distinguir a los que hablan con ligereza (Prov 29:20).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Hay un mal común y muy practicado en el mundo que es el de poner palabras en la boca de otros, cosa que ocurre por diferentes razones, la más simple es por no poner atención a lo que se oye, y luego transmitir de manera errónea lo oído; otro puede ser el de tener muy alto el volumen de la voz interior y así torcer lo escuchado a causa de la interferencia que produce el sólo escucharse a sí mismo; pero la razón más terrible, por nacer de una intención perversa, es la de acomodar sutilezas a lo oído para desvirtuar la integridad del que expresó sus ideas; de una u otra forma parece ser que esto es el pan de cada día entre los humanos; la explicación es que este es un mal heredado, virus que fue inyectado por el enemigo de Dios en el corazón de Eva y Adán, y así transmitido a todos los hombres; la intención perversa del padre de todo engaño y mentira no era otro que el de desvirtuar lo dicho por Dios (Jn 8:44), por esto es que comienza su discurso diciendo: ¿Conque Dios os ha dicho: ... ? (Gen 3:1); así es como desde siempre se vale de los hombres para poner palabras en la boca de Dios; si el poner palabras en la boca del prójimo trae males, ¿qué males no traerá el poner palabras en la boca de Dios? Esta acción sutil es la que ha inundado el ámbito religioso, porque ese es el lugar ideal desde donde el enemigo de Dios sabe que puede desviar a los hombres para que no conozcan al Dios verdadero; a muchos les ha hecho concluir que el hombre inventó la religión para controlar y manejar el mundo, es decir, a los hombres; manteniendo oculta la verdad de que el padre de mentira ha sido el instigador de la formación de credos falsos, pues, sabe bien que el hombre tiene la necesidad inherente de la verdadera religión; hoy a muchos les molesta oír la palabra religión, porque la asocian con el engaño y la maldad humana; el apóstol Santiago no manifiesta ningún problema al mencionarla, porque sin duda sabía que el hombre es religioso de nacimiento, ya que al haber quedado desligado de Dios intenta intuitivamente religarse con Él y para ello busca caminos (Stg 1:26 -27); aquí es donde entra la inducción del maligno para ofertarle una miscelánea de credos; pero su blanco preferido es el de poner añadiduras a la Palabra de Dios escrita, y ¿de quiénes valerse para este fin, sino de los mismos hombres, vistiéndolos como ministros de justicia y así allanar los púlpitos, desde donde imparten cátedras a modo de hombres y no de Dios? (2 Cor 11:15); ¿Como protegerse ante este atentado? Bueno, lo dicho en nuestra cita titular nos da la clave; en primer lugar dice que toda palabra de Dios es limpia, lo cual quiere decir que la interpretemos de acuerdo a SU carácter, con sabiduría de lo alto (Stg 3:17), no con sabiduría de hombres (1 Cor 2:12-13); todo hombre que en su corazón CREE que Jesús es el hijo de Dios tiene, sin duda, el Espíritu de Dios (Rom 8:9), el cual guía a toda verdad (Jn 16:13), esto es, a la sabiduría de lo alto; en seguida dice que Él es escudo a los que en Él esperan, lo cual quiere decir que nuestra seguridad no está en nuestras capacidades, sino en que confiamos enteramente en Él, y que nuestros pensamientos serán guardados (Fil 4:7) y guiados por Él mismo. Ahora bien, la exhortación: No añadas a sus palabras, está hecha porque nuestra humanidad es susceptible de desviarse a causa de las sutilezas de los engañadores (2 Tim 4:3; 1 Tim 4:1); por esta razón es que Pablo insta a Timoteo a que use bien la palabra de verdad (2 Tim 2:15); para que no pase por la vergüenza de tener que retractarse de una palabra mal dicha. En nuestro tiempo, ya es muy común oír decir: Dios me dijo, o Dios dice en su palabra, generado esto de una sensiblería emocional atribuida al Espíritu de Dios, o de un superfluo conocimiento de las Escrituras más por el intelecto que por el Espíritu. Un hombre verdaderamente espiritual que expresa estos dichos tiene que considerar lo que afirma, primero sobre sus rodillas, luego sustentándolo en el contexto de toda la Escritura, y luego buscando el amén de los que de corazón limpio invocan el nombre del Señor, no sólo por versículos aislados. Esto quiere decir que sus palabras sean sazonadas, dicho de otro modo, pensadas con una mente sujeta al Espíritu (1 Cor 2:13); de no ser así, la reprensión de Dios no se tardará, para ser sacudidos y volvernos a la verdad. Si somos cautos al citar la palabra de Dios, sabremos distinguir a los que hablan con ligereza (Prov 29:20).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. (Lc 10:20-21)
¿De cuántas cosas en esta vida no podemos alegrarnos hasta el punto de dar saltos de alegría?, sea por logros de trabajo que implican prosperidad económica, por descubrimientos intelectuales que tienen que ver con la realización personal, por triunfos en el deporte o las artes que retribuirán fama, por buenas noticias respecto a la salud, sea de la propia o de nuestros seres queridos, y no se diga por triunfos políticos que implican poder e influencias, y la lista puede extenderse según sean las cosas que se tienen como sueños importantes de la vida; y si nos asomamos al ámbito religioso, qué cosas se podrían encontrar que ocasione desbordante alegría en los que participan del credo que dicen confesar? En algunos grupos se vería que saltan por costumbre cúltica nacida del fervor emocional colectivo, en otros quizás sólo den gritos de alegría al mirar eventos milagrosos, o al escuchar declaraciones atribuidas a la voz de Dios, o al oír testimonios de manifestaciones de Dios; pero acaso alguna vez hemos presenciado alguna manifestación de clara alegría en alguien que exprese en alta voz: ¡Mi nombre está escrito en el cielo! Hemos de admitir con toda seguridad que esto no se da entre los creyentes, y hay algunas razones para ello, la más simple es que desde la perspectiva horizontal, es decir humana, si alguien se diera a la tarea de andar por allí gritando esto, sería tildado de loco, o presumido religioso; pero la razón contundente es la que Jesús mismo nos muestra en su propio regocijo, al decir de Él la Escritura: En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu; es decir que, no es lo mismo el regocijo espiritual que el temperamental; fácil es expresar algarabía con un temperamento sanguíneo, y aún contagiar a los de temperamentos menos efusivos; tremenda frase al respecto nos legó el gran escritor cristiano Oswald Chambers diciendo: Para dar unos cuantos pasos sobre el agua ante el llamado de Jesús, sólo se necesita un temperamento recio, pero para mantenerse siguiéndolo es necesario Su Espíritu. Esto, citando obviamente al apóstol Pedro (Mt 14:28-31). En este mismo pasaje podemos ver el por qué Pedro no se mantuvo caminando hasta Jesús, lo cual queda claro cuando Jesús le dice: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Podemos ver muy claramente que la expresión temperamental es generada por la entidad emocional, pero la presencia del Espíritu sólo se genera por la fe; por esto es que repetidamente el apóstol Pablo enseña en sus escritos que el Espíritu se recibe por la fe; pero esta fe tiene una particularidad: Tiene que ser como la de un niño; por esto es que Jesús dice: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18:3); Es aquí donde hemos de hacer relevante la razón por la cual se regocija en el Espíritu y dice: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Hemos de notar que la regocijada oración de Jesús nos da un mensaje respecto a quiénes son los que saben que sus nombres están escritos en los cielos, y estos son sin duda los sencillos en el creer, como lo es un niño, sin ápice de soberbia; este conocimiento está totalmente escondido de los que se engrandecen a sí mismos por sus capacidades y habilidades intelectuales, aún de entre los mismos religiosos. Así que, maravilloso es ver ante nosotros a esos gigantes intelectuales cuando renunciando a todas sus capacidades se humillan como un niño y llegan a decir: Creo que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, mi Señor, mi Salvador; lo cual no quiere decir que se han suicidado intelectualmente, no, sino que ahora someten todas sus potencias a los pies del Creador, porque no sólo con palabras testificarán de Dios al mundo, sino con sus vidas transformadas, lo cual sin duda implicará la burla y el menosprecio de los que no quieren creer. La oración de Jesús no tiene vuelta de hoja, la cual remacha diciendo: Sí, Padre, porque así te agradó.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
¿De cuántas cosas en esta vida no podemos alegrarnos hasta el punto de dar saltos de alegría?, sea por logros de trabajo que implican prosperidad económica, por descubrimientos intelectuales que tienen que ver con la realización personal, por triunfos en el deporte o las artes que retribuirán fama, por buenas noticias respecto a la salud, sea de la propia o de nuestros seres queridos, y no se diga por triunfos políticos que implican poder e influencias, y la lista puede extenderse según sean las cosas que se tienen como sueños importantes de la vida; y si nos asomamos al ámbito religioso, qué cosas se podrían encontrar que ocasione desbordante alegría en los que participan del credo que dicen confesar? En algunos grupos se vería que saltan por costumbre cúltica nacida del fervor emocional colectivo, en otros quizás sólo den gritos de alegría al mirar eventos milagrosos, o al escuchar declaraciones atribuidas a la voz de Dios, o al oír testimonios de manifestaciones de Dios; pero acaso alguna vez hemos presenciado alguna manifestación de clara alegría en alguien que exprese en alta voz: ¡Mi nombre está escrito en el cielo! Hemos de admitir con toda seguridad que esto no se da entre los creyentes, y hay algunas razones para ello, la más simple es que desde la perspectiva horizontal, es decir humana, si alguien se diera a la tarea de andar por allí gritando esto, sería tildado de loco, o presumido religioso; pero la razón contundente es la que Jesús mismo nos muestra en su propio regocijo, al decir de Él la Escritura: En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu; es decir que, no es lo mismo el regocijo espiritual que el temperamental; fácil es expresar algarabía con un temperamento sanguíneo, y aún contagiar a los de temperamentos menos efusivos; tremenda frase al respecto nos legó el gran escritor cristiano Oswald Chambers diciendo: Para dar unos cuantos pasos sobre el agua ante el llamado de Jesús, sólo se necesita un temperamento recio, pero para mantenerse siguiéndolo es necesario Su Espíritu. Esto, citando obviamente al apóstol Pedro (Mt 14:28-31). En este mismo pasaje podemos ver el por qué Pedro no se mantuvo caminando hasta Jesús, lo cual queda claro cuando Jesús le dice: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Podemos ver muy claramente que la expresión temperamental es generada por la entidad emocional, pero la presencia del Espíritu sólo se genera por la fe; por esto es que repetidamente el apóstol Pablo enseña en sus escritos que el Espíritu se recibe por la fe; pero esta fe tiene una particularidad: Tiene que ser como la de un niño; por esto es que Jesús dice: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18:3); Es aquí donde hemos de hacer relevante la razón por la cual se regocija en el Espíritu y dice: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Hemos de notar que la regocijada oración de Jesús nos da un mensaje respecto a quiénes son los que saben que sus nombres están escritos en los cielos, y estos son sin duda los sencillos en el creer, como lo es un niño, sin ápice de soberbia; este conocimiento está totalmente escondido de los que se engrandecen a sí mismos por sus capacidades y habilidades intelectuales, aún de entre los mismos religiosos. Así que, maravilloso es ver ante nosotros a esos gigantes intelectuales cuando renunciando a todas sus capacidades se humillan como un niño y llegan a decir: Creo que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, mi Señor, mi Salvador; lo cual no quiere decir que se han suicidado intelectualmente, no, sino que ahora someten todas sus potencias a los pies del Creador, porque no sólo con palabras testificarán de Dios al mundo, sino con sus vidas transformadas, lo cual sin duda implicará la burla y el menosprecio de los que no quieren creer. La oración de Jesús no tiene vuelta de hoja, la cual remacha diciendo: Sí, Padre, porque así te agradó.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido,
y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
(Jn 18:37)
La verdad es un tema tan sencillo como profundo a la vez, podemos decir con toda certeza que el sol es bueno, pero la
verdad es que, la insolación es un daño producido por él mismo, vemos entonces que no es bueno del todo, mirando las
cosas de este modo, llegamos a la esfera del relativismo, es decir, asumir que no hay verdad absoluta; es el relativismo la
prisión en la que se encuentra el intelecto humano, y por ello mismo no puede aceptar que haya verdades absolutas, pero como su naturaleza le exige tener la certidumbre en todo, tiene que buscar mecanismos con los que pueda enfrentar la incomodidad que produce el no conocer las cosas al cien por ciento, es así que todo lo aprecia con porcentajes, de esta manera, tiene que deambular de manera permanente en un "casi". De pronto aparece en esta humanidad uno de carne y hueso, que en su hablar usa con toda sencillez las palabras todo, ninguno, nadie; lo cual sin duda, resulta en gran manera incómodo para el oído humano; vemos en el texto titular cómo Jesús le dice a Pilato: Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. La respuesta de Pilato en forma de pregunta es elocuente: ¿Qué es la verdad? y sin esperar respuesta deja a Jesús; de esta manera, este importante hombre proyecta la superficialidad en la que vive, "su verdad" del momento sin duda era el poder, por esto es que le dice a Jesús más adelante: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? (Jn 19:10); así ha sido, y así será siempre la actitud del ser humano, cada uno construyendo su propia verdad y conforme a ella pretender vivir y sujetar a los demás, sea el político gobernante, el filósofo dominante, el comerciante o empresario, el carismático religioso, y aun el simple hombre urbano o rural. Pero lo que más debe llamar nuestra atención es lo que en esta misma ocasión dice Jesús a Pilato, porque esto es el foco del mensaje: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Cómo hemos de entender esto? No veo otra forma más que: Estoy en este punto para que todo el que me mire y me oiga, tenga acceso a la verdad Absoluta. La verdad absoluta es ni más ni menos que el establecimiento del Reino de Dios, del cual Él es el Rey, por esto dijo también mi reino no es de este mundo. Notemos lo que dijo a sus discípulos: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Jn 14:6). Sólo los que son de la verdad leerán lo anterior así: Yo soy el verdadero camino, yo soy la verdadera verdad, yo soy la verdadera vida; porque los caminos, las verdades, y la vida de los hombres no son totales; y hablando de la vida dijo: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6:54-55). Entendemos, pues, que Jesús es la verdad absoluta, a la cual el intelecto solo, no puede acceder, pero para que ese intelecto escandalizado por la forma de morir de Jesús, quedara satisfecho, hizo lo que ningún hombre puede, levantarse de entre los muertos y mostrarse a sus discípulos, cumpliendo la palabra profética del salmista que dice: La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos (Sal 85:11). Ahora, el intelecto queda sólo como un conductor de la voz de Dios al corazón del hombre, para que sencillamente lo crea aun sin entender, esto es Fe, la más sencilla expresión del corazón que otorga veracidad a la voz de Dios; por ello Juan escribe: El que recibe su testimonio, éste atestigua que su testimonio es veraz (Jn 3:31-33). Concluimos que la verdad absoluta, (El Verbo en acción), se hizo carne y su voz se oyó a través del unigénito lleno de gracia y de verdad, la luz verdadera que alumbra a todo hombre vino (Jn 1:9) para que todo aquel que en él cree tenga la
verdadera vida, la vida eterna. La verdad es sencilla, la cuestión es: Se cree o no se cree, no hay puntos medios, no hay relativismos. Ahora bien, no debemos perder de vista que en este mundo habita un experto con un gran equipo que se
opone a la verdad, el cual se vale de todo para ocultarla, y es en gran manera inteligente, tanto que se hace pasar por Dios (2 Tes 2:4), y de este modo, usa los mismos púlpitos para ocultar el verdadero significado de la cruz de Cristo, valiéndose de verdades para ocultar su mentira, predicando aparentemente a Cristo, por eso Jesús mismo dio una pauta para no ser víctima de sus engaños: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7:15-20). Muchos pueden hablar de la verdad, pero no estar en ella; los que son de la verdad están en ella, por esto Pablo usa con firmeza la expresión Están en Cristo (Rom 8:1), o estáis en Cristo (1 Cor 1:30) o, si alguno está en Cristo (2 Cor 5:17). Es necesario, pues, distinguir entre una fe cerebral y una del corazón; la del corazón está en Cristo, la cerebral está en una religión. Los que son de la verdad permanecerán dando testimonio de la verdad, aun a costa de sus vidas, cumpliendo la promesa de Jesús: y me seréis testigos (Hech 1:8), siendo asistidos por la luz del Espíritu de verdad, el cual guía a toda la verdad (Jn 16:13).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.
(Jn 18:37)
La verdad es un tema tan sencillo como profundo a la vez, podemos decir con toda certeza que el sol es bueno, pero la
verdad es que, la insolación es un daño producido por él mismo, vemos entonces que no es bueno del todo, mirando las
cosas de este modo, llegamos a la esfera del relativismo, es decir, asumir que no hay verdad absoluta; es el relativismo la
prisión en la que se encuentra el intelecto humano, y por ello mismo no puede aceptar que haya verdades absolutas, pero como su naturaleza le exige tener la certidumbre en todo, tiene que buscar mecanismos con los que pueda enfrentar la incomodidad que produce el no conocer las cosas al cien por ciento, es así que todo lo aprecia con porcentajes, de esta manera, tiene que deambular de manera permanente en un "casi". De pronto aparece en esta humanidad uno de carne y hueso, que en su hablar usa con toda sencillez las palabras todo, ninguno, nadie; lo cual sin duda, resulta en gran manera incómodo para el oído humano; vemos en el texto titular cómo Jesús le dice a Pilato: Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. La respuesta de Pilato en forma de pregunta es elocuente: ¿Qué es la verdad? y sin esperar respuesta deja a Jesús; de esta manera, este importante hombre proyecta la superficialidad en la que vive, "su verdad" del momento sin duda era el poder, por esto es que le dice a Jesús más adelante: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? (Jn 19:10); así ha sido, y así será siempre la actitud del ser humano, cada uno construyendo su propia verdad y conforme a ella pretender vivir y sujetar a los demás, sea el político gobernante, el filósofo dominante, el comerciante o empresario, el carismático religioso, y aun el simple hombre urbano o rural. Pero lo que más debe llamar nuestra atención es lo que en esta misma ocasión dice Jesús a Pilato, porque esto es el foco del mensaje: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Cómo hemos de entender esto? No veo otra forma más que: Estoy en este punto para que todo el que me mire y me oiga, tenga acceso a la verdad Absoluta. La verdad absoluta es ni más ni menos que el establecimiento del Reino de Dios, del cual Él es el Rey, por esto dijo también mi reino no es de este mundo. Notemos lo que dijo a sus discípulos: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Jn 14:6). Sólo los que son de la verdad leerán lo anterior así: Yo soy el verdadero camino, yo soy la verdadera verdad, yo soy la verdadera vida; porque los caminos, las verdades, y la vida de los hombres no son totales; y hablando de la vida dijo: Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6:54-55). Entendemos, pues, que Jesús es la verdad absoluta, a la cual el intelecto solo, no puede acceder, pero para que ese intelecto escandalizado por la forma de morir de Jesús, quedara satisfecho, hizo lo que ningún hombre puede, levantarse de entre los muertos y mostrarse a sus discípulos, cumpliendo la palabra profética del salmista que dice: La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos (Sal 85:11). Ahora, el intelecto queda sólo como un conductor de la voz de Dios al corazón del hombre, para que sencillamente lo crea aun sin entender, esto es Fe, la más sencilla expresión del corazón que otorga veracidad a la voz de Dios; por ello Juan escribe: El que recibe su testimonio, éste atestigua que su testimonio es veraz (Jn 3:31-33). Concluimos que la verdad absoluta, (El Verbo en acción), se hizo carne y su voz se oyó a través del unigénito lleno de gracia y de verdad, la luz verdadera que alumbra a todo hombre vino (Jn 1:9) para que todo aquel que en él cree tenga la
verdadera vida, la vida eterna. La verdad es sencilla, la cuestión es: Se cree o no se cree, no hay puntos medios, no hay relativismos. Ahora bien, no debemos perder de vista que en este mundo habita un experto con un gran equipo que se
opone a la verdad, el cual se vale de todo para ocultarla, y es en gran manera inteligente, tanto que se hace pasar por Dios (2 Tes 2:4), y de este modo, usa los mismos púlpitos para ocultar el verdadero significado de la cruz de Cristo, valiéndose de verdades para ocultar su mentira, predicando aparentemente a Cristo, por eso Jesús mismo dio una pauta para no ser víctima de sus engaños: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7:15-20). Muchos pueden hablar de la verdad, pero no estar en ella; los que son de la verdad están en ella, por esto Pablo usa con firmeza la expresión Están en Cristo (Rom 8:1), o estáis en Cristo (1 Cor 1:30) o, si alguno está en Cristo (2 Cor 5:17). Es necesario, pues, distinguir entre una fe cerebral y una del corazón; la del corazón está en Cristo, la cerebral está en una religión. Los que son de la verdad permanecerán dando testimonio de la verdad, aun a costa de sus vidas, cumpliendo la promesa de Jesús: y me seréis testigos (Hech 1:8), siendo asistidos por la luz del Espíritu de verdad, el cual guía a toda la verdad (Jn 16:13).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Heb 11:13
Siendo que Dios es Dios, y fuera de Él no hay más (Is 45:21), entonces lo que promete sin duda tiene cumplimiento
(Num 23:19); el punto es que su promesa tiene siempre un beneficiario, por su soberanía estableció que ese beneficiario
tuviera una participación activa para la realización de la promesa, este decreto de Dios es lo que sitúa al hombre en
una posición de tanta importancia que pareciera que sin su participación, lo prometido no llegaría a su culminación;
cuando miramos en las Escrituras podemos observar que todos los hombres, con todas sus debilidades y limitaciones,
que estuvieron al frente de sus hechos gloriosos, tenían tres cosas en común, las cuales están claramente consignadas
en la epístola que nos ocupa; pudiéramos decir que ellas son la sustancia que da consistencia a todo lo escrito en ella;
estas tres cosas son: La fe, la salvación, y el reposo. En la teología moderna se habla mucho de las dos primeras, no
así de la tercera; la gran realidad es que ellas no pueden existir de manera independiente, dicho de otro modo, las tres
guardan una unidad inquebrantable. Vamos a explicar por qué, tomando como base la cita titular que por fuerza nos
llevará a otras de la misma carta, (por cierto, el contenido de esta carta no puede ser bien apreciado si no se lee de
arriba abajo de un sólo tiro, así se leían en la antigüedad cuando no se fragmentaba en versículos lo escrito).
Cuando leemos que Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6), podríamos pensar de inmediato que la fe es el eje
tema de la carta, sería así, si no apreciáramos que el eje tiene tres facetas; tanto más cuando leemos que Jesús es el
autor y consumador de la fe (Heb 12:2); lo cual debiera llevarnos a ver que la autoría de la fe se realizó en la eternidad
por el Jesucristo preexistente, y que el Jesucristo hombre la consumó en nuestra temporalidad; es decir, que si
queremos ver cara a cara la fe no tenemos más que fijar los ojos en el Jesucristo de carne y hueso; por esto es que el
gran paladín de la fe nos insta a ser imitadores de él, porque él es imitador de Cristo (1 Cor 11:1); sólo así se puede
hacer distinción entre la fe cerebral, o emotiva, y la fe del corazón o del Espíritu. Ahora bien, una vez que se es poseedor
de esta fe, ésta nos conecta con la salvación, de la cual Jesús es también el autor (Heb 2:10), la cual no es otra cosa
que la seguridad de saber que Dios mismo se ha vuelto el escudo de todo nuestro ser entero, espíritu, alma, y cuerpo,
por haber creído que su sangre es nuestro rescate para la eternidad, por esto se nos dice: La sangre rociada que habla
mejor que la de Abel (Heb 12:24); la consecuencia de esta seguridad es que de manera inmediata nos pone en el
umbral del reposo, el cual no es otra cosa que el descanso en Dios, ahora contamos con el poder de echar fuera el
temor, tanto de lo temporal como de lo eterno; ahora sí podemos apreciar la coexistencia de estas tres facetas; y
podríamos decir que la primera obra de fe es el reposo mismo; por esto es que se dice del pueblo que salió de Egipto:
Y vemos que no pudieron entrar (al reposo de Dios) a causa de incredulidad (Heb 3:18-19). Ahora podemos dar el
sentido correcto a nuestra cita titular: Todos esos que conforme a la fe murieron, ¿en qué sentido no recibieron lo
prometido? es evidente que en el sentido temporal, pero por la fe miraron una ciudad no hecha de manos, celestial,
la cual anhelaban (Heb 11:16), y miraron de tal modo lo prometido que aun podían saludarlo, y esto les llevaba a
confesar que aquí eran sólo extranjeros y peregrinos, viviendo en esta tierra como si ya no vivieran en ella, y reposados
en la seguridad de que la recibirían. Después de pasado tanto tiempo, a nosotros nos ha tocado constatar, que la tierra
prometida que visualizó por la fe aquella gente, es una ciudad que va más allá de una ubicación geográfica, es decir,
una de carácter eterno, una celestial, la cual no está sujeta a la vanidad temporal (Hech 7:48-49), cuyo templo será
edificado por el llamado Renuevo (Zac 6:12-13), y dominará en su trono; ese reino invisible a la naturaleza humana es
al que los creyentes del presente somos llamados a mirar, y a saludarlo ahora que ya está menos lejano, y que
reposados en su realidad nos haga vernos también como extranjeros y peregrinos; esto es, a mirarnos sólo como de
paso en esta vanidad temporal; así que no va con los que nos llamamos nacidos de nuevo por la fe el estar esperanzados
en la reconstrucción de lo hecho por manos de hombre; por esto es que Pablo nos exhorta diciendo: Si, pues, habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (Col 3:1); y Jesús
mismo les dice a los incrédulos: Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo
no soy de este mundo (Jn 8:23). Concluimos, pues, como lo hace la carta: Por tanto, nosotros también, teniendo en
derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante, ... (Heb 12:1).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Heb 11:13
Siendo que Dios es Dios, y fuera de Él no hay más (Is 45:21), entonces lo que promete sin duda tiene cumplimiento
(Num 23:19); el punto es que su promesa tiene siempre un beneficiario, por su soberanía estableció que ese beneficiario
tuviera una participación activa para la realización de la promesa, este decreto de Dios es lo que sitúa al hombre en
una posición de tanta importancia que pareciera que sin su participación, lo prometido no llegaría a su culminación;
cuando miramos en las Escrituras podemos observar que todos los hombres, con todas sus debilidades y limitaciones,
que estuvieron al frente de sus hechos gloriosos, tenían tres cosas en común, las cuales están claramente consignadas
en la epístola que nos ocupa; pudiéramos decir que ellas son la sustancia que da consistencia a todo lo escrito en ella;
estas tres cosas son: La fe, la salvación, y el reposo. En la teología moderna se habla mucho de las dos primeras, no
así de la tercera; la gran realidad es que ellas no pueden existir de manera independiente, dicho de otro modo, las tres
guardan una unidad inquebrantable. Vamos a explicar por qué, tomando como base la cita titular que por fuerza nos
llevará a otras de la misma carta, (por cierto, el contenido de esta carta no puede ser bien apreciado si no se lee de
arriba abajo de un sólo tiro, así se leían en la antigüedad cuando no se fragmentaba en versículos lo escrito).
Cuando leemos que Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6), podríamos pensar de inmediato que la fe es el eje
tema de la carta, sería así, si no apreciáramos que el eje tiene tres facetas; tanto más cuando leemos que Jesús es el
autor y consumador de la fe (Heb 12:2); lo cual debiera llevarnos a ver que la autoría de la fe se realizó en la eternidad
por el Jesucristo preexistente, y que el Jesucristo hombre la consumó en nuestra temporalidad; es decir, que si
queremos ver cara a cara la fe no tenemos más que fijar los ojos en el Jesucristo de carne y hueso; por esto es que el
gran paladín de la fe nos insta a ser imitadores de él, porque él es imitador de Cristo (1 Cor 11:1); sólo así se puede
hacer distinción entre la fe cerebral, o emotiva, y la fe del corazón o del Espíritu. Ahora bien, una vez que se es poseedor
de esta fe, ésta nos conecta con la salvación, de la cual Jesús es también el autor (Heb 2:10), la cual no es otra cosa
que la seguridad de saber que Dios mismo se ha vuelto el escudo de todo nuestro ser entero, espíritu, alma, y cuerpo,
por haber creído que su sangre es nuestro rescate para la eternidad, por esto se nos dice: La sangre rociada que habla
mejor que la de Abel (Heb 12:24); la consecuencia de esta seguridad es que de manera inmediata nos pone en el
umbral del reposo, el cual no es otra cosa que el descanso en Dios, ahora contamos con el poder de echar fuera el
temor, tanto de lo temporal como de lo eterno; ahora sí podemos apreciar la coexistencia de estas tres facetas; y
podríamos decir que la primera obra de fe es el reposo mismo; por esto es que se dice del pueblo que salió de Egipto:
Y vemos que no pudieron entrar (al reposo de Dios) a causa de incredulidad (Heb 3:18-19). Ahora podemos dar el
sentido correcto a nuestra cita titular: Todos esos que conforme a la fe murieron, ¿en qué sentido no recibieron lo
prometido? es evidente que en el sentido temporal, pero por la fe miraron una ciudad no hecha de manos, celestial,
la cual anhelaban (Heb 11:16), y miraron de tal modo lo prometido que aun podían saludarlo, y esto les llevaba a
confesar que aquí eran sólo extranjeros y peregrinos, viviendo en esta tierra como si ya no vivieran en ella, y reposados
en la seguridad de que la recibirían. Después de pasado tanto tiempo, a nosotros nos ha tocado constatar, que la tierra
prometida que visualizó por la fe aquella gente, es una ciudad que va más allá de una ubicación geográfica, es decir,
una de carácter eterno, una celestial, la cual no está sujeta a la vanidad temporal (Hech 7:48-49), cuyo templo será
edificado por el llamado Renuevo (Zac 6:12-13), y dominará en su trono; ese reino invisible a la naturaleza humana es
al que los creyentes del presente somos llamados a mirar, y a saludarlo ahora que ya está menos lejano, y que
reposados en su realidad nos haga vernos también como extranjeros y peregrinos; esto es, a mirarnos sólo como de
paso en esta vanidad temporal; así que no va con los que nos llamamos nacidos de nuevo por la fe el estar esperanzados
en la reconstrucción de lo hecho por manos de hombre; por esto es que Pablo nos exhorta diciendo: Si, pues, habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (Col 3:1); y Jesús
mismo les dice a los incrédulos: Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo
no soy de este mundo (Jn 8:23). Concluimos, pues, como lo hace la carta: Por tanto, nosotros también, teniendo en
derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante, ... (Heb 12:1).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (Mt 9:12-13)
Jesús, en su modo de hablar nunca negó la realidad de la vida horizontal, es decir la humana, pero siempre la sujetó a la realidad de la vida vertical, es decir, a la eterna; al citar a médicos y a enfermos estaba validando la realidad de que en esta vida todo ser humano está sujeto a ser víctima del mal producido por la enfermedad, pero también que al hombre se le ha dado la capacidad cognoscitiva para aplicar el conocimiento y luchar contra ella; en esta ocasión él está afirmando su calidad de médico, pero uno que no sólo ejerce en el terreno horizontal, sino fundamentalmente en el vertical; cuando él aclara que no vino a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento, está implícitamente diciendo que la enfermedad de los pecadores es el pecado, el cuál no puede ser sanado por ningún poder humano, sino sólo por el poder vertical, el venido de arriba; todo hombre sabe, sin que se lo tengan que demostrar en un laboratorio, que la vida física llegará a un final de uno u otro modo, pero también sabe de manera intuitiva, por su percepción espiritual, que la vida no termina allí, este conocimiento es una herencia de milenios (Rom 1:19-20), que le testifica que el hombre no inventó a Dios, como algunos pretendidos sabios inducen en la mente de los oídos humanos (Sal 14); y que necesita de su sanidad para retornar a la paternidad divina que un día perdió, de no ser así, la muerte que le espera ya no estará en la temporalidad humana, sino en la eternidad; sería desastroso concluir que Jesús vino a la tierra para fundar una religión más, entonces sus palabras sólo serían parte del elenco de ideologías religiosas de las cuales se puede escoger; no, él dijo: yo he venido para que tengan vida (Jn 10:10), por supuesto, no refiriéndose a la vida terrenal como algunos enfatizan, y si él dijo eso, es porque el hombre sin Su sanidad no tiene vida, está muerto en vida, válgase la expresión (Lc 9:60). Ahora bien, la muerte física no es sino la realidad que testifica la presencia de otra realidad invisible a los ojos humanos, la muerte eterna, de la cual Jesús vino a librar a todo aquel que en él cree, por esto es que dijo: El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá (Jn 11:25). Una cosa que no nos debe de pasar desapercibida es la ironía con la que se dirige a aquellos religiosos, a los cuales manda diciendo: Id y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio; citando a Oseas (6:6); los que entendieron bien el mensaje, sin duda, tuvieron que reconocer que su justicia era imperfecta (Heb 9:9), fundada en acciones protocolarias, sujetas a la temporalidad de los sacrificios ofrecidos, carentes de la sustancia eterna que da cuerpo a la misericordia, estableciendo así su propia justicia (Rom 10:3-4) con base en sus ritos e ignorando la justicia de Dios, que es por la fe (Rom 3:30), eran justos, pero a sus propios ojos, no ante Dios, el cual no ve el exterior sino el corazón de los hombres (Rom 10:10), tenían el entendimiento nublado ante las palabras de David, que dice: Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría, ... (Sal 51:16) hemos de entender, pues, que ninguna vida sacrificial religiosa justifica al hombre delante de Dios, sino sólo Su misericordia, la cual fue manifestada en su Hijo Jesucristo; cuya sangre es la medicina sanadora del hombre (Jn 6:54-56), que le quita eternamente la enfermedad heredada llamada pecado; ahora bien, esta sanidad vertical, que no obstante, su realidad sólo es percibida con los ojos de la fe, tiene que mantenerse conviviendo con la realidad horizontal que es esta vida temporal sujeta a vanidad, que sin duda parece más un lastre que una ayuda (Rom 8:20-23); nos impulsa a incursionar en el aprendizaje de un nuevo estilo de vida, practicando diariamente el sujetar el trajín cotidiano a una mente espiritual (Heb 5:14); es decir que, sea que comamos o bebamos, trabajemos o descansemos, vayamos o vengamos, lo hagamos todo sujetándolo al nuevo estado de vida (Rom 6:4): Sanados por la misericordia de Dios; enderezando lo cojo para que no se salga del camino (Heb 12:13); en una palabra: caminando con la mirada puesta en Jesús, no en ideologías humanas o circunstancias de la vida. Como enseñó Pablo: y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa (1 Cor 7:30- 31). Esto sólo es posible si sujetamos lo horizontal a lo vertical, comprobando cada día la salud de Dios en espíritu, alma y cuerpo.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Jesús, en su modo de hablar nunca negó la realidad de la vida horizontal, es decir la humana, pero siempre la sujetó a la realidad de la vida vertical, es decir, a la eterna; al citar a médicos y a enfermos estaba validando la realidad de que en esta vida todo ser humano está sujeto a ser víctima del mal producido por la enfermedad, pero también que al hombre se le ha dado la capacidad cognoscitiva para aplicar el conocimiento y luchar contra ella; en esta ocasión él está afirmando su calidad de médico, pero uno que no sólo ejerce en el terreno horizontal, sino fundamentalmente en el vertical; cuando él aclara que no vino a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento, está implícitamente diciendo que la enfermedad de los pecadores es el pecado, el cuál no puede ser sanado por ningún poder humano, sino sólo por el poder vertical, el venido de arriba; todo hombre sabe, sin que se lo tengan que demostrar en un laboratorio, que la vida física llegará a un final de uno u otro modo, pero también sabe de manera intuitiva, por su percepción espiritual, que la vida no termina allí, este conocimiento es una herencia de milenios (Rom 1:19-20), que le testifica que el hombre no inventó a Dios, como algunos pretendidos sabios inducen en la mente de los oídos humanos (Sal 14); y que necesita de su sanidad para retornar a la paternidad divina que un día perdió, de no ser así, la muerte que le espera ya no estará en la temporalidad humana, sino en la eternidad; sería desastroso concluir que Jesús vino a la tierra para fundar una religión más, entonces sus palabras sólo serían parte del elenco de ideologías religiosas de las cuales se puede escoger; no, él dijo: yo he venido para que tengan vida (Jn 10:10), por supuesto, no refiriéndose a la vida terrenal como algunos enfatizan, y si él dijo eso, es porque el hombre sin Su sanidad no tiene vida, está muerto en vida, válgase la expresión (Lc 9:60). Ahora bien, la muerte física no es sino la realidad que testifica la presencia de otra realidad invisible a los ojos humanos, la muerte eterna, de la cual Jesús vino a librar a todo aquel que en él cree, por esto es que dijo: El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá (Jn 11:25). Una cosa que no nos debe de pasar desapercibida es la ironía con la que se dirige a aquellos religiosos, a los cuales manda diciendo: Id y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio; citando a Oseas (6:6); los que entendieron bien el mensaje, sin duda, tuvieron que reconocer que su justicia era imperfecta (Heb 9:9), fundada en acciones protocolarias, sujetas a la temporalidad de los sacrificios ofrecidos, carentes de la sustancia eterna que da cuerpo a la misericordia, estableciendo así su propia justicia (Rom 10:3-4) con base en sus ritos e ignorando la justicia de Dios, que es por la fe (Rom 3:30), eran justos, pero a sus propios ojos, no ante Dios, el cual no ve el exterior sino el corazón de los hombres (Rom 10:10), tenían el entendimiento nublado ante las palabras de David, que dice: Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría, ... (Sal 51:16) hemos de entender, pues, que ninguna vida sacrificial religiosa justifica al hombre delante de Dios, sino sólo Su misericordia, la cual fue manifestada en su Hijo Jesucristo; cuya sangre es la medicina sanadora del hombre (Jn 6:54-56), que le quita eternamente la enfermedad heredada llamada pecado; ahora bien, esta sanidad vertical, que no obstante, su realidad sólo es percibida con los ojos de la fe, tiene que mantenerse conviviendo con la realidad horizontal que es esta vida temporal sujeta a vanidad, que sin duda parece más un lastre que una ayuda (Rom 8:20-23); nos impulsa a incursionar en el aprendizaje de un nuevo estilo de vida, practicando diariamente el sujetar el trajín cotidiano a una mente espiritual (Heb 5:14); es decir que, sea que comamos o bebamos, trabajemos o descansemos, vayamos o vengamos, lo hagamos todo sujetándolo al nuevo estado de vida (Rom 6:4): Sanados por la misericordia de Dios; enderezando lo cojo para que no se salga del camino (Heb 12:13); en una palabra: caminando con la mirada puesta en Jesús, no en ideologías humanas o circunstancias de la vida. Como enseñó Pablo: y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa (1 Cor 7:30- 31). Esto sólo es posible si sujetamos lo horizontal a lo vertical, comprobando cada día la salud de Dios en espíritu, alma y cuerpo.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. (Fil 4:12)
Esta expresión de Pablo se podría sintetizar en la palabra contentamiento, muy elocuentemente lo expresa a su discípulo Timoteo al referirse al tema del sustento diario (1 Tim 6:6-8), sin embargo es de gran importancia que entendamos con qué bases él podía mantenerse en esta actitud. En primer lugar él está diciendo: Sé vivir humildemente, tal afirmación nos lleva a pensar que tuvo que aprender un estilo de vida, obviamente no adquirido por medio de alguna idea filosófica de la mente humana, o de su propia autosugestión, sino de un ejercicio espiritual que él hace patente a los gálatas al exhortarles a andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne, enseñándoles cuál es el fruto de tal estilo de vida (Gal 5:22-23), este ejercicio no es otro que el de mantenerse mirándose a sí mismo como uno que por la fe lleva dentro de sí una nueva creación (Gal 6:15, 2 Cor 5:17), esto es un nuevo hombre, el cual no se mantiene en triunfo por su fuerza de voluntad, sino por el poder del mismo Espíritu de Dios; por eso es que se atreve a decir: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece; expresión muy conocida y repetida en el consenso evangélico, mayormente cuando las cosas se ponen difíciles, pero Pablo no echaba mano de ese poder sólo para los tiempos malos, sino también para los tiempos buenos, diciendo: Sé tener abundancia, sin duda él sabía cuan peligrosa puede ser la abundancia, es decir, no sólo es cuestión de tener abundancia, sino de saber tenerla; hay quienes tienen abundancia pero no saben manejarla, porque no la valoran como hombres nuevos, sino como el mundo lo hace, para ellos la abundancia sólo es cuestión económica y de cosas materiales; no obstante que Pablo está hablando en el contexto del sustento cotidiano, él hace énfasis en el todo: En todo y por todo estoy enseñado; se puede tener abundancia de salud, pero no valorarla hasta que llega la enfermedad; se puede estar siendo amado y no valorarlo hasta que llega el abandono; se puede tener gran conocimiento de la palabra eterna, pero no echar mano de ella; porque el enfoque de abundancia se ha vuelto estrecho; el mismo apóstol exhorta a los creyentes, diciendo: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros (Col 3:16), la pregunta es: ¿Cuántos son los que andan buscando esa abundancia? Además de esta tendencia de la naturaleza humana, a no valorar la riqueza de lo alto, el ámbito de la cristiandad se ha plagado de maestros que sólo hacen énfasis en: "Siembra para que recojas" refiriéndose sólo a lo material, malversando las palabras de Jesús: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10:10), olvidando que él mismo dijo: ...mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza (Lc 9:58). Si quisiéramos saber si la vida de Pablo, ya siendo apóstol, se caracterizó más por la escasez o por la abundancia de lo material, sólo basta echar una miradita a sus pertenencias que pide a Timoteo le traiga: Un capote (capa de abrigo), y libros (2 Tim 4:13). Quizás alguien pueda pensar que él vivía así porque era un hombre llamado a ser apóstol, pensar así podría hacerlo parecer un tanto injusto porque exhorta a los creyentes diciéndoles: Sean imitadores de mí, así como yo de Cristo (1 Cor 11:1). Conociendo su perfil es de justicia más bien pensar que él estaba llamando a los creyentes a imitar un carácter, no una forma exterior, un hombre de carácter conforme a Cristo sabe conducirse tanto en el tiempo bueno como en el día de la adversidad, carácter formado por el ejercicio en el conocimiento de la piedad, por ello, Pablo dice a Timoteo: Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento (1Tim 6:6). Así que podemos concluir que el gran fundamento sobre el que Pablo tenía construido su carácter para mantener su dignidad, cualquiera fuera su situación, buena o mala, era la incomparable ganancia que tenía al conocer el grande misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria (1 Tim 3:16), creyendo lo cual podía decir por la fe: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece; si tenía abundancia no se sentía superior; si tenía escasez no se sentía inferior. Su seguridad era Cristo mismo, por eso podía decir: Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. (Fil 1:21)
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Fernando H. Nava
Esta expresión de Pablo se podría sintetizar en la palabra contentamiento, muy elocuentemente lo expresa a su discípulo Timoteo al referirse al tema del sustento diario (1 Tim 6:6-8), sin embargo es de gran importancia que entendamos con qué bases él podía mantenerse en esta actitud. En primer lugar él está diciendo: Sé vivir humildemente, tal afirmación nos lleva a pensar que tuvo que aprender un estilo de vida, obviamente no adquirido por medio de alguna idea filosófica de la mente humana, o de su propia autosugestión, sino de un ejercicio espiritual que él hace patente a los gálatas al exhortarles a andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne, enseñándoles cuál es el fruto de tal estilo de vida (Gal 5:22-23), este ejercicio no es otro que el de mantenerse mirándose a sí mismo como uno que por la fe lleva dentro de sí una nueva creación (Gal 6:15, 2 Cor 5:17), esto es un nuevo hombre, el cual no se mantiene en triunfo por su fuerza de voluntad, sino por el poder del mismo Espíritu de Dios; por eso es que se atreve a decir: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece; expresión muy conocida y repetida en el consenso evangélico, mayormente cuando las cosas se ponen difíciles, pero Pablo no echaba mano de ese poder sólo para los tiempos malos, sino también para los tiempos buenos, diciendo: Sé tener abundancia, sin duda él sabía cuan peligrosa puede ser la abundancia, es decir, no sólo es cuestión de tener abundancia, sino de saber tenerla; hay quienes tienen abundancia pero no saben manejarla, porque no la valoran como hombres nuevos, sino como el mundo lo hace, para ellos la abundancia sólo es cuestión económica y de cosas materiales; no obstante que Pablo está hablando en el contexto del sustento cotidiano, él hace énfasis en el todo: En todo y por todo estoy enseñado; se puede tener abundancia de salud, pero no valorarla hasta que llega la enfermedad; se puede estar siendo amado y no valorarlo hasta que llega el abandono; se puede tener gran conocimiento de la palabra eterna, pero no echar mano de ella; porque el enfoque de abundancia se ha vuelto estrecho; el mismo apóstol exhorta a los creyentes, diciendo: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros (Col 3:16), la pregunta es: ¿Cuántos son los que andan buscando esa abundancia? Además de esta tendencia de la naturaleza humana, a no valorar la riqueza de lo alto, el ámbito de la cristiandad se ha plagado de maestros que sólo hacen énfasis en: "Siembra para que recojas" refiriéndose sólo a lo material, malversando las palabras de Jesús: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10:10), olvidando que él mismo dijo: ...mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza (Lc 9:58). Si quisiéramos saber si la vida de Pablo, ya siendo apóstol, se caracterizó más por la escasez o por la abundancia de lo material, sólo basta echar una miradita a sus pertenencias que pide a Timoteo le traiga: Un capote (capa de abrigo), y libros (2 Tim 4:13). Quizás alguien pueda pensar que él vivía así porque era un hombre llamado a ser apóstol, pensar así podría hacerlo parecer un tanto injusto porque exhorta a los creyentes diciéndoles: Sean imitadores de mí, así como yo de Cristo (1 Cor 11:1). Conociendo su perfil es de justicia más bien pensar que él estaba llamando a los creyentes a imitar un carácter, no una forma exterior, un hombre de carácter conforme a Cristo sabe conducirse tanto en el tiempo bueno como en el día de la adversidad, carácter formado por el ejercicio en el conocimiento de la piedad, por ello, Pablo dice a Timoteo: Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento (1Tim 6:6). Así que podemos concluir que el gran fundamento sobre el que Pablo tenía construido su carácter para mantener su dignidad, cualquiera fuera su situación, buena o mala, era la incomparable ganancia que tenía al conocer el grande misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria (1 Tim 3:16), creyendo lo cual podía decir por la fe: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece; si tenía abundancia no se sentía superior; si tenía escasez no se sentía inferior. Su seguridad era Cristo mismo, por eso podía decir: Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia. (Fil 1:21)
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable. (Ecl 10:1)
Algo muy propio de la naturaleza humana es la inclinación a magnificar más los errores de los demás que sus virtudes, tanto que en un momento se puede echar a perder el prestigio del prójimo no importando cuánto buen nombre haya ganado en su medio social; es obvio que el error de un sabio no menoscaba la sabiduría, pero es un buen pretexto para que los necios busquen usarlo para justificar la propia insensatez. El hombre que escribió las palabras del texto titular, sin duda para muchos no cometió pequeñas locuras, sino locuras dignas de juicio, mayormente para los que su fe descansa sobre prejuicios religiosos, cuyo cuestionamiento inmediato frente a esta realidad, aunque no lo expresen, es que, cómo es posible que se le haya dado el privilegio de que sus escritos formen parte de la sagrada Escritura y se les dé el título de sapienciales; lo que los corazones prejuiciosos no alcanzan a ver es que si Dios tuviera en cuenta las pequeñas o grandes locuras que cometen los hombres, para determinar el destino eterno de ellos, entonces no habría quién quedara de pie delante de Él (Sal 103:10-14); tampoco alcanzan a distinguir que no es lo mismo cometer locuras que justificarlas, nunca encontramos en las Escrituras a ningún hombre temeroso de Dios que justifique sus errores, sino todo lo contrario, el mismo rey David en medio de sus terribles locuras escribió: Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano (Sal 143:2). Lo que sí no deja de ser cierto, es que el prejuicio humano hace contar más la tontería más ligera que la sabiduría más respetable, esto ha sido bastante visto en el devenir humano, aquí y allá, protagonizada por la moralidad o la religiosidad recalcitrantes versus la debilidad propia del hombre, el colmo de ausencia de misericordia de estos jueces, que es su característica principal, es que ni el mismo Jesús de Nazaret quedó exento de ser blanco de su ataques, puesto que a los ojos de ellos no era más que un hombre común y corriente con pretensiones de Mesías, de quien sólo les era relevante que se sentara a comer con pecadores y publicanos (Mt 9:11), que se dejara tocar por alguna mujer de mala nota (Lc 7:39), que comiera sin lavarse las manos (Mt 15:2), que hiciera lo prohibido en día sábado (Mt 12:2), que comiera carne y bebiera vino (Mt 11:19), y una lista más de cosas que transgredían sus costumbres morales y religiosas (Mt 23:4); ante esto podríamos decir: si la enjuiciadora naturaleza humana hizo esto con Jesús, qué nos esperamos los hombres comunes y corrientes; esta es la razón por la cual Jesús dice: Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? (Lc 23:31). Ahora bien, ante esta realidad cuál debe ser la actitud que una persona nacida de nuevo debe tener, es decir, que vive la vida cotidiana en la fe del Hijo de Dios, pues, sin duda, la que está bajo el gobierno de la misericordia de Dios, que siempre se pregunta ante la debilidad de su prójimo: ¿Y, si yo estuviera en su lugar?, que entiende bien las palabras del apóstol al respecto: considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (Gal 6:1); baste ya la incomodidad y vergüenza que la persona que ha caído en alguna locura está sintiendo, obviamente que esto no incluye a los desvergonzados, se trata de las personas que son tenidas como sabias y honorables, a quienes queda el dicho popular: "En el pecado lleva la penitencia". Hemos de hacer bien la diferencia entre caer en una locura y vivir en la locura; la generación que nos ha tocado vivir parece inmersa en ella, a quien queda bien lo que el apóstol Pablo escribe al decir: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gal 6:7). La palabra sembrar habla no de un error, sino una práctica a la cual se trata de justificar; y es común oír decir a quien comete un error: soy humano; esta expresión no va con alguien que confiesa que ha conocido la verdad del Evangelio, éste simplemente reconoce su error y procura no reincidir, buscando además restaurar el daño a quien o a quienes haya ofendido con su conducta. Por lo tanto, podemos concluir diciendo: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Cor 10:12).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Algo muy propio de la naturaleza humana es la inclinación a magnificar más los errores de los demás que sus virtudes, tanto que en un momento se puede echar a perder el prestigio del prójimo no importando cuánto buen nombre haya ganado en su medio social; es obvio que el error de un sabio no menoscaba la sabiduría, pero es un buen pretexto para que los necios busquen usarlo para justificar la propia insensatez. El hombre que escribió las palabras del texto titular, sin duda para muchos no cometió pequeñas locuras, sino locuras dignas de juicio, mayormente para los que su fe descansa sobre prejuicios religiosos, cuyo cuestionamiento inmediato frente a esta realidad, aunque no lo expresen, es que, cómo es posible que se le haya dado el privilegio de que sus escritos formen parte de la sagrada Escritura y se les dé el título de sapienciales; lo que los corazones prejuiciosos no alcanzan a ver es que si Dios tuviera en cuenta las pequeñas o grandes locuras que cometen los hombres, para determinar el destino eterno de ellos, entonces no habría quién quedara de pie delante de Él (Sal 103:10-14); tampoco alcanzan a distinguir que no es lo mismo cometer locuras que justificarlas, nunca encontramos en las Escrituras a ningún hombre temeroso de Dios que justifique sus errores, sino todo lo contrario, el mismo rey David en medio de sus terribles locuras escribió: Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano (Sal 143:2). Lo que sí no deja de ser cierto, es que el prejuicio humano hace contar más la tontería más ligera que la sabiduría más respetable, esto ha sido bastante visto en el devenir humano, aquí y allá, protagonizada por la moralidad o la religiosidad recalcitrantes versus la debilidad propia del hombre, el colmo de ausencia de misericordia de estos jueces, que es su característica principal, es que ni el mismo Jesús de Nazaret quedó exento de ser blanco de su ataques, puesto que a los ojos de ellos no era más que un hombre común y corriente con pretensiones de Mesías, de quien sólo les era relevante que se sentara a comer con pecadores y publicanos (Mt 9:11), que se dejara tocar por alguna mujer de mala nota (Lc 7:39), que comiera sin lavarse las manos (Mt 15:2), que hiciera lo prohibido en día sábado (Mt 12:2), que comiera carne y bebiera vino (Mt 11:19), y una lista más de cosas que transgredían sus costumbres morales y religiosas (Mt 23:4); ante esto podríamos decir: si la enjuiciadora naturaleza humana hizo esto con Jesús, qué nos esperamos los hombres comunes y corrientes; esta es la razón por la cual Jesús dice: Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? (Lc 23:31). Ahora bien, ante esta realidad cuál debe ser la actitud que una persona nacida de nuevo debe tener, es decir, que vive la vida cotidiana en la fe del Hijo de Dios, pues, sin duda, la que está bajo el gobierno de la misericordia de Dios, que siempre se pregunta ante la debilidad de su prójimo: ¿Y, si yo estuviera en su lugar?, que entiende bien las palabras del apóstol al respecto: considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. (Gal 6:1); baste ya la incomodidad y vergüenza que la persona que ha caído en alguna locura está sintiendo, obviamente que esto no incluye a los desvergonzados, se trata de las personas que son tenidas como sabias y honorables, a quienes queda el dicho popular: "En el pecado lleva la penitencia". Hemos de hacer bien la diferencia entre caer en una locura y vivir en la locura; la generación que nos ha tocado vivir parece inmersa en ella, a quien queda bien lo que el apóstol Pablo escribe al decir: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gal 6:7). La palabra sembrar habla no de un error, sino una práctica a la cual se trata de justificar; y es común oír decir a quien comete un error: soy humano; esta expresión no va con alguien que confiesa que ha conocido la verdad del Evangelio, éste simplemente reconoce su error y procura no reincidir, buscando además restaurar el daño a quien o a quienes haya ofendido con su conducta. Por lo tanto, podemos concluir diciendo: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Cor 10:12).
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Fernando H. Nava
Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él; ( Ef 3:10-12)
Realmente son escasas las congregaciones cristianas en las que se hace conciencia de no perder de vista el propósito eterno de la iglesia, consistente en dar a conocer los designios eternos de Dios en los lugares en donde los ojos naturales no pueden mirar, esto debido a la inundación de novedosas modalidades religiosas que se han convertido en la relevante sustancia que da movimiento a la vida cúltica de las congregaciones; dicho de otro modo, la superficialidad mundana respecto a los valores eternos, evidenciada en el tiempo que la gente pasa en el entretenimiento que ofrece el aumento de la ciencia y la tecnología, además del estrésico cotidiano afán de la vida, han incursionado en ellas distrayendo la atención del propósito eterno de la iglesia. El apóstol Pablo no tocaba estos temas a grupos selectos como haciendo pensar que no todos podían entenderlas, sino más bien a la generalidad congregacional, haciendo sentir que cualquier sencillo cristiano debía estar al tanto de ellas (Fil 3:1). Quizás haya, entre los que más leen y escudriñan las Escrituras, quienes piensen que la palabra ahora (en el texto titular) alude sólo a la iglesia de aquel momento, la verdad es que ese ahora está sustanciado por lo eterno, no olvidemos que Dios no está determinado por el tiempo (Sal 90:4), así que ese ahora se refiere a la actividad de la iglesia a través de los tiempos; la cosa se vuelve más perturbadora cuando vemos que se nos dice quiénes son los destinatarios, esto es, los principados y potestades. Hemos de observar que cuando éstos son mencionados en las Escrituras es para que sean vistos como entidades enemigas de Dios (Col 2:15, Rom 8:38, Ef 6:12), cuya habitación está fuera de nuestra dimensión temporal, y es allí donde se espera que la iglesia proclame lo que Dios ha hecho y hará; ¿Cómo puede hacerse esto en la práctica? No hay otro modo más que caminar como viendo al INVISIBLE (Heb 11:27), este es el formidable acto de fe que nos da acceso al poder del Padre Eterno, momento a momento y día con día. Hoy se habla de hacer guerra espiritual, pero parece que se aborda desarmados, porque la espada del Espíritu es la parte olvidada de la armadura, la cual es la palabra de Dios, y en su lugar se blanden palabras nacidas de la emoción o el intelecto que se adjudican al Espíritu Santo (2 Cor 4:2). La multiforme sabiduría de Dios está enfocada en un sólo punto: La cruz de Cristo; por esto es que Pablo les dice a los corintios: Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo y a éste crucificado (1 Cor 2:1-2), Pablo sabía muy bien, que la única forma de dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades era proclamando a los hombres la palabra de Dios tal cual es; porque los espíritus de esas entidades no se mueven en otras galaxias, sino aquí entre nosotros; y cuando dice, en los lugares celestiales, se está refiriendo a su naturaleza espiritual que los hace invisibles a nuestros ojos, pero que no por ello dejan de sentir el filo de la espada del Espíritu, que los despoja del derecho de propiedad sobre los hombres (Col 2:14-15), cuando éstos reciben Su palabra por la fe; así que cuando Pablo está diciendo que no tenemos lucha contra carne y sangre está haciendo énfasis en que la oposición no viene en primera instancia de los hombres, sino de esas potestades que buscan por todos los medios mantener el velo de la incredulidad en los hombres (2 Cor 3:14-16), el cual sólo es quitado cuando la predicación está enfocada en la cruz de Cristo. El misterio de la venida de Dios en carne para ofrecerse a sí mismo en una cruz, tiene un eminente designio: Liberar a los hombres de la potestad de Satanás (Hech 26:18), y otorgarles el perdón de pecados por la fe. Los soldados en la antigüedad daban gran importancia a mantener sus espadas afiladas, porque de esto dependía su eficiencia, no podían ir a la guerra con el filo de sus espadas embotado; nosotros como soldados del ejército de Dios hemos de procurar que el filo de la espada del Espíritu, se mantenga libre de cualquier otra palabra extraña, proveniente de la mundanalidad religiosa, o aún de la secular; esto sólo será posible buscando de rodillas la luz del Espíritu Santo, y humillándonos ante él como niños (Sal 131) que necesitan ser guiados. No hay otro modo.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Realmente son escasas las congregaciones cristianas en las que se hace conciencia de no perder de vista el propósito eterno de la iglesia, consistente en dar a conocer los designios eternos de Dios en los lugares en donde los ojos naturales no pueden mirar, esto debido a la inundación de novedosas modalidades religiosas que se han convertido en la relevante sustancia que da movimiento a la vida cúltica de las congregaciones; dicho de otro modo, la superficialidad mundana respecto a los valores eternos, evidenciada en el tiempo que la gente pasa en el entretenimiento que ofrece el aumento de la ciencia y la tecnología, además del estrésico cotidiano afán de la vida, han incursionado en ellas distrayendo la atención del propósito eterno de la iglesia. El apóstol Pablo no tocaba estos temas a grupos selectos como haciendo pensar que no todos podían entenderlas, sino más bien a la generalidad congregacional, haciendo sentir que cualquier sencillo cristiano debía estar al tanto de ellas (Fil 3:1). Quizás haya, entre los que más leen y escudriñan las Escrituras, quienes piensen que la palabra ahora (en el texto titular) alude sólo a la iglesia de aquel momento, la verdad es que ese ahora está sustanciado por lo eterno, no olvidemos que Dios no está determinado por el tiempo (Sal 90:4), así que ese ahora se refiere a la actividad de la iglesia a través de los tiempos; la cosa se vuelve más perturbadora cuando vemos que se nos dice quiénes son los destinatarios, esto es, los principados y potestades. Hemos de observar que cuando éstos son mencionados en las Escrituras es para que sean vistos como entidades enemigas de Dios (Col 2:15, Rom 8:38, Ef 6:12), cuya habitación está fuera de nuestra dimensión temporal, y es allí donde se espera que la iglesia proclame lo que Dios ha hecho y hará; ¿Cómo puede hacerse esto en la práctica? No hay otro modo más que caminar como viendo al INVISIBLE (Heb 11:27), este es el formidable acto de fe que nos da acceso al poder del Padre Eterno, momento a momento y día con día. Hoy se habla de hacer guerra espiritual, pero parece que se aborda desarmados, porque la espada del Espíritu es la parte olvidada de la armadura, la cual es la palabra de Dios, y en su lugar se blanden palabras nacidas de la emoción o el intelecto que se adjudican al Espíritu Santo (2 Cor 4:2). La multiforme sabiduría de Dios está enfocada en un sólo punto: La cruz de Cristo; por esto es que Pablo les dice a los corintios: Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo y a éste crucificado (1 Cor 2:1-2), Pablo sabía muy bien, que la única forma de dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades era proclamando a los hombres la palabra de Dios tal cual es; porque los espíritus de esas entidades no se mueven en otras galaxias, sino aquí entre nosotros; y cuando dice, en los lugares celestiales, se está refiriendo a su naturaleza espiritual que los hace invisibles a nuestros ojos, pero que no por ello dejan de sentir el filo de la espada del Espíritu, que los despoja del derecho de propiedad sobre los hombres (Col 2:14-15), cuando éstos reciben Su palabra por la fe; así que cuando Pablo está diciendo que no tenemos lucha contra carne y sangre está haciendo énfasis en que la oposición no viene en primera instancia de los hombres, sino de esas potestades que buscan por todos los medios mantener el velo de la incredulidad en los hombres (2 Cor 3:14-16), el cual sólo es quitado cuando la predicación está enfocada en la cruz de Cristo. El misterio de la venida de Dios en carne para ofrecerse a sí mismo en una cruz, tiene un eminente designio: Liberar a los hombres de la potestad de Satanás (Hech 26:18), y otorgarles el perdón de pecados por la fe. Los soldados en la antigüedad daban gran importancia a mantener sus espadas afiladas, porque de esto dependía su eficiencia, no podían ir a la guerra con el filo de sus espadas embotado; nosotros como soldados del ejército de Dios hemos de procurar que el filo de la espada del Espíritu, se mantenga libre de cualquier otra palabra extraña, proveniente de la mundanalidad religiosa, o aún de la secular; esto sólo será posible buscando de rodillas la luz del Espíritu Santo, y humillándonos ante él como niños (Sal 131) que necesitan ser guiados. No hay otro modo.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Porque por fe andamos, no por vista (2 Cor 5:7).
De todos nuestros sentidos naturales, el de la vista es el que por excelencia nos guía para poder conducirnos en todos los menesteres de la vida; cuando por la razón que sea llega a faltar, el ser humano tiene que aprender a ver con sus otros sentidos, es decir, con el oído, con el tacto, con el olfato, y con el gusto; no obstante, aun con el desarrollo que lleguen a alcanzar no podrán en ninguna manera suplir al sentido de la vista; resulta por esto imposible imaginar un mundo de puros ciegos, de allí el valor que le concedemos a la capacidad de ver, que cuando algo se considera muy caro suele decirse: Cuesta un ojo de la cara. Es tal la importancia de la facultad de ver, que utilizamos este mismo verbo para referirnos a la capacidad interpretativa de las cosas que no se ven, a lo que llamamos abstracto; esto es lo que da lugar a expresiones como: viendo las cosas de esta manera. Con base en esto, es atinado decir que el sentido de la vista colinda con el sentido de la Fe cuya sustancia es Dios, la cual fue dada a los hombres para poder ver las cosas del ámbito espiritual, no hay hombre que no haya sido dotado de esta virtud, el problema es que su caída le dejó ciego respecto a Dios, por cuanto su fe cambió de dirección; y quedó ejerciéndola sólo horizontalmente; es decir, en sí mismo o en sus semejantes; por esto es que Dios dice por el profeta: maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17:5). Es necesario, pues, aceptar que todo hombre nace con la discapacidad visual que le impide ver a Dios; pero también tiene en sí mismo la posibilidad de recuperarla, por esto es que Jesús dice: Yo he venido para que los que no ven, vean. (Jn 9:39); Me ha ungido para dar vista a los ciegos (Lc 4:18), es claro que no se estaba refiriendo a que todos los ciegos físicamente volverían a ver, sino a la ceguera espiritual; queda muy claro esto cuando en cierta ocasión Felipe le dice a Jesús: Señor, muéstranos al Padre y nos basta (Jn 14:8-9), este hombre es el representativo de la persistencia humana de querer ver a Dios físicamente para así otorgarle la fe; enseguida, Jesús le dice: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (Jn 14:9); esto resulta de locura cuando no se mira con los ojos de la fe, ¿Cómo ver al creador del universo mirando a un ser de carne y hueso, hijo de un carpintero de Nazaret?; es que Jesús no vino para ser avistado con los ojos de carne, sino con los de la fe; al respecto, el profeta dice: Le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos (Is 53:2); Jesús no quiere ser visto por su imagen física, sino por sus palabras, por ello es que le dice a Felipe: Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta... (Jn 14:10). Este tiempo se ha inundado de aspectos físicos de Jesús que cada quien se queda con el que le gusta, pero hay un punto en que todos convergen y quedan desfigurados, y este es cuando Él es puesto en la cruz; el cual es el punto en el que la fe queda consumada (Heb 12:2) por un hombre de carne y hueso; sólo en él podemos ver quién es un hombre de fe. Ahora bien, ¿Por qué Pablo dice: porque por fe andamos, no por vista? porque sin duda era bien manifiesto el hecho de que muchos insistían en alimentar la fe con sentimientos, es decir, por la percepción de los sentidos naturales; hemos de entender que la Fe alimenta los sentimientos venidos de Dios, pero los sentimientos humanos no alimentan la Fe; el sentimentalismo emocional religioso es muy peligroso, porque se alimenta sólo por las experiencias que los sentidos producen, refiriéndose a esto, Judas escribió: Estos son ... los sensuales, que no tienen al Espíritu. Éstos estimulan a las mayorías a la práctica de una "espiritualidad" que sólo se aprecia con los sentidos, y así muchos caen en el engaño de una falsa espiritualidad. La espiritualidad verdadera se produce cuando la fe es alimentada de la palabra inspirada por Dios, cuyo fruto tiene que ser visto en la manifestación del amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, fruto que quedó admirablemente resumido por el apóstol Pablo en Gal 5:22, atendiendo a lo cual exhorta diciendo: Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Col 3:2). Así que los que hemos creído, somos llamados a esperar lo que no se ve con la vista humana (Rom 8:24-25), sino con los ojos de la fe, como por ejemplo, que desde el momento en que creímos, nuestra entera salvación fue consumada, aun sabiendo que mientras vivimos en este cuerpo, estamos todavía ausentes de esa plenitud (2 Cor 5:1-6), ausencia que implica vivir en medio de las tribulaciones de este tiempo, ante las cuales, nuestra vista humana podría desanimarnos. Así que andando por la fe, no podremos ser engañados por las apariencias visuales que el mundo secular o religioso nos presenta.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
De todos nuestros sentidos naturales, el de la vista es el que por excelencia nos guía para poder conducirnos en todos los menesteres de la vida; cuando por la razón que sea llega a faltar, el ser humano tiene que aprender a ver con sus otros sentidos, es decir, con el oído, con el tacto, con el olfato, y con el gusto; no obstante, aun con el desarrollo que lleguen a alcanzar no podrán en ninguna manera suplir al sentido de la vista; resulta por esto imposible imaginar un mundo de puros ciegos, de allí el valor que le concedemos a la capacidad de ver, que cuando algo se considera muy caro suele decirse: Cuesta un ojo de la cara. Es tal la importancia de la facultad de ver, que utilizamos este mismo verbo para referirnos a la capacidad interpretativa de las cosas que no se ven, a lo que llamamos abstracto; esto es lo que da lugar a expresiones como: viendo las cosas de esta manera. Con base en esto, es atinado decir que el sentido de la vista colinda con el sentido de la Fe cuya sustancia es Dios, la cual fue dada a los hombres para poder ver las cosas del ámbito espiritual, no hay hombre que no haya sido dotado de esta virtud, el problema es que su caída le dejó ciego respecto a Dios, por cuanto su fe cambió de dirección; y quedó ejerciéndola sólo horizontalmente; es decir, en sí mismo o en sus semejantes; por esto es que Dios dice por el profeta: maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17:5). Es necesario, pues, aceptar que todo hombre nace con la discapacidad visual que le impide ver a Dios; pero también tiene en sí mismo la posibilidad de recuperarla, por esto es que Jesús dice: Yo he venido para que los que no ven, vean. (Jn 9:39); Me ha ungido para dar vista a los ciegos (Lc 4:18), es claro que no se estaba refiriendo a que todos los ciegos físicamente volverían a ver, sino a la ceguera espiritual; queda muy claro esto cuando en cierta ocasión Felipe le dice a Jesús: Señor, muéstranos al Padre y nos basta (Jn 14:8-9), este hombre es el representativo de la persistencia humana de querer ver a Dios físicamente para así otorgarle la fe; enseguida, Jesús le dice: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (Jn 14:9); esto resulta de locura cuando no se mira con los ojos de la fe, ¿Cómo ver al creador del universo mirando a un ser de carne y hueso, hijo de un carpintero de Nazaret?; es que Jesús no vino para ser avistado con los ojos de carne, sino con los de la fe; al respecto, el profeta dice: Le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos (Is 53:2); Jesús no quiere ser visto por su imagen física, sino por sus palabras, por ello es que le dice a Felipe: Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta... (Jn 14:10). Este tiempo se ha inundado de aspectos físicos de Jesús que cada quien se queda con el que le gusta, pero hay un punto en que todos convergen y quedan desfigurados, y este es cuando Él es puesto en la cruz; el cual es el punto en el que la fe queda consumada (Heb 12:2) por un hombre de carne y hueso; sólo en él podemos ver quién es un hombre de fe. Ahora bien, ¿Por qué Pablo dice: porque por fe andamos, no por vista? porque sin duda era bien manifiesto el hecho de que muchos insistían en alimentar la fe con sentimientos, es decir, por la percepción de los sentidos naturales; hemos de entender que la Fe alimenta los sentimientos venidos de Dios, pero los sentimientos humanos no alimentan la Fe; el sentimentalismo emocional religioso es muy peligroso, porque se alimenta sólo por las experiencias que los sentidos producen, refiriéndose a esto, Judas escribió: Estos son ... los sensuales, que no tienen al Espíritu. Éstos estimulan a las mayorías a la práctica de una "espiritualidad" que sólo se aprecia con los sentidos, y así muchos caen en el engaño de una falsa espiritualidad. La espiritualidad verdadera se produce cuando la fe es alimentada de la palabra inspirada por Dios, cuyo fruto tiene que ser visto en la manifestación del amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, fruto que quedó admirablemente resumido por el apóstol Pablo en Gal 5:22, atendiendo a lo cual exhorta diciendo: Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Col 3:2). Así que los que hemos creído, somos llamados a esperar lo que no se ve con la vista humana (Rom 8:24-25), sino con los ojos de la fe, como por ejemplo, que desde el momento en que creímos, nuestra entera salvación fue consumada, aun sabiendo que mientras vivimos en este cuerpo, estamos todavía ausentes de esa plenitud (2 Cor 5:1-6), ausencia que implica vivir en medio de las tribulaciones de este tiempo, ante las cuales, nuestra vista humana podría desanimarnos. Así que andando por la fe, no podremos ser engañados por las apariencias visuales que el mundo secular o religioso nos presenta.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (Rom 8:1-4)
Cuando un hombre teme verdaderamente al oír la palabra condenación al tratarse el tema de la vida eterna es porque la ley de Dios le es abrumadora, por cuanto su intuición le dice que ella es santa, esto es, que sus mandamientos son santos, justos y buenos (Rom 7:12), y que de acatarlos depende su salvación; le abruma interiormente el hecho de saber que no está a la altura de ella (Rom 7:18-24); cuánto más tendría que serle abrumadora la gracia de Dios al hacerle saber que tan sólo por creer, él ha sido justificado delante de Dios, es decir, que la ley ya no tiene ningún poder sobre él para llevarlo a la condenación, que lo que le era imposible por su debilidad le ha sido hecho posible por medio de la fe en Cristo Jesús (Rom 8:3). Es en este punto, en el que la fe cobra su real valor frente a la afirmación apostólica de que por haber creído estamos muertos (Rom 7:4); ¿Cómo puede aceptarse eso, cuando los sentidos nos dicen que aquí seguimos en este mundo, experimentando lo que rodea a todos los humanos? sólo sabiendo que la verdadera fe va más allá de los cinco sentidos, y entender que la muerte espiritual, y en todo sentido, sólo puede ser decretada por el dueño la vida. Dios lo hizo por medio de su Hijo; en él nos mata espiritualmente y así dejamos de estar bajo el dominio de la ley y de la potestad de Satanás (Rom 7:4), pero nos vuelve a la vida espiritual como renacidos para Dios mediante la resurrección de su Hijo Jesucristo (Col 2:12); esta verdad, no puede sustentarse con una fe cerebral, sino con la del corazón (Rom 10:8-10). Ahora bien, abordando el texto del encabezado, hemos de entender correctamente la expresión andar conforme a la carne, o andar conforme al Espíritu; los que sólo creen cerebralmente, es decir, los que aún están bajo la ley, piensan, y así enseñan, que Pablo está hablando de cuestiones de conducta, y por lo mismo condenan a todo aquel que no se conduce conforme a lo que ellos han decretado como espiritual; esto es lo que ha generado a través de los tiempos la santurronería religiosa; es obvio que la conducta de un hombre que ha creído verdaderamente sin duda será distinta desde sus adentros, de la que antes tenía; más adelante, Pablo hace claro esto al usar el verbo ser en lugar de andar: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Rom 8:5); y acertadamente una frase filosófica dice: El hombre es lo que piensa. No es lo mismo, pues, andar conductualmente, que ser espiritualmente; muchos andan como si fueran, pero no son; por algo el Apocalipsis dice: Tienes nombre de que vives, y estás muerto (Apoc 3:1). Esta actitud y enseñanza errada ha causado desaliento en no pocos de los que han creído verdaderamente, llevándolos a vivir secretamente, o aun abiertamente, en tristeza, desaliento, frustración, y hasta declarada amargura; la buena noticia para ellos es que el evangelio enseña que el Juez es Dios, no los hombres, y que no se puede culpar a Dios por causa de sus "representantes", y que por lo mismo su Padre Dios con tierna, pero firme disciplina, les traerá de vuelta a la paz que una vez experimentaron al haberse sabido perdonados, porque Dios siempre actuará de acuerdo a su carácter misericordioso, por esta razón, es que quedó escrito que La misericordia triunfa sobre el juicio (Stg 2:13). El apóstol Pablo no tiene ningún empacho en usar el verbo andar de este otro modo: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Cor 10:3), y con esto queda muy claro que en este texto inicial está usando el verbo andar como símil de SER. Que mi Señor nos confirme la verdadera fe mediante el entender correctamente su palabra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Cuando un hombre teme verdaderamente al oír la palabra condenación al tratarse el tema de la vida eterna es porque la ley de Dios le es abrumadora, por cuanto su intuición le dice que ella es santa, esto es, que sus mandamientos son santos, justos y buenos (Rom 7:12), y que de acatarlos depende su salvación; le abruma interiormente el hecho de saber que no está a la altura de ella (Rom 7:18-24); cuánto más tendría que serle abrumadora la gracia de Dios al hacerle saber que tan sólo por creer, él ha sido justificado delante de Dios, es decir, que la ley ya no tiene ningún poder sobre él para llevarlo a la condenación, que lo que le era imposible por su debilidad le ha sido hecho posible por medio de la fe en Cristo Jesús (Rom 8:3). Es en este punto, en el que la fe cobra su real valor frente a la afirmación apostólica de que por haber creído estamos muertos (Rom 7:4); ¿Cómo puede aceptarse eso, cuando los sentidos nos dicen que aquí seguimos en este mundo, experimentando lo que rodea a todos los humanos? sólo sabiendo que la verdadera fe va más allá de los cinco sentidos, y entender que la muerte espiritual, y en todo sentido, sólo puede ser decretada por el dueño la vida. Dios lo hizo por medio de su Hijo; en él nos mata espiritualmente y así dejamos de estar bajo el dominio de la ley y de la potestad de Satanás (Rom 7:4), pero nos vuelve a la vida espiritual como renacidos para Dios mediante la resurrección de su Hijo Jesucristo (Col 2:12); esta verdad, no puede sustentarse con una fe cerebral, sino con la del corazón (Rom 10:8-10). Ahora bien, abordando el texto del encabezado, hemos de entender correctamente la expresión andar conforme a la carne, o andar conforme al Espíritu; los que sólo creen cerebralmente, es decir, los que aún están bajo la ley, piensan, y así enseñan, que Pablo está hablando de cuestiones de conducta, y por lo mismo condenan a todo aquel que no se conduce conforme a lo que ellos han decretado como espiritual; esto es lo que ha generado a través de los tiempos la santurronería religiosa; es obvio que la conducta de un hombre que ha creído verdaderamente sin duda será distinta desde sus adentros, de la que antes tenía; más adelante, Pablo hace claro esto al usar el verbo ser en lugar de andar: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Rom 8:5); y acertadamente una frase filosófica dice: El hombre es lo que piensa. No es lo mismo, pues, andar conductualmente, que ser espiritualmente; muchos andan como si fueran, pero no son; por algo el Apocalipsis dice: Tienes nombre de que vives, y estás muerto (Apoc 3:1). Esta actitud y enseñanza errada ha causado desaliento en no pocos de los que han creído verdaderamente, llevándolos a vivir secretamente, o aun abiertamente, en tristeza, desaliento, frustración, y hasta declarada amargura; la buena noticia para ellos es que el evangelio enseña que el Juez es Dios, no los hombres, y que no se puede culpar a Dios por causa de sus "representantes", y que por lo mismo su Padre Dios con tierna, pero firme disciplina, les traerá de vuelta a la paz que una vez experimentaron al haberse sabido perdonados, porque Dios siempre actuará de acuerdo a su carácter misericordioso, por esta razón, es que quedó escrito que La misericordia triunfa sobre el juicio (Stg 2:13). El apóstol Pablo no tiene ningún empacho en usar el verbo andar de este otro modo: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Cor 10:3), y con esto queda muy claro que en este texto inicial está usando el verbo andar como símil de SER. Que mi Señor nos confirme la verdadera fe mediante el entender correctamente su palabra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. ( Mt 7: 21-23)
Esta declaración de Jesús es realmente para llenarnos de asombro, e inevitablemente de preguntas, que si somos honestos no podemos dejar sin resolver para poder caminar con el corazón en paz delante Dios y seguros de la firmeza de nuestros pasos. No son pocos los que de manera superficial interpretan estas palabras concluyendo que se refieren exclusivamente a la conducta errada de los que llamándose creyentes caen en ella, lejos está esto de la raíz y sustancia de la verdad. Por supuesto que resulta sumamente fácil decir: Señor, Señor; porque la boca habla más rápido y más fácilmente de lo que está en el cerebro y no de lo que está en el corazón; un corazón mentiroso trabaja hábilmente en la cabeza para que la boca disfrace su verdadera cara, esta es la proclividad de todo ser humano en mayor o menor grado; que no es otra cosa que una conducta autodefensiva para evitar lo que aprecia como inconveniente; esto explica que Dios haya prometido dar un nuevo corazón y no un nuevo cerebro (Ez 36:26). La primera pregunta que debemos hacernos es ¿Cuál es el punto de inicio, o dicho de otro modo, cual es la primera obra que un hombre debe hacer para asegurarse que está haciendo la voluntad del Padre? dejemos que sea el mismo Jesús quien nos lo diga. El Evangelio de Juan narra que los judíos, por cierto hombres acostumbrados a un legalismo recalcitrante, al sentirse turbados por la predicación de Jesús, la cual no hacía relevante las obras de la ley, le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? A lo cual Jesús responde diciendo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. (Jn 6:28-29); La respuesta de Jesús no enfoca más que un solo verbo: CREER. Él está señalando claramente el punto inicial para hacer la voluntad del Padre, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6); Desafortunadamente los hombres, influidos por el engañador, han hecho de la fe algo barato, asentándola en el cerebro y no en el corazón, estacionándose en una fe de autosugestión cerebral, autojustificada por las obras de la ley; debido a esto es que el apóstol Pablo previene este error enseñando que con el corazón se cree para justicia (Rom 10:10). Esta fe inevitablemente ha de venir moviéndose en un vehículo de humillación, que no es otra cosa que reconocerse pecador aun cuando los hombres nos aplaudan por nuestra buena conducta, asiéndose de la justicia que viene de Dios y no de los hombres, la cual ha sido decretada que es sólo por fe (Gal 2:16); Cuando esta fe se ha asentado en el corazón podemos decir que se ha incursionado en el camino de hacer la voluntad del Padre, y en adelante el caminar será sólo por la fe, guiados por el Espíritu y no por la conciencia (Rom 8:14); Un corazón así jamás podrá llamar a Jesús Señor sólo con la boca, sino por el Espíritu (1 Cor 12:3). Ahora bien, la siguiente pregunta es: ¿Es posible que haya hombres que hablen y hagan maravillas falsamente en el nombre de Jesús? Por supuesto que sí; porque éstos habiendo caído en el engaño del adversario, el cual sigue insistiendo en hacerse pasar por Dios, son usados como sus instrumentos para mantener los oídos de los demás lejos de la verdad (2 Tes 2:4, 2 Cor 11:15); esta es una suprema perversidad, porque tiene que ver con el destino eterno de los hombres; resulta aún más de tener en cuenta que Jesús usa la palabra muchos refiriéndose a los tales, lo cual quiere decir que si en aquel tiempo temprano de la iglesia ya existían cuánto más los habrá en los últimos tiempos cuando la población mundial ha llegado a los 8,000 millones; también resulta terrible que hablando Jesús de los últimos tiempos dice que el engaño será tal que aun los escogidos se verán turbados por las grandes señales y prodigios (Mt 24:24); pero hemos de dar gracias al Señor porque sus escogidos están bajo la protección de su mano, y de un modo o de otro sabrán distinguir lo que es de Dios y lo que no es, porque sin duda se mantienen en la disciplina de buscar a Dios por la oración, por su palabra, y por buscar a los que de corazón invocan su nombre.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Esta declaración de Jesús es realmente para llenarnos de asombro, e inevitablemente de preguntas, que si somos honestos no podemos dejar sin resolver para poder caminar con el corazón en paz delante Dios y seguros de la firmeza de nuestros pasos. No son pocos los que de manera superficial interpretan estas palabras concluyendo que se refieren exclusivamente a la conducta errada de los que llamándose creyentes caen en ella, lejos está esto de la raíz y sustancia de la verdad. Por supuesto que resulta sumamente fácil decir: Señor, Señor; porque la boca habla más rápido y más fácilmente de lo que está en el cerebro y no de lo que está en el corazón; un corazón mentiroso trabaja hábilmente en la cabeza para que la boca disfrace su verdadera cara, esta es la proclividad de todo ser humano en mayor o menor grado; que no es otra cosa que una conducta autodefensiva para evitar lo que aprecia como inconveniente; esto explica que Dios haya prometido dar un nuevo corazón y no un nuevo cerebro (Ez 36:26). La primera pregunta que debemos hacernos es ¿Cuál es el punto de inicio, o dicho de otro modo, cual es la primera obra que un hombre debe hacer para asegurarse que está haciendo la voluntad del Padre? dejemos que sea el mismo Jesús quien nos lo diga. El Evangelio de Juan narra que los judíos, por cierto hombres acostumbrados a un legalismo recalcitrante, al sentirse turbados por la predicación de Jesús, la cual no hacía relevante las obras de la ley, le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? A lo cual Jesús responde diciendo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. (Jn 6:28-29); La respuesta de Jesús no enfoca más que un solo verbo: CREER. Él está señalando claramente el punto inicial para hacer la voluntad del Padre, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6); Desafortunadamente los hombres, influidos por el engañador, han hecho de la fe algo barato, asentándola en el cerebro y no en el corazón, estacionándose en una fe de autosugestión cerebral, autojustificada por las obras de la ley; debido a esto es que el apóstol Pablo previene este error enseñando que con el corazón se cree para justicia (Rom 10:10). Esta fe inevitablemente ha de venir moviéndose en un vehículo de humillación, que no es otra cosa que reconocerse pecador aun cuando los hombres nos aplaudan por nuestra buena conducta, asiéndose de la justicia que viene de Dios y no de los hombres, la cual ha sido decretada que es sólo por fe (Gal 2:16); Cuando esta fe se ha asentado en el corazón podemos decir que se ha incursionado en el camino de hacer la voluntad del Padre, y en adelante el caminar será sólo por la fe, guiados por el Espíritu y no por la conciencia (Rom 8:14); Un corazón así jamás podrá llamar a Jesús Señor sólo con la boca, sino por el Espíritu (1 Cor 12:3). Ahora bien, la siguiente pregunta es: ¿Es posible que haya hombres que hablen y hagan maravillas falsamente en el nombre de Jesús? Por supuesto que sí; porque éstos habiendo caído en el engaño del adversario, el cual sigue insistiendo en hacerse pasar por Dios, son usados como sus instrumentos para mantener los oídos de los demás lejos de la verdad (2 Tes 2:4, 2 Cor 11:15); esta es una suprema perversidad, porque tiene que ver con el destino eterno de los hombres; resulta aún más de tener en cuenta que Jesús usa la palabra muchos refiriéndose a los tales, lo cual quiere decir que si en aquel tiempo temprano de la iglesia ya existían cuánto más los habrá en los últimos tiempos cuando la población mundial ha llegado a los 8,000 millones; también resulta terrible que hablando Jesús de los últimos tiempos dice que el engaño será tal que aun los escogidos se verán turbados por las grandes señales y prodigios (Mt 24:24); pero hemos de dar gracias al Señor porque sus escogidos están bajo la protección de su mano, y de un modo o de otro sabrán distinguir lo que es de Dios y lo que no es, porque sin duda se mantienen en la disciplina de buscar a Dios por la oración, por su palabra, y por buscar a los que de corazón invocan su nombre.
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Fernando H. Nava
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas, Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada (Lc 10:38-42).
Es notable que del paso de Jesús por Betania, en su visita a la casa de Marta y María, no haya quedado escrito más que la contrastante conducta de estas dos mujeres, por medio de lo cual sin duda nos fue dejado un profundo y significativo mensaje a cada uno de los oidores, o lectores de esta narrativa, de tal manera que el espíritu de sus palabras cumpla su propósito en cada uno. ¿Qué pasaría si de pronto la gente comenzara a convencerse de que hay una infección mortal que se adquiere por vivir afanados por las cosas de esta vida, y que su efecto trasciende hasta la eternidad? Seguro es que buscarían un punto de apoyo para librarse de eso que les está causando ansiedad , tensión, y ausencia de paz, y que con toda certeza es el síntoma de la presencia del afán, pero la realidad es que a éste se le mira más como una virtud que como un mal, pretendiendo que sin el afán no se llega a las metas deseadas, de tal modo que este mundo parece un loco vehemente, en el que desde los pequeños hasta los más grandes, en las pequeñeces o grandezas de la vida, luchan, pelean, sufren, mueren o matan por llegar a lo que quieren. El afán no exenta a nadie y está presente en todos los ámbitos de la vida, podría decirse que es el colmo encontrarlo hasta en el religioso; es precisamente el caso visto en la conducta de Marta en el pasaje que nos ocupa; el cual podría ser el caso de muchos en este presente, es decir, religiosos afanados. Veamos algunas cosas tipificadas en el caso de Marta: Sólo veía "muchos quehaceres"; pretendía agradar con ellos al Señor; tensionada y ansiosa, al filo del enojo; al punto de reconvenir al propio Señor, y darle instrucciones. Cualquiera que juzgara esta situación sólo en el plano horizontal, es decir, humano; aplaudiría el esfuerzo de Marta, y quizás pondría a Jesús como un mal agradecido, y a María como floja o desobligada. Pero ¿cuál es la perspectiva del Señor? A todas luces pudo haberle dicho cosas como: Es necesario hacer las tareas, pero no dejes que ellas se apropien de ti, puedes ser franca conmigo, pero no me quieras hacer a tu modo; no dejes que tu cabeza se llene de muchas cosas, vive una a la vez; pero vemos que con mucha paciencia y mansedumbre le responde con un "Marta, Marta", enmarcado sin duda con una sonrisa de comprensión, no sin dejar de confrontarla con la realidad de su turbada alma, presa del afán; y llamándola a mirar las cosas de manera vertical, es decir, como Dios las ve, afirmando que sólo una cosa es necesaria; bueno es que nos preguntemos cuál es esa cosa; con toda certeza podemos decir que se refería a la actitud de María, quien no dudó en dejar todo para sentarse a los pies de su Señor y oírle; esta es la buena parte que nada ni nadie podría quitarle, dándole a entender que ninguno de sus afanes iría con ella al dejar esta vida, todo eso le sería quitado. La pregunta conclusiva de nuestra meditación que debiéramos hacernos es: ¿He escogido la buena parte? Cuando tengo la oportunidad ¿Escojo sentarme a los pies de mi Señor para oírle, o escojo abrumarme con muchas actividades "santas" que bien pueden ser aplaudidas y reconocidas por los hombres? Por otro lado, ¿Está Jesús queriendo decir que la vida contemplativa es la mejor parte? de ninguna manera, lo que está queriendo comunicar es que hagamos mucho o hagamos poco, lo hagamos libres de afán, lo cual sólo se logra si nos mantenemos en la humilde actitud de sentarnos a los pies del Señor para oírle, y después de esto ir por todo el mundo para hacer el trabajo (ministerio) que nos encomendó, para que al final, de cada tramo recorrido podamos decir: No es por mi afán, sino por la potencia de su palabra en mí. Cuando Pablo dice: Por nada estéis afanosos (Fil 4:6), está incluido todo; nada es nada. Hemos de aprender a vivir en el plano horizontal de manera bivalente porque el tiempo es corto; si nos va bien como si no nos fuera bien, no te envanezcas; si nos va mal como si no nos fuera mal, no te dejes vencer por el dolor (1 Cor 7:29-31), esto sólo puede ser posible manteniéndonos a distancia del afán, puestos los ojos en Jesús.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Es notable que del paso de Jesús por Betania, en su visita a la casa de Marta y María, no haya quedado escrito más que la contrastante conducta de estas dos mujeres, por medio de lo cual sin duda nos fue dejado un profundo y significativo mensaje a cada uno de los oidores, o lectores de esta narrativa, de tal manera que el espíritu de sus palabras cumpla su propósito en cada uno. ¿Qué pasaría si de pronto la gente comenzara a convencerse de que hay una infección mortal que se adquiere por vivir afanados por las cosas de esta vida, y que su efecto trasciende hasta la eternidad? Seguro es que buscarían un punto de apoyo para librarse de eso que les está causando ansiedad , tensión, y ausencia de paz, y que con toda certeza es el síntoma de la presencia del afán, pero la realidad es que a éste se le mira más como una virtud que como un mal, pretendiendo que sin el afán no se llega a las metas deseadas, de tal modo que este mundo parece un loco vehemente, en el que desde los pequeños hasta los más grandes, en las pequeñeces o grandezas de la vida, luchan, pelean, sufren, mueren o matan por llegar a lo que quieren. El afán no exenta a nadie y está presente en todos los ámbitos de la vida, podría decirse que es el colmo encontrarlo hasta en el religioso; es precisamente el caso visto en la conducta de Marta en el pasaje que nos ocupa; el cual podría ser el caso de muchos en este presente, es decir, religiosos afanados. Veamos algunas cosas tipificadas en el caso de Marta: Sólo veía "muchos quehaceres"; pretendía agradar con ellos al Señor; tensionada y ansiosa, al filo del enojo; al punto de reconvenir al propio Señor, y darle instrucciones. Cualquiera que juzgara esta situación sólo en el plano horizontal, es decir, humano; aplaudiría el esfuerzo de Marta, y quizás pondría a Jesús como un mal agradecido, y a María como floja o desobligada. Pero ¿cuál es la perspectiva del Señor? A todas luces pudo haberle dicho cosas como: Es necesario hacer las tareas, pero no dejes que ellas se apropien de ti, puedes ser franca conmigo, pero no me quieras hacer a tu modo; no dejes que tu cabeza se llene de muchas cosas, vive una a la vez; pero vemos que con mucha paciencia y mansedumbre le responde con un "Marta, Marta", enmarcado sin duda con una sonrisa de comprensión, no sin dejar de confrontarla con la realidad de su turbada alma, presa del afán; y llamándola a mirar las cosas de manera vertical, es decir, como Dios las ve, afirmando que sólo una cosa es necesaria; bueno es que nos preguntemos cuál es esa cosa; con toda certeza podemos decir que se refería a la actitud de María, quien no dudó en dejar todo para sentarse a los pies de su Señor y oírle; esta es la buena parte que nada ni nadie podría quitarle, dándole a entender que ninguno de sus afanes iría con ella al dejar esta vida, todo eso le sería quitado. La pregunta conclusiva de nuestra meditación que debiéramos hacernos es: ¿He escogido la buena parte? Cuando tengo la oportunidad ¿Escojo sentarme a los pies de mi Señor para oírle, o escojo abrumarme con muchas actividades "santas" que bien pueden ser aplaudidas y reconocidas por los hombres? Por otro lado, ¿Está Jesús queriendo decir que la vida contemplativa es la mejor parte? de ninguna manera, lo que está queriendo comunicar es que hagamos mucho o hagamos poco, lo hagamos libres de afán, lo cual sólo se logra si nos mantenemos en la humilde actitud de sentarnos a los pies del Señor para oírle, y después de esto ir por todo el mundo para hacer el trabajo (ministerio) que nos encomendó, para que al final, de cada tramo recorrido podamos decir: No es por mi afán, sino por la potencia de su palabra en mí. Cuando Pablo dice: Por nada estéis afanosos (Fil 4:6), está incluido todo; nada es nada. Hemos de aprender a vivir en el plano horizontal de manera bivalente porque el tiempo es corto; si nos va bien como si no nos fuera bien, no te envanezcas; si nos va mal como si no nos fuera mal, no te dejes vencer por el dolor (1 Cor 7:29-31), esto sólo puede ser posible manteniéndonos a distancia del afán, puestos los ojos en Jesús.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Lc 24:45-47)
Esta acción de Jesús sobre los discípulos nos deja muy claro que existe una distancia abismal entre el entender en el plano horizontal (el humano), y el entender en el plano vertical (el espiritual); dicho de otro modo, la mente humana, la natural, no puede acceder al ámbito de los designios de Dios (1 Cor 2: 14-16); es por ello necesario que el hombre adquiera la naturaleza de Dios mediante el creer a su palabra, la cual sin duda actúa no sólo en el intelecto, sino en su ser profundo que conocemos como corazón (Lc 24:32, Rom 10:10), en el punto donde su yo existencial está sustentado por su creador, esto es, su espíritu; por esto, vemos que los discípulos aun teniéndole en frente mostrándoles sus manos y sus pies no acababan de creer (Lc 24:41), así que Jesús tiene que citar las Escrituras e inmediatamente tomar la acción de abrirles el entendimiento, después de lo cual les dice con contundencia: Así está escrito; esta expresión nos muestra la potencia abrumadora que Dios dispuso en las Escrituras para que por ellas todo hombre pueda llegar a conocerle; no obstante, es necesario no pasar por alto otra realidad paralela respecto al entendimiento humano, que el enemigo de Dios no cesa en su empeño por mantener entenebrecido el entendimiento del hombre, valiéndose de diferentes estrategias, de las cuales la más peligrosa es la religiosa, porque es capaz de echar mano de las mismas Escrituras usándolas de manera torcida para desviar los ojos del entendimiento del hombre del punto focal de ellas (2 Cor 4:1-6), esto es, desviar la atención de la fe en el autor de la salvación mediante la cruz de Cristo (Heb 5:9); por ejemplo, haciendo creer que la buena relación con Dios depende del estilo de culto que se practique, o de la participación en las actividades religiosas, o de cuánto conocimiento bíblico se tenga, o de idolatrar a un pastor o líder religioso, tomando como infalibles todos sus dichos, o enfatizando la búsqueda de experiencias carismáticas, etc., es decir que, por todos los medios el enemigo busca mantener a los hombres en la ignorancia y la incredulidad (Ef 4:18) haciéndoles creer que están en las “cosas de Dios” y que esa es suficiente evidencia de que Dios se agrada de ellos; así que la consigna fundamental de todo aquel que ha creído con el corazón, sea predicador o no, es presentar a Jesucristo delante de los hombres usando correctamente las Escrituras (2 Tim 2:15); hecho que nunca será popular, e implicará el rechazo y la agresión violenta de los hombres, mayormente de los religiosos; esto sucedió a Esteban, el primer mártir de la iglesia, quien después de haber citado las Escrituras a los oyentes religiosos, para llamarlos a creer en Jesucristo, fue apedreado; Pablo se refiere a esto y lo confirma al decir a su discípulo Timoteo: Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución (2 Tim 3 :8-17); persecución dirigida por hombres corruptos de entendimiento (2 Tim 3:8). Es de gran importancia y necesidad, que Jesús abra el entendimiento en sus discípulos, el entendimiento inevitablemente es la vía dispuesta por Dios hacia el corazón, él no ha cesado de hacerlo; porque así como hubo falsos profetas en la antigüedad, seguirá habiendo hasta los últimos días (2 P 2:1-3); por esto es que Pablo le dice a Timoteo: Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo (2 Tim 2:7). La cuestión concluyente ante esta meditación es un llamado a confirmar nuestra seguridad de que nuestro entendimiento ha sido abierto por Jesús para comprender las Escrituras, y que nos mantenemos en la disciplina diaria de transformarnos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para no ser arrastrados por los engaños de este mundo, los cuales pueden estar disfrazados de piedad (2 Cor 11:13-15); y sepamos distinguir las mentiras disfrazadas con verdades; atendamos a las palabras dichas por el apóstol Juan: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna (1 Jn 5:20). Que nuestra acción de gracias dada a Dios diariamente sea por abrirnos el entendimiento para comprender su palabra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Esta acción de Jesús sobre los discípulos nos deja muy claro que existe una distancia abismal entre el entender en el plano horizontal (el humano), y el entender en el plano vertical (el espiritual); dicho de otro modo, la mente humana, la natural, no puede acceder al ámbito de los designios de Dios (1 Cor 2: 14-16); es por ello necesario que el hombre adquiera la naturaleza de Dios mediante el creer a su palabra, la cual sin duda actúa no sólo en el intelecto, sino en su ser profundo que conocemos como corazón (Lc 24:32, Rom 10:10), en el punto donde su yo existencial está sustentado por su creador, esto es, su espíritu; por esto, vemos que los discípulos aun teniéndole en frente mostrándoles sus manos y sus pies no acababan de creer (Lc 24:41), así que Jesús tiene que citar las Escrituras e inmediatamente tomar la acción de abrirles el entendimiento, después de lo cual les dice con contundencia: Así está escrito; esta expresión nos muestra la potencia abrumadora que Dios dispuso en las Escrituras para que por ellas todo hombre pueda llegar a conocerle; no obstante, es necesario no pasar por alto otra realidad paralela respecto al entendimiento humano, que el enemigo de Dios no cesa en su empeño por mantener entenebrecido el entendimiento del hombre, valiéndose de diferentes estrategias, de las cuales la más peligrosa es la religiosa, porque es capaz de echar mano de las mismas Escrituras usándolas de manera torcida para desviar los ojos del entendimiento del hombre del punto focal de ellas (2 Cor 4:1-6), esto es, desviar la atención de la fe en el autor de la salvación mediante la cruz de Cristo (Heb 5:9); por ejemplo, haciendo creer que la buena relación con Dios depende del estilo de culto que se practique, o de la participación en las actividades religiosas, o de cuánto conocimiento bíblico se tenga, o de idolatrar a un pastor o líder religioso, tomando como infalibles todos sus dichos, o enfatizando la búsqueda de experiencias carismáticas, etc., es decir que, por todos los medios el enemigo busca mantener a los hombres en la ignorancia y la incredulidad (Ef 4:18) haciéndoles creer que están en las “cosas de Dios” y que esa es suficiente evidencia de que Dios se agrada de ellos; así que la consigna fundamental de todo aquel que ha creído con el corazón, sea predicador o no, es presentar a Jesucristo delante de los hombres usando correctamente las Escrituras (2 Tim 2:15); hecho que nunca será popular, e implicará el rechazo y la agresión violenta de los hombres, mayormente de los religiosos; esto sucedió a Esteban, el primer mártir de la iglesia, quien después de haber citado las Escrituras a los oyentes religiosos, para llamarlos a creer en Jesucristo, fue apedreado; Pablo se refiere a esto y lo confirma al decir a su discípulo Timoteo: Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución (2 Tim 3 :8-17); persecución dirigida por hombres corruptos de entendimiento (2 Tim 3:8). Es de gran importancia y necesidad, que Jesús abra el entendimiento en sus discípulos, el entendimiento inevitablemente es la vía dispuesta por Dios hacia el corazón, él no ha cesado de hacerlo; porque así como hubo falsos profetas en la antigüedad, seguirá habiendo hasta los últimos días (2 P 2:1-3); por esto es que Pablo le dice a Timoteo: Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo (2 Tim 2:7). La cuestión concluyente ante esta meditación es un llamado a confirmar nuestra seguridad de que nuestro entendimiento ha sido abierto por Jesús para comprender las Escrituras, y que nos mantenemos en la disciplina diaria de transformarnos por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para no ser arrastrados por los engaños de este mundo, los cuales pueden estar disfrazados de piedad (2 Cor 11:13-15); y sepamos distinguir las mentiras disfrazadas con verdades; atendamos a las palabras dichas por el apóstol Juan: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna (1 Jn 5:20). Que nuestra acción de gracias dada a Dios diariamente sea por abrirnos el entendimiento para comprender su palabra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. (Fil 3:12-15)
En este pasaje Pablo usa dos veces el adjetivo perfecto, primero en singular para referirse a si mismo, y segundo en plural para referirse a la colectividad en la cual se incluye; aparentemente la primera afirmación luce como una contradicción de la segunda; para que no caigamos en interpretaciones erróneas o en especulaciones intelectuales es necesario no olvidar que vivimos en medio de una realidad dual, por un lado humana, y por el otro divina, esto es, en el plano horizontal (lo humano), el hombre conceptúa las cosas y las define según las percibe, e intenta sujetarse a ello, esto es a lo que Pablo llama humana sabiduría (1 Cor 2:4-5); en el plano vertical, Dios es el que define las cosas y así las manifiesta al hombre, aunque éste no las quiera tomar en cuenta (Sal 10:4); pero aquellos a quienes ha amanecido la luz de Dios por la fe, someten sus capacidades humanas a los designios de Dios; es decir que, aunque parezcan seres humanos comunes y corrientes, son distintos porque pueden ver el mundo verticalmente (Con la perspectiva de Dios) y por tal razón piensan y se conducen de manera distinta a la de los incrédulos (Jn 3:31); si bien, tienen que desempeñar todas las actividades básicas humanas, buscan en todo agradar a Aquél que los llamó a su luz admirable (1 P 2:9, 2 Cor 4:6, 1 Tes 5:5); su reto es saber someter lo horizontal a lo vertical. Atendiendo ahora a lo que expresa Pablo usando la palabra perfecto; la primera vez lo hace para mostrar su humanidad, reconociendo que lejos está de concretar o de mirar con sus ojos (con su entendimiento) el fruto de aquello para lo cual fue llamado; él está usando el verbo asir, que en el uso humano quiere decir agarrar, pero que de igual forma lo usa para decir que él fue agarrado por Cristo Jesús; tiene que afirmar que no hay en él una actitud pretensiosa, pero que mientras no logra agarrarlo, una cosa hace: caminar hacia delante para no dejar que lo pasado se interponga, y en seguida dice que prosigue a la meta, haciéndola semejante al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús; cabe preguntarse ¿Qué es esa meta? Por cuanto no está hablando en ningún momento de la vida futura en el ámbito celestial, la forma más sencilla de entenderlo es que se está refiriendo a que el premio está en el llamamiento mismo, es decir, que la meta es el camino mismo, caminar haciendo lo que fue llamado a hacer; la parte desafiante viene con la segunda forma de usar el adjetivo perfecto; ahora lo aplica no sólo para sí mismo sino a todos nosotros, a los que hemos creído; cuando usa la expresión: Así que, está implicando la conclusión a la que él llega; y remata con una exhortación: Esto mismo sintamos. Al decir todos los que somos perfectos, sin duda, se está refiriendo a la enseñanza que no debe ser ignorada por un discípulo de Jesucristo, esto es, que con el sólo sacrificio de Jesucristo fuimos hechos perfectos (Heb 10:14); esta afirmación jamás será aceptada por un incrédulo, porque él tiene una concepción horizontal de la perfección; nosotros los creyentes por la fe sabemos que lo somos, porque la misma perfección de Jesucristo nos ha sido dada; por esto es que Jesús oró así: Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, ... (Jn 17:23), así también, en este mismo contexto, Pablo dice: Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa (Fil 3:16). Podríamos resumir esta meditación diciendo dentro de nosotros: Por haber sido hecho perfecto por la fe, mi meta no es un punto de percepción humana, sino que mi meta es el camino mismo, el cual es Cristo Jesús, cumpliendo así lo dicho por el profeta: Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá. (Sal 101:6).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
En este pasaje Pablo usa dos veces el adjetivo perfecto, primero en singular para referirse a si mismo, y segundo en plural para referirse a la colectividad en la cual se incluye; aparentemente la primera afirmación luce como una contradicción de la segunda; para que no caigamos en interpretaciones erróneas o en especulaciones intelectuales es necesario no olvidar que vivimos en medio de una realidad dual, por un lado humana, y por el otro divina, esto es, en el plano horizontal (lo humano), el hombre conceptúa las cosas y las define según las percibe, e intenta sujetarse a ello, esto es a lo que Pablo llama humana sabiduría (1 Cor 2:4-5); en el plano vertical, Dios es el que define las cosas y así las manifiesta al hombre, aunque éste no las quiera tomar en cuenta (Sal 10:4); pero aquellos a quienes ha amanecido la luz de Dios por la fe, someten sus capacidades humanas a los designios de Dios; es decir que, aunque parezcan seres humanos comunes y corrientes, son distintos porque pueden ver el mundo verticalmente (Con la perspectiva de Dios) y por tal razón piensan y se conducen de manera distinta a la de los incrédulos (Jn 3:31); si bien, tienen que desempeñar todas las actividades básicas humanas, buscan en todo agradar a Aquél que los llamó a su luz admirable (1 P 2:9, 2 Cor 4:6, 1 Tes 5:5); su reto es saber someter lo horizontal a lo vertical. Atendiendo ahora a lo que expresa Pablo usando la palabra perfecto; la primera vez lo hace para mostrar su humanidad, reconociendo que lejos está de concretar o de mirar con sus ojos (con su entendimiento) el fruto de aquello para lo cual fue llamado; él está usando el verbo asir, que en el uso humano quiere decir agarrar, pero que de igual forma lo usa para decir que él fue agarrado por Cristo Jesús; tiene que afirmar que no hay en él una actitud pretensiosa, pero que mientras no logra agarrarlo, una cosa hace: caminar hacia delante para no dejar que lo pasado se interponga, y en seguida dice que prosigue a la meta, haciéndola semejante al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús; cabe preguntarse ¿Qué es esa meta? Por cuanto no está hablando en ningún momento de la vida futura en el ámbito celestial, la forma más sencilla de entenderlo es que se está refiriendo a que el premio está en el llamamiento mismo, es decir, que la meta es el camino mismo, caminar haciendo lo que fue llamado a hacer; la parte desafiante viene con la segunda forma de usar el adjetivo perfecto; ahora lo aplica no sólo para sí mismo sino a todos nosotros, a los que hemos creído; cuando usa la expresión: Así que, está implicando la conclusión a la que él llega; y remata con una exhortación: Esto mismo sintamos. Al decir todos los que somos perfectos, sin duda, se está refiriendo a la enseñanza que no debe ser ignorada por un discípulo de Jesucristo, esto es, que con el sólo sacrificio de Jesucristo fuimos hechos perfectos (Heb 10:14); esta afirmación jamás será aceptada por un incrédulo, porque él tiene una concepción horizontal de la perfección; nosotros los creyentes por la fe sabemos que lo somos, porque la misma perfección de Jesucristo nos ha sido dada; por esto es que Jesús oró así: Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, ... (Jn 17:23), así también, en este mismo contexto, Pablo dice: Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa (Fil 3:16). Podríamos resumir esta meditación diciendo dentro de nosotros: Por haber sido hecho perfecto por la fe, mi meta no es un punto de percepción humana, sino que mi meta es el camino mismo, el cual es Cristo Jesús, cumpliendo así lo dicho por el profeta: Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá. (Sal 101:6).
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Fernando H. Nava
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Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros (Gal 5:1, 13).
Los misterios de Dios dispuestos para ser enseñados a los creyentes fueron revelados a los apóstoles elegidos por el Señor Jesucristo para administrarlos, tanto para sus contemporáneos como para los del tiempo presente (1 Cor 4:1); los primeros fueron responsabilizados para transmitirlos a la siguiente generación, manteniendo su cabal integridad, para que sucesivamente las siguientes generaciones lo hicieran de la misma manera hasta llegar a nosotros; nada puede añadirse o quitarse a dichos misterios (Apoc 22:18-19), no obstante los cambios sociales o de cualquier otro tipo en el devenir de la historia humana, así que no hay ninguna razón para que nosotros tengamos una concepción distinta a la que les fue enseñada a los primeros creyentes; no importa cuanta superioridad intelectual presuma la llamada modernidad, el espíritu de las Escrituras no puede ser cambiado por ninguna autoridad religiosa; sin duda, que el hilo humano conformado por los que desde el principio han sabido interpretar las escrituras no se ha roto; siempre han sido pocos y así será hasta el final de los tiempos. ¿Cómo entendieron los primeros creyentes la libertad que la autoridad apostólica les enseñó? Sin duda que no todos lo hicieron como debían, tanto que ya desde el principio se habla de la mala concepción de algunos, y de otros el no saber cómo vivirla, mayormente por el acoso de los legalistas de su tiempo (Gal 5:7-10); es necesario que no perdamos el enfoque de Pablo al respecto para que entendamos la libertad correctamente; parte de su permanente enseñanza en este tema es que el hombre no puede cumplir la ley por causa de la debilidad de su carne (Rom 8:7), es decir, de su naturaleza; por estar atada al dominio de la conciencia, herencia que nos dejó el primer pecado, o llamado también pecado original (Gen 3:22), que incrustó en el hombre el conocimiento del bien y del mal; y desde entonces su conciencia se volvió ley para sí mismo y comenzó a llamar a unas cosas buenas y a otras malas (Rom 2:14-15), y por supuesto sujetándolas a leyes hechas por él mismo; después Dios levanta a un pueblo designado para ser luz al mundo y les da la ley como testimonio de sus designios (Rom 3:21; Gal 3:8), guardando la cual les haría vivir en buena relación con él; pero la mayoría de ellos la sujetaron a la conciencia humana, y sólo algunos vieron en ella la naturaleza espiritual de su creador, esto es, los que vieron en ella al Dios vivo y verdadero y no solo mandamientos, dicho de otro modo, los que creyéndole vivían en Su temor, sin embargo, éstos no podían librarse de lo que Pablo llama esclavitud, porque sus conciencias no dejaban de acusarles cuando su debilidad humana les llevaba a pecar y enseguida tenían que recurrir a los medios expiatorios para tener temporal descanso (Lev 1:4). Por lo tanto, era necesario que apareciera el libertador del pecado que quitara ese yugo de esclavitud (Rom 11:26-27; Is 59:20); y es así que Jesucristo aparece como portador de la gracia de Dios (Jn 1:17), la cual opera sólo por la fe (Rom 4:16) produciendo el gran milagro de ser convertidos en nuevas criaturas; la ley no desaparece, sino que Cristo por medio de su muerte nos hace morir a la ley (Rom 7:4) y resucitándonos (Ef 2:6) con él nos quita del dominio de la ley otorgándonos su poder para vivir en amistad con Dios, como él mismo pudo hacerlo cuando estaba en la carne; por lo tanto, ya no más la conciencia será nuestra luz para caminar agradando a Dios, sino su mismo Espíritu (Rom 8:14); ahora el papel de la conciencia estando sujeta a Dios será solo el de darnos testimonio de que caminamos en Dios (Rom 9:1), por saber que aunque de nada tengamos mala conciencia no somos justificados por ello (1 Cor 4:4), sino por la fe en Cristo Jesús; no obstante esta verdad del evangelio, hay llamados creyentes, que arrastrados por el religioso legalismo de algunos continúan esclavos de mandamientos de hombres (Tito 1:14), ignorando que ninguno podrá justificarse delante de Dios por medio de las obras de la ley (Rom 3:20); a la par de éstos están los que convierten la sublime libertad dada por la gracia de Dios en libertinaje, la cual interpretan como libertad para pecar (Jud 1:4); ambos extremos son enemigos del Evangelio. Un verdadero hombre nacido del Espíritu interpreta con justicia las palabras de Pablo: Todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo edifica (1 Cor 10:23); y Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tit 1:15). Un verdadero creyente ya no camina guiado por sus motivos de conciencia (1 Cor 10:25-27), sino por la guía del Espíritu Santo; y ciertamente siendo susceptible de pecar, después de reconocer y confesar su error continúa caminando sabiendo que su pecado ha sido remitido en la cruz de Cristo. Un hombre verdaderamente libertado por Jesucristo ya no camina bajo el terror del legalismo, ni practicando una gracia barata, sino que vive como vivió su Señor en los días de su carne.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Los misterios de Dios dispuestos para ser enseñados a los creyentes fueron revelados a los apóstoles elegidos por el Señor Jesucristo para administrarlos, tanto para sus contemporáneos como para los del tiempo presente (1 Cor 4:1); los primeros fueron responsabilizados para transmitirlos a la siguiente generación, manteniendo su cabal integridad, para que sucesivamente las siguientes generaciones lo hicieran de la misma manera hasta llegar a nosotros; nada puede añadirse o quitarse a dichos misterios (Apoc 22:18-19), no obstante los cambios sociales o de cualquier otro tipo en el devenir de la historia humana, así que no hay ninguna razón para que nosotros tengamos una concepción distinta a la que les fue enseñada a los primeros creyentes; no importa cuanta superioridad intelectual presuma la llamada modernidad, el espíritu de las Escrituras no puede ser cambiado por ninguna autoridad religiosa; sin duda, que el hilo humano conformado por los que desde el principio han sabido interpretar las escrituras no se ha roto; siempre han sido pocos y así será hasta el final de los tiempos. ¿Cómo entendieron los primeros creyentes la libertad que la autoridad apostólica les enseñó? Sin duda que no todos lo hicieron como debían, tanto que ya desde el principio se habla de la mala concepción de algunos, y de otros el no saber cómo vivirla, mayormente por el acoso de los legalistas de su tiempo (Gal 5:7-10); es necesario que no perdamos el enfoque de Pablo al respecto para que entendamos la libertad correctamente; parte de su permanente enseñanza en este tema es que el hombre no puede cumplir la ley por causa de la debilidad de su carne (Rom 8:7), es decir, de su naturaleza; por estar atada al dominio de la conciencia, herencia que nos dejó el primer pecado, o llamado también pecado original (Gen 3:22), que incrustó en el hombre el conocimiento del bien y del mal; y desde entonces su conciencia se volvió ley para sí mismo y comenzó a llamar a unas cosas buenas y a otras malas (Rom 2:14-15), y por supuesto sujetándolas a leyes hechas por él mismo; después Dios levanta a un pueblo designado para ser luz al mundo y les da la ley como testimonio de sus designios (Rom 3:21; Gal 3:8), guardando la cual les haría vivir en buena relación con él; pero la mayoría de ellos la sujetaron a la conciencia humana, y sólo algunos vieron en ella la naturaleza espiritual de su creador, esto es, los que vieron en ella al Dios vivo y verdadero y no solo mandamientos, dicho de otro modo, los que creyéndole vivían en Su temor, sin embargo, éstos no podían librarse de lo que Pablo llama esclavitud, porque sus conciencias no dejaban de acusarles cuando su debilidad humana les llevaba a pecar y enseguida tenían que recurrir a los medios expiatorios para tener temporal descanso (Lev 1:4). Por lo tanto, era necesario que apareciera el libertador del pecado que quitara ese yugo de esclavitud (Rom 11:26-27; Is 59:20); y es así que Jesucristo aparece como portador de la gracia de Dios (Jn 1:17), la cual opera sólo por la fe (Rom 4:16) produciendo el gran milagro de ser convertidos en nuevas criaturas; la ley no desaparece, sino que Cristo por medio de su muerte nos hace morir a la ley (Rom 7:4) y resucitándonos (Ef 2:6) con él nos quita del dominio de la ley otorgándonos su poder para vivir en amistad con Dios, como él mismo pudo hacerlo cuando estaba en la carne; por lo tanto, ya no más la conciencia será nuestra luz para caminar agradando a Dios, sino su mismo Espíritu (Rom 8:14); ahora el papel de la conciencia estando sujeta a Dios será solo el de darnos testimonio de que caminamos en Dios (Rom 9:1), por saber que aunque de nada tengamos mala conciencia no somos justificados por ello (1 Cor 4:4), sino por la fe en Cristo Jesús; no obstante esta verdad del evangelio, hay llamados creyentes, que arrastrados por el religioso legalismo de algunos continúan esclavos de mandamientos de hombres (Tito 1:14), ignorando que ninguno podrá justificarse delante de Dios por medio de las obras de la ley (Rom 3:20); a la par de éstos están los que convierten la sublime libertad dada por la gracia de Dios en libertinaje, la cual interpretan como libertad para pecar (Jud 1:4); ambos extremos son enemigos del Evangelio. Un verdadero hombre nacido del Espíritu interpreta con justicia las palabras de Pablo: Todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo edifica (1 Cor 10:23); y Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tit 1:15). Un verdadero creyente ya no camina guiado por sus motivos de conciencia (1 Cor 10:25-27), sino por la guía del Espíritu Santo; y ciertamente siendo susceptible de pecar, después de reconocer y confesar su error continúa caminando sabiendo que su pecado ha sido remitido en la cruz de Cristo. Un hombre verdaderamente libertado por Jesucristo ya no camina bajo el terror del legalismo, ni practicando una gracia barata, sino que vive como vivió su Señor en los días de su carne.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
La ciencia del prudente está en entender su camino; Más la indiscreción de los necios es engaño (Prov. 14:8).
Cuando abordamos esta vida, es decir, cuando nacimos, inevitablemente entramos en un tiempo de vida un tanto inercial, solo externábamos reflejos intuitivos para expresar nuestras necesidades elementales, como hambre, dolor, bienestar, etc., éramos totalmente dependientes del movimiento de nuestros padres, el germen de la voluntad o de la facultad de pensar para nada se hacían visibles; poco tiempo después comenzamos a explorar el mundo, por medio del habla y de la expresión de la voluntad, conocimos el efecto de las palabras SI y NO, y de pronto aparecieron las expresiones emocionales como la tristeza, el enojo, o la alegría, motivada por situaciones de nuestro particular entorno, y así, poco a poco comenzó a hacerse presente el yo existencial o la conciencia de la individualidad, y aparecieron las incipientes ideas y pensamientos generados por nuestros cinco sentidos, ver, oír, tocar, gustar, oler; comenzó así la asociación de lo físico con lo emocional y el ejercicio de usar la pregunta ¿Por qué? Evidenciando la aparición del hambre de saber y de entender; poco a poco, el ejercicio de la voluntad nos llevó al ámbito de la autonomía y entramos en el terreno de las decisiones; estando a las puertas de elegir el camino que definiría el modo consecuente de vida. Esto es solo un esquema general del desarrollo del ser humano, el que sin duda se vio envuelto por factores de influencia, comenzando por los progenitores y el círculo social cercano y después el urbano, consistente en los llamados valores aprendidos de la vida, tanto de los materiales como de lo abstracto. En esta altura de la vida, deberíamos estar ya conscientes de que somos entes nacidos para caminar, y que el camino se llama vida, y que ésta se tiene que abordar tridimensionalmente, es decir, en espíritu, alma y cuerpo. Si se nos preguntara ¿TÚ YA ENTENDISTE TU CAMINO, O TE MUEVES (VIVES) POR INERCIA? La respuesta no sería fácil, pero si primero entendemos qué significa vivir inercialmente, con seguridad podremos acercarnos a una adecuada respuesta. Bien, primero debemos saber que hay inercia presente tanto en la juventud como en la edad madura y en la vejez. Si la única luz con la que hemos contado ha sido la proveniente de la humana sabiduría (1 Cor 2:4-7), con toda seguridad que hemos estado viviendo llevados por la inercia en cualquiera de los ámbitos de la vida, sea el religioso, el social, el político, el económico, etc. La palabra común que encierra todo esto es MODA, esta palabra está obviamente fuertemente vinculada a la palabra MODO; porque ella se infiltra en la colectividad, para que adopte un modo de actuar, de ser, un modo de vestir y de hablar, de conducirse religiosamente, políticamente, económicamente, o de cualquier otro comportamiento. Sólo cuando la luz de Dios nos alumbra el entendimiento, podemos tener acceso a un poder de resistencia contra la inercia de la colectividad que nos rodea; este es el llamamiento que Dios ha hecho a los que le creen, de generación en generación; a través de Isaías dice: Me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo (Is 8:11-12), es decir que, cuando dejamos que la prudencia de lo alto anide en nuestro corazón, tendremos realmente la capacidad de entender nuestro camino, porque sabemos por qué hacemos lo que hacemos, aunque frente a nosotros desfilen los que se conducen por la mal llamada democracia, la cual tiene un filo engañoso a causa de la necedad e ignorancia de las mayorías que dicen practicarla, por eso dice el proverbista que la indiscreción de los necios es engaño. Nunca será fácil resistirse a la fuerza de atracción de las mayorías ciegas, las cuales siguen mentiras maquilladas con verdades. El mayor ejemplo de resistencia que tenemos es el mismo Señor Jesús, quien nunca sometió su pensamiento a la conveniencia y comodidad humana; podemos referirnos también a Martín Lutero, que después de ser alumbrado por la luz de las escrituras, abordó la resistencia a riesgo de su propia vida. Sin duda que al presente es muy reducido el número de los que habiendo entendido su camino, hacen resistencia al empuje de esas mayorías, esto no debe de extrañarnos, porque esta es la advertencia hecha por Jesús y sus apóstoles a través de las escrituras, al decir: Mirad que nadie os engañe… Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos (Mt 24:11, Col. 2:8, 2 P 2:1-3). No debemos dejar de notar que la palabra muchos es repetida con frecuencia, para así dar a entender la presencia de los pocos, la ciencia de los cuales, esto es, de los prudentes, consiste en haber entendido, que el camino que caminan tiene un destino: Dios.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Cuando abordamos esta vida, es decir, cuando nacimos, inevitablemente entramos en un tiempo de vida un tanto inercial, solo externábamos reflejos intuitivos para expresar nuestras necesidades elementales, como hambre, dolor, bienestar, etc., éramos totalmente dependientes del movimiento de nuestros padres, el germen de la voluntad o de la facultad de pensar para nada se hacían visibles; poco tiempo después comenzamos a explorar el mundo, por medio del habla y de la expresión de la voluntad, conocimos el efecto de las palabras SI y NO, y de pronto aparecieron las expresiones emocionales como la tristeza, el enojo, o la alegría, motivada por situaciones de nuestro particular entorno, y así, poco a poco comenzó a hacerse presente el yo existencial o la conciencia de la individualidad, y aparecieron las incipientes ideas y pensamientos generados por nuestros cinco sentidos, ver, oír, tocar, gustar, oler; comenzó así la asociación de lo físico con lo emocional y el ejercicio de usar la pregunta ¿Por qué? Evidenciando la aparición del hambre de saber y de entender; poco a poco, el ejercicio de la voluntad nos llevó al ámbito de la autonomía y entramos en el terreno de las decisiones; estando a las puertas de elegir el camino que definiría el modo consecuente de vida. Esto es solo un esquema general del desarrollo del ser humano, el que sin duda se vio envuelto por factores de influencia, comenzando por los progenitores y el círculo social cercano y después el urbano, consistente en los llamados valores aprendidos de la vida, tanto de los materiales como de lo abstracto. En esta altura de la vida, deberíamos estar ya conscientes de que somos entes nacidos para caminar, y que el camino se llama vida, y que ésta se tiene que abordar tridimensionalmente, es decir, en espíritu, alma y cuerpo. Si se nos preguntara ¿TÚ YA ENTENDISTE TU CAMINO, O TE MUEVES (VIVES) POR INERCIA? La respuesta no sería fácil, pero si primero entendemos qué significa vivir inercialmente, con seguridad podremos acercarnos a una adecuada respuesta. Bien, primero debemos saber que hay inercia presente tanto en la juventud como en la edad madura y en la vejez. Si la única luz con la que hemos contado ha sido la proveniente de la humana sabiduría (1 Cor 2:4-7), con toda seguridad que hemos estado viviendo llevados por la inercia en cualquiera de los ámbitos de la vida, sea el religioso, el social, el político, el económico, etc. La palabra común que encierra todo esto es MODA, esta palabra está obviamente fuertemente vinculada a la palabra MODO; porque ella se infiltra en la colectividad, para que adopte un modo de actuar, de ser, un modo de vestir y de hablar, de conducirse religiosamente, políticamente, económicamente, o de cualquier otro comportamiento. Sólo cuando la luz de Dios nos alumbra el entendimiento, podemos tener acceso a un poder de resistencia contra la inercia de la colectividad que nos rodea; este es el llamamiento que Dios ha hecho a los que le creen, de generación en generación; a través de Isaías dice: Me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo (Is 8:11-12), es decir que, cuando dejamos que la prudencia de lo alto anide en nuestro corazón, tendremos realmente la capacidad de entender nuestro camino, porque sabemos por qué hacemos lo que hacemos, aunque frente a nosotros desfilen los que se conducen por la mal llamada democracia, la cual tiene un filo engañoso a causa de la necedad e ignorancia de las mayorías que dicen practicarla, por eso dice el proverbista que la indiscreción de los necios es engaño. Nunca será fácil resistirse a la fuerza de atracción de las mayorías ciegas, las cuales siguen mentiras maquilladas con verdades. El mayor ejemplo de resistencia que tenemos es el mismo Señor Jesús, quien nunca sometió su pensamiento a la conveniencia y comodidad humana; podemos referirnos también a Martín Lutero, que después de ser alumbrado por la luz de las escrituras, abordó la resistencia a riesgo de su propia vida. Sin duda que al presente es muy reducido el número de los que habiendo entendido su camino, hacen resistencia al empuje de esas mayorías, esto no debe de extrañarnos, porque esta es la advertencia hecha por Jesús y sus apóstoles a través de las escrituras, al decir: Mirad que nadie os engañe… Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos (Mt 24:11, Col. 2:8, 2 P 2:1-3). No debemos dejar de notar que la palabra muchos es repetida con frecuencia, para así dar a entender la presencia de los pocos, la ciencia de los cuales, esto es, de los prudentes, consiste en haber entendido, que el camino que caminan tiene un destino: Dios.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; (Heb 12:14-15)
Pienso que no hay un ser humano consciente sobre la tierra que en su vida no haya pensado en, o pronunciado la palabra paz; pero también pienso que generalmente lo ha hecho en relación con las circunstancias de la vida, ignorando que ella tiene que ver con tres relaciones: Dios, los semejantes y uno mismo. Cuando el escritor dice: La paz con todos, indefectiblemente estamos incluidos nosotros mismos; y cuando dice: Y la santidad, se está refiriendo a la paz para con Dios; porque nadie puede tener santidad si primero no está en paz con Dios; esta última es la que le da sentido a las otras dos, es la única que puede gobernarlas (Col 3:15); pero a ella no se accede sino por la fe, la fe en el crucificado (Rom 5:1); porque por la muerte de su Hijo, Dios reconcilió al mundo consigo mismo (2 Cor 5:19), es decir, que en Jesucristo nos dio Su paz, pagando todo el pecado que nos era contrario para estar en paz con Él; nadie podría vivir en santidad si uno solo de sus pecados quedara fuera de la cobertura del pago hecho por Jesús en la cruz (Col 2:13); si esta verdad encarna en el corazón lleva consecuentemente a la capacidad de estar en paz con uno mismo, porque adquirimos la facultad de ya no culparnos, debido a que si el único Juez que podía culparnos nos declaró absueltos, sería una gran necedad pretender seguir siendo jueces de nosotros mismos (1 Cor 4:3) y andar en pos de penitencias absolutorias; dicho en palabras coloquiales, Dios destruyó todos los archivos que nos acusaban (Col 2:14), y de esta manera nos pudo presentar santos delante de Sí Mismo (Ef 1:4; Col 1:20-22); gran error es reducir la santidad a cuestiones de conducta; es obvio, espiritualmente hablando, que quien ha creído de corazón en el perdón de Dios, sin duda procura huír de toda forma de maldad; una de ellas son las enemistades (Gal 5:20); por ello ahora, sabiéndose perdonado buscará la paz con los demás, en cuanto de él dependa (Rom 12:18). Ahora bien, no obstante que todo esto es la verdad que Dios nos ha revelado por la fe en su palabra, la realidad de la debilidad humana sigue estando presente, y esta es la razón por la que las exhortaciones están allí, como la que ahora se nos presenta diciendo: Mirad bien ... aludiendo a la posibilidad de ser victimados por la amargura, la cual es tan sutil que no sólo se hace visible en rostros permanentemente fruncidos por un descontento interior, sino que puede enmascararse en rostros muy sonrientes, y actitudes aparentemente positivas, pero que pueden evidenciarse simplemente por las expresiones verbales, además del lenguaje corporal, que acaban contaminando a quienes les rodean, causando principalmente divisiones (2 Cor 12:20); esto lo ejemplifican personas que fácilmente se sienten o se enojan; que se mantienen en un constante mal interpretar las palabras o gestos de los demás; que usan sus emociones para manipular; que siempre creen tener la razón; que con facilidad disienten; celosas; que fácilmente hacen trivial lo sagrado; la lista podría continuar desde cosas que parecieran no tener relevancia hasta las grotescas; no estoy queriendo decir que todo esto se ha de manifestar en una sola persona, eso sería por demás terrible; con una de ellas basta para sentarse a reflexionar; esto no es más que el fruto de un estacionarse en la carnalidad, bien expresado por el apóstol Pablo en Gal 5:16-22 contrastándolo con el fruto de andar en el Espíritu. La posibilidad de que un hijo de Dios pueda ser víctima de la amargura podría asombrarnos, pero el estado de las familias y las congregaciones cristianas es elocuente; si preguntamos ¿En dónde se origina esto? La única explicación que encuentro es que en la medida en que bajamos a Dios del trono de nuestro corazón, y dejamos que el dios YO se siente en él, caeremos en el tobogán de la carnalidad. ¿Cómo podemos mantenernos alejados o resolviendo esta situación? En estas dos palabras que el Espíritu del Señor nos dice por el escritor de esta epístola: Mirad bien. traducido esto es: Cuídate. Esta es la palabra que acostumbramos a decir a los demás cuando nos despedimos: Cuídate. Personalmente digo: Cuídate de dentro hacia fuera; porque el dentro es lo que generalmente olvidamos en medio del trajín de la vida: Ni más ni menos que el corazón. Mirad bien es simplemente disciplina: constancia en la oración; constancia en la búsqueda de la Palabra; constancia en dar amistad. El único antídoto contra la amargura es la paz, pero no como el mundo la da, sino la que nos fue dada en Cristo Jesús por la fe en Él (Rom 5:1, Jn 14:27).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Pienso que no hay un ser humano consciente sobre la tierra que en su vida no haya pensado en, o pronunciado la palabra paz; pero también pienso que generalmente lo ha hecho en relación con las circunstancias de la vida, ignorando que ella tiene que ver con tres relaciones: Dios, los semejantes y uno mismo. Cuando el escritor dice: La paz con todos, indefectiblemente estamos incluidos nosotros mismos; y cuando dice: Y la santidad, se está refiriendo a la paz para con Dios; porque nadie puede tener santidad si primero no está en paz con Dios; esta última es la que le da sentido a las otras dos, es la única que puede gobernarlas (Col 3:15); pero a ella no se accede sino por la fe, la fe en el crucificado (Rom 5:1); porque por la muerte de su Hijo, Dios reconcilió al mundo consigo mismo (2 Cor 5:19), es decir, que en Jesucristo nos dio Su paz, pagando todo el pecado que nos era contrario para estar en paz con Él; nadie podría vivir en santidad si uno solo de sus pecados quedara fuera de la cobertura del pago hecho por Jesús en la cruz (Col 2:13); si esta verdad encarna en el corazón lleva consecuentemente a la capacidad de estar en paz con uno mismo, porque adquirimos la facultad de ya no culparnos, debido a que si el único Juez que podía culparnos nos declaró absueltos, sería una gran necedad pretender seguir siendo jueces de nosotros mismos (1 Cor 4:3) y andar en pos de penitencias absolutorias; dicho en palabras coloquiales, Dios destruyó todos los archivos que nos acusaban (Col 2:14), y de esta manera nos pudo presentar santos delante de Sí Mismo (Ef 1:4; Col 1:20-22); gran error es reducir la santidad a cuestiones de conducta; es obvio, espiritualmente hablando, que quien ha creído de corazón en el perdón de Dios, sin duda procura huír de toda forma de maldad; una de ellas son las enemistades (Gal 5:20); por ello ahora, sabiéndose perdonado buscará la paz con los demás, en cuanto de él dependa (Rom 12:18). Ahora bien, no obstante que todo esto es la verdad que Dios nos ha revelado por la fe en su palabra, la realidad de la debilidad humana sigue estando presente, y esta es la razón por la que las exhortaciones están allí, como la que ahora se nos presenta diciendo: Mirad bien ... aludiendo a la posibilidad de ser victimados por la amargura, la cual es tan sutil que no sólo se hace visible en rostros permanentemente fruncidos por un descontento interior, sino que puede enmascararse en rostros muy sonrientes, y actitudes aparentemente positivas, pero que pueden evidenciarse simplemente por las expresiones verbales, además del lenguaje corporal, que acaban contaminando a quienes les rodean, causando principalmente divisiones (2 Cor 12:20); esto lo ejemplifican personas que fácilmente se sienten o se enojan; que se mantienen en un constante mal interpretar las palabras o gestos de los demás; que usan sus emociones para manipular; que siempre creen tener la razón; que con facilidad disienten; celosas; que fácilmente hacen trivial lo sagrado; la lista podría continuar desde cosas que parecieran no tener relevancia hasta las grotescas; no estoy queriendo decir que todo esto se ha de manifestar en una sola persona, eso sería por demás terrible; con una de ellas basta para sentarse a reflexionar; esto no es más que el fruto de un estacionarse en la carnalidad, bien expresado por el apóstol Pablo en Gal 5:16-22 contrastándolo con el fruto de andar en el Espíritu. La posibilidad de que un hijo de Dios pueda ser víctima de la amargura podría asombrarnos, pero el estado de las familias y las congregaciones cristianas es elocuente; si preguntamos ¿En dónde se origina esto? La única explicación que encuentro es que en la medida en que bajamos a Dios del trono de nuestro corazón, y dejamos que el dios YO se siente en él, caeremos en el tobogán de la carnalidad. ¿Cómo podemos mantenernos alejados o resolviendo esta situación? En estas dos palabras que el Espíritu del Señor nos dice por el escritor de esta epístola: Mirad bien. traducido esto es: Cuídate. Esta es la palabra que acostumbramos a decir a los demás cuando nos despedimos: Cuídate. Personalmente digo: Cuídate de dentro hacia fuera; porque el dentro es lo que generalmente olvidamos en medio del trajín de la vida: Ni más ni menos que el corazón. Mirad bien es simplemente disciplina: constancia en la oración; constancia en la búsqueda de la Palabra; constancia en dar amistad. El único antídoto contra la amargura es la paz, pero no como el mundo la da, sino la que nos fue dada en Cristo Jesús por la fe en Él (Rom 5:1, Jn 14:27).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. (Rom 7:10-11) .
El engaño es tan antiguo como la historia humana; es por demás sabido que hizo su aparición en el huerto del Edén (Gen 3:13), y desde entonces quedó como arma usada entre los hombres para matar o abusar y así victimar a otros para obtener fines egocéntricos, que obviamente proceden de la maldad; Pablo le tiene que hacer notar esto a su discípulo Timoteo diciéndole: mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados (2 Tim 3:13). Esto quiere decir que el engaño prevalecerá en la humanidad hasta el fin de los tiempos, tanto así que Jesús mismo, al ser preguntado por sus discípulos acerca del fin del siglo, les advirtió, diciéndoles: Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt 24:24). Alrededor del engaño hay dos avenidas, la una, secular y la otra, religiosa; la primera se nos muestra en el libro de los Salmos cuando leemos: Dice el necio en su corazón: No hay Dios (Sal 14:1; 53:1); esta actitud secularista argumenta artificiosamente por medio de la falsamente llamada ciencia, de la cual Pablo advierte a Timoteo (1 Tim 6:20); el punto de apoyo de ella es obviamente el intelecto humano, el cual sólo otorga veracidad a lo que está al alcance de su entendimiento; hoy se ha vuelto más poderosa por el avance del conocimiento científico y tecnológico; y uno de sus argumentos favoritos es: Si se demuestra en el laboratorio, entonces es verdad. Es necesario observar que hace dos mil años, la palabra ciencia no proyectaba la misma imagen mental que en nuestros días, si acaso había laboratorios físicos eran muy rudimentarios, pero el punto es que el laboratorio base sigue siendo el mismo: el intelecto humano, en el cual no se experimenta sólo con asuntos tecnológicos, sino con ideologías filosóficas que a lo largo de la historia han venido moviendo y conduciendo a las sociedades de cada generación, es por esto que Pablo dice: Profesando ser sabios, se hicieron necios (Rom 1:22). La segunda avenida es la que tiene que ver con el trazo de caminos engañosos para llegar a Dios, es decir el ámbito de las religiones, dentro del cual podemos ver que la perversa y sutil crueldad del engaño es que atrapa con verdades; cuando el enemigo de Dios engañó a Eva no lo hizo con mentiras cuadradas, sino mostrando verdades: ...sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios... (Gen 3:5); esto es lo que Pablo nos está queriendo mostrar en los versículos del encabezado que podemos parafrasear así: el pecado, valiéndose de lo bueno, me engañó y me llevó a la muerte (Rom 7:13), él llegó a darse cuenta que dentro de sí llevaba la atadura a la ley del pecado y de la muerte (Rom 7:23), el cual no es otra cosa que la infección de la soberbia religiosa, la cual le hacía creer que él podía cumplir la ley de Dios, y así mantenerlo alejado de la necesidad de un redentor, por esto es que tiene que exclamar diciendo: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Hasta aquí está haciendo didáctica su experiencia personal del pasado, y que por revelación de Dios llega a ver la solución que le hace decir: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Rom 7:25), Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la Muerte (Rom 8:2). Este hombre, doctor de la ley, había encontrado el resumen de las Escrituras que predicaría a judíos y a gentiles, en su tiempo y más allá de su tiempo, la única verdad que derriba el engaño: Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado (Rom 10:10-11); Esta es la palabra de fe que predicamos (Rom 10:8). Por predicar esta verdad él fue perseguido por religiosos y no religiosos, y sin duda aun en este tiempo, de un modo o de otro, todos los que piadosamente vivan conforme a esta verdad serán perseguidos (2 Tim 3:12); no perdamos de vista esto: El pecado se puede vestir de santidad para engañar, valiéndose de obras maravillosas a los ojos, y argumentos supuestamente piadosos; pero la única verdad prevalente jamás cambiará: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida... Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Jn 14:6; Heb 13:8).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
El engaño es tan antiguo como la historia humana; es por demás sabido que hizo su aparición en el huerto del Edén (Gen 3:13), y desde entonces quedó como arma usada entre los hombres para matar o abusar y así victimar a otros para obtener fines egocéntricos, que obviamente proceden de la maldad; Pablo le tiene que hacer notar esto a su discípulo Timoteo diciéndole: mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados (2 Tim 3:13). Esto quiere decir que el engaño prevalecerá en la humanidad hasta el fin de los tiempos, tanto así que Jesús mismo, al ser preguntado por sus discípulos acerca del fin del siglo, les advirtió, diciéndoles: Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt 24:24). Alrededor del engaño hay dos avenidas, la una, secular y la otra, religiosa; la primera se nos muestra en el libro de los Salmos cuando leemos: Dice el necio en su corazón: No hay Dios (Sal 14:1; 53:1); esta actitud secularista argumenta artificiosamente por medio de la falsamente llamada ciencia, de la cual Pablo advierte a Timoteo (1 Tim 6:20); el punto de apoyo de ella es obviamente el intelecto humano, el cual sólo otorga veracidad a lo que está al alcance de su entendimiento; hoy se ha vuelto más poderosa por el avance del conocimiento científico y tecnológico; y uno de sus argumentos favoritos es: Si se demuestra en el laboratorio, entonces es verdad. Es necesario observar que hace dos mil años, la palabra ciencia no proyectaba la misma imagen mental que en nuestros días, si acaso había laboratorios físicos eran muy rudimentarios, pero el punto es que el laboratorio base sigue siendo el mismo: el intelecto humano, en el cual no se experimenta sólo con asuntos tecnológicos, sino con ideologías filosóficas que a lo largo de la historia han venido moviendo y conduciendo a las sociedades de cada generación, es por esto que Pablo dice: Profesando ser sabios, se hicieron necios (Rom 1:22). La segunda avenida es la que tiene que ver con el trazo de caminos engañosos para llegar a Dios, es decir el ámbito de las religiones, dentro del cual podemos ver que la perversa y sutil crueldad del engaño es que atrapa con verdades; cuando el enemigo de Dios engañó a Eva no lo hizo con mentiras cuadradas, sino mostrando verdades: ...sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios... (Gen 3:5); esto es lo que Pablo nos está queriendo mostrar en los versículos del encabezado que podemos parafrasear así: el pecado, valiéndose de lo bueno, me engañó y me llevó a la muerte (Rom 7:13), él llegó a darse cuenta que dentro de sí llevaba la atadura a la ley del pecado y de la muerte (Rom 7:23), el cual no es otra cosa que la infección de la soberbia religiosa, la cual le hacía creer que él podía cumplir la ley de Dios, y así mantenerlo alejado de la necesidad de un redentor, por esto es que tiene que exclamar diciendo: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Hasta aquí está haciendo didáctica su experiencia personal del pasado, y que por revelación de Dios llega a ver la solución que le hace decir: Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Rom 7:25), Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la Muerte (Rom 8:2). Este hombre, doctor de la ley, había encontrado el resumen de las Escrituras que predicaría a judíos y a gentiles, en su tiempo y más allá de su tiempo, la única verdad que derriba el engaño: Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado (Rom 10:10-11); Esta es la palabra de fe que predicamos (Rom 10:8). Por predicar esta verdad él fue perseguido por religiosos y no religiosos, y sin duda aun en este tiempo, de un modo o de otro, todos los que piadosamente vivan conforme a esta verdad serán perseguidos (2 Tim 3:12); no perdamos de vista esto: El pecado se puede vestir de santidad para engañar, valiéndose de obras maravillosas a los ojos, y argumentos supuestamente piadosos; pero la única verdad prevalente jamás cambiará: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida... Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Jn 14:6; Heb 13:8).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. (Hech 26:18)
Estas palabras fueron dichas por el apóstol Pablo frente a dos hombres investidos de autoridad, uno representativo de la nación judía (Hech 26:1), y el otro del gobierno imperial romano (Hech 25:9-12); palabras que expresan el propósito vertical de la misión que el mismo Señor Jesús le encomendó, para dar oportunidad a todo hombre sin distingos raciales de retornar a la paternidad del Creador. Estos dos personajes sin duda representan también a los dos tipos de hombres que dan cuerpo a la humanidad, en cuanto a actitud ante el llamado de Dios a través de sus profetas, una parte, la de los religiosos que encuentran en Jesús sólo tropiezo (Hech 26:27-29; 1 Cor 1:23), y la otra parte, la de los humanistas que sólo encuentran locura en Jesús y sus seguidores (Hech 26:24-25; 1 Cor 1:23); gran desafío es para un predicador del Señor Jesucristo enfrentar la recalcitrancia de cualquiera de ellos, no obstante, para con ambos la estrategia siempre será la misma: testificar del encuentro personal con Jesús, que conduce a la conversión y a la salvación por ejercer fe en su obra redentora (Hech 26:12-17). Ahora bien, es necesario que observemos dos fases en la declaración del apóstol que no podemos pasar por alto, la primera nos dice en que consiste el trabajo de todo predicador del Señor Jesuscristo, esto es, abrir los ojos de los oyentes para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para esto sólo se requiere exponer la palabra de Dios tal cual es, sin añadiduras, ni mediatizaciones (2 Tim 2:15; 2 Cor 2:17); esto significa no echar mano de argumentaciones propias de la sabiduría humana, sino las que conllevan el poder de Dios (1 Cor 2:1-5); la segunda nos habla de lo que tiene que suceder en los oyentes que han creído en el Señor ante su palabra, dentro de lo cual el predicador ya no tiene ingerencia, esto está expresado en las palabras: Para que reciban; ahora la acción del predicador de llevar a los oyentes a que se conviertan ha terminado, y lo que sigue se tiene que dar entre el convertido y Dios, lo cual significa recibir lo que sólo Dios puede dar: Perdón de pecados y herencia entre los santificados. Esto sólo puede suceder si en verdad el convertido ha puesto de corazón su fe en Dios (Hech 2:36-37; Rom 10:9-10; Hech 8:36-37); esto quiere decir que la conversión no es sinónimo de salvación; muchos caminan con la palabra de Dios en la cabeza, pero no la han dejado entrar al corazón; esto es lo que yo llamo "fe cerebral", lo cual significa que en la hora de la prueba (Mt 13:18-23), respecto a tener la confianza en Dios, optan por otros medios de salvación; obviamente los únicos dos testigos de la salvación personal son Dios y el receptor de la salvación; ningún ser humano puede garantizar de manera fehaciente que alguien es salvo, solo el Espíritu de Dios (Rom 8:16); de la misma manera, ningún ser humano puede declarar la perdición de nadie (Stg 4:12); la única evidencia que tenemos para apreciar la salvación, o el verdadero arrepentimiento de alguien, o el propio, es que a todas luces ha habido un cambio de vida, en el cual no hay jactancias, sino humildad al reconocer delante de los hombres que Dios es el autor de esa nueva vida. Así que no podemos andar por este mundo como jueces, pero sí sabiendo bien que es un hecho que no todos los convertidos han recibido el regalo de Dios; por eso es que Pablo contesta al rey Agripa cuando éste le dice: por poco me persuades a ser cristiano: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas! (Hech 26:29).
Tu hermano, El Predicador
Fernando H. Nava
Estas palabras fueron dichas por el apóstol Pablo frente a dos hombres investidos de autoridad, uno representativo de la nación judía (Hech 26:1), y el otro del gobierno imperial romano (Hech 25:9-12); palabras que expresan el propósito vertical de la misión que el mismo Señor Jesús le encomendó, para dar oportunidad a todo hombre sin distingos raciales de retornar a la paternidad del Creador. Estos dos personajes sin duda representan también a los dos tipos de hombres que dan cuerpo a la humanidad, en cuanto a actitud ante el llamado de Dios a través de sus profetas, una parte, la de los religiosos que encuentran en Jesús sólo tropiezo (Hech 26:27-29; 1 Cor 1:23), y la otra parte, la de los humanistas que sólo encuentran locura en Jesús y sus seguidores (Hech 26:24-25; 1 Cor 1:23); gran desafío es para un predicador del Señor Jesucristo enfrentar la recalcitrancia de cualquiera de ellos, no obstante, para con ambos la estrategia siempre será la misma: testificar del encuentro personal con Jesús, que conduce a la conversión y a la salvación por ejercer fe en su obra redentora (Hech 26:12-17). Ahora bien, es necesario que observemos dos fases en la declaración del apóstol que no podemos pasar por alto, la primera nos dice en que consiste el trabajo de todo predicador del Señor Jesuscristo, esto es, abrir los ojos de los oyentes para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para esto sólo se requiere exponer la palabra de Dios tal cual es, sin añadiduras, ni mediatizaciones (2 Tim 2:15; 2 Cor 2:17); esto significa no echar mano de argumentaciones propias de la sabiduría humana, sino las que conllevan el poder de Dios (1 Cor 2:1-5); la segunda nos habla de lo que tiene que suceder en los oyentes que han creído en el Señor ante su palabra, dentro de lo cual el predicador ya no tiene ingerencia, esto está expresado en las palabras: Para que reciban; ahora la acción del predicador de llevar a los oyentes a que se conviertan ha terminado, y lo que sigue se tiene que dar entre el convertido y Dios, lo cual significa recibir lo que sólo Dios puede dar: Perdón de pecados y herencia entre los santificados. Esto sólo puede suceder si en verdad el convertido ha puesto de corazón su fe en Dios (Hech 2:36-37; Rom 10:9-10; Hech 8:36-37); esto quiere decir que la conversión no es sinónimo de salvación; muchos caminan con la palabra de Dios en la cabeza, pero no la han dejado entrar al corazón; esto es lo que yo llamo "fe cerebral", lo cual significa que en la hora de la prueba (Mt 13:18-23), respecto a tener la confianza en Dios, optan por otros medios de salvación; obviamente los únicos dos testigos de la salvación personal son Dios y el receptor de la salvación; ningún ser humano puede garantizar de manera fehaciente que alguien es salvo, solo el Espíritu de Dios (Rom 8:16); de la misma manera, ningún ser humano puede declarar la perdición de nadie (Stg 4:12); la única evidencia que tenemos para apreciar la salvación, o el verdadero arrepentimiento de alguien, o el propio, es que a todas luces ha habido un cambio de vida, en el cual no hay jactancias, sino humildad al reconocer delante de los hombres que Dios es el autor de esa nueva vida. Así que no podemos andar por este mundo como jueces, pero sí sabiendo bien que es un hecho que no todos los convertidos han recibido el regalo de Dios; por eso es que Pablo contesta al rey Agripa cuando éste le dice: por poco me persuades a ser cristiano: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas! (Hech 26:29).
Tu hermano, El Predicador
Fernando H. Nava
Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal (Ecl 8:11).
Esta verdad es tan antigua como la misma historia humana; desde el momento en que el hombre tuvo acceso al conocimiento del bien y del mal (Gn 3:22) adquirió la responsabilidad moral de discriminar lo bueno de lo malo, y junto con ello la necesidad de buscar medios para contrarrestar el efecto del mal sobre sí mismo, así su conciencia se volvió el juez señalador de lo que le convenía o no (Rom 2:14-16); es evidente que su conciencia no le dio ningún poder sobre su proclividad hacia el ejercicio del mal (Rom 7:21), tan claro como que Dios lo deja ver en las palabras del Génesis que dicen: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del coraźon de ellos era de continuo solamente el mal (Gn 6:5); No obstante esta verdad, no hay hombre que diga: Yo me voy a dedicar a hacer lo malo; necesitaría que su conciencia estuviera corrompida, lo cual no ocurriría de la noche a la mañana, sino por la constante actitud autodefensiva de no ser calificado como malo, actitud que siempre busca justificar la mala obra, llegando así a llamar a lo malo, bueno (Is 5:20), para poder seguir en ello sin que su conciencia lo moleste; esto ocurre en todos los ámbitos de los quehaceres humanos; social, político, económico, religioso, etc. Por encima de esta realidad, el hombre lleva dentro de sí la necesidad de buscar el bien, para lo cual tiene que echar mano de la virtud heredada de su Creador llamada Autoridad (Rom 13:1), por medio de la cual crea leyes, sea que las escriba sobre papel, o simplemente se manejen por el sentido común, que pretenden mantener en el orden del bien a la sociedad humana, la cual sin duda comienza en la familia, porque ésta es la célula desde donde se marca el color de la sociedad entera; una familia desgobernada sin duda infectará su entorno; se supone que en toda familia se establecen reglas aunque no se pongan por escrito, pero es evidente que el estado actual de la sociedad mundial nos proyecta el estado real de las familias en cuanto a gobernabilidad. A esta altura podemos darnos cuenta que la autoridad ha sido una virtud mal manejada desde los hogares hasta los entornos políticos, reflejados ambos extremos en la vida urbana, formándose un círculo vicioso entre lo general y lo particular; de qué sirve que haya reglas o leyes si no se ejecutan prontamente las sentencias sobre las malas obras; la única explicación a todo esto es el endeble carácter de quien ostenta la autoridad; sea que por manipulación o por conveniencia personal (corrupción) se detenga la justicia; el gran problema generado es el aumento de la disposición hacia el mal, es decir, que el pensamiento generalizado redunda en: "infringe la ley, al cabo no pasa nada", de este modo vemos como la impunidad prevalece; cuando el aumento del mal es tal, ya ningún esfuerzo humano puede detenerlo, sólo la mano de Dios; Asi está consignado en la historia bíblica: Los tiempos de Noé, de Sodoma y Gomorra, de la soberbia de Nabucodonosor y de su hijo Belsasar, y otros tantos ejemplos (1 Cor 10:11). La vertiginosidad de cambios hacia el mal (Mt 24:12) en todos los órdenes de la vida no es otra cosa que el preludio de la intervención de la mano de Dios para establecer su reino prometido, su reino de justicia, y sólo un pequeño remanente se valdrá de los medios de comunicación modernos para anunciar el evangelio a todas las naciones, para testimonio a ellas (Mt 24:14), en medio de la infestacion de falsos maestros y profetas en el ámbito religioso (2 Tim 4:3; 2 P 2:1); no importa cuánta argumentación haya en la filosofía humana para justificar y dar por buenos sus propios caminos, porque Dios no pesa a los hombres por su apariencia exterior, sino sus espíritus, es decir, sus corazones (Prov 16:2; Prov 21:2); y a todas luces el corazón de una aplastante mayoría está dominado por la incredulidad hacia Dios; Dios ha sido convertido en un tema más de la vida, por esta razón el temor de Dios está ausente de ellos; hoy el dios Mamon (el dios de la riqueza) gobierna al mundo; por esto hay guerras desde los hogares hasta las naciones; aunado a esto ha hecho su aparición el Dios ciencia (crecimiento del poder científico y tecnológico, Dn 12:4), que hace pensar a los hombres que allí está la esperanza; cuando no imagina que esto no es otra cosa que un poder siniestro de control sobre la humanidad de parte de las potestades esprirituales de maldad para mantenerlos alejados del conocimiento de Dios. ¿Cuánto tiempo falta? Nadie lo sabe, pero lo seguro es que es inminente; es tiempo del autoexamen para comprobar que la balanza de Dios no nos encuentre faltos en cuanto a la fe (2 Cor 13:5); y así poder enfrentar con denuedo el mal con el bien, y no ser hallados condescendiendo con la degeneración legalizada.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Esta verdad es tan antigua como la misma historia humana; desde el momento en que el hombre tuvo acceso al conocimiento del bien y del mal (Gn 3:22) adquirió la responsabilidad moral de discriminar lo bueno de lo malo, y junto con ello la necesidad de buscar medios para contrarrestar el efecto del mal sobre sí mismo, así su conciencia se volvió el juez señalador de lo que le convenía o no (Rom 2:14-16); es evidente que su conciencia no le dio ningún poder sobre su proclividad hacia el ejercicio del mal (Rom 7:21), tan claro como que Dios lo deja ver en las palabras del Génesis que dicen: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del coraźon de ellos era de continuo solamente el mal (Gn 6:5); No obstante esta verdad, no hay hombre que diga: Yo me voy a dedicar a hacer lo malo; necesitaría que su conciencia estuviera corrompida, lo cual no ocurriría de la noche a la mañana, sino por la constante actitud autodefensiva de no ser calificado como malo, actitud que siempre busca justificar la mala obra, llegando así a llamar a lo malo, bueno (Is 5:20), para poder seguir en ello sin que su conciencia lo moleste; esto ocurre en todos los ámbitos de los quehaceres humanos; social, político, económico, religioso, etc. Por encima de esta realidad, el hombre lleva dentro de sí la necesidad de buscar el bien, para lo cual tiene que echar mano de la virtud heredada de su Creador llamada Autoridad (Rom 13:1), por medio de la cual crea leyes, sea que las escriba sobre papel, o simplemente se manejen por el sentido común, que pretenden mantener en el orden del bien a la sociedad humana, la cual sin duda comienza en la familia, porque ésta es la célula desde donde se marca el color de la sociedad entera; una familia desgobernada sin duda infectará su entorno; se supone que en toda familia se establecen reglas aunque no se pongan por escrito, pero es evidente que el estado actual de la sociedad mundial nos proyecta el estado real de las familias en cuanto a gobernabilidad. A esta altura podemos darnos cuenta que la autoridad ha sido una virtud mal manejada desde los hogares hasta los entornos políticos, reflejados ambos extremos en la vida urbana, formándose un círculo vicioso entre lo general y lo particular; de qué sirve que haya reglas o leyes si no se ejecutan prontamente las sentencias sobre las malas obras; la única explicación a todo esto es el endeble carácter de quien ostenta la autoridad; sea que por manipulación o por conveniencia personal (corrupción) se detenga la justicia; el gran problema generado es el aumento de la disposición hacia el mal, es decir, que el pensamiento generalizado redunda en: "infringe la ley, al cabo no pasa nada", de este modo vemos como la impunidad prevalece; cuando el aumento del mal es tal, ya ningún esfuerzo humano puede detenerlo, sólo la mano de Dios; Asi está consignado en la historia bíblica: Los tiempos de Noé, de Sodoma y Gomorra, de la soberbia de Nabucodonosor y de su hijo Belsasar, y otros tantos ejemplos (1 Cor 10:11). La vertiginosidad de cambios hacia el mal (Mt 24:12) en todos los órdenes de la vida no es otra cosa que el preludio de la intervención de la mano de Dios para establecer su reino prometido, su reino de justicia, y sólo un pequeño remanente se valdrá de los medios de comunicación modernos para anunciar el evangelio a todas las naciones, para testimonio a ellas (Mt 24:14), en medio de la infestacion de falsos maestros y profetas en el ámbito religioso (2 Tim 4:3; 2 P 2:1); no importa cuánta argumentación haya en la filosofía humana para justificar y dar por buenos sus propios caminos, porque Dios no pesa a los hombres por su apariencia exterior, sino sus espíritus, es decir, sus corazones (Prov 16:2; Prov 21:2); y a todas luces el corazón de una aplastante mayoría está dominado por la incredulidad hacia Dios; Dios ha sido convertido en un tema más de la vida, por esta razón el temor de Dios está ausente de ellos; hoy el dios Mamon (el dios de la riqueza) gobierna al mundo; por esto hay guerras desde los hogares hasta las naciones; aunado a esto ha hecho su aparición el Dios ciencia (crecimiento del poder científico y tecnológico, Dn 12:4), que hace pensar a los hombres que allí está la esperanza; cuando no imagina que esto no es otra cosa que un poder siniestro de control sobre la humanidad de parte de las potestades esprirituales de maldad para mantenerlos alejados del conocimiento de Dios. ¿Cuánto tiempo falta? Nadie lo sabe, pero lo seguro es que es inminente; es tiempo del autoexamen para comprobar que la balanza de Dios no nos encuentre faltos en cuanto a la fe (2 Cor 13:5); y así poder enfrentar con denuedo el mal con el bien, y no ser hallados condescendiendo con la degeneración legalizada.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. (Jn 1:9-11)
Quiero comenzar recordando que la palabra mundo tiene tres acepciones básicas; mundo planeta (1 Cor 5:10); mundo humanidad (1 Cor 6:2), y mundo sistema (1 Cor 7:31). Por esta razón es preciso tener cuidado cuando encontramos esta palabra en los textos Escriturales, y aún más por cuanto hay ocasiones en que sus acepciones se encuentran estrechamente asociadas, de tal manera que podríamos sacar conclusiones erradas si leemos superficialmente. A modo de sentar bases, debo decir respecto al verso 4 de Jn 1, que dice: En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, que el hombre tiene la luz de Dios dentro de sí por diseño de creación, explicado esto en Gen 2:7, y entendido por la forma en que Dios le dice a Ezequiel refiriéndose a cuerpos sin vida: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis (Ez 37:5); por esto es que el proverbista dice: Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre (Prov 20:27); la luz de esta lámpara es lo que mantiene con vida al hombre, así mismo, Santiago dice que el cuerpo sin espíritu está muerto (Stg 2:26). Cuando el hombre fue engañado ciertamente murió en el sentido espiritual, es decir, su espíritu quedó separado de la luz de su creador, y su cuerpo comenzó a degradarse para volver a la tierra, por vulnerabilidad ante el tiempo y los distintos enemigos de la vida; no obstante su temporalidad, el mundo humanidad fue generado, primero con hombres que vivían casi un milenio (Gen 5), y después apenas un siglo (Gen 6:3). Ahora bien, debido a la presencia del maligno en este mundo planeta y por su derecho de propiedad legítima del mundo humanidad, la cual le fue cedida por nuestro padre Adán, cosa que Jesús mismo confirma al llamarlo príncipe de este mundo, indujo en el hombre un sistema de vida al cual se le llama mundo, al que podemos visualizar llamándolo: modo de pensar humano, a través del cual generó subsistemas, comenzando por el religioso y luego el económico, el político, el social, y lo más reciente, el científico, que podemos llamar ahora cibernético, el cual está usando para controlar con más eficacia al mundo humanidad. La verdad es que desde los albores de la historia humana estando el hombre ya infectado por el virus de "seréis como Dios" (Gen 3:5) comenzó a exhibir la verdad de que "cada cabeza es un mundo" y así comenzó la lucha de pensamientos, de "puntos de vista"; ante esto, la única forma de manejar masivamente al hombre tenía que ser la creación de liderazgos conforme a ideologías homocéntricas, y aún teocéntricas, todas ellas barnizadas con verdades, pero esencializadas con la mentira; las homocéntricas sustentando la teoría de que "el hombre es el salvador del hombre", las teocéntricas trazando "caminos para llegar a Dios"; todo esto es la esencia del sistema mundo, cuyo propósito es el de mantener ciegos a los hombres respecto al verdadero Dios; La respuesta salvadora de Dios es que la Luz interviniera en el mundo humanidad en forma de hombre, venir a lo que es de su propiedad por derecho de creación; pero esta humanidad no le conoció, y aún le sigue desconociendo por la venda en sus ojos impuesta por este mundo sistema, al cual realmente no le hemos tomado correctamente la medida, en el sentido de la clase de enemigo que es; al presente, el mundo sistema es como una bestia de mil ojos, mil bocas, mil oídos a causa del avance tecnológico-científico; arma perfecta para convertir a los humanos en carne de cañón para su autodestrucción, y no me refiero a la muerte física, sino a la eterna; el mundo sistema es mucho más de lo que solemos llamar religiosamente "el mundo"; no es lo mismo estar en el mundo que ser mundano; una vez que hemos entendido bien a bien lo que es el mundo sistema entenderemos también que hay muchos mundanos con vestiduras de artificiosa blancura religiosa; de allí la expresión de Jesús: sepulcros blanqueados (Mt 23:27). Este mundo es tan sutilmente terrible que, se sabe de un hombre que intentó apartarse del llamado mundo y acabó dándose cuenta que el mundo iba dentro de él; la única solución era que un hombre de carne y hueso venciera al mundo sistema, lo cual ya sucedió, él es Jesucristo hombre; quien pagó con su muerte nuestro rescate de la esclavitud de satanás, y resucitando demostró su victoria sobre la muerte, hacia la cual éramos conducidos; y para que su victoria sea nuestra victoria sólo pide una cosa: CREERLE, por esto es que dice: En el mundo tendréis aflicción; pero CONFIAD, yo he vencido al mundo (Jn 16:33). Y ahora sin duda dice de los que le hemos creído ante el Padre: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17:16). Cuando el apóstol Pablo dice: Despojaos del viejo hombre, que está viciado (conforme al mundo sistema) Ef 4:22, está queriendo decir que la lucha comienza dentro de nosotros, no fuera. Que mi Señor nos alumbre para que sepamos discernir cuánta sutil mundanalidad pretende gobernarnos, para despojarnos de ella en cualquiera de los ámbitos de la vida de este mundo humanidad; sea en el religioso, el económico, el político, el social, o en el de cualquier otra manifestación de este mundo sistema.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Quiero comenzar recordando que la palabra mundo tiene tres acepciones básicas; mundo planeta (1 Cor 5:10); mundo humanidad (1 Cor 6:2), y mundo sistema (1 Cor 7:31). Por esta razón es preciso tener cuidado cuando encontramos esta palabra en los textos Escriturales, y aún más por cuanto hay ocasiones en que sus acepciones se encuentran estrechamente asociadas, de tal manera que podríamos sacar conclusiones erradas si leemos superficialmente. A modo de sentar bases, debo decir respecto al verso 4 de Jn 1, que dice: En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, que el hombre tiene la luz de Dios dentro de sí por diseño de creación, explicado esto en Gen 2:7, y entendido por la forma en que Dios le dice a Ezequiel refiriéndose a cuerpos sin vida: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis (Ez 37:5); por esto es que el proverbista dice: Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre (Prov 20:27); la luz de esta lámpara es lo que mantiene con vida al hombre, así mismo, Santiago dice que el cuerpo sin espíritu está muerto (Stg 2:26). Cuando el hombre fue engañado ciertamente murió en el sentido espiritual, es decir, su espíritu quedó separado de la luz de su creador, y su cuerpo comenzó a degradarse para volver a la tierra, por vulnerabilidad ante el tiempo y los distintos enemigos de la vida; no obstante su temporalidad, el mundo humanidad fue generado, primero con hombres que vivían casi un milenio (Gen 5), y después apenas un siglo (Gen 6:3). Ahora bien, debido a la presencia del maligno en este mundo planeta y por su derecho de propiedad legítima del mundo humanidad, la cual le fue cedida por nuestro padre Adán, cosa que Jesús mismo confirma al llamarlo príncipe de este mundo, indujo en el hombre un sistema de vida al cual se le llama mundo, al que podemos visualizar llamándolo: modo de pensar humano, a través del cual generó subsistemas, comenzando por el religioso y luego el económico, el político, el social, y lo más reciente, el científico, que podemos llamar ahora cibernético, el cual está usando para controlar con más eficacia al mundo humanidad. La verdad es que desde los albores de la historia humana estando el hombre ya infectado por el virus de "seréis como Dios" (Gen 3:5) comenzó a exhibir la verdad de que "cada cabeza es un mundo" y así comenzó la lucha de pensamientos, de "puntos de vista"; ante esto, la única forma de manejar masivamente al hombre tenía que ser la creación de liderazgos conforme a ideologías homocéntricas, y aún teocéntricas, todas ellas barnizadas con verdades, pero esencializadas con la mentira; las homocéntricas sustentando la teoría de que "el hombre es el salvador del hombre", las teocéntricas trazando "caminos para llegar a Dios"; todo esto es la esencia del sistema mundo, cuyo propósito es el de mantener ciegos a los hombres respecto al verdadero Dios; La respuesta salvadora de Dios es que la Luz interviniera en el mundo humanidad en forma de hombre, venir a lo que es de su propiedad por derecho de creación; pero esta humanidad no le conoció, y aún le sigue desconociendo por la venda en sus ojos impuesta por este mundo sistema, al cual realmente no le hemos tomado correctamente la medida, en el sentido de la clase de enemigo que es; al presente, el mundo sistema es como una bestia de mil ojos, mil bocas, mil oídos a causa del avance tecnológico-científico; arma perfecta para convertir a los humanos en carne de cañón para su autodestrucción, y no me refiero a la muerte física, sino a la eterna; el mundo sistema es mucho más de lo que solemos llamar religiosamente "el mundo"; no es lo mismo estar en el mundo que ser mundano; una vez que hemos entendido bien a bien lo que es el mundo sistema entenderemos también que hay muchos mundanos con vestiduras de artificiosa blancura religiosa; de allí la expresión de Jesús: sepulcros blanqueados (Mt 23:27). Este mundo es tan sutilmente terrible que, se sabe de un hombre que intentó apartarse del llamado mundo y acabó dándose cuenta que el mundo iba dentro de él; la única solución era que un hombre de carne y hueso venciera al mundo sistema, lo cual ya sucedió, él es Jesucristo hombre; quien pagó con su muerte nuestro rescate de la esclavitud de satanás, y resucitando demostró su victoria sobre la muerte, hacia la cual éramos conducidos; y para que su victoria sea nuestra victoria sólo pide una cosa: CREERLE, por esto es que dice: En el mundo tendréis aflicción; pero CONFIAD, yo he vencido al mundo (Jn 16:33). Y ahora sin duda dice de los que le hemos creído ante el Padre: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17:16). Cuando el apóstol Pablo dice: Despojaos del viejo hombre, que está viciado (conforme al mundo sistema) Ef 4:22, está queriendo decir que la lucha comienza dentro de nosotros, no fuera. Que mi Señor nos alumbre para que sepamos discernir cuánta sutil mundanalidad pretende gobernarnos, para despojarnos de ella en cualquiera de los ámbitos de la vida de este mundo humanidad; sea en el religioso, el económico, el político, el social, o en el de cualquier otra manifestación de este mundo sistema.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. (Mr. 12:29-31)
En medio de la controvertida interpretación y supuesta ejecución del verbo amar que hay en este mundo, y deseando hacer justicia al origen del verbo, quiero comenzar diciendo que, no es lo mismo amar por mandato que amar por naturaleza. Cuando me refiero a su origen, indudablemente me estoy refiriendo a Dios, no sin dejar de hacer relevante delante de los que confiesan creer en Él y que afirman conocerle, que a Dios nada ni nadie le obliga a amar, Él ama simplemente porque es su naturaleza, es decir, Él es Amor; tal es el testimonio que el apóstol Juan da al escribir: El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor (1 Jn 4:8). En mucho nuestra naturaleza humana interpreta que hay que amar por obediencia, y que por tal razón nos fue dado mandamiento al respecto, y aun interpretamos así el espíritu con el que Jesús responde a sus interlocutores; nos sorprenderá que para nada había en Jesús un espíritu legalista. De una manera singular nos lo muestra cuando el joven rico le pregunta ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? y le dice: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos, (omitiendo curiosamente el primero); y ante la pretensiosa respuesta de aquél joven, que es la de muchos religiosos hasta hoy día, le expresa el doloroso requerimiento de Dios: Renuncia a todo lo que tienes y sígueme (He sintetizado lo que está escrito). Queda claro que el amar a Dios sobre todas las cosas simplemente es imposible, por esto es que sus discípulos se asombraron en gran manera diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? (Mt 19:16-25). La pregunta consecuente que en poco nos atrevemos a hacer es ¿Por qué si Dios conocía nuestra incapacidad para cumplir sus mandamientos por qué nos los dio? Quiero citar aquí al hombre que Dios usó hace muchos años para que yo pudiera responderme al respecto, Oswald Chambers, yo no lo conocí porque murió tres décadas antes de que yo naciera, pero bendigo a mi Señor por sus escritos; esta es su simple afirmación: La obediencia sólo se da entre dos de la misma naturaleza. En unas pocas líneas pude darme cuenta que sin duda Dios quiere que le obedezcamos, sí, pero no con nuestra naturaleza, sino con la de él; por esto es que Jesús les dice a sus discípulos: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lc 18:27); la siguiente pregunta es: ¿Cómo ha hecho posible esto Dios? El apóstol Pablo nos dice cómo; simplemente por medio de la fe (Rom 3:30); esto ha sido así desde nuestro padre Adán; el libro de Hebreos nos da testimonio de ello comenzando con Abel y recorriendo la historia con otros personajes hasta llegar a la aparición de Jesús, en el cual se nos devela el misterio de esta gracia: La justificación por la fe. Por esto es que el apóstol Juan nos dice en el inicio de su evangelio: Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo; y Pablo nos lo confirma al decir: Es por fe, para que sea por gracia (Rom 4:16). Desde los tempranos días de la era cristiana, la gracia ha sido muy mal entendida, de tal manera que aquellos a quienes no les ha amanecido la interpretan como libertinaje (Jud 1:4); la gracia no es otra cosa que la gratuita provisión de la fe, la cual es de la autoría y consumación de Jesucristo (Heb 12:2); la fe es la virtud que Dios da a los hombres para confiar; el problema es que la naturaleza humana empuja a los hombres a poner la confianza en todo menos en Dios, obviamente instigados por el engaño del padre de mentira (2 Cor 11:3); por esto es que el salmista dice: He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, sino que confió en la multitud de sus riquezas, y se mantuvo en su maldad (Sal 52:7). Pero la mayor sutileza, es la de la confianza en la justicia religiosa, es decir, creer que sí podemos agradar a Dios por nuestros medios, dicho de otro modo, que la confianza no está puesta en Dios, sino en la capacidad humana (Rom 9:30-32), cuando con suma claridad la Escritura dice que sin fe es imposible agradar a Dios. A esta altura podemos entender que hay una obediencia agradable a Dios y otra que le ofende (Is 29:13); si nuestra obediencia procede de la nueva naturaleza que nos fue dada al creer en Cristo, entonces habremos cumplido la ley al amar con esa naturaleza que hace posible lo imposible; dicho de otro modo, los hijos de Dios podemos obedecer a Dios porque nos ha sido dada su naturaleza en Cristo; los incrédulos sólo obedecen a aquel de quien son esclavos, no importa lo religiosos que sean, por esto es que Jesús les dijo a aquellos religiosos: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Jn 8:44). Para los verdaderos creyentes los dos grandes mandamientos no son una carga imposible de llevar, sino una promesa cumplida por Dios mismo, en los que QUIEREN CREER.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
En medio de la controvertida interpretación y supuesta ejecución del verbo amar que hay en este mundo, y deseando hacer justicia al origen del verbo, quiero comenzar diciendo que, no es lo mismo amar por mandato que amar por naturaleza. Cuando me refiero a su origen, indudablemente me estoy refiriendo a Dios, no sin dejar de hacer relevante delante de los que confiesan creer en Él y que afirman conocerle, que a Dios nada ni nadie le obliga a amar, Él ama simplemente porque es su naturaleza, es decir, Él es Amor; tal es el testimonio que el apóstol Juan da al escribir: El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor (1 Jn 4:8). En mucho nuestra naturaleza humana interpreta que hay que amar por obediencia, y que por tal razón nos fue dado mandamiento al respecto, y aun interpretamos así el espíritu con el que Jesús responde a sus interlocutores; nos sorprenderá que para nada había en Jesús un espíritu legalista. De una manera singular nos lo muestra cuando el joven rico le pregunta ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? y le dice: Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos, (omitiendo curiosamente el primero); y ante la pretensiosa respuesta de aquél joven, que es la de muchos religiosos hasta hoy día, le expresa el doloroso requerimiento de Dios: Renuncia a todo lo que tienes y sígueme (He sintetizado lo que está escrito). Queda claro que el amar a Dios sobre todas las cosas simplemente es imposible, por esto es que sus discípulos se asombraron en gran manera diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? (Mt 19:16-25). La pregunta consecuente que en poco nos atrevemos a hacer es ¿Por qué si Dios conocía nuestra incapacidad para cumplir sus mandamientos por qué nos los dio? Quiero citar aquí al hombre que Dios usó hace muchos años para que yo pudiera responderme al respecto, Oswald Chambers, yo no lo conocí porque murió tres décadas antes de que yo naciera, pero bendigo a mi Señor por sus escritos; esta es su simple afirmación: La obediencia sólo se da entre dos de la misma naturaleza. En unas pocas líneas pude darme cuenta que sin duda Dios quiere que le obedezcamos, sí, pero no con nuestra naturaleza, sino con la de él; por esto es que Jesús les dice a sus discípulos: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lc 18:27); la siguiente pregunta es: ¿Cómo ha hecho posible esto Dios? El apóstol Pablo nos dice cómo; simplemente por medio de la fe (Rom 3:30); esto ha sido así desde nuestro padre Adán; el libro de Hebreos nos da testimonio de ello comenzando con Abel y recorriendo la historia con otros personajes hasta llegar a la aparición de Jesús, en el cual se nos devela el misterio de esta gracia: La justificación por la fe. Por esto es que el apóstol Juan nos dice en el inicio de su evangelio: Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo; y Pablo nos lo confirma al decir: Es por fe, para que sea por gracia (Rom 4:16). Desde los tempranos días de la era cristiana, la gracia ha sido muy mal entendida, de tal manera que aquellos a quienes no les ha amanecido la interpretan como libertinaje (Jud 1:4); la gracia no es otra cosa que la gratuita provisión de la fe, la cual es de la autoría y consumación de Jesucristo (Heb 12:2); la fe es la virtud que Dios da a los hombres para confiar; el problema es que la naturaleza humana empuja a los hombres a poner la confianza en todo menos en Dios, obviamente instigados por el engaño del padre de mentira (2 Cor 11:3); por esto es que el salmista dice: He aquí el hombre que no puso a Dios por su fortaleza, sino que confió en la multitud de sus riquezas, y se mantuvo en su maldad (Sal 52:7). Pero la mayor sutileza, es la de la confianza en la justicia religiosa, es decir, creer que sí podemos agradar a Dios por nuestros medios, dicho de otro modo, que la confianza no está puesta en Dios, sino en la capacidad humana (Rom 9:30-32), cuando con suma claridad la Escritura dice que sin fe es imposible agradar a Dios. A esta altura podemos entender que hay una obediencia agradable a Dios y otra que le ofende (Is 29:13); si nuestra obediencia procede de la nueva naturaleza que nos fue dada al creer en Cristo, entonces habremos cumplido la ley al amar con esa naturaleza que hace posible lo imposible; dicho de otro modo, los hijos de Dios podemos obedecer a Dios porque nos ha sido dada su naturaleza en Cristo; los incrédulos sólo obedecen a aquel de quien son esclavos, no importa lo religiosos que sean, por esto es que Jesús les dijo a aquellos religiosos: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Jn 8:44). Para los verdaderos creyentes los dos grandes mandamientos no son una carga imposible de llevar, sino una promesa cumplida por Dios mismo, en los que QUIEREN CREER.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron; Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. (Jud 5-6) No hay ninguna duda de que el énfasis en la doctrina apostólica y profética redundaba siempre en llamar a los hombres a poner su confianza en el Señor, es decir, a creer que Dios es Dios (Is 45:21; Heb 11:6). En este caso, Judas les trae a la memoria a los creyentes el ejemplo de incredulidad manifiesta en el pueblo sacado de Egipto, refiriéndose en particular al juicio de destrucción sobre los incrédulos; esto nos llama a entender que Dios remite la conducta pecaminosa del hombre (2 Sam 12:13), pero nunca la incredulidad (Hech 10:43; 1 P 2:6; Jn 3:18), lo cual fue muy claramente afirmado por el Señor Jesús diciendo: pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios; lo cual es equivalente a la blasfemia contra el Espíritu, dicho de otro modo: Atribuír la obra de Dios a todo menos a Dios, que es lo mismo que decir al Espíritu. El Señor les otorgó la dignidad de ser llamados el pueblo de Dios, dignidad que los identificaba con la misma dignidad de su creador, en la cual no había otro modo de permanecer sino por la fe; ni más ni menos, Dios fue objeto de su menosprecio; actitud no nueva en el ser humano, puesto que existía y existe como una infección heredada, la cual tuvo su origen en el huerto del Edén, transmitida por el espíritu enemigo de Dios, por no decir los espíritus enemigos: Satanás, la serpiente antigua, y sus huestes, a las cuales Judas se refiere diciendo: y a los ángeles que no guardaron su dignidad. Es necesario que establezcamos correctamente el concepto de la palabra dignidad desde la perspectiva bíblica, porque ésta es ni más ni menos que el mayor tesoro que Dios otorga a su creación, de la cual el hombre es la corona; humanamente la hemos reducido al concepto de la valía moral, del amor propio, o de la ostentación de títulos honorificos o de puestos de poder; la dignidad dada por Dios es infinitamente más que eso, es su mismo nombre y personalidad puestos sobre el hombre, de tal modo que fue creado a su imagen y semejanza, por tal razón somos llamados hijos de Dios, de donde se desprende que no hay algo de más valía que esta dignidad; nuestros primeros padres la desecharon al darle más credibilidad al enemigo de Dios, es decir, lo que era de Dios se lo dieron al enemigo, al padre de mentira; obviamente Dios sabía que fueron engañados, por esto es que inmediatamente les mostró el camino de retorno a esta dignidad perdida: ejercer nuevamente fe en su Creador. Adán se convierte así en el primer profeta de Dios para llamar a su descendencia a poner su confianza en Dios; el gran misterio que no entenderemos sino sólo hasta que venga lo perfecto es por qué no todos los hombres quieren creer; ¿Por qué un Caín? y ¿Por qué un Abel?. Hace unos días vi a un indigente muy sucio arrastrando su también sucia cobija, y pensé: Cómo este hombre ha llegado a tal carencia de dignidad que lo muestra aún al arrastrar su cobija; inmediatamente el Espíritu me habló diciendo: Fernando, los hombres arrastran su dignidad de muy diferentes modos, unos de manera visible, y otros ocultos detrás de sus propios valores creados (religiosos, humanistas, intelectuales), pero en todos el origen es el mismo: Han menospreciado mi dignidad a causa de su incredulidad, dicen creer en mí, pero su fe está sólo en sus labios (Is 29:13); me he manifestado a ellos de modos prodigiosos, les he hablado muchas veces y de muchas maneras, y la más sublime es la de tomar forma de hombre (Fil 2: 7-8) ofreciendo mi sangre para pagar su deuda de pecado a causa de su incredulidad heredada, y resucitando de entre los muertos como prueba indubitable de que YO SOY (Ex 3:14), y es doloroso que haciendo su salvación tan fácil no la quieran aceptar, porque no quieren creer que YO SOY quien les ama con amor eterno (Jer 31:3), y que quiero llamarles hijos míos (1 Jn 3:1). Ahora bien, si decimos que ya hemos creído la pregunta es: ¿Estamos viviendo a la altura de su dignidad? Y la verdad no me estoy refiriendo a conducta o costumbres, no, sino a que si estamos día con día permaneciendo en creer que él ha hecho nacer dentro de nosotros un hombre nuevo (1 P 1:3), el cual se muestra delante del mundo no por nuestro poder, sino por el de Dios, cuya consigna es alumbrar a los que están buscando el camino a Dios (Mt 5:14), de tal modo que no vean en nosotros a proselitistas religiosos, sino a hombres comunes y corrientes que saben hacerse a los demás con comprensión y amor (1 Cor 9:22), con tal de que oigan el llamado de Dios en sus corazones. Que mi Señor despierte nuestra sensibilidad, si se ha quedado dormida.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Venid, ved las obras de Jehová, Que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, Y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Sal 46:8-11)
Cuando tenemos en cuenta que el Señor Jesús dijo: Y la Escritura no puede ser quebrantada (Jn 10:35), después de haber citado el Salmo de Asaf (Sal 82:6), sin duda hemos de aceptar que las declaraciones encerradas en las líneas del encabezado tampoco pueden ser quebrantadas, las cuales a todas luces nos muestran un marcado contraste en el modo de proceder de Dios para con los hombres, y que tienen el propósito de hacernos entender que nada de lo que acontece en la tierra está fuera de su dominio ni de su voluntad; estando así persuadidos, no tenemos otro camino más que buscar que su Espíritu nos revele cómo hemos de aplicarlas en nuestra vida, tanto individual como colectiva. Esta palabra comienza con un llamado a mirar la mano de Dios en todo lo que nos rodea, porque sabe bien él que somos dados a atribuír las causas de los acontecimientos a cosas fortuitas, arrastrados por el humanismo, haciéndolo ver a Dios como el que echó a andar la historia humana, pero que no tiene control sobre su curso. No es posible ignorar que a través de más de un profeta Dios se encargó de decirnos todo lo contrario; como ejemplo, por medio de Isaías nos dice: ...que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto (Is 45:7). Por esto, es que en primer término el salmista dice: Que ha puesto asolamientos en la tierra; asolamiento quiere decir ruina, devastación, destrucción; y cuando, con honestidad hacemos balance, hemos de aceptar que es el mismo hombre el mayor destructor de su entorno, y el más trágico modo de hacerlo es por medio de la guerra, la cual es la manifestación de la locura autodestructiva; en tiempos remotos era cuerpo a cuerpo, hoy es desde lejos echando mano de la inteligencia tecnológica con mayor poder destructivo; este es el asolamiento ancestral que Dios ha permitido y que será el segundo paréntesis que cerrará la historia: El armagedón. Pareciera, pues, que la guerra es un mal necesario; que deja ver dos tipos de hombres, los de paz y los violentos; los que aman la paz buscan construir, los violentos, pretextos para destruír. Por causa de los hombres de paz es que Dios mete su mano en la historia para hacer cesar las guerras, trastornando la inteligencia de los violentos, porque está visto que la violencia infecta a las mayorías y los hombres de paz aparecen siempre como víctimas; y cuando vienen tiempos de paz en lugar de cultivarla pareciera que esas mayorías hacen preparativos para la siguiente guerra, y para justificarlo argumentan que son estrategias disuasivas; no acabamos de aprender que la paz no se estaciona, que su dinamismo es tal que, si la descuidamos, la guerra ocupa su lugar. Algo que nos pasa desapercibido es que el germen de las guerras bélicas no está en el trato de nación con nación, sino de individuo a individuo, por eso es que Santiago dice: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (Stg 4:1). Si tuviéreamos el tino de resolver esto en lo individual no tendríamos estos desastres colectivos; hoy con suma facilidad se dan los pleitos conyugales, las confrontaciones entre padres e hijos, amotinamientos callejeros, y en suma una actitud urbana que vive a la defensiva; en medio de todo esto, Dios conoce bien a los pacificadores, por causa de los cuales dice: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; y entonces su paz, que sobrepasa todo entendimiento nos hace exclamar (Fil 4:7): Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. No obstante que oigamos con mayor intensidad los cascos del caballo bermejo, cuyo jinete viene con poder para quitar la paz de la tierra; nosotros hemos de permanecer ejercitando la justicia, porque la paz huye frente a la injusticia, pero mantiene un romance con la justicia; por eso es que el salmista dice: La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron (Sal 85:10). Que mi Señor mantenga gobernados nuestros corazones con su paz (Col 3:15), y sepamos vivir con sabiduría en medio de estos tiempos de rumores de guerras (Mt 24:6), esperando con paciencia ver cómo Su nombre ha de ser enaltecido en la tierra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Cuando tenemos en cuenta que el Señor Jesús dijo: Y la Escritura no puede ser quebrantada (Jn 10:35), después de haber citado el Salmo de Asaf (Sal 82:6), sin duda hemos de aceptar que las declaraciones encerradas en las líneas del encabezado tampoco pueden ser quebrantadas, las cuales a todas luces nos muestran un marcado contraste en el modo de proceder de Dios para con los hombres, y que tienen el propósito de hacernos entender que nada de lo que acontece en la tierra está fuera de su dominio ni de su voluntad; estando así persuadidos, no tenemos otro camino más que buscar que su Espíritu nos revele cómo hemos de aplicarlas en nuestra vida, tanto individual como colectiva. Esta palabra comienza con un llamado a mirar la mano de Dios en todo lo que nos rodea, porque sabe bien él que somos dados a atribuír las causas de los acontecimientos a cosas fortuitas, arrastrados por el humanismo, haciéndolo ver a Dios como el que echó a andar la historia humana, pero que no tiene control sobre su curso. No es posible ignorar que a través de más de un profeta Dios se encargó de decirnos todo lo contrario; como ejemplo, por medio de Isaías nos dice: ...que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto (Is 45:7). Por esto, es que en primer término el salmista dice: Que ha puesto asolamientos en la tierra; asolamiento quiere decir ruina, devastación, destrucción; y cuando, con honestidad hacemos balance, hemos de aceptar que es el mismo hombre el mayor destructor de su entorno, y el más trágico modo de hacerlo es por medio de la guerra, la cual es la manifestación de la locura autodestructiva; en tiempos remotos era cuerpo a cuerpo, hoy es desde lejos echando mano de la inteligencia tecnológica con mayor poder destructivo; este es el asolamiento ancestral que Dios ha permitido y que será el segundo paréntesis que cerrará la historia: El armagedón. Pareciera, pues, que la guerra es un mal necesario; que deja ver dos tipos de hombres, los de paz y los violentos; los que aman la paz buscan construir, los violentos, pretextos para destruír. Por causa de los hombres de paz es que Dios mete su mano en la historia para hacer cesar las guerras, trastornando la inteligencia de los violentos, porque está visto que la violencia infecta a las mayorías y los hombres de paz aparecen siempre como víctimas; y cuando vienen tiempos de paz en lugar de cultivarla pareciera que esas mayorías hacen preparativos para la siguiente guerra, y para justificarlo argumentan que son estrategias disuasivas; no acabamos de aprender que la paz no se estaciona, que su dinamismo es tal que, si la descuidamos, la guerra ocupa su lugar. Algo que nos pasa desapercibido es que el germen de las guerras bélicas no está en el trato de nación con nación, sino de individuo a individuo, por eso es que Santiago dice: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (Stg 4:1). Si tuviéreamos el tino de resolver esto en lo individual no tendríamos estos desastres colectivos; hoy con suma facilidad se dan los pleitos conyugales, las confrontaciones entre padres e hijos, amotinamientos callejeros, y en suma una actitud urbana que vive a la defensiva; en medio de todo esto, Dios conoce bien a los pacificadores, por causa de los cuales dice: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; y entonces su paz, que sobrepasa todo entendimiento nos hace exclamar (Fil 4:7): Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. No obstante que oigamos con mayor intensidad los cascos del caballo bermejo, cuyo jinete viene con poder para quitar la paz de la tierra; nosotros hemos de permanecer ejercitando la justicia, porque la paz huye frente a la injusticia, pero mantiene un romance con la justicia; por eso es que el salmista dice: La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron (Sal 85:10). Que mi Señor mantenga gobernados nuestros corazones con su paz (Col 3:15), y sepamos vivir con sabiduría en medio de estos tiempos de rumores de guerras (Mt 24:6), esperando con paciencia ver cómo Su nombre ha de ser enaltecido en la tierra.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (Mt 4:17) La declaración: El reino de los cielos se ha acercado, se hace manifiesta a oídos de los hombres en tres ocasiones relevantes, consignadas en el Evangelio de Mateo; primero, por medio de Juan el Bautista en el inicio de su predicación (Mt 3:1-2); en seguida por medio de Jesús de Nazareth, también en el inicio de su predicación (Mt 4:17); y por tercera vez, como instrucción dada por Jesús a sus discípulos al enviarlos a predicar (Mt 10:7). Esto de ninguna manera nos debe pasar desapercibido, y es muy necesario que le prestemos la atención debida, porque tal declaración es la nota armónica alrededor de la cual está construída la sinfonía que la iglesia de Cristo ha de corear hasta la consumación de los tiempos, que podemos llamar la predicación del evangelio o del reino de Dios. Hemos de entender, pues, que esta declaración ha de ser la sustancia que llene el caminar de la iglesia hasta su regreso. Comencemos estableciendo el significado de esta declaración; partamos de la premisa de que Dios tiene un reino, verdad testificada por Jesús en su enseñanza del Padre Nuestro (Mt 6:10), el cual existe desde antes de la fundación del mundo, y que todo hombre que dice que cree en su existencia lo acepta, precisamente por la fe; enseguida, veamos qué quiere decir se ha acercado; ¿Querrá decir que está por allí en algún lugar cercano, y por eso no vemos que tome las riendas de este caótico mundo? Jesús mismo da la respuesta cuando les dice a sus oponentes que lo acusaban de echar fuera demonios por Beelzebú: Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros (Lc 11:20); si él dice: ha llegado, entonces quiere decir que ya está aquí; y si ya está aquí, ¿Cómo debemos visualizarlo? Afirmemos primero esto, para que haya un reino es necesario que haya un rey y súbditos; bueno, el rey ya se ha manifestado, y probó ser el Rey de reyes al establecer su singularidad como hombre, coronándola con su resurrección; y luego, ¿Dónde están los súbditos? Aquí es donde hemos de valernos de la fe que decimos tener para entender que en primer término ellos son espíritus que habitan con él en los cielos desde la eternidad, por esto es que se le llama el Padre de los espíritus (Heb 12:9); y en seguida están los habitantes de este mundo, los que por la fe se han constituído en hijos de Dios, antes de su aparición en carne (1 Tim 3:16) y después de ella (Jn 3:5); por esto es que Jesús dice a sus oponentes: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, refiriéndose a los hombres que creyeron en él (Lc 20:37-38). Cuando Jesús dijo a Pilatos: mi reino no es de este mundo; quiso decir que su reino no se sustenta en los principios que rigen a los reinos de este mundo, no que su reino no estaba aquí. El punto es que Jesús se fué y prometió volver para establecer su reinado físico anulando a todos los reinos de este mundo (Ap 11:15) y nos dejó en un estado de "ya, y todavía no"; es decir, que los que hemos creído en Jesucristo y por ello nacido del Espíritu hemos pasado a ser parte de sus súbditos y así llamados a echar mano de la vida eterna para vivir sujetos a ese reino invisible que fue prometido, que se manifestará en el último gran día de esta historia, así que ya estamos viviendo en los postreros días, pero todavía no llega el último; mientras tanto no hay otro modo de vivir en él sino por la fe; por esto es que el mundo ha llamado y sigue llamando locos a los que aclaman a un rey que no se ve, pero que no por esto deja de ser real; este mundo echa mano de sus armas para atacar el reino de Dios, siendo nosotros parte de él seremos atacados de un modo u otro, lo cual implica tribulaciones, pero nos fueron dadas armas para la defensa (2 Cor 10:3-4), armas que nada tienen que ver con las de este mundo, pero poderosas para derribar fortalezas, la dignidad que nos fue conferida nos mantiene firmes y caminando para ser tenidos como dignos del reino de Dios (2 Tes 1:4-5). Ahora bien, es del todo nececesario preguntarnos, sea como individuos o como colectividad: ¿Realmente somos conscientes de estar viviendo sujetos al Rey y a sus mandamientos, siendo parte de esa sinfonía que anuncia al mundo el reino de Dios, o sólo somos practicantes de cultos y ritos vacíos de su presencia? ¿Somos realmente como el viento, que ni sabe de dónde viene, ni a dónde va, por haber nacido del Espíritu? ¿Estamos tan inmersos en los afanes de este mundo que ni cuenta nos damos de cuánto vivimos de acuerdo a él y cuánto no conforme al reino de Dios? ¿Están las familias y congregaciones que proclaman a Jesús como Rey de reyes viviendo de acuerdo a sus principios? Tal parece que se hace necesaria, en mucho, la exhortación con que comenzó la predicación: Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado. Lo cual se puede decir de este modo: Cambien de modo de pensar, crean al evangelio, y dejen de vivir de acuerdo a este mundo, y sujétense a los principios del reino de Dios. Lo sorprendente es que estas palabras fueron dichas a gente que se consideraba religiosa. Que mi Señor nos de la gracia de conocer el profundo significado de: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia (Mt 6:33).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. (Stg 1:26-27)
Si bien el apóstol Santiago dirige su carta a judíos esto no quiere decir que los gentiles quedaran exentos de someterse a su exhortación; sin duda, que su entorno de vida social y religioso era semejante al de ellos, pero por cuanto los primeros cristianos fueron judíos es de entenderse el por qué de ponerlos como destinatarios, pero aún más, por la necesidad de enfocarlos en la fe en el Señor Jesucristo, y sacarlos de su acendrada confianza en su propia justicia religiosa judía; por esto es que vemos que usa esta expresión: Si alguno se cree religioso. No obstante que en el nuevo testamento la palabra religión se encuentra mencionada sólo cuatro veces, (Dos en Hechos y dos en Santiago), esto no quiere decir que tuviera una connotación como la que tenemos de ella después de dos mil años; por supuesto que no, cuando se hacía alusión a ella, se daba por entendido que consistía en un conjunto de leyes y rituales cúlticos ordenados por Dios para estar en buena relación con él (Hech 26:5), obviamente en este caso por el Dios de los hebreos; el punto es que tanto en aquel tiempo como hoy, había gente religiosa autoengañada, es decir, que creen su propia mentira en el sentido de que se está bien con Dios sólo por guardar costumbres religiosas que tienen que ver con guardar festividades o ceremonias rituales tenidas como ordenanzas (Gal 4:10); que sin duda tienen el propósito de mostrar a Dios, pero que por la natural ceguera no lo ven y por tanto no le creen para así proyectarlo en la vida diaria (Mt 15:11-14), por cuanto sus modos de conducirse en el trato con sus semejantes no son congruentes con la práctica religiosa. La palabra religión en su correcta concepción quiere decir espiritualidad conforme a Dios, es decir, proyección de la naturaleza de Dios dentro de los hombres; pero obviamente ésta no se obtiene sino por la fe del corazón (Rom 10:10); así que, no es ni por herencia, ni por adoptar costumbres religiosas (Col 2:20-23). Ahora bien, Santiago nos enseña que la manera más simple que el hombre tiene para mostrar lo que realmente trae por dentro es el ejercicio de su lengua; es decir, que en mucho, los hombres hablan sólo porque tienen boca, y presentan verborrea (falta de freno al hablar) en mayor o menor grado; unos la usan para agredir, otros para lisonjear, para el chisme, y otros simplemente para llenar su ocio; para refrenar la lengua se necesita la virtud espiritual llamada dominio propio, el cual es una de las facetas del fruto del Espíritu de Dios a través del hombre; por esto es que Jesús dice: ...que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio (Mt 12:36), el problema es que los oyentes incrédulos dan la mala reputación a la religión y no a ese que se cree religioso; así que Santiago se ve en la necesidad de hacer claro el concepto de la palabra religión desde la perspectiva de Dios, y sin aludir a definiciones abstractas o rimbombantes simplemente habla de las acciones simples que muestran la presencia de Dios en un hombre, esto es, las acciones que muestran el amor al prójimo; y es que el que ama ha cumplido la ley, así lo escribe el Apóstol Pablo (Rom 13:8). Santiago, enseguida dice: y guardarse sin mancha del mundo; la primera parte no parece difícil de comprenderse, pero la segunda, debido al llamado legalismo de muchos, es necesario hacer algunas puntualizaciones; la pregunta que de esto nos debiéramos hacer es ¿En qué consiste el fango de este mundo con el cual nos podemos manchar? Lo mas simple de pensar es en lo que se refiere a cosas que tienen que ver con las inclinaciones de la sensualidad humana, es decir, ser seducido por el agradar los cinco sentidos; y la verdad la lista sería larga, pero nos asombraremos al descubrir que lo mundano está metido en lo que menos imaginamos; así que mejor preguntémosnos: ¿Qué es el mundo? Iniciemos diferenciando las tres acepciones de la palabra mundo: mundo planeta; mundo gente, y mundo sistema; inmediatamente vemos que las manchas no vienen del planeta, ni de la gente, sino del mundo sistema, es decir, del modo de pensar humano, el cual ha sido inducido en los hombres por el enemigo de Dios, por eso es que Pablo dice: no hemos recibido el espíritu del mundo (1 Cor 2:12); ahora bien, este mundo sistema tiene varias facetas, básicamente el económico, el político, el social, y el religioso; todos ellos no aceptan el modo de pensar de Dios, aunque en el religioso se hable mucho de Dios, de hecho este es el más peligroso, porque el maligno con todo el poder de engaño que tiene, siempre intenta hacerse pasar por Dios y lograr ser adorado como Dios (2 Tes 2:4) . Ahora sí podemos entender lo que significa guardarse sin mancha del mundo; si la economía es para ti lo que es para los incrédulos (Mt (6:24), entonces estás manchado; si la política te hace andar en partidismos humanistas ((1 Cor 1:10- 13), entonces estás manchado; si las modas sociales en cualesquiera de sus formas te dominan (1 Jn 2:15), entonces estás manchado; si en lo religioso piensas que estás bien con Dios por las cosas que haces o dejas de hacer (Col 2:8-23), entonces estás manchado; a esta altura ya estarás preguntándote: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? La respuesta la dio el mismo Jesús: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. (Lc 18:27). Hay un sólo modo de entenderlo: VIVIR POR FE; desde la antigüedad fue dicho: el justo por su fe vivirá (Hab 2:4; Rom 1:17), dicho de otro modo: Lo que nos hace justos delante de Dios es que ejerzamos fe en él; porque sin fe es imposible agradar a Dios; creerle a Dios nos moverá a guardar la sana costumbre de limpiarnos del fango del mundo mediante la confesión 1 Juan 1:7-10), esto es lo que quiso Jesús que entendieran sus discípulos cuando dijo a Pedro: El que ya está lavado, no necesita sino lavarse los pies, esto es una metáfora, de que nuestro caminar por el mundo siempre nos hará susceptibles de resbalar en medio de la suciedad (Gal 6:1). Santiago mismo nos da a entender esto al decir: Pero ningún hombre puede domar la lengua; así que si queremos darle la veracidad que le corresponde a nuestra religión sólo hagamos dos cosas: Hagamos bien al que nos necesita, y lavémonos mediante la confesión (1 Juan 1:7-10) de las manchas del mundo, entre las cuales inevitablemente nos movemos (1 Cor 5:9-11).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Si bien el apóstol Santiago dirige su carta a judíos esto no quiere decir que los gentiles quedaran exentos de someterse a su exhortación; sin duda, que su entorno de vida social y religioso era semejante al de ellos, pero por cuanto los primeros cristianos fueron judíos es de entenderse el por qué de ponerlos como destinatarios, pero aún más, por la necesidad de enfocarlos en la fe en el Señor Jesucristo, y sacarlos de su acendrada confianza en su propia justicia religiosa judía; por esto es que vemos que usa esta expresión: Si alguno se cree religioso. No obstante que en el nuevo testamento la palabra religión se encuentra mencionada sólo cuatro veces, (Dos en Hechos y dos en Santiago), esto no quiere decir que tuviera una connotación como la que tenemos de ella después de dos mil años; por supuesto que no, cuando se hacía alusión a ella, se daba por entendido que consistía en un conjunto de leyes y rituales cúlticos ordenados por Dios para estar en buena relación con él (Hech 26:5), obviamente en este caso por el Dios de los hebreos; el punto es que tanto en aquel tiempo como hoy, había gente religiosa autoengañada, es decir, que creen su propia mentira en el sentido de que se está bien con Dios sólo por guardar costumbres religiosas que tienen que ver con guardar festividades o ceremonias rituales tenidas como ordenanzas (Gal 4:10); que sin duda tienen el propósito de mostrar a Dios, pero que por la natural ceguera no lo ven y por tanto no le creen para así proyectarlo en la vida diaria (Mt 15:11-14), por cuanto sus modos de conducirse en el trato con sus semejantes no son congruentes con la práctica religiosa. La palabra religión en su correcta concepción quiere decir espiritualidad conforme a Dios, es decir, proyección de la naturaleza de Dios dentro de los hombres; pero obviamente ésta no se obtiene sino por la fe del corazón (Rom 10:10); así que, no es ni por herencia, ni por adoptar costumbres religiosas (Col 2:20-23). Ahora bien, Santiago nos enseña que la manera más simple que el hombre tiene para mostrar lo que realmente trae por dentro es el ejercicio de su lengua; es decir, que en mucho, los hombres hablan sólo porque tienen boca, y presentan verborrea (falta de freno al hablar) en mayor o menor grado; unos la usan para agredir, otros para lisonjear, para el chisme, y otros simplemente para llenar su ocio; para refrenar la lengua se necesita la virtud espiritual llamada dominio propio, el cual es una de las facetas del fruto del Espíritu de Dios a través del hombre; por esto es que Jesús dice: ...que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio (Mt 12:36), el problema es que los oyentes incrédulos dan la mala reputación a la religión y no a ese que se cree religioso; así que Santiago se ve en la necesidad de hacer claro el concepto de la palabra religión desde la perspectiva de Dios, y sin aludir a definiciones abstractas o rimbombantes simplemente habla de las acciones simples que muestran la presencia de Dios en un hombre, esto es, las acciones que muestran el amor al prójimo; y es que el que ama ha cumplido la ley, así lo escribe el Apóstol Pablo (Rom 13:8). Santiago, enseguida dice: y guardarse sin mancha del mundo; la primera parte no parece difícil de comprenderse, pero la segunda, debido al llamado legalismo de muchos, es necesario hacer algunas puntualizaciones; la pregunta que de esto nos debiéramos hacer es ¿En qué consiste el fango de este mundo con el cual nos podemos manchar? Lo mas simple de pensar es en lo que se refiere a cosas que tienen que ver con las inclinaciones de la sensualidad humana, es decir, ser seducido por el agradar los cinco sentidos; y la verdad la lista sería larga, pero nos asombraremos al descubrir que lo mundano está metido en lo que menos imaginamos; así que mejor preguntémosnos: ¿Qué es el mundo? Iniciemos diferenciando las tres acepciones de la palabra mundo: mundo planeta; mundo gente, y mundo sistema; inmediatamente vemos que las manchas no vienen del planeta, ni de la gente, sino del mundo sistema, es decir, del modo de pensar humano, el cual ha sido inducido en los hombres por el enemigo de Dios, por eso es que Pablo dice: no hemos recibido el espíritu del mundo (1 Cor 2:12); ahora bien, este mundo sistema tiene varias facetas, básicamente el económico, el político, el social, y el religioso; todos ellos no aceptan el modo de pensar de Dios, aunque en el religioso se hable mucho de Dios, de hecho este es el más peligroso, porque el maligno con todo el poder de engaño que tiene, siempre intenta hacerse pasar por Dios y lograr ser adorado como Dios (2 Tes 2:4) . Ahora sí podemos entender lo que significa guardarse sin mancha del mundo; si la economía es para ti lo que es para los incrédulos (Mt (6:24), entonces estás manchado; si la política te hace andar en partidismos humanistas ((1 Cor 1:10- 13), entonces estás manchado; si las modas sociales en cualesquiera de sus formas te dominan (1 Jn 2:15), entonces estás manchado; si en lo religioso piensas que estás bien con Dios por las cosas que haces o dejas de hacer (Col 2:8-23), entonces estás manchado; a esta altura ya estarás preguntándote: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? La respuesta la dio el mismo Jesús: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. (Lc 18:27). Hay un sólo modo de entenderlo: VIVIR POR FE; desde la antigüedad fue dicho: el justo por su fe vivirá (Hab 2:4; Rom 1:17), dicho de otro modo: Lo que nos hace justos delante de Dios es que ejerzamos fe en él; porque sin fe es imposible agradar a Dios; creerle a Dios nos moverá a guardar la sana costumbre de limpiarnos del fango del mundo mediante la confesión 1 Juan 1:7-10), esto es lo que quiso Jesús que entendieran sus discípulos cuando dijo a Pedro: El que ya está lavado, no necesita sino lavarse los pies, esto es una metáfora, de que nuestro caminar por el mundo siempre nos hará susceptibles de resbalar en medio de la suciedad (Gal 6:1). Santiago mismo nos da a entender esto al decir: Pero ningún hombre puede domar la lengua; así que si queremos darle la veracidad que le corresponde a nuestra religión sólo hagamos dos cosas: Hagamos bien al que nos necesita, y lavémonos mediante la confesión (1 Juan 1:7-10) de las manchas del mundo, entre las cuales inevitablemente nos movemos (1 Cor 5:9-11).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mt 11:28)
No obstante que estos tres versículos parecen ser muy sencillos de entender, tienen dentro de sí un caudal de profundidad, que con seguridad los que se han detenido a meditar en ellos han encontrado mucho más de lo que parecen decir a simple vista; desde luego que esto tiene que ser el resutado de inquirir con disposición del corazón delante de Aquél que da la sabiduría y el conocimiento a los hombres (Sal 27:4; Prov 2:6). Así que para este fin, hemos de abordarlos haciendo preguntas a quien las dijo, porque de esto se agrada el Señor, tanto que le dice a su profeta: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré.. (Jer 33:3). Comencemos por preguntar ¿Quiénes son esos “todos” a los que se dirige el Señor? La respuesta la encontraremos si vamos a las mismas palabras dichas por Jesús: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. (Mt 9:12); sin duda, esto nos llevará a la conclusión de que delante de Dios no hay ni uno solo que esté exento de la infección del pecado, así que por lo tanto, no hay un sólo hombre que no esté caminando bajo la carga y la aflicción producida por él (Rom 3:23), cosas que muy comunmente sólo apreciamos por lo visible de la vida, sin darnos cuenta que la carga que llevan todos los hombres, es la consciencia de existencia individual que nos hace preguntarnos ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy? Esta individualidad se hace patente en el hecho de saber que nadie puede estar en mi lugar, que nadie puede sentir lo que yo siento, que no hay nadie que cuide de mi vida en todos sus detalles (Sal 142:4) y me lleva a ser portador de una cruel soledad interior que intento sobrellevar ocupándome en los afanes de la vida. No es hasta que el hombre reconoce esta carga que oye la voz de Aquél que le dice: Venid a mí ; y sólo así deja de buscar en los recursos del mundo que le ofertan felicidad; ahora entiende que su cansancio comienza en su interior y que sólo su creador puede darle verdadero descanso. Ya estando frente a él, la pregunta es ¿Qué debo hacer Señor? La insólita respuesta es que se deje atar a un yugo, cuando precisamente es de un yugo de lo que quiere liberarse; no comienza a entender sino hasta que le oye decir: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarás descanso en tu interior; ¿Qué quiere decir esto? No otra cosa, sino que el yugo con el que todo hombre es uncido por naturaleza se llama soberbia, la cual artificiosamente se camufla con falsa humildad, manufacturada por el humanismo y la religión vacía de Dios. La siguiente pregunta es: ¿Cómo es, o cuál es tu yugo Señor? Pareciera no haber una respuesta directa, pero allí está, aparentemente escondida es sus palabras: Aprended de mí ; ¿Qué es lo que tenemos que aprender de él? Que el yugo que él llevó toda su vida como humano, no fue otra cosa sino el vivir uncido a la fe (Heb 12:1-2); él consumó la fe en sí mismo; porque ésta es lo único que nos puede atar a Dios, y en esto consiste lo fácil de su yugo y lo ligero de su carga; en que por la fe se abre la puerta para que la mano de Dios opere en las pequeñas o grandes cosas de la vida; esto es lo único que explica que aquel hombre de fe haya dicho: Cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Cor 12:10); Jesús no dijo: aprendan a ser mansos y humildes, sino: aprended de mí, que soy...; es decir, que viéramos que por la fe su corazón nunca estuvo atado al yugo de la soberbia, lo cual, tiene sumida a la humanidad en el cansancio. El sentido común de la vida nos muestra que los bueyes, después de haber trabajado uncidos a un yugo terminan cansados al final del día, pero el modo de Dios no está sujeto al sentido común propio de los hombres; él hizo un yugo capaz de proveernos Descanso, aun cuando la carga del día o de la vida haya sido ardua y pesada; sólo así viviremos caminando no sólo en los límites de lo posible, sino en la trascendencia de lo imposible. Vivir por la fe del hijo de Dios (Gal 2:20) no es otra cosa que ser nacidos de Dios; y si nacidos de Dios, entonces hijos de Dios; y si hijos de Dios, entonces participantes de su naturaleza (2 P 1:3-4).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No obstante que estos tres versículos parecen ser muy sencillos de entender, tienen dentro de sí un caudal de profundidad, que con seguridad los que se han detenido a meditar en ellos han encontrado mucho más de lo que parecen decir a simple vista; desde luego que esto tiene que ser el resutado de inquirir con disposición del corazón delante de Aquél que da la sabiduría y el conocimiento a los hombres (Sal 27:4; Prov 2:6). Así que para este fin, hemos de abordarlos haciendo preguntas a quien las dijo, porque de esto se agrada el Señor, tanto que le dice a su profeta: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré.. (Jer 33:3). Comencemos por preguntar ¿Quiénes son esos “todos” a los que se dirige el Señor? La respuesta la encontraremos si vamos a las mismas palabras dichas por Jesús: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. (Mt 9:12); sin duda, esto nos llevará a la conclusión de que delante de Dios no hay ni uno solo que esté exento de la infección del pecado, así que por lo tanto, no hay un sólo hombre que no esté caminando bajo la carga y la aflicción producida por él (Rom 3:23), cosas que muy comunmente sólo apreciamos por lo visible de la vida, sin darnos cuenta que la carga que llevan todos los hombres, es la consciencia de existencia individual que nos hace preguntarnos ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy? Esta individualidad se hace patente en el hecho de saber que nadie puede estar en mi lugar, que nadie puede sentir lo que yo siento, que no hay nadie que cuide de mi vida en todos sus detalles (Sal 142:4) y me lleva a ser portador de una cruel soledad interior que intento sobrellevar ocupándome en los afanes de la vida. No es hasta que el hombre reconoce esta carga que oye la voz de Aquél que le dice: Venid a mí ; y sólo así deja de buscar en los recursos del mundo que le ofertan felicidad; ahora entiende que su cansancio comienza en su interior y que sólo su creador puede darle verdadero descanso. Ya estando frente a él, la pregunta es ¿Qué debo hacer Señor? La insólita respuesta es que se deje atar a un yugo, cuando precisamente es de un yugo de lo que quiere liberarse; no comienza a entender sino hasta que le oye decir: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarás descanso en tu interior; ¿Qué quiere decir esto? No otra cosa, sino que el yugo con el que todo hombre es uncido por naturaleza se llama soberbia, la cual artificiosamente se camufla con falsa humildad, manufacturada por el humanismo y la religión vacía de Dios. La siguiente pregunta es: ¿Cómo es, o cuál es tu yugo Señor? Pareciera no haber una respuesta directa, pero allí está, aparentemente escondida es sus palabras: Aprended de mí ; ¿Qué es lo que tenemos que aprender de él? Que el yugo que él llevó toda su vida como humano, no fue otra cosa sino el vivir uncido a la fe (Heb 12:1-2); él consumó la fe en sí mismo; porque ésta es lo único que nos puede atar a Dios, y en esto consiste lo fácil de su yugo y lo ligero de su carga; en que por la fe se abre la puerta para que la mano de Dios opere en las pequeñas o grandes cosas de la vida; esto es lo único que explica que aquel hombre de fe haya dicho: Cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Cor 12:10); Jesús no dijo: aprendan a ser mansos y humildes, sino: aprended de mí, que soy...; es decir, que viéramos que por la fe su corazón nunca estuvo atado al yugo de la soberbia, lo cual, tiene sumida a la humanidad en el cansancio. El sentido común de la vida nos muestra que los bueyes, después de haber trabajado uncidos a un yugo terminan cansados al final del día, pero el modo de Dios no está sujeto al sentido común propio de los hombres; él hizo un yugo capaz de proveernos Descanso, aun cuando la carga del día o de la vida haya sido ardua y pesada; sólo así viviremos caminando no sólo en los límites de lo posible, sino en la trascendencia de lo imposible. Vivir por la fe del hijo de Dios (Gal 2:20) no es otra cosa que ser nacidos de Dios; y si nacidos de Dios, entonces hijos de Dios; y si hijos de Dios, entonces participantes de su naturaleza (2 P 1:3-4).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Jn 15:1-5).
En esta metáfora o alegoría que el Señor Jesús usa para enseñar a sus discípulos a todas luces intenta hacer un énfasis que gira en torno a la acción de permanecer; en estos diez versos que conforman el tema usa diez veces el verbo permanecer, lo cual nos debe mover a meditar en la profundidad e importancia de la permanencia. Después de hecha esta lectura inevitablemente hemos de hacernos la pregunta: ¿Qué significa permanecer en Cristo? o ¿Qué es lo que hace que una persona permanezca en Cristo? Por lo general somos dados a conceptuar las cosas de fuera hacia dentro, es decir, por el aspecto exterior de ellas; lo cual nos puede conducir a juicios errados, y aún a mantenernos en ellos; si observamos por ejemplo que alguien es dado a andar asiduamente en cosas a las cuales se les suele llamar "las cosas de Dios" damos por sentado que ese alguien es un buen cristiano, y por lo tanto concluir que es alguien que permanece en Cristo; esto no va con el estilo de Jesús, pues en alguna ocasión dijo a los judíos que le atacaban: No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio (Jn 7:24); ¿Cómo hemos de entender estas dos últimas palabras de Jesús: Justo juicio, para aplicarlas a lo que ahora nos ocupa? Sin duda juzgar de acuerdo al carácter de Dios expresado en su palabra, ella nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6), así que este debe de ser el punto de arranque para llegar a buenas conclusiones; comenzamos entonces diciendo que la permanencia ha de ser en el creer, pero de acuerdo también al modo en el que Dios dispuso, esto es con el corazón (Rom 10:10); porque esto es lo justo para Dios; en esta palabra Jesús nos está diciendo: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado, así que si él dice que ya estamos limpios entonces hemos de permanecer creyéndolo; creer que no hemos sido limpiados por nuestras obras, sino por haber recibido su palabra por la fe; y los principios fundamentales que le dan sustancia al Evangelio en los que hemos de permanecer creyendo desde el principio hasta el fin (Heb 3:14) es que Jesús entregó su cuerpo para redimirnos de todos nuestros pecados, que resucitó al tercer día, que ascendió al Padre, y que retornará para que juntos con él reinemos; lo cual no es otra cosa sino que permanezcamos creyendo que si él murió, nosotros también morimos con él (Gal 2:20; Rom 7:4); que si él resucitó, nosotros también resucitamos con él (Col 2:12); que si él ascendió, nosotros también lo hicimos con él (Ef 2:6); que si él dijo que volvería para reinar con nosotros hemos de permanecer esperándolo (Fil 3:20); Ahora bien, esta permanencia de fe es lo único que hará que estemos firmes en la vid, la cual, haciendo fluir por nosotros su savia nos convertirá en pámpanos fructíferos; porque por nosotros mismos ningún fruto podremos llevar; por otro lado, hemos de tener bien claro en qué consiste ese fruto que Dios quiere producir a través nuestro; en primerísimo lugar es al fruto que Pablo se refiere al decir: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; ... (Gal 5:22,23). Este fruto es el que tiene que ver con la manifestación de un carácter Cristocéntrico en el cual hemos de estar creciendo progresivamente; luego hemos de dar fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 P 1:8), es decir, abundar en conocerle desde todos los ángulos que las Escrituras nos lo dejan ver; al final el fruto que equivocadamente se pone como el más importante: que otros conozcan a Cristo a través de nuestro testimonio, lo cual no quiere decir: a través de nuestro comportamiento, sino el saber trazar lo elemental del Evangelio a los que no han creído (Hech 20:24; 26:22; 2 Tim 1:8), para que el Espíritu Santo los redarguya de pecado y convirtiéndose crean en el Señor; Cuando vemos las cosas así nos damos cuenta que las cosas de Dios no comienzan de ninguna manera en el exterior, sino en el interior, esto debe ser la causa que genere las cosas externas, como las sanas costumbres de culto, y toda obra que tenga que ver con la ayuda mutua entre los creyentes, y por supuesto las buenas costumbres sociales y urbanas que siempre buscan la asociación con los humildes (Rom 12:16); las cuales jamás adoptan actitudes sectaristas o elitistas (1 Cor 10:27). Siendo, pues, Jesús la Vid Verdadera no tenemos por qué andar buscando alimentarnos de fuentes humanistas, sino siempre dejándonos nutrir por su savia, la cual es su palabra, por eso dice: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, ... (Jn 15:7); y si el Padre es el labrador hemos de permanecer dispuestos a que él nos pode de todo lo que no convenga a su carácter; la única razón por la cual un pámpano no da fruto es porque aun cuando pareciera estar pegado en la Vid en realidad no lo está, y su destino será ser quitado para que no estorbe a los que sí permanecen. Esto obviamente no ocurre en los que de corazón han creído, por eso dice el Señor: Ya vosotros estáis limpios. Bendito sea mi Señor por el don de la fe que nos ha dado y por ella permanecer en su salvación.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
En esta metáfora o alegoría que el Señor Jesús usa para enseñar a sus discípulos a todas luces intenta hacer un énfasis que gira en torno a la acción de permanecer; en estos diez versos que conforman el tema usa diez veces el verbo permanecer, lo cual nos debe mover a meditar en la profundidad e importancia de la permanencia. Después de hecha esta lectura inevitablemente hemos de hacernos la pregunta: ¿Qué significa permanecer en Cristo? o ¿Qué es lo que hace que una persona permanezca en Cristo? Por lo general somos dados a conceptuar las cosas de fuera hacia dentro, es decir, por el aspecto exterior de ellas; lo cual nos puede conducir a juicios errados, y aún a mantenernos en ellos; si observamos por ejemplo que alguien es dado a andar asiduamente en cosas a las cuales se les suele llamar "las cosas de Dios" damos por sentado que ese alguien es un buen cristiano, y por lo tanto concluir que es alguien que permanece en Cristo; esto no va con el estilo de Jesús, pues en alguna ocasión dijo a los judíos que le atacaban: No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio (Jn 7:24); ¿Cómo hemos de entender estas dos últimas palabras de Jesús: Justo juicio, para aplicarlas a lo que ahora nos ocupa? Sin duda juzgar de acuerdo al carácter de Dios expresado en su palabra, ella nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 11:6), así que este debe de ser el punto de arranque para llegar a buenas conclusiones; comenzamos entonces diciendo que la permanencia ha de ser en el creer, pero de acuerdo también al modo en el que Dios dispuso, esto es con el corazón (Rom 10:10); porque esto es lo justo para Dios; en esta palabra Jesús nos está diciendo: Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado, así que si él dice que ya estamos limpios entonces hemos de permanecer creyéndolo; creer que no hemos sido limpiados por nuestras obras, sino por haber recibido su palabra por la fe; y los principios fundamentales que le dan sustancia al Evangelio en los que hemos de permanecer creyendo desde el principio hasta el fin (Heb 3:14) es que Jesús entregó su cuerpo para redimirnos de todos nuestros pecados, que resucitó al tercer día, que ascendió al Padre, y que retornará para que juntos con él reinemos; lo cual no es otra cosa sino que permanezcamos creyendo que si él murió, nosotros también morimos con él (Gal 2:20; Rom 7:4); que si él resucitó, nosotros también resucitamos con él (Col 2:12); que si él ascendió, nosotros también lo hicimos con él (Ef 2:6); que si él dijo que volvería para reinar con nosotros hemos de permanecer esperándolo (Fil 3:20); Ahora bien, esta permanencia de fe es lo único que hará que estemos firmes en la vid, la cual, haciendo fluir por nosotros su savia nos convertirá en pámpanos fructíferos; porque por nosotros mismos ningún fruto podremos llevar; por otro lado, hemos de tener bien claro en qué consiste ese fruto que Dios quiere producir a través nuestro; en primerísimo lugar es al fruto que Pablo se refiere al decir: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; ... (Gal 5:22,23). Este fruto es el que tiene que ver con la manifestación de un carácter Cristocéntrico en el cual hemos de estar creciendo progresivamente; luego hemos de dar fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 P 1:8), es decir, abundar en conocerle desde todos los ángulos que las Escrituras nos lo dejan ver; al final el fruto que equivocadamente se pone como el más importante: que otros conozcan a Cristo a través de nuestro testimonio, lo cual no quiere decir: a través de nuestro comportamiento, sino el saber trazar lo elemental del Evangelio a los que no han creído (Hech 20:24; 26:22; 2 Tim 1:8), para que el Espíritu Santo los redarguya de pecado y convirtiéndose crean en el Señor; Cuando vemos las cosas así nos damos cuenta que las cosas de Dios no comienzan de ninguna manera en el exterior, sino en el interior, esto debe ser la causa que genere las cosas externas, como las sanas costumbres de culto, y toda obra que tenga que ver con la ayuda mutua entre los creyentes, y por supuesto las buenas costumbres sociales y urbanas que siempre buscan la asociación con los humildes (Rom 12:16); las cuales jamás adoptan actitudes sectaristas o elitistas (1 Cor 10:27). Siendo, pues, Jesús la Vid Verdadera no tenemos por qué andar buscando alimentarnos de fuentes humanistas, sino siempre dejándonos nutrir por su savia, la cual es su palabra, por eso dice: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, ... (Jn 15:7); y si el Padre es el labrador hemos de permanecer dispuestos a que él nos pode de todo lo que no convenga a su carácter; la única razón por la cual un pámpano no da fruto es porque aun cuando pareciera estar pegado en la Vid en realidad no lo está, y su destino será ser quitado para que no estorbe a los que sí permanecen. Esto obviamente no ocurre en los que de corazón han creído, por eso dice el Señor: Ya vosotros estáis limpios. Bendito sea mi Señor por el don de la fe que nos ha dado y por ella permanecer en su salvación.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón (Pr 20:27).
Para alumbrarse cuando la luz del sol se va, desde tiempos remotos se ha recurrido a quemar materiales combustibles mediante hogueras, antorchas, velas o lámparas; si careciéramos de los recursos modernos que el descubrimiento de la electricidad ha traído consigo, sin duda que echaríamos mano de esos rústicos modos para alumbrarnos; no obstante el adelanto tecnológico para producir poderosas lámparas, jamás se podría lograr alguna que alumbrara como lo hace la lumbrera llamada sol; así que cuando éste sale comenzamos a distinguir con la simple vista lo que de noche resulta imposible; todo esto es en el mundo físico, pero hay ámbitos abstractos en los que es necesario tener también capacidad visual, y para ello es necesario contar con luz adecuada a esta naturaleza; el más desafiante es el interior del ser humano llamado corazón; la lámpara usada ancestralmente para este fin ha sido alimentada con la virtud humana llamada intelecto, que modernamente conocemos como psicología, ésta pretende ver lo que hay dentro del hombre a través del estudio y observación de la mente, la que sólo es la ventana a través de la cual mira el corazón, éste es tan profundamente misterioso que es el contenedor de las intenciones y de la voluntad; tan es así que el profeta Jeremías escribió: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer 17:9); el único que puede conocerlo es el Creador del hombre, por eso es que en seguida escribe el mismo Jeremías: Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras (Jer 17:10); nuestro Creador puso en cada hombre espíritu, por no decir que creó un espíritu provisto de alma y cuerpo; el cual es el vínculo de pertenencia al Creador y por ello funciona como lámpara de la individualidad existencial llamada corazón; lo inconmensurablemente misterioso e insondable es que no hay dos corazones iguales, esto es lo que nos hace singulares; podremos disponerlo para causas y puntos comunes en el sentir, pero jamás hacerlo réplica de otro, por eso es que Dios dice: para dar a cada uno; así que cuando miramos a Dios desde esta perspectiva no nos queda más que caer humillados delante de él y atribuirle la gloria correspondiente; porque mientras más le conocemos más conscientes seremos de nuestra bajeza. Ahora bien, si hay alguna grandeza a la que debiéramos aspirar es la de adueñarnos de nuestro espíritu, lo cual es en palabras del predicador ser más grandes que un conquistador (Prov 16:32); esto no es otra cosa que tener la virtud de conocernos a nosotros mismos, es decir, de poder visualizar la fortaleza o flaqueza de nuestro carácter; búsqueda de lo cual escasea en los quehaceres humanos. Ahora bien, no obstante que estemos convencidos de que nada hay de nuestro interior que deje de ser visto por los ojos de Dios, hemos de estar convencidos también de algo más: que él espera que seamos voluntariamente transparentes ante su presencia, es decir, aunque él sabe todo sobre ti, él desea que tú se lo digas; porque en su soberanía nos dotó de voluntad, lo cual quiere decir que por su propia dignidad jamás nos tratará como títeres; así que cuando le abrimos el corazón y permitimos que él nos alumbre el interior, le estamos comunicando que deseamos que nuestro corazón esté a tono con el de él; esto es lo que el rey David le comunicó al decirle: Tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría (Sal 51:6); Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (Sal 139:23); Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón (Sal 26:2); por esto es que Dios dijo de él: Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón (1 Sam 13:14). Esto es lo que significa ser transparente delante de Dios, y sólo de esta manera podremos ser vasos útiles en sus manos; esto es tan posible como tan posible ha sido que el Hijo de David habite en nuestro corazón por la fe, cuyo Espíritu produce en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil 2:13). No nos dejemos llevar por la opinión que los hombres tengan de nosotros, o por la propia, y busquemos sin temor la de Dios, hagamos caso a la exhortación hecha en la epístola a los Hebreos la cual dice: Acerquémonos (al Lugar Santísimo) con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia (Heb 10:22). Caminemos en pos de lo supremo, a la estatura del varón perfecto, la cual no se ve en lo que ven los ojos, sino en lo que ve el Espíritu.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Para alumbrarse cuando la luz del sol se va, desde tiempos remotos se ha recurrido a quemar materiales combustibles mediante hogueras, antorchas, velas o lámparas; si careciéramos de los recursos modernos que el descubrimiento de la electricidad ha traído consigo, sin duda que echaríamos mano de esos rústicos modos para alumbrarnos; no obstante el adelanto tecnológico para producir poderosas lámparas, jamás se podría lograr alguna que alumbrara como lo hace la lumbrera llamada sol; así que cuando éste sale comenzamos a distinguir con la simple vista lo que de noche resulta imposible; todo esto es en el mundo físico, pero hay ámbitos abstractos en los que es necesario tener también capacidad visual, y para ello es necesario contar con luz adecuada a esta naturaleza; el más desafiante es el interior del ser humano llamado corazón; la lámpara usada ancestralmente para este fin ha sido alimentada con la virtud humana llamada intelecto, que modernamente conocemos como psicología, ésta pretende ver lo que hay dentro del hombre a través del estudio y observación de la mente, la que sólo es la ventana a través de la cual mira el corazón, éste es tan profundamente misterioso que es el contenedor de las intenciones y de la voluntad; tan es así que el profeta Jeremías escribió: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer 17:9); el único que puede conocerlo es el Creador del hombre, por eso es que en seguida escribe el mismo Jeremías: Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras (Jer 17:10); nuestro Creador puso en cada hombre espíritu, por no decir que creó un espíritu provisto de alma y cuerpo; el cual es el vínculo de pertenencia al Creador y por ello funciona como lámpara de la individualidad existencial llamada corazón; lo inconmensurablemente misterioso e insondable es que no hay dos corazones iguales, esto es lo que nos hace singulares; podremos disponerlo para causas y puntos comunes en el sentir, pero jamás hacerlo réplica de otro, por eso es que Dios dice: para dar a cada uno; así que cuando miramos a Dios desde esta perspectiva no nos queda más que caer humillados delante de él y atribuirle la gloria correspondiente; porque mientras más le conocemos más conscientes seremos de nuestra bajeza. Ahora bien, si hay alguna grandeza a la que debiéramos aspirar es la de adueñarnos de nuestro espíritu, lo cual es en palabras del predicador ser más grandes que un conquistador (Prov 16:32); esto no es otra cosa que tener la virtud de conocernos a nosotros mismos, es decir, de poder visualizar la fortaleza o flaqueza de nuestro carácter; búsqueda de lo cual escasea en los quehaceres humanos. Ahora bien, no obstante que estemos convencidos de que nada hay de nuestro interior que deje de ser visto por los ojos de Dios, hemos de estar convencidos también de algo más: que él espera que seamos voluntariamente transparentes ante su presencia, es decir, aunque él sabe todo sobre ti, él desea que tú se lo digas; porque en su soberanía nos dotó de voluntad, lo cual quiere decir que por su propia dignidad jamás nos tratará como títeres; así que cuando le abrimos el corazón y permitimos que él nos alumbre el interior, le estamos comunicando que deseamos que nuestro corazón esté a tono con el de él; esto es lo que el rey David le comunicó al decirle: Tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría (Sal 51:6); Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (Sal 139:23); Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón (Sal 26:2); por esto es que Dios dijo de él: Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón (1 Sam 13:14). Esto es lo que significa ser transparente delante de Dios, y sólo de esta manera podremos ser vasos útiles en sus manos; esto es tan posible como tan posible ha sido que el Hijo de David habite en nuestro corazón por la fe, cuyo Espíritu produce en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil 2:13). No nos dejemos llevar por la opinión que los hombres tengan de nosotros, o por la propia, y busquemos sin temor la de Dios, hagamos caso a la exhortación hecha en la epístola a los Hebreos la cual dice: Acerquémonos (al Lugar Santísimo) con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia (Heb 10:22). Caminemos en pos de lo supremo, a la estatura del varón perfecto, la cual no se ve en lo que ven los ojos, sino en lo que ve el Espíritu.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia (Sal 119:160).
Dentro de las capacidades del ser humano sumar aritméticamente puede ser un tanto sencillo, sumar algebraicamente un tanto más complicado, sumar geométricamente otro tanto más, pero sumar las palabras de Dios, sin duda está fuera de su capacidad intelectual, porque para ello se tiene que contar con discernimiento espiritual venido de Dios mismo (1 Cor 2:12-14). La naturaleza cognoscitiva del hombre está sujeta a lo temporal (2 Cor 4:18); mientras que lo espiritual tiene que ver con lo eterno, por eso es que los que hemos renacido a la naturaleza de Dios (1 P 1:23), sabemos que las palabras que fueron escritas por hombres, que quedaron registradas como palabra de Dios, no surgieron de sus mentes humanas, sino que les fueron inspiradas por el Espíritu de Dios (2 Tim 3:16; 2 P 1:21). No obstante que los que hemos renacido a la naturaleza de Dios por haber creído al evangelio, y haber recibido esa nueva capacidad para sumar la palabra de Dios y mantenernos en la verdad, tenemos que aprender a hacerlo y crecer en ello hasta llegar a ser maestros expertos (Heb 5:12-14), y saber trazarla de tal modo que podamos alumbrar a los que andan en tinieblas (1 P 2:9; 2 Cor 4:6; Hech 26:18). Ahora bien, dentro de los principios prácticos que nos llevan al correcto entendimiento de la palabra, el que considero más relevante es el que nos mantiene enfocando la palabra como un todo, al cual podríamos llamar holístico, palabra que el diccionario define como el analizar las partes sin perder de vista el todo. Mucho se ha dicho en la teoría que la Biblia se explica a sí misma y que no se contradice, pero en la práctica observamos que en la diversidad denominacional cristiana, teniendo la misma Biblia se ostentan diferentes posturas de interpretación, tanto en lo sencillo y elemental como en lo profundo, lo cual inevitablemente conduce a un divisionismo, no sólo en puntos de vista, sino en costumbres derivados de ello. Algunos se inclinan a verlo todo en el Antiguo Testamento, otros, neotestariamente; los dos extremos son peligrosos; la verdad no está en uno o en otro, sino en el saber sumarlos con la aritmética espiritual. Para entender esto, a modo de ejemplificación pensemos en el todo del ser humano; somos espíritu, alma, y cuerpo, moviéndose en una unidad existencial, que son interdependientes; ni somos puro cuerpo, ni pura alma, ni puro espíritu; por ello tenemos que aprender a sumar estas tres entidades para llegar a conocernos verdaderamente; esto solo será posible si lo hacemos a la luz del Espíritu del Creador, por esto dice el salmista: En tu luz veremos la luz (Sal 36:9); fallamos en auto conceptuarnos correctamente si dejamos de vernos como un todo. En lo que compete a sumar la palabra de Dios, el Señor levantó a un apóstol y maestro por excelencia para enseñarnos al respecto (1 Tim 2:5-7; 2 Tim 1:10-11), Pablo, como fariseo era experto en lo que conocemos como Antiguo Testamento, pero le fue dada sabiduría para entender y explicar el misterio escondido en él y mostrárnoslo en la faz de Jesucristo (Ef 3:9), de modo tal que sin menoscabarlo pudiéramos entender lo que de él es viejo e inoperante (Heb 8:13) al haber accedido al conocimiento del Señor Jesucristo por la fe (Gal 5:1-5). Obviamente, para aprender esto se requiere pagar un precio, esto es, la disciplina que comienza en las rodillas y en seguida escudriñar y meditar las Escrituras; con toda seguridad el arribo a ello será un hecho, puesto que esto es voluntad de Dios (Ef 1:17); y así podremos entender lo que quiere decir el salmista al afirmar: La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia. Todo comienza en Jesucristo, y todo acaba en él; él es el Alfa y la Omega; él es el principio, y él es el fin. Vayamos a las Escrituras con los ojos puestos en él.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Dentro de las capacidades del ser humano sumar aritméticamente puede ser un tanto sencillo, sumar algebraicamente un tanto más complicado, sumar geométricamente otro tanto más, pero sumar las palabras de Dios, sin duda está fuera de su capacidad intelectual, porque para ello se tiene que contar con discernimiento espiritual venido de Dios mismo (1 Cor 2:12-14). La naturaleza cognoscitiva del hombre está sujeta a lo temporal (2 Cor 4:18); mientras que lo espiritual tiene que ver con lo eterno, por eso es que los que hemos renacido a la naturaleza de Dios (1 P 1:23), sabemos que las palabras que fueron escritas por hombres, que quedaron registradas como palabra de Dios, no surgieron de sus mentes humanas, sino que les fueron inspiradas por el Espíritu de Dios (2 Tim 3:16; 2 P 1:21). No obstante que los que hemos renacido a la naturaleza de Dios por haber creído al evangelio, y haber recibido esa nueva capacidad para sumar la palabra de Dios y mantenernos en la verdad, tenemos que aprender a hacerlo y crecer en ello hasta llegar a ser maestros expertos (Heb 5:12-14), y saber trazarla de tal modo que podamos alumbrar a los que andan en tinieblas (1 P 2:9; 2 Cor 4:6; Hech 26:18). Ahora bien, dentro de los principios prácticos que nos llevan al correcto entendimiento de la palabra, el que considero más relevante es el que nos mantiene enfocando la palabra como un todo, al cual podríamos llamar holístico, palabra que el diccionario define como el analizar las partes sin perder de vista el todo. Mucho se ha dicho en la teoría que la Biblia se explica a sí misma y que no se contradice, pero en la práctica observamos que en la diversidad denominacional cristiana, teniendo la misma Biblia se ostentan diferentes posturas de interpretación, tanto en lo sencillo y elemental como en lo profundo, lo cual inevitablemente conduce a un divisionismo, no sólo en puntos de vista, sino en costumbres derivados de ello. Algunos se inclinan a verlo todo en el Antiguo Testamento, otros, neotestariamente; los dos extremos son peligrosos; la verdad no está en uno o en otro, sino en el saber sumarlos con la aritmética espiritual. Para entender esto, a modo de ejemplificación pensemos en el todo del ser humano; somos espíritu, alma, y cuerpo, moviéndose en una unidad existencial, que son interdependientes; ni somos puro cuerpo, ni pura alma, ni puro espíritu; por ello tenemos que aprender a sumar estas tres entidades para llegar a conocernos verdaderamente; esto solo será posible si lo hacemos a la luz del Espíritu del Creador, por esto dice el salmista: En tu luz veremos la luz (Sal 36:9); fallamos en auto conceptuarnos correctamente si dejamos de vernos como un todo. En lo que compete a sumar la palabra de Dios, el Señor levantó a un apóstol y maestro por excelencia para enseñarnos al respecto (1 Tim 2:5-7; 2 Tim 1:10-11), Pablo, como fariseo era experto en lo que conocemos como Antiguo Testamento, pero le fue dada sabiduría para entender y explicar el misterio escondido en él y mostrárnoslo en la faz de Jesucristo (Ef 3:9), de modo tal que sin menoscabarlo pudiéramos entender lo que de él es viejo e inoperante (Heb 8:13) al haber accedido al conocimiento del Señor Jesucristo por la fe (Gal 5:1-5). Obviamente, para aprender esto se requiere pagar un precio, esto es, la disciplina que comienza en las rodillas y en seguida escudriñar y meditar las Escrituras; con toda seguridad el arribo a ello será un hecho, puesto que esto es voluntad de Dios (Ef 1:17); y así podremos entender lo que quiere decir el salmista al afirmar: La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia. Todo comienza en Jesucristo, y todo acaba en él; él es el Alfa y la Omega; él es el principio, y él es el fin. Vayamos a las Escrituras con los ojos puestos en él.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. (Sal 32:1-2)
La historia humana, de la cual inevitablemente somos participantes, inició bajo la contaminación de la culpa, la cual cotidianamente se manifiesta en el hecho de sentirnos culpables acusados por la conciencia, por cosas que hacemos o dejamos de hacer; nuestros padres, Adán y Eva, no conocían lo que era esto, sino hasta después de ser engañados por el padre de la mentira; a partir de este momento cada ser humano traído a este mundo ha entrado en él infectado por ella; la culpa no es sino el estado caído del hombre revelado por el despertamiento de su conciencia ante la transgresión, la cual consiste en haberle retirado la fe a su Creador, que los mantenía ligados a él, dándosela a su enemigo. No debemos pasar por alto que nuestros primeros padres no conocieron física ni emocionalmente la experiencia de la niñez; esto es lo que explica la gracia que Dios da a los niños al exentarlos de culpa directa, confirmado esto por la declaración de Jesús al decir que de los niños es el reino de los cielos (Mt 19:14); y que si hay quien alaba perfectamente a Dios son los niños (Mt 21:16); aún más, diciendo a los hombres que si no os volvéis, y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18:3); luego, no faltando a su carácter misericordioso nos da a entender que todos nacemos inscritos en el libro de la vida, del cual puede borrar a quienes se mantengan en rebeldía contra él (Apoc 3:5); ahora bien, el gran misterio es en qué momento un niño deja de serlo y tiene que enfrentar la responsabilidad de retornar a esa niñez perdida cuando Dios mismo le muestra el cómo hacerlo; esto es, humillándose delante de él, reconociéndolo como el único Dios vivo y verdadero que se manifestó en carne en su Hijo Jesucristo, quien apareció para deshacer las obras del diablo (1 Jn 3:8); esto no es otra cosa que volver la fe a Dios y recibir de él la bienaventuranza de ya no ser culpables ante su presencia, porque la transgresión original y todo lo derivado de ella ha sido perdonada. Debemos visualizar lo terrible de la culpa, de tal manera que lleguemos a entender que es ella lo que nos aparta de la paz (que es el mayor tesoro emocional y espiritual que podemos tener), y que nosotros mismos consciente o inconscientemente, buscamos sobre quién ponerla para aliviar la propia conciencia; con toda seguridad nuestra padre Adán manipuló a Eva recordándole vez tras vez que ella fue la iniciadora de todo el mal, cuánto más al ver a su hijo Abel asesinado por su propio hermano; sin duda que esto es lo que ocasionó que la mujer heredara opresión sobre sí de parte del hombre (1 Tim 2:11-14); y así, el hombre ha vivido buscando "chivos expiatorios" que nunca resuelven el problema intrínseco de la humanidad, el cual no es otra cosa que una deuda contraída con Dios, quien sabiendo que aunque es una deuda constitucional ella está sobre nosotros (Rom 5:19); la culpa directa ha permanecido siempre por rechazar la solución que él ha puesto delante del hombre: CREER que sólo él tiene con qué pagarla, nosotros con nada la podemos cubrir, así lo expresa David en el Salmo 143:1-2. Ahora bien, todo hombre que ya goza de la bienaventuranza del perdón no estará exento de seguir enfrentando a los acusadores, el que va a la cabeza es el mismo diablo (Apoc 12:10), quien no descansa ni de día ni de noche; en seguida los hombres engañados que se dejan manipular por él para perseguir con acusaciones a sus semejantes, no obstante que digan que profesan la misma fe; el mismo apóstol Pablo tiene que exhortar a los corintios para que no se vuelvan jueces de sus propios hermanos, mostrando paz en esta exhortación al saberse absuelto por Dios mismo; quiero parafrasear sus palabras escritas en 1 Cor 4:3-4 de esta manera: Ni en lo más mínimo tienen ustedes la capacidad de juzgarme, ni cualquier tribunal de hombres, más aún, ni yo me juzgo a mí mismo, porque aunque mi conciencia está tranquila, no es esto lo que me justifica, sino en que mi Señor me ha declarado justo por la fe. Bien exhibido deja aquí al inseparable enemigo, el YO, es decir la carne; el cual constantemente nos quiere llevar a la autocondena, y éste sólo puede ser mantenido a raya por la fe en el que nos ha declarado justos por su justicia, esto es, Cristo en la cruz. Este estado es el del hombre en cuyo espíritu el engaño no prevalece.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
La historia humana, de la cual inevitablemente somos participantes, inició bajo la contaminación de la culpa, la cual cotidianamente se manifiesta en el hecho de sentirnos culpables acusados por la conciencia, por cosas que hacemos o dejamos de hacer; nuestros padres, Adán y Eva, no conocían lo que era esto, sino hasta después de ser engañados por el padre de la mentira; a partir de este momento cada ser humano traído a este mundo ha entrado en él infectado por ella; la culpa no es sino el estado caído del hombre revelado por el despertamiento de su conciencia ante la transgresión, la cual consiste en haberle retirado la fe a su Creador, que los mantenía ligados a él, dándosela a su enemigo. No debemos pasar por alto que nuestros primeros padres no conocieron física ni emocionalmente la experiencia de la niñez; esto es lo que explica la gracia que Dios da a los niños al exentarlos de culpa directa, confirmado esto por la declaración de Jesús al decir que de los niños es el reino de los cielos (Mt 19:14); y que si hay quien alaba perfectamente a Dios son los niños (Mt 21:16); aún más, diciendo a los hombres que si no os volvéis, y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18:3); luego, no faltando a su carácter misericordioso nos da a entender que todos nacemos inscritos en el libro de la vida, del cual puede borrar a quienes se mantengan en rebeldía contra él (Apoc 3:5); ahora bien, el gran misterio es en qué momento un niño deja de serlo y tiene que enfrentar la responsabilidad de retornar a esa niñez perdida cuando Dios mismo le muestra el cómo hacerlo; esto es, humillándose delante de él, reconociéndolo como el único Dios vivo y verdadero que se manifestó en carne en su Hijo Jesucristo, quien apareció para deshacer las obras del diablo (1 Jn 3:8); esto no es otra cosa que volver la fe a Dios y recibir de él la bienaventuranza de ya no ser culpables ante su presencia, porque la transgresión original y todo lo derivado de ella ha sido perdonada. Debemos visualizar lo terrible de la culpa, de tal manera que lleguemos a entender que es ella lo que nos aparta de la paz (que es el mayor tesoro emocional y espiritual que podemos tener), y que nosotros mismos consciente o inconscientemente, buscamos sobre quién ponerla para aliviar la propia conciencia; con toda seguridad nuestra padre Adán manipuló a Eva recordándole vez tras vez que ella fue la iniciadora de todo el mal, cuánto más al ver a su hijo Abel asesinado por su propio hermano; sin duda que esto es lo que ocasionó que la mujer heredara opresión sobre sí de parte del hombre (1 Tim 2:11-14); y así, el hombre ha vivido buscando "chivos expiatorios" que nunca resuelven el problema intrínseco de la humanidad, el cual no es otra cosa que una deuda contraída con Dios, quien sabiendo que aunque es una deuda constitucional ella está sobre nosotros (Rom 5:19); la culpa directa ha permanecido siempre por rechazar la solución que él ha puesto delante del hombre: CREER que sólo él tiene con qué pagarla, nosotros con nada la podemos cubrir, así lo expresa David en el Salmo 143:1-2. Ahora bien, todo hombre que ya goza de la bienaventuranza del perdón no estará exento de seguir enfrentando a los acusadores, el que va a la cabeza es el mismo diablo (Apoc 12:10), quien no descansa ni de día ni de noche; en seguida los hombres engañados que se dejan manipular por él para perseguir con acusaciones a sus semejantes, no obstante que digan que profesan la misma fe; el mismo apóstol Pablo tiene que exhortar a los corintios para que no se vuelvan jueces de sus propios hermanos, mostrando paz en esta exhortación al saberse absuelto por Dios mismo; quiero parafrasear sus palabras escritas en 1 Cor 4:3-4 de esta manera: Ni en lo más mínimo tienen ustedes la capacidad de juzgarme, ni cualquier tribunal de hombres, más aún, ni yo me juzgo a mí mismo, porque aunque mi conciencia está tranquila, no es esto lo que me justifica, sino en que mi Señor me ha declarado justo por la fe. Bien exhibido deja aquí al inseparable enemigo, el YO, es decir la carne; el cual constantemente nos quiere llevar a la autocondena, y éste sólo puede ser mantenido a raya por la fe en el que nos ha declarado justos por su justicia, esto es, Cristo en la cruz. Este estado es el del hombre en cuyo espíritu el engaño no prevalece.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna (Hech 13:47-48).
Los que hemos nacido de nuevo por haber creído a la palabra de Dios estamos ciertos de que ella no está sujeta a los cambios de los tiempos, es decir, que lo que fue dicho a nuestros antepasados, y que quedó escrito está vigente para nuestro presente, muy claro quedó asentado en las palabras de Jesús al decir: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21:33). Persuadidos también estamos que él mismo fue quien inspiró todo lo que quedó consignado de manera escrita, entonces, lo que arriba leemos hemos de interpretarlo de manera que entendamos su acción vigente en nuestro tiempo. El apóstol dijo estas palabras después de haber predicado a los judíos, a quienes citándoles las mismas Escrituras conocidas por ellos, les lleva a ver su cumplimiento en Jesús de Nazareth, pero siendo rechazado por ellos les vuelve a citar las Escrituras en que se sustenta para ir a predicar a los que sí quieren oír, esto es, a los no judíos, para que se cumpliera la palabra de Oseas que dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. (Rom 9:25) (leer Hech 13, desde el versículo 13 al 52). Es de notar, pues, que si hay gente a la cual se le ha predicado el evangelio, desde entonces hasta nuestros días, es a la gente no judía, lo que ha dado lugar a que generación tras generación se mantenga la institucionalidad de la iglesia cristiana en medio de un creciente denominacionalismo. Ahora bien, hay una expresión en esta palabra que debemos tener muy en cuenta, la cual dice: Y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Aquí podemos ver un principio activo hasta nuestros días, tanto para judíos como para no judíos, esto es, que Dios conoce a los que son suyos aún antes de la fundación del mundo (Rom 8:29- 30; Ef 1:4), para los cuales hay un ordenamiento para vida eterna, debiendo contar éstos con una identificación para poder entrar al reino de Dios, la cual no es otra que la fe; por eso dice: y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna; pretender entender y explicar esto es ociar con especulaciones, porque esos son los espacios inescrutables de la mente de Dios (Rom 11:33); lo que sí es absolutamente claro es que sin fe Dios no puede ser agradado, dicho de otro modo, en su familia no puede haber incrédulos, de aquí el dicho de alguien que dice: Es tan imposible que el hombre se salve, que Dios hizo la salvación tan accesible. Esta sencillez del camino a la salvación es lo que ha hecho tropezar a tantos religiosos desde la antigüedad; que un hombre sea justificado por Dios sólo por creerle les es inaudito; esto explica la proliferación de tan diversos credos supuestamente fundados en Cristo que no conducen a encontrar la paternidad de Dios. Hace poco pregunté a un niño de unos seis años que estaba frente a su padre: -¿Ese es tu papá? -señalando a su padre-, sin vacilar dijo instantáneamente: Sí. Esto es lo que hace un verdadero creyente cuando se le pregunta si es hijo de Dios o si tiene vida eterna, él contesta afirmativamente simplemente porque cree; los que vacilan buscando su acta de nacimiento espiritual expedida por el institucionalismo de obras, simplemente no creen; por esta razón es que Jesús dijo: ... si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de Dios. Si a un verdadero creyente se le pregunta: ¿Cómo hiciste para creer? simplemente no tendrá respuesta, y quizás atine a decir: Oí, y creí. ¿Qué fue lo que oyó? Simplemente el llamado de Dios por la palabra hecha hombre: Jesús el Hijo de Dios (Heb 1:1-4). El no saber quiénes son los hombres ordenados para vida eterna es lo que nos debe mover a quienes predicamos a Jesucristo, para hacerlo de tal modo que no hagamos ruidos estorbosos entre nuestras palabras y los oídos de quienes nos escuchan, es decir, presentarlo tal cual lo muestran las Escrituras. Este es el estilo escaso en nuestros días, no obstante, si los hombres callan u obstruyen la verdad, Dios hará que las piedras hablen (Lc 19:40), nunca se quedará sin testigos que hablen de él.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Los que hemos nacido de nuevo por haber creído a la palabra de Dios estamos ciertos de que ella no está sujeta a los cambios de los tiempos, es decir, que lo que fue dicho a nuestros antepasados, y que quedó escrito está vigente para nuestro presente, muy claro quedó asentado en las palabras de Jesús al decir: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21:33). Persuadidos también estamos que él mismo fue quien inspiró todo lo que quedó consignado de manera escrita, entonces, lo que arriba leemos hemos de interpretarlo de manera que entendamos su acción vigente en nuestro tiempo. El apóstol dijo estas palabras después de haber predicado a los judíos, a quienes citándoles las mismas Escrituras conocidas por ellos, les lleva a ver su cumplimiento en Jesús de Nazareth, pero siendo rechazado por ellos les vuelve a citar las Escrituras en que se sustenta para ir a predicar a los que sí quieren oír, esto es, a los no judíos, para que se cumpliera la palabra de Oseas que dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. (Rom 9:25) (leer Hech 13, desde el versículo 13 al 52). Es de notar, pues, que si hay gente a la cual se le ha predicado el evangelio, desde entonces hasta nuestros días, es a la gente no judía, lo que ha dado lugar a que generación tras generación se mantenga la institucionalidad de la iglesia cristiana en medio de un creciente denominacionalismo. Ahora bien, hay una expresión en esta palabra que debemos tener muy en cuenta, la cual dice: Y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna. Aquí podemos ver un principio activo hasta nuestros días, tanto para judíos como para no judíos, esto es, que Dios conoce a los que son suyos aún antes de la fundación del mundo (Rom 8:29- 30; Ef 1:4), para los cuales hay un ordenamiento para vida eterna, debiendo contar éstos con una identificación para poder entrar al reino de Dios, la cual no es otra que la fe; por eso dice: y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna; pretender entender y explicar esto es ociar con especulaciones, porque esos son los espacios inescrutables de la mente de Dios (Rom 11:33); lo que sí es absolutamente claro es que sin fe Dios no puede ser agradado, dicho de otro modo, en su familia no puede haber incrédulos, de aquí el dicho de alguien que dice: Es tan imposible que el hombre se salve, que Dios hizo la salvación tan accesible. Esta sencillez del camino a la salvación es lo que ha hecho tropezar a tantos religiosos desde la antigüedad; que un hombre sea justificado por Dios sólo por creerle les es inaudito; esto explica la proliferación de tan diversos credos supuestamente fundados en Cristo que no conducen a encontrar la paternidad de Dios. Hace poco pregunté a un niño de unos seis años que estaba frente a su padre: -¿Ese es tu papá? -señalando a su padre-, sin vacilar dijo instantáneamente: Sí. Esto es lo que hace un verdadero creyente cuando se le pregunta si es hijo de Dios o si tiene vida eterna, él contesta afirmativamente simplemente porque cree; los que vacilan buscando su acta de nacimiento espiritual expedida por el institucionalismo de obras, simplemente no creen; por esta razón es que Jesús dijo: ... si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de Dios. Si a un verdadero creyente se le pregunta: ¿Cómo hiciste para creer? simplemente no tendrá respuesta, y quizás atine a decir: Oí, y creí. ¿Qué fue lo que oyó? Simplemente el llamado de Dios por la palabra hecha hombre: Jesús el Hijo de Dios (Heb 1:1-4). El no saber quiénes son los hombres ordenados para vida eterna es lo que nos debe mover a quienes predicamos a Jesucristo, para hacerlo de tal modo que no hagamos ruidos estorbosos entre nuestras palabras y los oídos de quienes nos escuchan, es decir, presentarlo tal cual lo muestran las Escrituras. Este es el estilo escaso en nuestros días, no obstante, si los hombres callan u obstruyen la verdad, Dios hará que las piedras hablen (Lc 19:40), nunca se quedará sin testigos que hablen de él.
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Fernando H. Nava
Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te aman. (Sal 122:6)
Jerusalén es el nombre de la ciudad emblemática de todo un país: Israel; que ella esté en paz significa que toda la nación está gozando de prosperidad; testimonio inmemorial de esto es lo expresado por el salmista en el Salmo 144:12-15; en el que de manera sencilla expresa su deseo y describe el escenario de una nacion que está en paz, asociándolo íntimamente con la relación de la nación con Dios, por ello culmina diciendo: Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová. Bien entendido estaba David de que Dios ama la paz de su siervo (Sal 35:27), y al decir esto no sólo se refería a sí mismo, sino a toda una nación, lo cual expresa claramente Isaías al decir: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré (Is 49:3). Así pues, queda claro que Dios desea la paz de esta nación. Hoy en nuestros días, debido a los eventos bélicos que vive Jerusalén (Israel), se está llamando a los creyentes a pedir por la paz de Jerusalén, en atención a las palabras del salmista; esto es bueno, no tiene vuelta de hoja, el asunto es que hay que entender lo que significa pedir de acuerdo a la voluntad de Dios; por supuesto que es bastante fácil pedir a Dios que detenga la violencia bélica contra Israel, y aun más cuando el salmista añade: Sean prosperados los que te aman (Sal 122:6); el punto es que no hay que olvidar que Dios no mira como mira el hombre, los hombres nos dejamos llevar por las apariencias, pero Dios siempre ve el origen y la raíz de las cosas; en este tema de la paz hemos de ver qué es lo que Dios tiene en mente cuando habla de paz; el salmista dice: ... porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura (Sal 85:8), es decir, que la evidencia de que un individuo o una nación entienden o tienen la paz de Dios es que no se obstinan en locuras; hemos de entender que cuando Dios habla de paz no sólo se refiere a la ausencia de violencia entre naciones o individuos; la historia de Israel nos muestra esto claramente; al leer en ella que procuraron la muerte de Jeremías porque por sus palabras, que por supuesto eran de Dios, interpretaban que no buscaba la paz del pueblo (Jer 38:4), vemos que querían paz, pero a su modo; y que no entendían que la paz comienza en la buena relación con Dios, la cual se evidencia en huir de la locura de la idolatría; no es posible no notar en la historia bíblica que cada vez que Israel se hundía en la locura de la idolatría acababan siendo víctimas de la violencia bélica; esta locura ha sido tan terrible que aun el templo de Jerusalén fue idolatrado, visto en el hecho de que acabaron convirtiéndolo en cueva de ladrones, nos damos cuenta que no porque sí fue destruido unos años más tarde (Mt 21:13; 24:1-2); el probervista hace claro este principio al decir: Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a su enemigos hace estar en paz con él (Prov 16:7). Ahora bien, lo conducente es estar ciertos de saber cuál es el camino que nos lleva a estar en paz con Dios; si las Escrituras han hallado cabida en nuestro corazón entenderemos que no hay otro sino el de la fe, pero no el de la autosugestionante fe religiosa, sino el de la que con sencillez conduce a ver a Dios como él quiere ser visto, no como uno que puede ser hecho a modo, sino como el digno de ser temido, y a la vez visto como el perfecto Padre de amor. De principio a fin, las Escrituras dan testimonio de que la ofensa que hacía división entre Dios y su pueblo es la incredulidad, lo cual significa quitarle la fe que le pertenece para darla a lo que no es Dios. A esta altura podemos ya darnos cuenta si estamos pidiendo correctamente la paz para Jerusalén (Israel), y aun más si nos hacemos esta pregunta: ¿Está Israel en paz con Dios? Si no podemos contestar afirmativamente entonces deberíamos decirle a Dios: Señor, habla a tu pueblo de tal modo que vuelva su corazón a ti y creyéndote se convierta y tú le sanes; otra pregunta sería: ¿Hay algún profeta que esté llamando a Israel a poner su fe en Dios para estar en paz con él? Yo sólo veo a uno, al que rechazaron y mataron en una cruz (Hech 7:52), éste, a todas luces continúa hablando a Israel, encargo que dio a su Iglesia; la pregunta es: ¿Está ocurriendo esto? o es que los creyentes de hoy no hemos interpretado fielmente las palabras de Jesús: ... sino id antes a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10:6); ¿Seguirá aun cumpliéndose en ellos la profecía de Isaías citada por Jesús: de oído oirés, y no entenderéis, y viendo veréis y no percibiréis (Mt 13:14-15; Hech 28:25-27; Is 6:9-10)?. Sin duda que en Israel hay un remanente a causa del cual la mano de Dios se ha de manifestar en esta nación, no sin antes hacerle ver la consecuencia de su incredulidad en el que les fue enviado (Lc 13:34; Rom 9:27; 11:1-5). Pero bien, antes de pedir por la paz de Jerusalén, confirmemos que nosotros mismos estamos en paz con Dios, lo cual no es producto sino de creer que hemos sido absolutamente perdonados por Dios, no por nuestras obras, sino por la obra de Jesucristo en la cruz; sólo así podremos interceder espiritualmente a Dios por Israel su pueblo. Que mi Señor nos dé luz a este respecto. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Jerusalén es el nombre de la ciudad emblemática de todo un país: Israel; que ella esté en paz significa que toda la nación está gozando de prosperidad; testimonio inmemorial de esto es lo expresado por el salmista en el Salmo 144:12-15; en el que de manera sencilla expresa su deseo y describe el escenario de una nacion que está en paz, asociándolo íntimamente con la relación de la nación con Dios, por ello culmina diciendo: Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová. Bien entendido estaba David de que Dios ama la paz de su siervo (Sal 35:27), y al decir esto no sólo se refería a sí mismo, sino a toda una nación, lo cual expresa claramente Isaías al decir: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré (Is 49:3). Así pues, queda claro que Dios desea la paz de esta nación. Hoy en nuestros días, debido a los eventos bélicos que vive Jerusalén (Israel), se está llamando a los creyentes a pedir por la paz de Jerusalén, en atención a las palabras del salmista; esto es bueno, no tiene vuelta de hoja, el asunto es que hay que entender lo que significa pedir de acuerdo a la voluntad de Dios; por supuesto que es bastante fácil pedir a Dios que detenga la violencia bélica contra Israel, y aun más cuando el salmista añade: Sean prosperados los que te aman (Sal 122:6); el punto es que no hay que olvidar que Dios no mira como mira el hombre, los hombres nos dejamos llevar por las apariencias, pero Dios siempre ve el origen y la raíz de las cosas; en este tema de la paz hemos de ver qué es lo que Dios tiene en mente cuando habla de paz; el salmista dice: ... porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura (Sal 85:8), es decir, que la evidencia de que un individuo o una nación entienden o tienen la paz de Dios es que no se obstinan en locuras; hemos de entender que cuando Dios habla de paz no sólo se refiere a la ausencia de violencia entre naciones o individuos; la historia de Israel nos muestra esto claramente; al leer en ella que procuraron la muerte de Jeremías porque por sus palabras, que por supuesto eran de Dios, interpretaban que no buscaba la paz del pueblo (Jer 38:4), vemos que querían paz, pero a su modo; y que no entendían que la paz comienza en la buena relación con Dios, la cual se evidencia en huir de la locura de la idolatría; no es posible no notar en la historia bíblica que cada vez que Israel se hundía en la locura de la idolatría acababan siendo víctimas de la violencia bélica; esta locura ha sido tan terrible que aun el templo de Jerusalén fue idolatrado, visto en el hecho de que acabaron convirtiéndolo en cueva de ladrones, nos damos cuenta que no porque sí fue destruido unos años más tarde (Mt 21:13; 24:1-2); el probervista hace claro este principio al decir: Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a su enemigos hace estar en paz con él (Prov 16:7). Ahora bien, lo conducente es estar ciertos de saber cuál es el camino que nos lleva a estar en paz con Dios; si las Escrituras han hallado cabida en nuestro corazón entenderemos que no hay otro sino el de la fe, pero no el de la autosugestionante fe religiosa, sino el de la que con sencillez conduce a ver a Dios como él quiere ser visto, no como uno que puede ser hecho a modo, sino como el digno de ser temido, y a la vez visto como el perfecto Padre de amor. De principio a fin, las Escrituras dan testimonio de que la ofensa que hacía división entre Dios y su pueblo es la incredulidad, lo cual significa quitarle la fe que le pertenece para darla a lo que no es Dios. A esta altura podemos ya darnos cuenta si estamos pidiendo correctamente la paz para Jerusalén (Israel), y aun más si nos hacemos esta pregunta: ¿Está Israel en paz con Dios? Si no podemos contestar afirmativamente entonces deberíamos decirle a Dios: Señor, habla a tu pueblo de tal modo que vuelva su corazón a ti y creyéndote se convierta y tú le sanes; otra pregunta sería: ¿Hay algún profeta que esté llamando a Israel a poner su fe en Dios para estar en paz con él? Yo sólo veo a uno, al que rechazaron y mataron en una cruz (Hech 7:52), éste, a todas luces continúa hablando a Israel, encargo que dio a su Iglesia; la pregunta es: ¿Está ocurriendo esto? o es que los creyentes de hoy no hemos interpretado fielmente las palabras de Jesús: ... sino id antes a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10:6); ¿Seguirá aun cumpliéndose en ellos la profecía de Isaías citada por Jesús: de oído oirés, y no entenderéis, y viendo veréis y no percibiréis (Mt 13:14-15; Hech 28:25-27; Is 6:9-10)?. Sin duda que en Israel hay un remanente a causa del cual la mano de Dios se ha de manifestar en esta nación, no sin antes hacerle ver la consecuencia de su incredulidad en el que les fue enviado (Lc 13:34; Rom 9:27; 11:1-5). Pero bien, antes de pedir por la paz de Jerusalén, confirmemos que nosotros mismos estamos en paz con Dios, lo cual no es producto sino de creer que hemos sido absolutamente perdonados por Dios, no por nuestras obras, sino por la obra de Jesucristo en la cruz; sólo así podremos interceder espiritualmente a Dios por Israel su pueblo. Que mi Señor nos dé luz a este respecto. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. (2 Tes 3:1-2)
Toda palabra y todo acto de Dios tiene el propósito de llamar a los hombres a creerle, porque sólo cuando ejercen la fe en él pueden nacer de nuevo y entrar en su reino (Jn 3:5; 14-15; Col 1:13-14); así que desde la perspectiva divina sólo hay dos clases de hombres: creyentes e incrédulos; no hay puntos medios (Jn 3:18). Dios dispuso que los hombres fuesen salvos por la fe, no por ningún otro medio; esta es la enseñanza medular que les fue dada a los apóstoles, siendo Pablo el que más abundó en ella (Rom 1:17; 3:30; 5:1). Resulta un tanto duro de aceptar que para Dios un incrédulo es lo mismo que un impío, dicho de otro modo, que la más grande impiedad es la incredulidad; nos hemos acostumbrado a pensar y a dar por hecho que los hombres impíos son los que se distinguen por sus malas obras, pero para Dios no es así, lo cual quedó demostrado el día de la crucifixión, al abrir la puerta del paraíso a aquel malhechor, que a los ojos de los hombres era indudablemente un hombre impío; pero sólo bastó que éste ejerciera fe en el Rey crucificado para que fuera absuelto. Si este hombre hubiera tenido la oportunidad de seguir viviendo, sin duda que no hubiera seguido siendo el mismo, porque un hecho consecuente en los que de verdad creen es que empiezan a aborrecer el mal poniéndose a sí mismos en la primera fila (1 Tim 1:15; Rom 7:18-25). Ahora bien, Pablo está solicitando intercesión de los creyentes para que la palabra del Señor se extienda por la predicación y se le dé la gloria correspondiente, sin dejar de poner el dedo en el renglón en lo que es la más grande oposición para que se lleve a cabo, esto es, en los hombres perversos y malos, que sin llamarlos incrédulos lo infiere diciendo, porque no es de todos la fe. ¿A quién se estaba refiriendo en primer término sino a hombres religiosos? Así es, la más grande expresión de impiedad no se da entre los llamados malvivientes, sino entre los que tienen apariencia de piedad, es decir, los religiosos (2 Tim 3:5); esto es, que cuando un malviviente que tiene en sí el germen de la fe oye la palabra de Dios, o lo ve en uno de sus actos - siendo el más portentoso el de la cruz del calvario- sin duda se volverá a Dios y le glorificará, pero un religioso que se justifica a sí mismo por sus obras, jamás ejercerá fe en Dios, porque ya se la ha concedido a sí mismo; esto quiso decir Pablo al afirmar que no es de todos la fe. Todo verdadero creyente habrá tenido que visualizarse como un impío a causa de su incredulidad para poder ser absuelto, no por ser portador de lo que los hombres llaman impiedad, sino de lo que Dios llama impiedad. Tal es el caso del hombre religioso que persiguió al mismo Jesús (Hech 26:14), el autor y consumador de la fe, ejecutándo tal persecución sobre los creyentes; este es el mismo Pablo, quien da testimonio de ello diciendo que lo hizo por ignorancia en incredulidad (1 Tim 1:13); el cual habiendo pasado por tal experiencia, se refiere a los malos obreros como perros y mutiladores del cuerpo, porque pervierten y mal usan la palabra de Dios, pero que en el sentido positivo exhorta a Timoteo a presentarse ante Dios como buen obrero (2 Tim 2:15), es decir, que usa bien la palabra de verdad. Esta meditación es un llamado a los creyentes a distinguir a los que están predicando la palabra conforme al sentir de Dios y a orar para que se les abran puertas, pero también para denunciar las malas enseñanzas que se oponen al verdadero camino de la salvación, que es por la fe en la obra de Cristo Jesús, esto es, que murió y resucitó para salvar a todos los que le crean.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Toda palabra y todo acto de Dios tiene el propósito de llamar a los hombres a creerle, porque sólo cuando ejercen la fe en él pueden nacer de nuevo y entrar en su reino (Jn 3:5; 14-15; Col 1:13-14); así que desde la perspectiva divina sólo hay dos clases de hombres: creyentes e incrédulos; no hay puntos medios (Jn 3:18). Dios dispuso que los hombres fuesen salvos por la fe, no por ningún otro medio; esta es la enseñanza medular que les fue dada a los apóstoles, siendo Pablo el que más abundó en ella (Rom 1:17; 3:30; 5:1). Resulta un tanto duro de aceptar que para Dios un incrédulo es lo mismo que un impío, dicho de otro modo, que la más grande impiedad es la incredulidad; nos hemos acostumbrado a pensar y a dar por hecho que los hombres impíos son los que se distinguen por sus malas obras, pero para Dios no es así, lo cual quedó demostrado el día de la crucifixión, al abrir la puerta del paraíso a aquel malhechor, que a los ojos de los hombres era indudablemente un hombre impío; pero sólo bastó que éste ejerciera fe en el Rey crucificado para que fuera absuelto. Si este hombre hubiera tenido la oportunidad de seguir viviendo, sin duda que no hubiera seguido siendo el mismo, porque un hecho consecuente en los que de verdad creen es que empiezan a aborrecer el mal poniéndose a sí mismos en la primera fila (1 Tim 1:15; Rom 7:18-25). Ahora bien, Pablo está solicitando intercesión de los creyentes para que la palabra del Señor se extienda por la predicación y se le dé la gloria correspondiente, sin dejar de poner el dedo en el renglón en lo que es la más grande oposición para que se lleve a cabo, esto es, en los hombres perversos y malos, que sin llamarlos incrédulos lo infiere diciendo, porque no es de todos la fe. ¿A quién se estaba refiriendo en primer término sino a hombres religiosos? Así es, la más grande expresión de impiedad no se da entre los llamados malvivientes, sino entre los que tienen apariencia de piedad, es decir, los religiosos (2 Tim 3:5); esto es, que cuando un malviviente que tiene en sí el germen de la fe oye la palabra de Dios, o lo ve en uno de sus actos - siendo el más portentoso el de la cruz del calvario- sin duda se volverá a Dios y le glorificará, pero un religioso que se justifica a sí mismo por sus obras, jamás ejercerá fe en Dios, porque ya se la ha concedido a sí mismo; esto quiso decir Pablo al afirmar que no es de todos la fe. Todo verdadero creyente habrá tenido que visualizarse como un impío a causa de su incredulidad para poder ser absuelto, no por ser portador de lo que los hombres llaman impiedad, sino de lo que Dios llama impiedad. Tal es el caso del hombre religioso que persiguió al mismo Jesús (Hech 26:14), el autor y consumador de la fe, ejecutándo tal persecución sobre los creyentes; este es el mismo Pablo, quien da testimonio de ello diciendo que lo hizo por ignorancia en incredulidad (1 Tim 1:13); el cual habiendo pasado por tal experiencia, se refiere a los malos obreros como perros y mutiladores del cuerpo, porque pervierten y mal usan la palabra de Dios, pero que en el sentido positivo exhorta a Timoteo a presentarse ante Dios como buen obrero (2 Tim 2:15), es decir, que usa bien la palabra de verdad. Esta meditación es un llamado a los creyentes a distinguir a los que están predicando la palabra conforme al sentir de Dios y a orar para que se les abran puertas, pero también para denunciar las malas enseñanzas que se oponen al verdadero camino de la salvación, que es por la fe en la obra de Cristo Jesús, esto es, que murió y resucitó para salvar a todos los que le crean.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos; Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora; Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. (Jn 2:1-5)
El Jesús de las Escrituras no se sustrajo a la convivencia social; caminaba en la superficie sin dejar la profundidad de su razón de ser, se inclinó a tal punto a la naturaleza humana que fue objeto de escándalo para los religiosos; actitud que prevalece hasta nuestro tiempo de tal modo que los dominados por ella desearían que su primer milagro no hubiese sido el de proveer para la alegría de una fiesta; sin duda que Jesús tenía muy presentes las palabras del salmista que bendicen a Dios por sus provisiones aludiendo al vino que alegra el corazón del hombre (Sal 104:15).
Pero el punto relevante que hemos de observar en esta ocasión es que es la misma madre de Jesús quien induce la acción que da lugar a este hecho portentoso sólo al decirle: No tienen vino; pudo Jesús responder sólo con un Sí madre, o sin dar repuesta emprender la acción, mas la respuesta que da a María es realmente la médula de este evento; notemos como no le llama madre, sino mujer, colocándola en el plano genérico en el que a sí mismo se ponía al autollamarse Hijo del hombre (Mt 11:19); el punto profundo es que en primer plano él lo hace con una pregunta: ¿Qué tienes conmigo, mujer? evidenciándola como un emisario de la confirmación del designio que su Padre le había destinado, cosa que queda manifiesta cuando le dice: Aún no ha venido mi hora; es de notar cómo María se mantiene en su posición de inductora al dirigirse a los sirvientes para darles instrucciones: Hagan lo que él les diga; en seguida vemos como Jesús hace lo que tiene que hacer y derrama la bendición del vino para que la alegría de la fiesta continúe; pero no demos por concluído el asunto aquí, sino que vayamos a entender qué es lo que quiso decir con: Aún no ha venido mi hora.
Algunos quizás interpreten que su madre aceleró la hora en que él comenzara a hacer milagros y que por ello Jesús le contestó con esas palabras; para nada es así, realmente lo que él hizo no fue por obedecer a su madre, sino a la voz de su Padre a través de ella para que quedara impreso en un milagro el símbolo del vino, esto es, el vino del dolor, que es el derramamiento de su sangre en la cruz; hago un paréntesis para referirme a la composición musical de mi compañero de ministerio Andrés Rocha, en la que en sus primeras líneas hablándo a Jesús escribe: Eres el vino del dolor, que ya sació mi sed de amor, eres la sangre que lavó mi corazón; en fina poesía asocia el vino con el dolor, que sin duda no vino de inspiración terrenal, sino del cielo mismo para confirmarle su llamado como evangelista del Señor; cierto estoy que en ese momento no se percató de la profundida de esta gran verdad que hoy a la distancia del tiempo le conmoverá hasta las entrañas.
No debe extrañarnos que el último evento colectivo de Jesús con sus discípulos tuviera que ser sellado con este símbolo; vemos ahora cómo él mismo cita aquella hora de la que habló a su madre, cuando envió a sus discípulos a cierto hombre para decirle: Mi tiempo está cerca, en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos; estando en la cual, el vino fue objeto relevante para instituír lo que ahora llamamos la cena del Señor; y que ahora estaba siendo asociado no con la alegría de una fiesta de bodas, sino con el dolor mismo; el cual no era sino sólo un velo que cubría la posterior alegría que vendría despues de ese gran dolor, como escribió también mi hermano Antonio en su composición: Su dolor se convirtió en un grande amor.
Amor que produce la más grande alegría al ser derramado en nuestros corazónes por su Espíritu, como nos enseña el apóstol Pablo (Rom 5:5); alegría de saber que ahora somos partícipes de las bodas de la eternidad, las cuales son llamadas en el libro de Apocalípsis Las bodas del Cordero (Ap 19:7-9), en las cuales degustaremos con el esposo el mejor de los vinos (Mt 26:29); Hoy sólo basta una cosa para que esto sea realidad: Creer con el corazón que Jesús tomó la Copa del dolor para darnos vida con su muerte. (Mt 26:38-39).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
El Jesús de las Escrituras no se sustrajo a la convivencia social; caminaba en la superficie sin dejar la profundidad de su razón de ser, se inclinó a tal punto a la naturaleza humana que fue objeto de escándalo para los religiosos; actitud que prevalece hasta nuestro tiempo de tal modo que los dominados por ella desearían que su primer milagro no hubiese sido el de proveer para la alegría de una fiesta; sin duda que Jesús tenía muy presentes las palabras del salmista que bendicen a Dios por sus provisiones aludiendo al vino que alegra el corazón del hombre (Sal 104:15).
Pero el punto relevante que hemos de observar en esta ocasión es que es la misma madre de Jesús quien induce la acción que da lugar a este hecho portentoso sólo al decirle: No tienen vino; pudo Jesús responder sólo con un Sí madre, o sin dar repuesta emprender la acción, mas la respuesta que da a María es realmente la médula de este evento; notemos como no le llama madre, sino mujer, colocándola en el plano genérico en el que a sí mismo se ponía al autollamarse Hijo del hombre (Mt 11:19); el punto profundo es que en primer plano él lo hace con una pregunta: ¿Qué tienes conmigo, mujer? evidenciándola como un emisario de la confirmación del designio que su Padre le había destinado, cosa que queda manifiesta cuando le dice: Aún no ha venido mi hora; es de notar cómo María se mantiene en su posición de inductora al dirigirse a los sirvientes para darles instrucciones: Hagan lo que él les diga; en seguida vemos como Jesús hace lo que tiene que hacer y derrama la bendición del vino para que la alegría de la fiesta continúe; pero no demos por concluído el asunto aquí, sino que vayamos a entender qué es lo que quiso decir con: Aún no ha venido mi hora.
Algunos quizás interpreten que su madre aceleró la hora en que él comenzara a hacer milagros y que por ello Jesús le contestó con esas palabras; para nada es así, realmente lo que él hizo no fue por obedecer a su madre, sino a la voz de su Padre a través de ella para que quedara impreso en un milagro el símbolo del vino, esto es, el vino del dolor, que es el derramamiento de su sangre en la cruz; hago un paréntesis para referirme a la composición musical de mi compañero de ministerio Andrés Rocha, en la que en sus primeras líneas hablándo a Jesús escribe: Eres el vino del dolor, que ya sació mi sed de amor, eres la sangre que lavó mi corazón; en fina poesía asocia el vino con el dolor, que sin duda no vino de inspiración terrenal, sino del cielo mismo para confirmarle su llamado como evangelista del Señor; cierto estoy que en ese momento no se percató de la profundida de esta gran verdad que hoy a la distancia del tiempo le conmoverá hasta las entrañas.
No debe extrañarnos que el último evento colectivo de Jesús con sus discípulos tuviera que ser sellado con este símbolo; vemos ahora cómo él mismo cita aquella hora de la que habló a su madre, cuando envió a sus discípulos a cierto hombre para decirle: Mi tiempo está cerca, en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos; estando en la cual, el vino fue objeto relevante para instituír lo que ahora llamamos la cena del Señor; y que ahora estaba siendo asociado no con la alegría de una fiesta de bodas, sino con el dolor mismo; el cual no era sino sólo un velo que cubría la posterior alegría que vendría despues de ese gran dolor, como escribió también mi hermano Antonio en su composición: Su dolor se convirtió en un grande amor.
Amor que produce la más grande alegría al ser derramado en nuestros corazónes por su Espíritu, como nos enseña el apóstol Pablo (Rom 5:5); alegría de saber que ahora somos partícipes de las bodas de la eternidad, las cuales son llamadas en el libro de Apocalípsis Las bodas del Cordero (Ap 19:7-9), en las cuales degustaremos con el esposo el mejor de los vinos (Mt 26:29); Hoy sólo basta una cosa para que esto sea realidad: Creer con el corazón que Jesús tomó la Copa del dolor para darnos vida con su muerte. (Mt 26:38-39).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Oye, pueblo mío, y te amonestaré. Israel, si me oyeres, No habrá en ti dios ajeno, Ni te inclinarás a dios extraño. Yo soy Jehová tu Dios, Que te hice subir de la tierra de Egipto; Abre tu boca, y yo la llenaré. Pero mi pueblo no oyó mi voz, E Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; Caminaron en sus propios consejos. ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo, Si en mis caminos hubiera andado Israel! (Sal. 81:8-13).
Cuando leemos lo que llamamos Las Escrituras, refiriéndonos a ellas como Palabra de Dios ¿Qué es lo que hace la diferencia de hacer solo una lectura? Sin temor a equivocarme puedo decir que la diferencia la hace el peso de la fe en el que decimos que nos habla, y que luego nos mueve a preguntarnos: ¿Qué tiene que ver conmigo y con los creyentes del presente? Bajo este principio dispongamos el corazón para discernir y enfocar lo que Dios quiere hacernos entender en este salmo. Aparentemente la voz de Dios se está dirigiendo a la nación engendrada por él a la cual puso por nombre Israel, pero si somos conscientes de la universalidad intemporal de su carácter, aceptaremos que se dirige al linaje de los que invocan su nombre, sea que lo hagan realmente por la fe o por simple costumbrismo religioso, hemos de notar que unos y otros pueden estar ocupando los mismos espacios geográficos o congregacionales y de allí que resulte complicado distinguir quienes son unos y quienes son otros; pero lo que no puede negarse es que las mayorías en todos los tiempos, que solo invocan a Dios por mero religiosismo, influyen o reprimen a los pocos con sus desvíos doctrinales y de conducta para salirse de los caminos de Dios; este panorama muy repetido en la historia es lo que explica la presencia de los profetas enviados por Dios a su pueblo para exhortarles a retornar a sus caminos. La manifestación de Dios en carne vino a hacer contundente la verdad de que Dios tiene un solo pueblo, esto es, los que de corazón invocan su nombre, sean o no de ascendencia judía (Jn 10:16; Ef 2:11-18), considerando la enseñanza de Pablo de que no se es judío en el exterior, sino en el interior (Rom 2:28-29). Ahora bien, atendiendo a la verdad de que Dios no está sujeto a temporalidad, entendemos que su voz se sigue dirigiendo a su pueblo diciendo: OYE PUEBLO MÍO, Y TE AMONESTARÉ. Su palabra inicia con un Sí condicional: SI ME OYERES, esto quiere decir, que la consecuencia de OIR es la de no caer en el engaño que lleva a andar bajo el dominio de dioses ajenos; cabe aquí preguntarse: ¿Qué dioses ajenos han atrapado al pueblo del presente, y en qué caminos extraños está caminando? Sin duda podemos aludir al materialismo, al fanatismo político, a la deificación científica, y en lo religioso al emocionalismo en lugar de espiritualidad. Después de que Dios le dice a su pueblo cuál será el resultado de que oigan su voz, enseguida les ofrece saciarles, y la increíble respuesta de su pueblo que podríamos parafrasear así: “Nos saciaremos a nuestro modo”. ¿Qué hace el Señor ante esta insólita actitud? Simplemente dejarlos a la Dureza de su corazón, es decir, que cosechen lo que siembran. En seguida Dios parece exhibir su dolor diciendo: ¡Oh, si me HUBIERA oído mi pueblo! Con mucha frecuencia se oye decir que los hubieras de nada sirven. La pregunta es: ¿Entonces por qué Dios la expresa? ¿Tiene algún propósito? Por supuesto que sí; cada generación ha tenido su pasado y su futuro; si en su presente valora el hubiera de Dios, se está dando la oportunidad de sembrar lo que conviene. Lo importante hoy es que nos demos cuenta qué tiene que ver con nuestra generación el hubiera de Dios, para que en el futuro no se vuelva a oír la palabra de deploración de Dios: ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo! Que mi Señor nos dé la gracia de hacer atentos nuestros oídos a sus palabras y la capacidad de discernir las sutilezas que han desviado los sentidos de quienes invocan su nombre. (2 Cor 11:3-4).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Cuando leemos lo que llamamos Las Escrituras, refiriéndonos a ellas como Palabra de Dios ¿Qué es lo que hace la diferencia de hacer solo una lectura? Sin temor a equivocarme puedo decir que la diferencia la hace el peso de la fe en el que decimos que nos habla, y que luego nos mueve a preguntarnos: ¿Qué tiene que ver conmigo y con los creyentes del presente? Bajo este principio dispongamos el corazón para discernir y enfocar lo que Dios quiere hacernos entender en este salmo. Aparentemente la voz de Dios se está dirigiendo a la nación engendrada por él a la cual puso por nombre Israel, pero si somos conscientes de la universalidad intemporal de su carácter, aceptaremos que se dirige al linaje de los que invocan su nombre, sea que lo hagan realmente por la fe o por simple costumbrismo religioso, hemos de notar que unos y otros pueden estar ocupando los mismos espacios geográficos o congregacionales y de allí que resulte complicado distinguir quienes son unos y quienes son otros; pero lo que no puede negarse es que las mayorías en todos los tiempos, que solo invocan a Dios por mero religiosismo, influyen o reprimen a los pocos con sus desvíos doctrinales y de conducta para salirse de los caminos de Dios; este panorama muy repetido en la historia es lo que explica la presencia de los profetas enviados por Dios a su pueblo para exhortarles a retornar a sus caminos. La manifestación de Dios en carne vino a hacer contundente la verdad de que Dios tiene un solo pueblo, esto es, los que de corazón invocan su nombre, sean o no de ascendencia judía (Jn 10:16; Ef 2:11-18), considerando la enseñanza de Pablo de que no se es judío en el exterior, sino en el interior (Rom 2:28-29). Ahora bien, atendiendo a la verdad de que Dios no está sujeto a temporalidad, entendemos que su voz se sigue dirigiendo a su pueblo diciendo: OYE PUEBLO MÍO, Y TE AMONESTARÉ. Su palabra inicia con un Sí condicional: SI ME OYERES, esto quiere decir, que la consecuencia de OIR es la de no caer en el engaño que lleva a andar bajo el dominio de dioses ajenos; cabe aquí preguntarse: ¿Qué dioses ajenos han atrapado al pueblo del presente, y en qué caminos extraños está caminando? Sin duda podemos aludir al materialismo, al fanatismo político, a la deificación científica, y en lo religioso al emocionalismo en lugar de espiritualidad. Después de que Dios le dice a su pueblo cuál será el resultado de que oigan su voz, enseguida les ofrece saciarles, y la increíble respuesta de su pueblo que podríamos parafrasear así: “Nos saciaremos a nuestro modo”. ¿Qué hace el Señor ante esta insólita actitud? Simplemente dejarlos a la Dureza de su corazón, es decir, que cosechen lo que siembran. En seguida Dios parece exhibir su dolor diciendo: ¡Oh, si me HUBIERA oído mi pueblo! Con mucha frecuencia se oye decir que los hubieras de nada sirven. La pregunta es: ¿Entonces por qué Dios la expresa? ¿Tiene algún propósito? Por supuesto que sí; cada generación ha tenido su pasado y su futuro; si en su presente valora el hubiera de Dios, se está dando la oportunidad de sembrar lo que conviene. Lo importante hoy es que nos demos cuenta qué tiene que ver con nuestra generación el hubiera de Dios, para que en el futuro no se vuelva a oír la palabra de deploración de Dios: ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo! Que mi Señor nos dé la gracia de hacer atentos nuestros oídos a sus palabras y la capacidad de discernir las sutilezas que han desviado los sentidos de quienes invocan su nombre. (2 Cor 11:3-4).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Provocaron la ira de Dios con sus obras, Y se desarrolló la mortandad entre ellos. Entonces se levantó Finees e hizo juicio, y se detuvo la plaga; Y le fue contado por justicia de generación en generación para siempre (Sal 106:29-31).
En la narrativa de algunos salmos se consigna un constante vaivén en la conducta de su pueblo entre la rectitud y la maldad, y la respuesta de Dios a ello (Sal 107:33-39; 106:13-15; 95:8-11); vez tras vez vemos en el curso de la historia que Dios tiene que llamar a la cordura con modos por demás duros; hambres, guerras, o plagas; (Sal 85:4-8; 78:34-39); después de lo cual los hombres parecieran cobrar consciencia de la justicia y volverse a la rectitud, pero poco a poco y de manera sutil vuelven a los malos caminos con más intensidad; nuestro tiempo nos dice que no han cambiado las cosas, y cuanto más hombres hay en el planeta la maldad aumenta a todas luces en proporción directa; para Dios esto es una provocación que no se queda sin respuesta, y comienza poniendo a su pueblo a la cabeza; siempre habrá una consecuencia al desvío; la violenta maldad humana es una plaga en sí misma a la que parece acostumbrarse el hombre; el instrumento para resolver problemas ya no es un pacífico diálogo, sino la agresión directa, y esto es de arriba abajo; entre naciones como entre individuos; nos están alcanzando ya las muy comentadas palabras proféticas de Jesús para los tiempos del fín, en las que alude a los violentos tiempos de Noé (Mt 24:4-8, 37-39). Hace ya un año (2020) que se manifestó la llegada de una plaga al mundo entero que ha cobrado cientos de miles de vidas, y que sin duda las medidas tomadas han ocasionado otros daños colaterales; no hay quien no desee que esto ya pase para volver a la normalidad; la pregunta es ¿Qué normalidad? ¿Un estilo de vida mundial en el que Dios está siendo ignorado hasta en las instituciones religiosas? Alguien sin ser predicador dijo atinadamente en pro de lo justo: ¿Qué es la oscuridad sino la ausencia de la luz? ¿Qué es la maldad sino la ausencia de Dios? Ahora bien, en lo que a nosotros compete hemos de preguntarnos ¿Donde está la voz del que se levanta dentro del pueblo de Dios para hacer juicio y vindicar al Dios de los cielos? Con toda seguridad está en aquellos que en lo secreto de su aposento confiesan delante de Dios los desvíos del pueblo del cual forman parte (Dn 9:4-10); o en aquellos que a voz en cuello (Is 58:1) por todos los medios que pueden están tratando de despertar a los anestesiados por los afanes de la vida (Mt 13:22), y que sin sentirlo caminan haciendo coro a los argumentos del mundo; a los que consciente o inconscientemente han quitado o añadido a la palabra de Dios, por sus torcidas interpretaciones (Apoc 22:18-21); a los vacilantes que no son ni fríos ni calientes (Ap 3:15), y que sólo son practicantes de ritos y cultos vacíos de Dios; a los que han olvidado que el juicio comienza por la casa de Dios (1 P 4:17); a los que se justifican a sí mismos por su supuesta vida piadosa y ni viven ni enseñan la justicia de Dios que es por la fe en la cruz de Cristo (1 Tim 6:3-5). ¿Cuánto de todo lo anterior ha invadido la atmósfera de la cristiandad? Es obvio que muchos están pidiendo a Dios que quite la plaga, pero si somos sensibles a su sentir, hemos de pedirle en primer término que nos dé la gracia de entender lo que significa volver a las sendas antiguas, reconociendo que hemos caído en el engaño de pretender hacer a Dios a nuestro modo; aún están resonando desde las Escrituras las palabras de Pedro: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (Hech 3:19). Si por la mano de mi Señor ha venido esta plaga, será por su misma mano que será quitada. Que mi Señor nos dé la gracia de inclinar nuestra cabeza delante de él y entendamos el contenido de sus palabras dichas al rey Salomón: ... o si enviare pestilencia a mi pueblo; Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado... (2 Cr 7:13-14). Sin ninguna duda, los oídos de Dios están atentos a la voz de los que han sido justificados por la fe en la sangre de su Hijo (Sal 34:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
En la narrativa de algunos salmos se consigna un constante vaivén en la conducta de su pueblo entre la rectitud y la maldad, y la respuesta de Dios a ello (Sal 107:33-39; 106:13-15; 95:8-11); vez tras vez vemos en el curso de la historia que Dios tiene que llamar a la cordura con modos por demás duros; hambres, guerras, o plagas; (Sal 85:4-8; 78:34-39); después de lo cual los hombres parecieran cobrar consciencia de la justicia y volverse a la rectitud, pero poco a poco y de manera sutil vuelven a los malos caminos con más intensidad; nuestro tiempo nos dice que no han cambiado las cosas, y cuanto más hombres hay en el planeta la maldad aumenta a todas luces en proporción directa; para Dios esto es una provocación que no se queda sin respuesta, y comienza poniendo a su pueblo a la cabeza; siempre habrá una consecuencia al desvío; la violenta maldad humana es una plaga en sí misma a la que parece acostumbrarse el hombre; el instrumento para resolver problemas ya no es un pacífico diálogo, sino la agresión directa, y esto es de arriba abajo; entre naciones como entre individuos; nos están alcanzando ya las muy comentadas palabras proféticas de Jesús para los tiempos del fín, en las que alude a los violentos tiempos de Noé (Mt 24:4-8, 37-39). Hace ya un año (2020) que se manifestó la llegada de una plaga al mundo entero que ha cobrado cientos de miles de vidas, y que sin duda las medidas tomadas han ocasionado otros daños colaterales; no hay quien no desee que esto ya pase para volver a la normalidad; la pregunta es ¿Qué normalidad? ¿Un estilo de vida mundial en el que Dios está siendo ignorado hasta en las instituciones religiosas? Alguien sin ser predicador dijo atinadamente en pro de lo justo: ¿Qué es la oscuridad sino la ausencia de la luz? ¿Qué es la maldad sino la ausencia de Dios? Ahora bien, en lo que a nosotros compete hemos de preguntarnos ¿Donde está la voz del que se levanta dentro del pueblo de Dios para hacer juicio y vindicar al Dios de los cielos? Con toda seguridad está en aquellos que en lo secreto de su aposento confiesan delante de Dios los desvíos del pueblo del cual forman parte (Dn 9:4-10); o en aquellos que a voz en cuello (Is 58:1) por todos los medios que pueden están tratando de despertar a los anestesiados por los afanes de la vida (Mt 13:22), y que sin sentirlo caminan haciendo coro a los argumentos del mundo; a los que consciente o inconscientemente han quitado o añadido a la palabra de Dios, por sus torcidas interpretaciones (Apoc 22:18-21); a los vacilantes que no son ni fríos ni calientes (Ap 3:15), y que sólo son practicantes de ritos y cultos vacíos de Dios; a los que han olvidado que el juicio comienza por la casa de Dios (1 P 4:17); a los que se justifican a sí mismos por su supuesta vida piadosa y ni viven ni enseñan la justicia de Dios que es por la fe en la cruz de Cristo (1 Tim 6:3-5). ¿Cuánto de todo lo anterior ha invadido la atmósfera de la cristiandad? Es obvio que muchos están pidiendo a Dios que quite la plaga, pero si somos sensibles a su sentir, hemos de pedirle en primer término que nos dé la gracia de entender lo que significa volver a las sendas antiguas, reconociendo que hemos caído en el engaño de pretender hacer a Dios a nuestro modo; aún están resonando desde las Escrituras las palabras de Pedro: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (Hech 3:19). Si por la mano de mi Señor ha venido esta plaga, será por su misma mano que será quitada. Que mi Señor nos dé la gracia de inclinar nuestra cabeza delante de él y entendamos el contenido de sus palabras dichas al rey Salomón: ... o si enviare pestilencia a mi pueblo; Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado... (2 Cr 7:13-14). Sin ninguna duda, los oídos de Dios están atentos a la voz de los que han sido justificados por la fe en la sangre de su Hijo (Sal 34:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Cor 4:17-18).
Sin lugar a dudas, estas palabras del apóstol resumen el historial de fe de su caminar en Cristo, tanto así que líneas arriba (2 Cor 4:13) asume como propias las palabras del salmista diciendo: Conforme a lo que está escrito: Creí por lo cual hablé (Sal 116:10), porque siempre el sello y fundamento de su apostolado es la fe, la fe en Jesucristo crucificado, que es sobre lo que descansa toda su enseñanza, solo entendiendo lo cual, los hijos de Dios, pueden experimentar una vida de verdadera victoria. Su currículum de sufrimiento por causa del evangelio es bastante nutrido y diverso (2ª Cor 6:4-10), y la verdad, difícil es encontrar casos como el suyo, mucho menos en la actualidad, aun cuando estén ostentando el título de apóstoles; no obstante su experiencia de sufrimientos, Pablo usa la expresión: Esta leve tribulación momentánea; que la verdad, a ojos del sentido común, ni fue leve ni fue momentánea, pero ¿Qué era o es lo que le motivaba a decir que era leve y momentánea? Nada menos que ese: Un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; cabe preguntarse ¿De qué gloria habla? Sin duda de la que viene del Dios único (Jn 5:44) la que solo puede verse con los ojos de la fe, razón por la cual, Jesús pregunta a los religiosos de su tiempo: ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros? Esta gloria es solo de apariencia, por eso es que Pablo dice: Para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón (2ª Cor 5:12); básico conocimiento que repetidamente afirma en sus enseñanzas; la fe verdadera se anida en el corazón porque es ahí donde Dios ve a los hombres (Rom 10:10) no en lo que aparentan (2ª Tim 3:5). Asombroso es que Pablo por esta razón prefiere, en el plano humano, gloriarse en sus debilidades (2ª Cor 12:5), para no caer en el engaño de las apariencias; aunque bien sabía que en nada era menos que los grandes apóstoles, de todos modos, decía: Nada soy; si en algo se gloriaba, pues, era en su bautismo de muerte con Cristo en la cruz (Mr 10:39, Rom 6:3). Concluye Pablo, con una afirmación por demás asombrosa, para hacernos ver la clave del triunfo: Mirar lo que no se ve; no deteniendo la mirada en lo temporal, sino en las cosas de la eternidad; cualquiera puede repetir estas afirmaciones, pero no cualquiera puede en la vida cotidiana manifestar tal desprendimiento de lo terrenal; el apóstol nos muestra tal poder de serenidad ante lo circunstancial, que dice: Los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen: Porque la apariencia de este mundo se pasa (1 Cor 7:30-31). Podemos parafrasear esto diciendo: No te dejes avasallar por el dolor, pero tampoco te jactes de tus goces, porque esto es pasajero. Ahora bien, lo importante de todo lo escrito por el apóstol, no es que inflemos nuestra cabeza con información, porque lo que escribió no lo escribió para sí mismo, sino para que nosotros incursionáramos en esa dimensión de vida; por esta razón, debiéramos examinar cuánto de nuestro caminar cotidiano, incluido en ello lo que damos en llamar vida espiritual, es una experiencia de gloriarnos en lo eterno y no en lo temporal; cuánto valoramos más la gloria de los hombres que la que viene de Dios, cuánto de lo que sufrimos es por causa del evangelio o simplemente por la necedad de la naturaleza humana (1ª P 2:20). Que mi Señor nos alumbre el entendimiento para aprender a mirar lo que no se ve y poder contemplar verdaderamente la gloria de Dios.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Sin lugar a dudas, estas palabras del apóstol resumen el historial de fe de su caminar en Cristo, tanto así que líneas arriba (2 Cor 4:13) asume como propias las palabras del salmista diciendo: Conforme a lo que está escrito: Creí por lo cual hablé (Sal 116:10), porque siempre el sello y fundamento de su apostolado es la fe, la fe en Jesucristo crucificado, que es sobre lo que descansa toda su enseñanza, solo entendiendo lo cual, los hijos de Dios, pueden experimentar una vida de verdadera victoria. Su currículum de sufrimiento por causa del evangelio es bastante nutrido y diverso (2ª Cor 6:4-10), y la verdad, difícil es encontrar casos como el suyo, mucho menos en la actualidad, aun cuando estén ostentando el título de apóstoles; no obstante su experiencia de sufrimientos, Pablo usa la expresión: Esta leve tribulación momentánea; que la verdad, a ojos del sentido común, ni fue leve ni fue momentánea, pero ¿Qué era o es lo que le motivaba a decir que era leve y momentánea? Nada menos que ese: Un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; cabe preguntarse ¿De qué gloria habla? Sin duda de la que viene del Dios único (Jn 5:44) la que solo puede verse con los ojos de la fe, razón por la cual, Jesús pregunta a los religiosos de su tiempo: ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros? Esta gloria es solo de apariencia, por eso es que Pablo dice: Para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón (2ª Cor 5:12); básico conocimiento que repetidamente afirma en sus enseñanzas; la fe verdadera se anida en el corazón porque es ahí donde Dios ve a los hombres (Rom 10:10) no en lo que aparentan (2ª Tim 3:5). Asombroso es que Pablo por esta razón prefiere, en el plano humano, gloriarse en sus debilidades (2ª Cor 12:5), para no caer en el engaño de las apariencias; aunque bien sabía que en nada era menos que los grandes apóstoles, de todos modos, decía: Nada soy; si en algo se gloriaba, pues, era en su bautismo de muerte con Cristo en la cruz (Mr 10:39, Rom 6:3). Concluye Pablo, con una afirmación por demás asombrosa, para hacernos ver la clave del triunfo: Mirar lo que no se ve; no deteniendo la mirada en lo temporal, sino en las cosas de la eternidad; cualquiera puede repetir estas afirmaciones, pero no cualquiera puede en la vida cotidiana manifestar tal desprendimiento de lo terrenal; el apóstol nos muestra tal poder de serenidad ante lo circunstancial, que dice: Los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen: Porque la apariencia de este mundo se pasa (1 Cor 7:30-31). Podemos parafrasear esto diciendo: No te dejes avasallar por el dolor, pero tampoco te jactes de tus goces, porque esto es pasajero. Ahora bien, lo importante de todo lo escrito por el apóstol, no es que inflemos nuestra cabeza con información, porque lo que escribió no lo escribió para sí mismo, sino para que nosotros incursionáramos en esa dimensión de vida; por esta razón, debiéramos examinar cuánto de nuestro caminar cotidiano, incluido en ello lo que damos en llamar vida espiritual, es una experiencia de gloriarnos en lo eterno y no en lo temporal; cuánto valoramos más la gloria de los hombres que la que viene de Dios, cuánto de lo que sufrimos es por causa del evangelio o simplemente por la necedad de la naturaleza humana (1ª P 2:20). Que mi Señor nos alumbre el entendimiento para aprender a mirar lo que no se ve y poder contemplar verdaderamente la gloria de Dios.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó que no caminase por el camino de este pueblo, diciendo: No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo; A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo (Is 8:11-13).
Los vientos encontrados sin duda producen torbellinos, y cuanto más fuerza tienen, mayor es la destrucción que producen; esto es inobjetable cuando nos referimos a las fuerzas de la naturaleza, y bien lo vemos manifiesto en el azote de un huracán; hay vientos encontrados de otro género que también causan muchos estragos entre los hombres, y que invariablemente son más peligrosos porque llegan de manera paulatina y sutil, estos son los vientos económicos, políticos, científicos, y religiosos, que se mueven dentro de la sociedad humana; estos han producido tantas vorágines que han venido conduciendo al mundo al borde de un colapso mayúsculo en donde el hombre es el depredador del hombre, que se vale de los medios de poder que tenga a su alcance para derribar lo que le estorbe; detrás de todo esto siempre hay un motor llamado ideología, esto es, un singular modo de pensar que busca avasallar y someter a todos sin excepción para "ordenar" el mundo. Esto siempre ha sido así, la única diferencia es que un torbellino social que se genera entre dos millones de gentes, no es lo mismo que uno generado entre más de siete mil millones de almas, sin duda el desastre será mayor. Las dos fuerzas que han chocado y que siguen chocando aún, son los caminos de Dios y los caminos de los hombres. Los creyentes en Dios con suma facilidad pueden predecir de quién será la victoria, sea porque tengan la fe bien asentada, o tan sólo por dejarse conducir por el sentido común, pero el punto importante no es sólo afirmar que los caminos de Dios serán los victoriosos, sino cómo nos habremos de conducir en tanto que el desenlace llega (Ef 5:15- 17); por esta razón es que le fueron dadas estas palabras al profeta Isaías, porque los modos de pensar de los hombres a su derredor eran en gran manera imponentes; por eso es que usa la expresión: Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó ... él necesitaba el aprendizaje que viene de Dios para poder enfrentarlos, lo mismo nosotros necesitamos en nuestro presente (Os 4:1; 6:6). Sin duda hoy en día hay un viento recio llamado democracia, pero ¿qué piensa Dios de ella? que su filo inconveniente es la ignorancia y la necedad; factor que usa el enemigo de Dios para usar a los hombres como carne de cañón; de manera muy clara Dios nos está diciendo: no te apropies de conceptos sólo porque vengan de las mayorías; aunque sean enseñadas dentro de congregaciones llamadas cristianas ¿No eran mayorías los hombres en el tiempo de Noé? o en el de Lot, o en el de Elías, o en el de Jeremías, o en el de cualquier otro profeta que anunciaba lo opuesto a las desviaciones de esas mayorías? Es obvio que el miedo de las mayorías es sumamente contagioso, por eso es que Dios le dice a su profeta, no te dejes llevar por su miedo. Es indudable que nos ha tocado vivir en medio de vientos encontrados, produciendo esto diversos daños, que hunden más y más en un círculo vicioso de confusión, de tal modo que no sabe a quién hacerle caso, en lo económico, en lo político, en lo científico, pero aún más en lo religioso; ¿cuál es el principio activo que Dios nos enseña para mantenernos firmes en sus caminos? Antes que nada debemos entender que los caminos no son estacionamientos, sino vías dinámicas, es decir que habrá algo que hacer, sea lo que sea que tengamos que hacer, ésto debe descansar en el temor de Dios; notemos como Dios hace equivalente el temerle con el santificarle; es decir, no podremos temerle si no sabemos qué significa santificarle, este es el principio activo; esto es sencillo, tan simple como decir: Me aparto de esto o aquello porque no va con el carácter de Dios, por temor a Él, no a los hombres, porque Él es Santo. Cuando Jesús dice No temáis a los que matan el cuerpo... usa el mismo verbo para decir mas bien temed a Aquél que ... En seguida él dice: No temáis, haciendo notar que si somos de él ese temor conllevará seguridad (Mt 10:28- 31); caminar así no es santurronería, sino conocimiento de Dios. Quien vive así, sabrá siempre en su momento qué acciones elegir en medio de la confusión de este mundo (Rom 12:2). Cuando Dios dice Estad quietos, no quiere decir inactivos (2 Cr 20:17), sino en paz. Que seamos enseñados por mi Señor para caminar ciertos y seguros en nuestras decisiones.
Tu hermano el predicador
Fernando H Nava
Los vientos encontrados sin duda producen torbellinos, y cuanto más fuerza tienen, mayor es la destrucción que producen; esto es inobjetable cuando nos referimos a las fuerzas de la naturaleza, y bien lo vemos manifiesto en el azote de un huracán; hay vientos encontrados de otro género que también causan muchos estragos entre los hombres, y que invariablemente son más peligrosos porque llegan de manera paulatina y sutil, estos son los vientos económicos, políticos, científicos, y religiosos, que se mueven dentro de la sociedad humana; estos han producido tantas vorágines que han venido conduciendo al mundo al borde de un colapso mayúsculo en donde el hombre es el depredador del hombre, que se vale de los medios de poder que tenga a su alcance para derribar lo que le estorbe; detrás de todo esto siempre hay un motor llamado ideología, esto es, un singular modo de pensar que busca avasallar y someter a todos sin excepción para "ordenar" el mundo. Esto siempre ha sido así, la única diferencia es que un torbellino social que se genera entre dos millones de gentes, no es lo mismo que uno generado entre más de siete mil millones de almas, sin duda el desastre será mayor. Las dos fuerzas que han chocado y que siguen chocando aún, son los caminos de Dios y los caminos de los hombres. Los creyentes en Dios con suma facilidad pueden predecir de quién será la victoria, sea porque tengan la fe bien asentada, o tan sólo por dejarse conducir por el sentido común, pero el punto importante no es sólo afirmar que los caminos de Dios serán los victoriosos, sino cómo nos habremos de conducir en tanto que el desenlace llega (Ef 5:15- 17); por esta razón es que le fueron dadas estas palabras al profeta Isaías, porque los modos de pensar de los hombres a su derredor eran en gran manera imponentes; por eso es que usa la expresión: Porque Jehová me dijo de esta manera con mano fuerte, y me enseñó ... él necesitaba el aprendizaje que viene de Dios para poder enfrentarlos, lo mismo nosotros necesitamos en nuestro presente (Os 4:1; 6:6). Sin duda hoy en día hay un viento recio llamado democracia, pero ¿qué piensa Dios de ella? que su filo inconveniente es la ignorancia y la necedad; factor que usa el enemigo de Dios para usar a los hombres como carne de cañón; de manera muy clara Dios nos está diciendo: no te apropies de conceptos sólo porque vengan de las mayorías; aunque sean enseñadas dentro de congregaciones llamadas cristianas ¿No eran mayorías los hombres en el tiempo de Noé? o en el de Lot, o en el de Elías, o en el de Jeremías, o en el de cualquier otro profeta que anunciaba lo opuesto a las desviaciones de esas mayorías? Es obvio que el miedo de las mayorías es sumamente contagioso, por eso es que Dios le dice a su profeta, no te dejes llevar por su miedo. Es indudable que nos ha tocado vivir en medio de vientos encontrados, produciendo esto diversos daños, que hunden más y más en un círculo vicioso de confusión, de tal modo que no sabe a quién hacerle caso, en lo económico, en lo político, en lo científico, pero aún más en lo religioso; ¿cuál es el principio activo que Dios nos enseña para mantenernos firmes en sus caminos? Antes que nada debemos entender que los caminos no son estacionamientos, sino vías dinámicas, es decir que habrá algo que hacer, sea lo que sea que tengamos que hacer, ésto debe descansar en el temor de Dios; notemos como Dios hace equivalente el temerle con el santificarle; es decir, no podremos temerle si no sabemos qué significa santificarle, este es el principio activo; esto es sencillo, tan simple como decir: Me aparto de esto o aquello porque no va con el carácter de Dios, por temor a Él, no a los hombres, porque Él es Santo. Cuando Jesús dice No temáis a los que matan el cuerpo... usa el mismo verbo para decir mas bien temed a Aquél que ... En seguida él dice: No temáis, haciendo notar que si somos de él ese temor conllevará seguridad (Mt 10:28- 31); caminar así no es santurronería, sino conocimiento de Dios. Quien vive así, sabrá siempre en su momento qué acciones elegir en medio de la confusión de este mundo (Rom 12:2). Cuando Dios dice Estad quietos, no quiere decir inactivos (2 Cr 20:17), sino en paz. Que seamos enseñados por mi Señor para caminar ciertos y seguros en nuestras decisiones.
Tu hermano el predicador
Fernando H Nava
Así le dirás: Ha dicho Jehová: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares a donde fueres. (Jer 45:4-5)
No obstante que estas palabras fueron dirigidas de parte de Dios a Baruc, escribiente de Jeremías, por medio del profeta mismo, sin duda es un mensaje universal para todo aquel que se encuentra delineando el mismo perfil de este hombre; ¿Qué implicaciones oscurecían y afligían su vida personal a causa de lo que Jeremías le había dictado? Unas líneas antes vemos cómo el profeta discierne sus íntimos pensamientos de queja contra Dios a causa de su situación y de lo que ve venir, y que sin duda le estropean sus planes de vida; antes de continuar dejemos asentado el principio ineludible de la causa y efecto; es decir, que nada ocurre porque sí; veamos algo del contexto de este drama para entender la situación. El pueblo de Dios con su rey y sus príncipes a la cabeza estaban en mal camino, tanto así que al mismo Jeremías le habían prohibido entrar a la casa de Dios (Jer 36:5-7); esta es la causa de las negras profecías sobre ellos, que al oír tan sólo una porción de ellas, el rey Joacím quemó el rollo, mostrando así su desprecio, no hacia un profeta, sino a Dios mismo, quien ordenó a Jeremías que escribiera otro rollo nuevamente añadiendo aún más cosas (Jer 36:32); Lo primero que Baruc estaba sufriendo es que tenía que esconderse junto con el profeta a causa de la orden sobre ellos para ser aprehendidos; nada agradable era esto, pero era peor aún conocer el destino que se cernía sobre la nación entera (Jer 36:29); bien sabía Baruc que lo que escribía era un hecho ineludible; así que gemía en su interior ante esta inexorable circunstancia, no tanto por su pueblo, sino por la frustración de no lograr sus objetivos personales; vamos aquí a comenzar a alinear estos hechos ocurridos hace más de 2 600 años con nuestro tiempo; la causa y el efecto siguen vigentes; preguntémonos: ¿Hay dirigentes y pueblos en este mundo en rebelión contra Dios? ¿Dentro del nominal pueblo de Dios hay malos caminos? La respuesta es evidente; sin duda hay un mal que prevalece sobre el mundo entero y aún dentro de las filas de quienes nos llamamos pueblo de Dios y este es el de la soberbia manifiesta en lo poco o en lo mucho de la vida; en los grandes y los pequeños, en los jóvenes y en los viejos; una clara muestra es que entre los cristianos, unos se creen más santos que otros, anteponiendo su propia justicia a la de Dios. La cuestión es, ¿Quiénes son los voceros de parte de Dios en este tiempo que están advirtiendo de su llamado para volver a la cordura, y así pudieran ser restablecidos tiempos de refrigerio? No hagamos coro al mundo diciendo que lo que nos está afligiendo hoy es algo con lo que podemos lidiar y que saldremos adelante. Baruc fue enviado a leer delante del pueblo lo que Jeremías debía estar diciendoles con su propia boca, pero que por prudencia se quedaba en casa; Oh, sí que hay costos que asumir por estar al servicio de los portavoces de Dios, cuando sus mensajes no son agradables a los hombres; ahora bien, cabe preguntarnos ¿Cuántos de los creyentes de estos tiempos han estado y están en busca de grandezas, entendidas éstas como lo que se valora en gran manera, trátese de cosas religiosas, o no? Todas ellas ocupan la atención y esfuerzos por alcanzarlas y que se convierten en medios de búsqueda de satisfacción personal, es decir, lo que el mundo llama realización personal; y de pronto surge lo inesperado que se levanta como un obstáculo entre las personas y sus deseos, al punto de obligar al encierro total o parcial; una plaga mortal que amenaza a todos, y que detiene la normalidad acostumbrada, la cual crece ante los ojos y arrebata los sueños; ¿Estará ocasionando esto que se haga una pausa interior para discernir la causa de este efecto, y corregir lo que nos competa personalmente? o ¿Nos mantenemos sólo gimiendo al ver que se aleja todo aquello que anhelamos? ¿Se está oyendo la voz del verdadero profeta que nos explica el por qué de la calamidad? ¿Están percibiendo nuestros oídos la atronadora voz de Dios diciendo: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne; ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todo los lugares a donde fueres? Si estamos acordes a la actitud de Jeremías estaremos clamando a Dios, aún con lágrimas, como lo hizo Habacuc: En la ira acuérdate de la misericordia (Hab 3:2); y si estamos como Baruc, entonces valoremos la oferta de Dios de mantenernos con vida en medio de la mortandad; y entendamos que la vida es para que Dios cumpla su propósito en nosotros, porque nos ha tocado vivir tiempos de maligna confusión.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No obstante que estas palabras fueron dirigidas de parte de Dios a Baruc, escribiente de Jeremías, por medio del profeta mismo, sin duda es un mensaje universal para todo aquel que se encuentra delineando el mismo perfil de este hombre; ¿Qué implicaciones oscurecían y afligían su vida personal a causa de lo que Jeremías le había dictado? Unas líneas antes vemos cómo el profeta discierne sus íntimos pensamientos de queja contra Dios a causa de su situación y de lo que ve venir, y que sin duda le estropean sus planes de vida; antes de continuar dejemos asentado el principio ineludible de la causa y efecto; es decir, que nada ocurre porque sí; veamos algo del contexto de este drama para entender la situación. El pueblo de Dios con su rey y sus príncipes a la cabeza estaban en mal camino, tanto así que al mismo Jeremías le habían prohibido entrar a la casa de Dios (Jer 36:5-7); esta es la causa de las negras profecías sobre ellos, que al oír tan sólo una porción de ellas, el rey Joacím quemó el rollo, mostrando así su desprecio, no hacia un profeta, sino a Dios mismo, quien ordenó a Jeremías que escribiera otro rollo nuevamente añadiendo aún más cosas (Jer 36:32); Lo primero que Baruc estaba sufriendo es que tenía que esconderse junto con el profeta a causa de la orden sobre ellos para ser aprehendidos; nada agradable era esto, pero era peor aún conocer el destino que se cernía sobre la nación entera (Jer 36:29); bien sabía Baruc que lo que escribía era un hecho ineludible; así que gemía en su interior ante esta inexorable circunstancia, no tanto por su pueblo, sino por la frustración de no lograr sus objetivos personales; vamos aquí a comenzar a alinear estos hechos ocurridos hace más de 2 600 años con nuestro tiempo; la causa y el efecto siguen vigentes; preguntémonos: ¿Hay dirigentes y pueblos en este mundo en rebelión contra Dios? ¿Dentro del nominal pueblo de Dios hay malos caminos? La respuesta es evidente; sin duda hay un mal que prevalece sobre el mundo entero y aún dentro de las filas de quienes nos llamamos pueblo de Dios y este es el de la soberbia manifiesta en lo poco o en lo mucho de la vida; en los grandes y los pequeños, en los jóvenes y en los viejos; una clara muestra es que entre los cristianos, unos se creen más santos que otros, anteponiendo su propia justicia a la de Dios. La cuestión es, ¿Quiénes son los voceros de parte de Dios en este tiempo que están advirtiendo de su llamado para volver a la cordura, y así pudieran ser restablecidos tiempos de refrigerio? No hagamos coro al mundo diciendo que lo que nos está afligiendo hoy es algo con lo que podemos lidiar y que saldremos adelante. Baruc fue enviado a leer delante del pueblo lo que Jeremías debía estar diciendoles con su propia boca, pero que por prudencia se quedaba en casa; Oh, sí que hay costos que asumir por estar al servicio de los portavoces de Dios, cuando sus mensajes no son agradables a los hombres; ahora bien, cabe preguntarnos ¿Cuántos de los creyentes de estos tiempos han estado y están en busca de grandezas, entendidas éstas como lo que se valora en gran manera, trátese de cosas religiosas, o no? Todas ellas ocupan la atención y esfuerzos por alcanzarlas y que se convierten en medios de búsqueda de satisfacción personal, es decir, lo que el mundo llama realización personal; y de pronto surge lo inesperado que se levanta como un obstáculo entre las personas y sus deseos, al punto de obligar al encierro total o parcial; una plaga mortal que amenaza a todos, y que detiene la normalidad acostumbrada, la cual crece ante los ojos y arrebata los sueños; ¿Estará ocasionando esto que se haga una pausa interior para discernir la causa de este efecto, y corregir lo que nos competa personalmente? o ¿Nos mantenemos sólo gimiendo al ver que se aleja todo aquello que anhelamos? ¿Se está oyendo la voz del verdadero profeta que nos explica el por qué de la calamidad? ¿Están percibiendo nuestros oídos la atronadora voz de Dios diciendo: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne; ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todo los lugares a donde fueres? Si estamos acordes a la actitud de Jeremías estaremos clamando a Dios, aún con lágrimas, como lo hizo Habacuc: En la ira acuérdate de la misericordia (Hab 3:2); y si estamos como Baruc, entonces valoremos la oferta de Dios de mantenernos con vida en medio de la mortandad; y entendamos que la vida es para que Dios cumpla su propósito en nosotros, porque nos ha tocado vivir tiempos de maligna confusión.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. (Lc 24:25-27).
Es muy cierto que en nuestros días se está diluyendo el significado de aquellos términos que nos parecen ofensivos y que por lo mismo han entrado en desuso; esto ha incidido hasta en las nuevas versiones de la Biblia; la palabra insensatez en su radical sentido implica necedad, y falta de razón ¿Será esto lo que aquellos discípulos de Jesús percibieron en esta palabra dirigida a ellos? La verdad es muy difícil imaginar que Casiodoro de Reyna haya traducido equivocadamente del griego un término tan agudo como este, pero contextualmente hablando tenemos que aceptar que Jesús no andaba con rodeos para expresarse; vayamos entonces adelante; la expresión que sigue sin duda es más punzante: tardos de corazón, aquí Jesús va al fondo, al punto en el que Dios siempre ve a los hombres, en el cual se definen realmente, esto es la fe del corazón, porque para Dios el creerle con el corazón es lo que hace que los hombres retornen verdaderamente a Su paternidad y así sean salvos (Rom 10:10). Cuando Jesús habla así a estos dos hombres realmente se está dirigiendo a todos los que han escuchado alguna vez el testimonio de los enviados de Dios, en este caso, él les refiere a los profetas que dejaron consignada la palabra de Dios, la cual de generación en generación les había sido transmitida, porque ellos eran parte del pueblo al que le fue confiada la palabra (Rom 3:2); estos dos hombres del Camino a Emaús tan sólo son el botón de muestra de la ofensiva incredulidad humana hacia Dios, la cual en nuestros días es la tinta que tiñe de manera generalizada al mundo, que mayormente en esta época moderna ha sido infectado con filosofías opuestas a la fe en Dios, las cuales comenzaron a campear en los centros de enseñanza y han invadido el entorno urbano, manifiesto en el relajamiento de la moralidad y el respeto por los valores de la decencia, esto es, todo lo de buen nombre; profesando ser sabios, se hicieron necios (Rom 1:22), de lo cual no han quedado exentas las congregaciones cristianas (Hech 20:29-31). El reproche de Jesús sigue resonando en este tiempo, porque así como ellos se resistían a creer en el corazón los designios de Dios, los cuales tenían implicaciones poco agradables y no eran congruentes con sus humanas expectativas acerca del modo de Dios, es decir, pretendían un mesías triunfante al modo del mundo, de esta manera se negaban a recibir a uno sufriente, que a los ojos de los hombres era un perdedor, por eso es que Jesús les recalca preguntándoles: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, ... ? Ahora bien, ¿A qué recurre Jesús para llamarlos a creer con el corazón? A lo que él sigue recurriendo hasta este tiempo para que los hombres crean: Las Escrituras; por eso es que se toma el tiempo para citárselas comenzando desde Moisés y conduciéndolos por todos los profetas, y con ello hizo que les ardiera el corazón (Lc 24:32); sólo este testimonio los volvió otros: creyentes de corazón a la palabra de Dios; esto es el resultado de comunicar la palabra de Dios bien trazada (2 Tim 2:15). Ahora bien, para ellos la palabra era la de los profetas; para nosotros es esa misma, pero vertida en la enseñanza apostólica, la cual no difiere en propósito con la voz de los profetas, esto es que los hombres retornen su fe al Dios de las Escrituras y le crean con el corazón cuando están ante la voz de quienes les son enviados; por esto es que la epístola a los Hebreos comienza como lo hace: Dios, habiendo hablado ... por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, ... Así que todo predicador enviado por Dios, al hablarle a los hombres debe hacerlo de tal forma, que citando las Escrituras deje que el mismo Hijo de Dios se exprese a través de él y haga que arda el corazón de los llamados a la salvación; pero esto es precisamente lo que escasea en nuestro tiempo, porque estamos viviendo el tiempo de mayor ataque por medio del engaño, y se levantan por aquí y por allá hombres que torciendo las Escrituras arrastran tras sí a muchos con sus engaños. La suma de la verdad escritural apunta a una sola cosa: Que los hombres vean y crean al crucificado, con el corazón. Esto, para los incrédulos es locura, y para los religiosos tropezadero, pero para los que creen es poder de Dios (1 Cor 1:18-23) . Que mi Señor nos afirme en el corazón la certeza de que lo hemos recibido como el Cordero inmolado, para poder verlo luego como el Rey que viene en toda su gloria para reinar con él. (2 Tim 2:12; Apoc 5:10).
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Fernando H. Nava
Es muy cierto que en nuestros días se está diluyendo el significado de aquellos términos que nos parecen ofensivos y que por lo mismo han entrado en desuso; esto ha incidido hasta en las nuevas versiones de la Biblia; la palabra insensatez en su radical sentido implica necedad, y falta de razón ¿Será esto lo que aquellos discípulos de Jesús percibieron en esta palabra dirigida a ellos? La verdad es muy difícil imaginar que Casiodoro de Reyna haya traducido equivocadamente del griego un término tan agudo como este, pero contextualmente hablando tenemos que aceptar que Jesús no andaba con rodeos para expresarse; vayamos entonces adelante; la expresión que sigue sin duda es más punzante: tardos de corazón, aquí Jesús va al fondo, al punto en el que Dios siempre ve a los hombres, en el cual se definen realmente, esto es la fe del corazón, porque para Dios el creerle con el corazón es lo que hace que los hombres retornen verdaderamente a Su paternidad y así sean salvos (Rom 10:10). Cuando Jesús habla así a estos dos hombres realmente se está dirigiendo a todos los que han escuchado alguna vez el testimonio de los enviados de Dios, en este caso, él les refiere a los profetas que dejaron consignada la palabra de Dios, la cual de generación en generación les había sido transmitida, porque ellos eran parte del pueblo al que le fue confiada la palabra (Rom 3:2); estos dos hombres del Camino a Emaús tan sólo son el botón de muestra de la ofensiva incredulidad humana hacia Dios, la cual en nuestros días es la tinta que tiñe de manera generalizada al mundo, que mayormente en esta época moderna ha sido infectado con filosofías opuestas a la fe en Dios, las cuales comenzaron a campear en los centros de enseñanza y han invadido el entorno urbano, manifiesto en el relajamiento de la moralidad y el respeto por los valores de la decencia, esto es, todo lo de buen nombre; profesando ser sabios, se hicieron necios (Rom 1:22), de lo cual no han quedado exentas las congregaciones cristianas (Hech 20:29-31). El reproche de Jesús sigue resonando en este tiempo, porque así como ellos se resistían a creer en el corazón los designios de Dios, los cuales tenían implicaciones poco agradables y no eran congruentes con sus humanas expectativas acerca del modo de Dios, es decir, pretendían un mesías triunfante al modo del mundo, de esta manera se negaban a recibir a uno sufriente, que a los ojos de los hombres era un perdedor, por eso es que Jesús les recalca preguntándoles: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, ... ? Ahora bien, ¿A qué recurre Jesús para llamarlos a creer con el corazón? A lo que él sigue recurriendo hasta este tiempo para que los hombres crean: Las Escrituras; por eso es que se toma el tiempo para citárselas comenzando desde Moisés y conduciéndolos por todos los profetas, y con ello hizo que les ardiera el corazón (Lc 24:32); sólo este testimonio los volvió otros: creyentes de corazón a la palabra de Dios; esto es el resultado de comunicar la palabra de Dios bien trazada (2 Tim 2:15). Ahora bien, para ellos la palabra era la de los profetas; para nosotros es esa misma, pero vertida en la enseñanza apostólica, la cual no difiere en propósito con la voz de los profetas, esto es que los hombres retornen su fe al Dios de las Escrituras y le crean con el corazón cuando están ante la voz de quienes les son enviados; por esto es que la epístola a los Hebreos comienza como lo hace: Dios, habiendo hablado ... por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, ... Así que todo predicador enviado por Dios, al hablarle a los hombres debe hacerlo de tal forma, que citando las Escrituras deje que el mismo Hijo de Dios se exprese a través de él y haga que arda el corazón de los llamados a la salvación; pero esto es precisamente lo que escasea en nuestro tiempo, porque estamos viviendo el tiempo de mayor ataque por medio del engaño, y se levantan por aquí y por allá hombres que torciendo las Escrituras arrastran tras sí a muchos con sus engaños. La suma de la verdad escritural apunta a una sola cosa: Que los hombres vean y crean al crucificado, con el corazón. Esto, para los incrédulos es locura, y para los religiosos tropezadero, pero para los que creen es poder de Dios (1 Cor 1:18-23) . Que mi Señor nos afirme en el corazón la certeza de que lo hemos recibido como el Cordero inmolado, para poder verlo luego como el Rey que viene en toda su gloria para reinar con él. (2 Tim 2:12; Apoc 5:10).
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Fernando H. Nava
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, (2 Tes 2:3)
Ya hace casi dos mil años que estas palabras fueron escritas por el apóstol Pablo a los creyentes de Tesalónica, ciudad portuaria de la Grecia antigua; sin duda no era nada fácil para ellos sustraerse a la perturbación resultante de las opiniones de algunos creyentes , que a todas luces se consideraban más expertos respecto a los últimos tiempos, cuando éstos realmente sólo se habían dejado influir por la cultura filosófica de esos tiempos (Hech 17:21;18); los cuales afirmaban con argumentos que el regreso del Señor ya era inminente; el apóstol les exhortaba a no concederles la misma autoridad que sólo los apóstoles habían mostrado tener (2 Cor 12:12); por eso les dice: ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca (2 Tes 2:2); en seguida les recuerda lo que él ya les había enseñado al respecto (2 Tes 2:5); pero el primer tema que les pone enfrente es el de la apostasía, que es el preludio de la aparición del hombre de pecado, el hijo de perdición; luego les dice algo que parece que no quiere a propósito llamar por su nombre, esto es: Y ahora vosotros ya sabéis lo que lo detiene, ... sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de enmedio. ¿A quién se refiere Pablo? Sin duda ellos lo tenían bien claro; el problema de interpretación quedó para las siguientes generaciones, que poco a poco fueron perdiendo ese elemental conocimiento al respecto; y obviamente, aquí estamos nosotros dando por entendido que ese que ha de ser quitado de enmedio es el Espíritu Santo, aunque nadie se anima a afirmarlo tajantemente; pero si algo sí nos es claro es que aunque siempre ha habido apostasía, el tiempo final estará precedido por la manifestación de este fenómeno a gran escala, el cual innegablemente empieza a tomar forma ante nuestros ojos; el punto es que los creyentes de este tiempo debemos tener bien clara la conceptuación de la apostasía, porque de otro modo, los que se consideran expertos en la materia, y realmente no lo son, ocasionarán vacilaciones alrededor de la verdad de este asunto en la mentes de los hijos de Dios; en primerísimo lugar hemos de entender que un verdadero hijo de Dios jamás podrá apostatar; obviamente hemos de saber lo que significa ser un verdadero hijo de Dios, lo cual no es cosa complicada; tan sencillo como lo dice el apóstol Pablo: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de os muertos, serás salvo (Rom 10:9); el problema es que muchos, de manera subliminal y equívoca dan a entender que la apostasía está en razón directa con la conducta y no con la fe, es decir, que los que así enseñan, condenan con suma facilidad al que comete algún error que no va con el perfíl de un "buen cristiano"; si esto fuera así, ellos se conducirían a sí mismos hacia las llamas, porque fue dicho por Jesús que con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mt 7:2); se olvidan que la misericordia triunfa sobre el juicio; porque juicio sin misericordia se hará con aquél que no hiciere misericordia (Stg 2:13); gracias a mi Señor que por su palabra nos deja ver que él conoce a los que son suyos, y que éstos se apartan de la iniquidad (2 Tim 2:16); esto quiere decir que nadie se convierte en hijo de Dios por sus propios medios, sino por el camino que Dios estableció, el cual es la fe del corazón en su propiciación (Rom 3:25), esto es Jesucristo crucificado; y por consecuencia, quien se convierte así en una nueva criatura, de manera natural repudiará el mal en todas sus versiones, comenzando en la propias; éstos son los que están en la mano del Señor y de alli nadie los arrebatará (Jn 10:28), ni sus propias insensateces, porque cuando persistan en ellas su Padre les disciplinará (Heb 12:5-6). En alguna ocasión alguien preguntó a Jesús: Señor, ¿son pocos los que se salvan? a lo que contestó: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán (Lc 13:23-24); aquí está la respuesta respecto a lo que origina la apostasía, esto es, que la puerta tiene forma de Cruz e implica negación y muerte del yo, y a ella se accede sólo por la fe del corazón; la puerta ancha es la que oferta la religión, en ella no hay tal cosa como que con Cristo estoy juntamente crucificado (Gal 2:20); la puerta ancha lleva a pretender ganar la salvación por medio de la ley, o a vivir bajo una gracia barata (Jud v 4), éstos son los extremos a los que muchos están siendo llevados en este tiempo, y de allí que los engaños maravillosos del enemigo de Dios encuentren cabida en ellos (2 Tes 2:11-12); que mi Señor nos dé denuedo para alumbrar con la luz de su palabra en medio de esta densa tiniebla, a los que quieran entrar por la puerta angosta.
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Fernando H. Nava
Ya hace casi dos mil años que estas palabras fueron escritas por el apóstol Pablo a los creyentes de Tesalónica, ciudad portuaria de la Grecia antigua; sin duda no era nada fácil para ellos sustraerse a la perturbación resultante de las opiniones de algunos creyentes , que a todas luces se consideraban más expertos respecto a los últimos tiempos, cuando éstos realmente sólo se habían dejado influir por la cultura filosófica de esos tiempos (Hech 17:21;18); los cuales afirmaban con argumentos que el regreso del Señor ya era inminente; el apóstol les exhortaba a no concederles la misma autoridad que sólo los apóstoles habían mostrado tener (2 Cor 12:12); por eso les dice: ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca (2 Tes 2:2); en seguida les recuerda lo que él ya les había enseñado al respecto (2 Tes 2:5); pero el primer tema que les pone enfrente es el de la apostasía, que es el preludio de la aparición del hombre de pecado, el hijo de perdición; luego les dice algo que parece que no quiere a propósito llamar por su nombre, esto es: Y ahora vosotros ya sabéis lo que lo detiene, ... sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de enmedio. ¿A quién se refiere Pablo? Sin duda ellos lo tenían bien claro; el problema de interpretación quedó para las siguientes generaciones, que poco a poco fueron perdiendo ese elemental conocimiento al respecto; y obviamente, aquí estamos nosotros dando por entendido que ese que ha de ser quitado de enmedio es el Espíritu Santo, aunque nadie se anima a afirmarlo tajantemente; pero si algo sí nos es claro es que aunque siempre ha habido apostasía, el tiempo final estará precedido por la manifestación de este fenómeno a gran escala, el cual innegablemente empieza a tomar forma ante nuestros ojos; el punto es que los creyentes de este tiempo debemos tener bien clara la conceptuación de la apostasía, porque de otro modo, los que se consideran expertos en la materia, y realmente no lo son, ocasionarán vacilaciones alrededor de la verdad de este asunto en la mentes de los hijos de Dios; en primerísimo lugar hemos de entender que un verdadero hijo de Dios jamás podrá apostatar; obviamente hemos de saber lo que significa ser un verdadero hijo de Dios, lo cual no es cosa complicada; tan sencillo como lo dice el apóstol Pablo: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de os muertos, serás salvo (Rom 10:9); el problema es que muchos, de manera subliminal y equívoca dan a entender que la apostasía está en razón directa con la conducta y no con la fe, es decir, que los que así enseñan, condenan con suma facilidad al que comete algún error que no va con el perfíl de un "buen cristiano"; si esto fuera así, ellos se conducirían a sí mismos hacia las llamas, porque fue dicho por Jesús que con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mt 7:2); se olvidan que la misericordia triunfa sobre el juicio; porque juicio sin misericordia se hará con aquél que no hiciere misericordia (Stg 2:13); gracias a mi Señor que por su palabra nos deja ver que él conoce a los que son suyos, y que éstos se apartan de la iniquidad (2 Tim 2:16); esto quiere decir que nadie se convierte en hijo de Dios por sus propios medios, sino por el camino que Dios estableció, el cual es la fe del corazón en su propiciación (Rom 3:25), esto es Jesucristo crucificado; y por consecuencia, quien se convierte así en una nueva criatura, de manera natural repudiará el mal en todas sus versiones, comenzando en la propias; éstos son los que están en la mano del Señor y de alli nadie los arrebatará (Jn 10:28), ni sus propias insensateces, porque cuando persistan en ellas su Padre les disciplinará (Heb 12:5-6). En alguna ocasión alguien preguntó a Jesús: Señor, ¿son pocos los que se salvan? a lo que contestó: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán (Lc 13:23-24); aquí está la respuesta respecto a lo que origina la apostasía, esto es, que la puerta tiene forma de Cruz e implica negación y muerte del yo, y a ella se accede sólo por la fe del corazón; la puerta ancha es la que oferta la religión, en ella no hay tal cosa como que con Cristo estoy juntamente crucificado (Gal 2:20); la puerta ancha lleva a pretender ganar la salvación por medio de la ley, o a vivir bajo una gracia barata (Jud v 4), éstos son los extremos a los que muchos están siendo llevados en este tiempo, y de allí que los engaños maravillosos del enemigo de Dios encuentren cabida en ellos (2 Tes 2:11-12); que mi Señor nos dé denuedo para alumbrar con la luz de su palabra en medio de esta densa tiniebla, a los que quieran entrar por la puerta angosta.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio. (Sal 143:9)
No es posible dejar de notar la cantidad de veces que la palabra enemigos, o enemigo, se encuentra en el libro de los Salmos; algo más de cien veces; para algunos ha sido motivo de tropiezo, por cuanto la asocian con la violencia; para otros simplemente es el ingrediente narrativo de las vivencias individuales o colectivas de los israelitas de aquellos tiempos, pero muy pocos ven que el motivo de Dios es movernos a la meditación (Sal 119:48) para que encontremos lo que allí está escondido y aplicarlo a nuestra vida práctica, cotidiana y spiritual, por cuanto sin la menor duda, el libro de los Salmos es el libro llamado por excelencia: “la Escritura” (Jn 10:35, citando Sal 82:6-7). Por definición la palabra enemigo es de connotación negativa, porque es aplicada a la persona que nos es contraria, y que nos tiene como blanco de ataques, con razones o sin ellas; realidad que se da no sólo entre individuos, sino entre colectividades. Ahora bien, al leer los salmos lo más simple es pensar que los escritores se están refiriendo sólo a enemigos de carne y hueso, si esto fuera así, pues, en muy poco podemos identificarnos con ellos; pero cuando somos conscientes de que este mundo es el escenario de la lucha de dos reinos antagónicos, llamados con simpleza el bien y el mal, o hablando con más conocimiento de causa, el reino de Dios y el reino de las tinieblas estaremos comenzando a entender por qué se replica tanto la palabra enemigos en este profundo libro; establecido esto así, tendremos que tener una clara definición de nuestra posición al respecto, es decir, somos de Dios, o somos del diablo, no hay puntos medios; si de corazón nos consideramos pertenecientes al reino de Dios, entonces hemos de aplicar el discernimiento para saber identificar a nuestros enemigos en sus diferentes manifestaciones (2 Cor 2:11); en principio hemos de entender que ellos no están ocupados sólo en hacernos la vida pesada, sino en que radicalmente quieren nuestra muerte, esto es visto desde el huerto del Edén; el diablo no vino a Adán ofreciendo amistad, sino que en su calidad de enemigo de Dios, atacó la propiedad de Dios para matarla mediante el engaño, a partir de entonces la muerte se volvió herencia para la humanidad; el problema en el modo de pensar común es que se cree que la vida es sólo la del cuerpo humano, pero la luz de la conciencia divina nos dice que la vida es más que la dinámica del cuerpo; que hay vida emocional y vida espiritual; el raciocinio entra en confusión al no poder entender la aleación de las tres entidades y concluye que con el cuerpo se extingue todo; pero la realidad es que hay muchos muertos caminando, por esto es que Jesús dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos (Lc 9:60).
Ahora bien, establezcamos este principio, enemigo es todo lo que atenta contra la vida en cualquiera de sus tres aspectos, el espíritu, el alma, o el cuerpo, y su naturaleza es de carácter espiritual; por eso es que Pablo nos enseña que no tenemos lucha contra sangre y carne (Ef 6:12); esto nos debe llevar a entender que lo que el enemigo pretende es mantener a los muertos, muertos, y a los vivos matarlos; hablo en términos espirituales; su estrategia es que los muertos no oigan el evangelio de la salvación y resurrección; y a los vivos volver a engañarlos (2 Cor 11:3; 1 P 5:7-9); por esto Jesús y los apóstoles hacen tanto énfasis en cuidarnos del engaño (Mt 24:4; Ef 5:6; Col 2:4,8; 2 Tes 2:3; 1 Jn 3:7); ahora bien, la lucha se torna complicada porque las huestes espirituales se valen de todo lo que concierne a los menesteres de la vida cotidiana, esto es, todo lo que mueve a este mundo, comenzando por la economía, y todo aquello valorado por la mente humana; así las cosas, los hijos del reino de Dios hemos de movernos en medio de todo ello; por esto hemos de entender lo que Jesús quiso decir en estas palabras: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17:14-16); o Pablo al decir: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Cor 10:3-5). Bien, si quisiéramos sintetizar a nuestros enemigos en un mínimo de palabras podríamos hacerlo reduciéndolos a tres: el mundo, la carne, y el diablo; se dice fácil, pero su dinámica y sustancia son tan mal entendidos que a causa de esto se confunden al extremo de no tener sabiduría para enfrentarlos; la mayoría de las veces de todo se culpa a la intervención directa del diablo, y cuando menos lo pensamos somos victimados por los otros dos; olvidamos que uno de ellos no se nos despega, esto es, la carne, el YO, el cual aún de manera camuflada o sutil siempre está diciendo: Primero yo, luego yo, en seguida yo, siempre yo ; éste y el mundo son como hierro e imán; el mundo se ha colado hasta las congregaciones cristianas y hace que la carne le de la bienvenida para actuar de acuerdo a él, y luego se crían nuevos títulos para justificarlos como del Espíritu; al final el padre de mentira aparece sólo para poner un lazo por donde sabe que tienen que pasar (1 Tim 3:7; 6:9).
Concluyendo, el versículo del encabezado podríamos leerlo ahora así: Líbrame del mundo, la carne, y el diablo, oh Jehová; en ti me refugio. Entendiendo que refugiarse en Dios quiere decir tomar como escudo su palabra, creyéndola, (Sal 119:114) porque él es fiel a ella, sólo así podremos decirle como el salmista: Señor, eres mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Sal 18:2-3).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No es posible dejar de notar la cantidad de veces que la palabra enemigos, o enemigo, se encuentra en el libro de los Salmos; algo más de cien veces; para algunos ha sido motivo de tropiezo, por cuanto la asocian con la violencia; para otros simplemente es el ingrediente narrativo de las vivencias individuales o colectivas de los israelitas de aquellos tiempos, pero muy pocos ven que el motivo de Dios es movernos a la meditación (Sal 119:48) para que encontremos lo que allí está escondido y aplicarlo a nuestra vida práctica, cotidiana y spiritual, por cuanto sin la menor duda, el libro de los Salmos es el libro llamado por excelencia: “la Escritura” (Jn 10:35, citando Sal 82:6-7). Por definición la palabra enemigo es de connotación negativa, porque es aplicada a la persona que nos es contraria, y que nos tiene como blanco de ataques, con razones o sin ellas; realidad que se da no sólo entre individuos, sino entre colectividades. Ahora bien, al leer los salmos lo más simple es pensar que los escritores se están refiriendo sólo a enemigos de carne y hueso, si esto fuera así, pues, en muy poco podemos identificarnos con ellos; pero cuando somos conscientes de que este mundo es el escenario de la lucha de dos reinos antagónicos, llamados con simpleza el bien y el mal, o hablando con más conocimiento de causa, el reino de Dios y el reino de las tinieblas estaremos comenzando a entender por qué se replica tanto la palabra enemigos en este profundo libro; establecido esto así, tendremos que tener una clara definición de nuestra posición al respecto, es decir, somos de Dios, o somos del diablo, no hay puntos medios; si de corazón nos consideramos pertenecientes al reino de Dios, entonces hemos de aplicar el discernimiento para saber identificar a nuestros enemigos en sus diferentes manifestaciones (2 Cor 2:11); en principio hemos de entender que ellos no están ocupados sólo en hacernos la vida pesada, sino en que radicalmente quieren nuestra muerte, esto es visto desde el huerto del Edén; el diablo no vino a Adán ofreciendo amistad, sino que en su calidad de enemigo de Dios, atacó la propiedad de Dios para matarla mediante el engaño, a partir de entonces la muerte se volvió herencia para la humanidad; el problema en el modo de pensar común es que se cree que la vida es sólo la del cuerpo humano, pero la luz de la conciencia divina nos dice que la vida es más que la dinámica del cuerpo; que hay vida emocional y vida espiritual; el raciocinio entra en confusión al no poder entender la aleación de las tres entidades y concluye que con el cuerpo se extingue todo; pero la realidad es que hay muchos muertos caminando, por esto es que Jesús dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos (Lc 9:60).
Ahora bien, establezcamos este principio, enemigo es todo lo que atenta contra la vida en cualquiera de sus tres aspectos, el espíritu, el alma, o el cuerpo, y su naturaleza es de carácter espiritual; por eso es que Pablo nos enseña que no tenemos lucha contra sangre y carne (Ef 6:12); esto nos debe llevar a entender que lo que el enemigo pretende es mantener a los muertos, muertos, y a los vivos matarlos; hablo en términos espirituales; su estrategia es que los muertos no oigan el evangelio de la salvación y resurrección; y a los vivos volver a engañarlos (2 Cor 11:3; 1 P 5:7-9); por esto Jesús y los apóstoles hacen tanto énfasis en cuidarnos del engaño (Mt 24:4; Ef 5:6; Col 2:4,8; 2 Tes 2:3; 1 Jn 3:7); ahora bien, la lucha se torna complicada porque las huestes espirituales se valen de todo lo que concierne a los menesteres de la vida cotidiana, esto es, todo lo que mueve a este mundo, comenzando por la economía, y todo aquello valorado por la mente humana; así las cosas, los hijos del reino de Dios hemos de movernos en medio de todo ello; por esto hemos de entender lo que Jesús quiso decir en estas palabras: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17:14-16); o Pablo al decir: Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Cor 10:3-5). Bien, si quisiéramos sintetizar a nuestros enemigos en un mínimo de palabras podríamos hacerlo reduciéndolos a tres: el mundo, la carne, y el diablo; se dice fácil, pero su dinámica y sustancia son tan mal entendidos que a causa de esto se confunden al extremo de no tener sabiduría para enfrentarlos; la mayoría de las veces de todo se culpa a la intervención directa del diablo, y cuando menos lo pensamos somos victimados por los otros dos; olvidamos que uno de ellos no se nos despega, esto es, la carne, el YO, el cual aún de manera camuflada o sutil siempre está diciendo: Primero yo, luego yo, en seguida yo, siempre yo ; éste y el mundo son como hierro e imán; el mundo se ha colado hasta las congregaciones cristianas y hace que la carne le de la bienvenida para actuar de acuerdo a él, y luego se crían nuevos títulos para justificarlos como del Espíritu; al final el padre de mentira aparece sólo para poner un lazo por donde sabe que tienen que pasar (1 Tim 3:7; 6:9).
Concluyendo, el versículo del encabezado podríamos leerlo ahora así: Líbrame del mundo, la carne, y el diablo, oh Jehová; en ti me refugio. Entendiendo que refugiarse en Dios quiere decir tomar como escudo su palabra, creyéndola, (Sal 119:114) porque él es fiel a ella, sólo así podremos decirle como el salmista: Señor, eres mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Sal 18:2-3).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. (Prov 4:20-22)
Este capítulo comienza diciendo: Oíd, hijos, la enseñanza de un padre; sin duda esto pudiera interpretarse como consejos de un padre humano a su hijo, y por ello atenuar el peso de todo lo dicho a continuación, pero si ceñimos los lomos de nuestro entendimiento (Ef 6:14) y razonamos espiritualmente, hemos de aceptar que Salomón no fue inspirado a escribir estas palabras por ocurrencias personales, sino por el Espíritu del Padre de los espíritus, esto es, el Padre de todos aquellos que han creído de corazón que Dios es Aquél a quien Jesús citó al enseñar sobre la oración, para que cuando oraran le dijeran: Padre nuestro, que estás en los cielos; para él la edad de los hombres no es obstáculo para llamarlos hijitos durante todo el curso de sus vidas, desde la niñez hasta las canas. Así que afirmamos, pues, que es Dios en esta Escritura dirigiéndose a sus hijos, como un padre humano cualquiera se dirige a los suyos. La primera cosa que demanda el Padre es atención, porque la ausencia de ésta es una actitud muy ofensiva para él; él la valora tanto que la pone por encima de cualquier sacrificio que se le pueda dar, porque sabe bien que cuando el hombre no lo atiende es porque alberga en su corazón obstinación, cosa que para él es como idolatría (1 Sam 15:22- 23). Así que él se agrada cuando los oídos están prestos y atentos, alejados de cualquier distracción (Mt 13:22); porque de no ser así recurrirá a otros modos de hablar, los cuales pueden ser no muy agradables; sin duda que muchas de las cosas que afligen hoy al mundo se deben a que los hombres hemos dejado de atender a sus palabras, tanto en el medio religioso como en el secular, evidencia de ello es el aumento de la violencia generada por haber exaltado la injusticia en los diferentes ámbitos de la vida, dicho del modo en que lo dice el apóstol: Porque la ira de Dios se revelea desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Rom 1:18); una de las elocuentes formas de detener la verdad es la injusticia de convertir el evangelio en un modo de lucro (2 P 2:3). Volviendo al curso de la exhortación del Padre, vemos el énfasis que hace en que sus palabras y razones no se aparten de nuestros ojos, es decir, que nuestra visión de la vida y de nuestro andar se ciñan a ellas, que no hagamos cálculos sin tomarlas en cuenta; por esto dice: guárdalas en medio de tu corazón, lo cual significa que no sean tema de acervo cultural religioso, de doctrinas y mandamientos de hombres (Col 2:20-22) que sólo están en la cabeza como mera información, sino que por creerlas sin titubeo (Sal 26:1) dominen en nuestros quehaceres cotidianos. La naturaleza humana siempre se ha resistido al exhorto del Padre, y en sus adentros le bulle la necia pregunta ¿Por qué no puedo vivir a mi modo? Siempre con suma paciencia el Padre insiste diciendo: Porque son vida a los que las hallan; aunado a esto, nos deja entender que hay que buscarlas, y ¿dónde sino en el rostro de Dios?, por esto David dice: Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Señor (Sal 27:8). No hay ser humano que no desee una buena vida, el punto es que la conceptuación de la buena vida, en mucho, procede de una sociedad hedonista, es decir, buscadora del placer por el placer, cuya fuente es la supuesta sabiduría humana (Rom 1:21-22) más que de su Padre; de su Creador; Dios sabe que este mundo sujeto a vanidad (Rom 8:20), es decir a corrupción, está atestado de causas que atentan contra el bienestar de los hombres, y la más común es la enfermedad, por eso es que existe la ciencia médica que a punta de observación y estudio intenta proveer salud a los hombres sea de forma preventiva o curativa, de tal modo que es tenida como esperanza de la humanidad; pero asombrósamente el Padre afirma aquí de manera llana que el atender a sus palabras y razones es medicina a todo el cuerpo, no faltará quien diga que es un modo de hablar simbólico; pero en esto no hay vuelta de hoja, sin duda que hay vida anímica y vida espiritual, cuando el cuerpo muere éstas tienen que retirarse de esta dimensión temporal, y el cuerpo vuelve al polvo, pero cuando éste vive no es lo natural lo que lo sostiene, sino lo sobrenatural, es decir, el espíritu (Stg 2:26), y éste se fortalece con el alimento que le da el Padre de los espíritus (1 Cor 10:3-4), el cual es su palabra; así que Dios no miente al decir que su palabra es medicina a todo el cuerpo, sea preventiva o curativa; ¿pero qué es lo que hace la diferencia? sólo una cosa, creerle. Por esto Pablo fue inspirado para escribir: el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales... (Rom 8:11). Así que en la medida en que le hagamos caso al Padre y nos alimentemos de su palabra (Mt 4:4), experimentaremos que la vida es más que la comida o la bebida, y partiremos de este mundo sólo cuando Él decida retirar el espíritu de nuestro cuerpo, sea o no, por enfermedad.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Este capítulo comienza diciendo: Oíd, hijos, la enseñanza de un padre; sin duda esto pudiera interpretarse como consejos de un padre humano a su hijo, y por ello atenuar el peso de todo lo dicho a continuación, pero si ceñimos los lomos de nuestro entendimiento (Ef 6:14) y razonamos espiritualmente, hemos de aceptar que Salomón no fue inspirado a escribir estas palabras por ocurrencias personales, sino por el Espíritu del Padre de los espíritus, esto es, el Padre de todos aquellos que han creído de corazón que Dios es Aquél a quien Jesús citó al enseñar sobre la oración, para que cuando oraran le dijeran: Padre nuestro, que estás en los cielos; para él la edad de los hombres no es obstáculo para llamarlos hijitos durante todo el curso de sus vidas, desde la niñez hasta las canas. Así que afirmamos, pues, que es Dios en esta Escritura dirigiéndose a sus hijos, como un padre humano cualquiera se dirige a los suyos. La primera cosa que demanda el Padre es atención, porque la ausencia de ésta es una actitud muy ofensiva para él; él la valora tanto que la pone por encima de cualquier sacrificio que se le pueda dar, porque sabe bien que cuando el hombre no lo atiende es porque alberga en su corazón obstinación, cosa que para él es como idolatría (1 Sam 15:22- 23). Así que él se agrada cuando los oídos están prestos y atentos, alejados de cualquier distracción (Mt 13:22); porque de no ser así recurrirá a otros modos de hablar, los cuales pueden ser no muy agradables; sin duda que muchas de las cosas que afligen hoy al mundo se deben a que los hombres hemos dejado de atender a sus palabras, tanto en el medio religioso como en el secular, evidencia de ello es el aumento de la violencia generada por haber exaltado la injusticia en los diferentes ámbitos de la vida, dicho del modo en que lo dice el apóstol: Porque la ira de Dios se revelea desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Rom 1:18); una de las elocuentes formas de detener la verdad es la injusticia de convertir el evangelio en un modo de lucro (2 P 2:3). Volviendo al curso de la exhortación del Padre, vemos el énfasis que hace en que sus palabras y razones no se aparten de nuestros ojos, es decir, que nuestra visión de la vida y de nuestro andar se ciñan a ellas, que no hagamos cálculos sin tomarlas en cuenta; por esto dice: guárdalas en medio de tu corazón, lo cual significa que no sean tema de acervo cultural religioso, de doctrinas y mandamientos de hombres (Col 2:20-22) que sólo están en la cabeza como mera información, sino que por creerlas sin titubeo (Sal 26:1) dominen en nuestros quehaceres cotidianos. La naturaleza humana siempre se ha resistido al exhorto del Padre, y en sus adentros le bulle la necia pregunta ¿Por qué no puedo vivir a mi modo? Siempre con suma paciencia el Padre insiste diciendo: Porque son vida a los que las hallan; aunado a esto, nos deja entender que hay que buscarlas, y ¿dónde sino en el rostro de Dios?, por esto David dice: Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Señor (Sal 27:8). No hay ser humano que no desee una buena vida, el punto es que la conceptuación de la buena vida, en mucho, procede de una sociedad hedonista, es decir, buscadora del placer por el placer, cuya fuente es la supuesta sabiduría humana (Rom 1:21-22) más que de su Padre; de su Creador; Dios sabe que este mundo sujeto a vanidad (Rom 8:20), es decir a corrupción, está atestado de causas que atentan contra el bienestar de los hombres, y la más común es la enfermedad, por eso es que existe la ciencia médica que a punta de observación y estudio intenta proveer salud a los hombres sea de forma preventiva o curativa, de tal modo que es tenida como esperanza de la humanidad; pero asombrósamente el Padre afirma aquí de manera llana que el atender a sus palabras y razones es medicina a todo el cuerpo, no faltará quien diga que es un modo de hablar simbólico; pero en esto no hay vuelta de hoja, sin duda que hay vida anímica y vida espiritual, cuando el cuerpo muere éstas tienen que retirarse de esta dimensión temporal, y el cuerpo vuelve al polvo, pero cuando éste vive no es lo natural lo que lo sostiene, sino lo sobrenatural, es decir, el espíritu (Stg 2:26), y éste se fortalece con el alimento que le da el Padre de los espíritus (1 Cor 10:3-4), el cual es su palabra; así que Dios no miente al decir que su palabra es medicina a todo el cuerpo, sea preventiva o curativa; ¿pero qué es lo que hace la diferencia? sólo una cosa, creerle. Por esto Pablo fue inspirado para escribir: el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales... (Rom 8:11). Así que en la medida en que le hagamos caso al Padre y nos alimentemos de su palabra (Mt 4:4), experimentaremos que la vida es más que la comida o la bebida, y partiremos de este mundo sólo cuando Él decida retirar el espíritu de nuestro cuerpo, sea o no, por enfermedad.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. (Jn 14:9- 11).
El mayor dolor o desagrado ocasionado a Dios de parte de los hombres no viene tanto de la conducta errática de ellos, sino de aquello que los impulsa a actuar como lo hacen; sin duda Dios sabe cual es la condición de los seres humanos a causa de la herencia de pecado (Sal 51:5; Rom 7:14 ); él sabe de la esclavitud de la que son víctimas (Jn 8:34) , él sabe bien que no puede pedir peras al olmo, como dice el proverbio (Lc 6:44); El dolor y desagrado de Dios es ocasionado por la incredulidad humana; de principio a fin las Escrituras dan testimonio de ello; la enseñanza apostólica nos dice que por un pecado entró la muerte a los hombres (Rom 5:15), esa transgresión original consistió en la acción de Eva de concederle más credulidad al diablo que a Dios, dicho de otro modo, quitó a Dios lo de Dios y se lo concedió al enemigo; comer el fruto sólo fue la consecuencia del primer acto: haberse convertido en incrédula de su Creador; por su parte Adán decidió oír más la voz de su mujer y llegó a lo mismo, en el lenguaje bíblico oír y obedecer son equivalentes; así por herencia todos los hombres hemos nacido con el virus de la incredulidad; ellos fueron restaurados de inmediato, pero les quedó la consigna de llamar a su descendencia a volver a poner su fe en el Creador; los dos primeros ejemplos de esto fueron sus dos hijos, Abel el hombre de fe (Heb 11:4), y Caín el rebelde (1 Jn 3:12); desde aquí en adelante vemos en la narrativa bíblica la aparición de hombres de fe, a quienes Dios llamó para ser voceros de la verdad que él quiere que los hombres crean: Dios es Dios, y no hay más (Jos 2:11; Is 45:6; 45:21). En el peregrinar del pueblo de Israel el mayor disgusto de Dios lo ocasiónó la incredulidad de su pueblo, tanto que la carta a los Hebreos lo expresa así:Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (3:19). La ley fue puesta para testificar de la justicia de Dios que es por fe (Rom 3:21-24); no para que por cumplirla los hombres llegaran agradar a Dios, el religioso que pretende cumplir la ley para agradar a Dios sigue en incredulidad ante él; porque su confianza no está en la justicia de Dios, sino en la suya propia (Rom 10: 1-4); Y así, Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras ... en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (Heb 1:1-2); hemos de entender que Jesús no vino a llamar a los hombres a que se aparten de su conducta errática, de sus pecados, pues, sino a que crean en él, porque cuando un hombre le cree de corazón simplemente no puede continuar en sus malos caminos; vemos cómo lo hace en respuesta a la asombrosa solicitud de Felipe, contestándole: ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? ... Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí. Esto nos muestra vívidamente que la fe no es algo de factura humana; no es algo artificial; la fe de Dios no puede ser confundida con autosugestión religiosa, la fe verdadera rompe todos los esquemas, porque el autor y consumador de ella es el mismo Jesús (Heb 12:2), a tal punto que Jesús llega a decir: al que cree todo le es posible; los discípulos no fueron diferentes sino hasta que abrieron su corazon a Dios por la fe, y sólo por la fe Dios pudo hacer a través de ellos maravillas para que los incrédulos se vuelvan Dios, por lo menos al ver sus poderosos hechos, aunque él espera ser creído por sus palabras (Is 53:1; Jn 20:28-29); Jesús no podía callar ante la incredulidad de los hombres; él mostró elocuentemente su desagrado ante ella, tanto que el evangelio consigna esta expresión suya: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo os he de soportar? fácil es concluir que se refirió a sus discípulos, porque no pudieron echar fuera al demonio; no, el se estaba refiriendo a toda la raza humana generada desde Adán y representada allí por todos esos hombres, incluídos sus discípulos; él no se estaba refiriendo a un grupo de hombres viviendo en lo que nosotros llamamos una generación, no, así como al decir en diferentes ocasiones: Los hijos de este siglo, o este siglo, no se estaba refiriendo al siglo que cursaban entonces, sino a toda la era humana (Mt 13:22, 40; Lc 16:8; 20:34), es así que el mismo apóstol Pablo se expresa de la misma manera (Rom 12:2; 2 Cor 4:4). Ahora bien, en lo que respecta a nuestro tiempo no hay diferencia, pero cabría bien preguntarse si será más difícil que los hombres de este tiempo crean en Dios que los de los tiempos antiguos; la verdad es que hoy hay más incredulidad porque hay más hombres; hay más maldad porque hay más hombres; el factor que hace que los hombres se resistan a creer en Dios ha sido el mismo en todos los tiempos; y no es otra cosa más que la soberbia; en este tiempo hay mucho que la alienta, de manera relevante es el crecimiento intelectual, el cual lo impulsa a sentirse poderoso y autosuficiente, ante esta manifiesta actitud Jesús tuvo que decir: Si no os volvéis y os haceis como niños no entraréis en el reino de Dios (Mt 18:3), sólo humillándose como un niño se puede creer que Jesús es en el Padre y el Padre en él (Mt 18:4). Sólo esta fe puede enfrentar con éxito los avatares de la vida, sean del orden que sean, porque esta fe es el acceso al verdadero reposo, o descanso, es la que lleva al hombre a decir: No temeré (Sal 27; 3:6; 23:4; 46:2; 56:4; 118:6); esta fe no es para lograr cosas a nuestro gusto o deseo, sino para que el propósito de Dios sea cumplido en nuestras vidas (Sal 138:8); que mi Señor nos muestre lo que significa: Y ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5:4) y, Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. (Gal 2:20).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
El mayor dolor o desagrado ocasionado a Dios de parte de los hombres no viene tanto de la conducta errática de ellos, sino de aquello que los impulsa a actuar como lo hacen; sin duda Dios sabe cual es la condición de los seres humanos a causa de la herencia de pecado (Sal 51:5; Rom 7:14 ); él sabe de la esclavitud de la que son víctimas (Jn 8:34) , él sabe bien que no puede pedir peras al olmo, como dice el proverbio (Lc 6:44); El dolor y desagrado de Dios es ocasionado por la incredulidad humana; de principio a fin las Escrituras dan testimonio de ello; la enseñanza apostólica nos dice que por un pecado entró la muerte a los hombres (Rom 5:15), esa transgresión original consistió en la acción de Eva de concederle más credulidad al diablo que a Dios, dicho de otro modo, quitó a Dios lo de Dios y se lo concedió al enemigo; comer el fruto sólo fue la consecuencia del primer acto: haberse convertido en incrédula de su Creador; por su parte Adán decidió oír más la voz de su mujer y llegó a lo mismo, en el lenguaje bíblico oír y obedecer son equivalentes; así por herencia todos los hombres hemos nacido con el virus de la incredulidad; ellos fueron restaurados de inmediato, pero les quedó la consigna de llamar a su descendencia a volver a poner su fe en el Creador; los dos primeros ejemplos de esto fueron sus dos hijos, Abel el hombre de fe (Heb 11:4), y Caín el rebelde (1 Jn 3:12); desde aquí en adelante vemos en la narrativa bíblica la aparición de hombres de fe, a quienes Dios llamó para ser voceros de la verdad que él quiere que los hombres crean: Dios es Dios, y no hay más (Jos 2:11; Is 45:6; 45:21). En el peregrinar del pueblo de Israel el mayor disgusto de Dios lo ocasiónó la incredulidad de su pueblo, tanto que la carta a los Hebreos lo expresa así:Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (3:19). La ley fue puesta para testificar de la justicia de Dios que es por fe (Rom 3:21-24); no para que por cumplirla los hombres llegaran agradar a Dios, el religioso que pretende cumplir la ley para agradar a Dios sigue en incredulidad ante él; porque su confianza no está en la justicia de Dios, sino en la suya propia (Rom 10: 1-4); Y así, Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras ... en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (Heb 1:1-2); hemos de entender que Jesús no vino a llamar a los hombres a que se aparten de su conducta errática, de sus pecados, pues, sino a que crean en él, porque cuando un hombre le cree de corazón simplemente no puede continuar en sus malos caminos; vemos cómo lo hace en respuesta a la asombrosa solicitud de Felipe, contestándole: ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? ... Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí. Esto nos muestra vívidamente que la fe no es algo de factura humana; no es algo artificial; la fe de Dios no puede ser confundida con autosugestión religiosa, la fe verdadera rompe todos los esquemas, porque el autor y consumador de ella es el mismo Jesús (Heb 12:2), a tal punto que Jesús llega a decir: al que cree todo le es posible; los discípulos no fueron diferentes sino hasta que abrieron su corazon a Dios por la fe, y sólo por la fe Dios pudo hacer a través de ellos maravillas para que los incrédulos se vuelvan Dios, por lo menos al ver sus poderosos hechos, aunque él espera ser creído por sus palabras (Is 53:1; Jn 20:28-29); Jesús no podía callar ante la incredulidad de los hombres; él mostró elocuentemente su desagrado ante ella, tanto que el evangelio consigna esta expresión suya: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo os he de soportar? fácil es concluir que se refirió a sus discípulos, porque no pudieron echar fuera al demonio; no, el se estaba refiriendo a toda la raza humana generada desde Adán y representada allí por todos esos hombres, incluídos sus discípulos; él no se estaba refiriendo a un grupo de hombres viviendo en lo que nosotros llamamos una generación, no, así como al decir en diferentes ocasiones: Los hijos de este siglo, o este siglo, no se estaba refiriendo al siglo que cursaban entonces, sino a toda la era humana (Mt 13:22, 40; Lc 16:8; 20:34), es así que el mismo apóstol Pablo se expresa de la misma manera (Rom 12:2; 2 Cor 4:4). Ahora bien, en lo que respecta a nuestro tiempo no hay diferencia, pero cabría bien preguntarse si será más difícil que los hombres de este tiempo crean en Dios que los de los tiempos antiguos; la verdad es que hoy hay más incredulidad porque hay más hombres; hay más maldad porque hay más hombres; el factor que hace que los hombres se resistan a creer en Dios ha sido el mismo en todos los tiempos; y no es otra cosa más que la soberbia; en este tiempo hay mucho que la alienta, de manera relevante es el crecimiento intelectual, el cual lo impulsa a sentirse poderoso y autosuficiente, ante esta manifiesta actitud Jesús tuvo que decir: Si no os volvéis y os haceis como niños no entraréis en el reino de Dios (Mt 18:3), sólo humillándose como un niño se puede creer que Jesús es en el Padre y el Padre en él (Mt 18:4). Sólo esta fe puede enfrentar con éxito los avatares de la vida, sean del orden que sean, porque esta fe es el acceso al verdadero reposo, o descanso, es la que lleva al hombre a decir: No temeré (Sal 27; 3:6; 23:4; 46:2; 56:4; 118:6); esta fe no es para lograr cosas a nuestro gusto o deseo, sino para que el propósito de Dios sea cumplido en nuestras vidas (Sal 138:8); que mi Señor nos muestre lo que significa: Y ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn 5:4) y, Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. (Gal 2:20).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. (Hech 8:29-31)
Hace 47 años, a unos meses de haber nacido de nuevo, me encontraba leyendo las Escrituras, precisamente en este pasaje; de pronto se me acercó un primo que llegó a visitar a la familia, con la cual yo también estaba de visita, y me preguntó -¿Qué lees-? a lo que contesté -La Biblia- asombrosamente me preguntó -¿Y entiendes lo que lees?- de verdad que me turbó el alma; sin duda no fue coincidencia; hoy entiendo que el Espíritu de mi Señor se valió de este hombre para enseñarme la importancia de entender lo que se lee, pero aun más, humillarse a reconocer que necesitamos oír al que Dios envía para que nos explique; a partir de entonces procuré buscar siempre a ese alguno para que me enseñara, el cual no siempre ha sido un semejante, o un libro, sino mayormente la invisible presencia de mi Señor, es decir, su Espíritu, rogándole: Señor, enséñame; en realidad el maestro que enseñó al eunuco a través de la persona de Felipe fue Su Espíritu. Siempre ha sido importante y vital que se entiendan las Escrituras, tanto así que el estilo de enseñanza de Jesús siempre era dirigir a sus discípulos a ellas, preguntando: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? (Lc 10:26); pero este tiempo requiere de mayor diligencia en cuanto a procurar entender, por cuanto el grado de confusión que el jinete del caballo blanco, citado en Apocalípsis, ha inyectado en el mundo es terrible; en cada generación los entendidos de Dios han sabido qué decir a los hombres para que disciernan los tiempos de Dios y en consecuencia decidan qué camino seguir, porque él desea que entendamos las señales de los tiempos , de lo cual las Escrituras dan testimonio, esto es lo que motivó a Jesús a decir a aquellos hombres: ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! (Mt 16:3). Tan terrible es la confusión que se han entendido a medias las palabras del profeta Amos cuando dice: He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová, al interpretar que la gente hoy tiene deseos de escuchar la palabra de Dios, pero sin atender a lo que en seguida dice: E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán (Am 8:11-12). La pregunta en consecuencia es, ¿Por qué si Dios envía hambre de su palabra a la tierra, los hombres no la hallan? La respuesta la encontramos en la actitud del eunuco, éste, siendo un hombre de importante posición no encontró un estorbo en ello para decir: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? es decir, humildad. No es esto precisamente lo que distingue a nuestro tiempo, sino la soberbia de arriba a bajo; se prefiere apagar la sed con bebidas gratas al paladar que con agua saludable; dicho de otro modo, se prefiere a los que predican con palabras endulzadas, es decir hechas a modo, por esto Pablo dice: No sufrirán la sana doctrina (2 Tim 4:3); sólo comezón de oír, lo cual es el preciado terreno para los falsos maestros; las anteriores palabras de Amos están asombrosamente precedidas por estas líneas: Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo (Am 8:10). Días de amargura mundial es lo que ahora estamos viviendo, porque de algún modo Dios quiere quebrantar la sordera de la humanidad; su objetivo no es otro sino que el hombre despierte para que la luz de Dios le alumbre (Ef 5:14), esto no es un castigo, sino todo lo contrario, la oportunidad para no llegar al castigo, que no es de días, meses o años, sino del eterno estado sin Dios (Jn 3:17). Este tiempo es para que todo mundo tenga la oportunidad de oír la dulzura de la buena noticia nacida de la amargura sufrida por el Hijo de Dios, narrada en el pasaje que el eunuco venía leyendo en su carruaje (Is 53); dulzura probada por este personaje cuando a partir de esta Escritura Felipe le predicó el evangelio, y que por haber creído fue movido a ser sepultado con Jesucristo al encontrar aquellas aguas (Rom 6:4). Esta es la fe que mi Señor quiere despertar en los hombres, pero para ello es necesario que se oiga o que se predique el Evangelio (Rom 10:17, 1 Cor 1:23, 2:1-2) que tristemente en mucho ha sido sustituído con proselitismo religioso; que mi Señor nos sensibilice para entender que toda la Escritura apunta hacia un sólo lugar: La cruz del calvario, y que sin ella toda predicación es sólo palabrería religiosa.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Hace 47 años, a unos meses de haber nacido de nuevo, me encontraba leyendo las Escrituras, precisamente en este pasaje; de pronto se me acercó un primo que llegó a visitar a la familia, con la cual yo también estaba de visita, y me preguntó -¿Qué lees-? a lo que contesté -La Biblia- asombrosamente me preguntó -¿Y entiendes lo que lees?- de verdad que me turbó el alma; sin duda no fue coincidencia; hoy entiendo que el Espíritu de mi Señor se valió de este hombre para enseñarme la importancia de entender lo que se lee, pero aun más, humillarse a reconocer que necesitamos oír al que Dios envía para que nos explique; a partir de entonces procuré buscar siempre a ese alguno para que me enseñara, el cual no siempre ha sido un semejante, o un libro, sino mayormente la invisible presencia de mi Señor, es decir, su Espíritu, rogándole: Señor, enséñame; en realidad el maestro que enseñó al eunuco a través de la persona de Felipe fue Su Espíritu. Siempre ha sido importante y vital que se entiendan las Escrituras, tanto así que el estilo de enseñanza de Jesús siempre era dirigir a sus discípulos a ellas, preguntando: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? (Lc 10:26); pero este tiempo requiere de mayor diligencia en cuanto a procurar entender, por cuanto el grado de confusión que el jinete del caballo blanco, citado en Apocalípsis, ha inyectado en el mundo es terrible; en cada generación los entendidos de Dios han sabido qué decir a los hombres para que disciernan los tiempos de Dios y en consecuencia decidan qué camino seguir, porque él desea que entendamos las señales de los tiempos , de lo cual las Escrituras dan testimonio, esto es lo que motivó a Jesús a decir a aquellos hombres: ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! (Mt 16:3). Tan terrible es la confusión que se han entendido a medias las palabras del profeta Amos cuando dice: He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová, al interpretar que la gente hoy tiene deseos de escuchar la palabra de Dios, pero sin atender a lo que en seguida dice: E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán (Am 8:11-12). La pregunta en consecuencia es, ¿Por qué si Dios envía hambre de su palabra a la tierra, los hombres no la hallan? La respuesta la encontramos en la actitud del eunuco, éste, siendo un hombre de importante posición no encontró un estorbo en ello para decir: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? es decir, humildad. No es esto precisamente lo que distingue a nuestro tiempo, sino la soberbia de arriba a bajo; se prefiere apagar la sed con bebidas gratas al paladar que con agua saludable; dicho de otro modo, se prefiere a los que predican con palabras endulzadas, es decir hechas a modo, por esto Pablo dice: No sufrirán la sana doctrina (2 Tim 4:3); sólo comezón de oír, lo cual es el preciado terreno para los falsos maestros; las anteriores palabras de Amos están asombrosamente precedidas por estas líneas: Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo (Am 8:10). Días de amargura mundial es lo que ahora estamos viviendo, porque de algún modo Dios quiere quebrantar la sordera de la humanidad; su objetivo no es otro sino que el hombre despierte para que la luz de Dios le alumbre (Ef 5:14), esto no es un castigo, sino todo lo contrario, la oportunidad para no llegar al castigo, que no es de días, meses o años, sino del eterno estado sin Dios (Jn 3:17). Este tiempo es para que todo mundo tenga la oportunidad de oír la dulzura de la buena noticia nacida de la amargura sufrida por el Hijo de Dios, narrada en el pasaje que el eunuco venía leyendo en su carruaje (Is 53); dulzura probada por este personaje cuando a partir de esta Escritura Felipe le predicó el evangelio, y que por haber creído fue movido a ser sepultado con Jesucristo al encontrar aquellas aguas (Rom 6:4). Esta es la fe que mi Señor quiere despertar en los hombres, pero para ello es necesario que se oiga o que se predique el Evangelio (Rom 10:17, 1 Cor 1:23, 2:1-2) que tristemente en mucho ha sido sustituído con proselitismo religioso; que mi Señor nos sensibilice para entender que toda la Escritura apunta hacia un sólo lugar: La cruz del calvario, y que sin ella toda predicación es sólo palabrería religiosa.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, Y en tu ley lo instruyes, Para hacerle descansar en los días de aflicción, En tanto que para el impío se cava el hoyo. Porque no abandonará Jehová a su pueblo, Ni desamparará su heredad. (Sal 94:12-14).
Escribo en medio del azote bajo el que se encuentra el mundo entero, algunos sufriéndolo en carne propia, otros sólo en sus efectos colaterales, que no por eso dejan de ser indeseables; inevitablemente circulan vertiginosamente de arriba a abajo comentarios y opiniones desde los más torpes hasta los muy sofisticados, sobre los obligados temas sociales, económicos, políticos, y por supuesto de salud, pero sin faltar la efervescente aparición del tema religioso, en el que unos convocan a clamar a Dios por misericordia, y otros exhibiendo sus posiciones doctrinales con los que intentan explicar lo que pasa; por supuesto, todo está dejando ver de qué está hecho el hombre; si quisiéramos sacar un promedio para ver cuál es la actitud relevante que impera en la humanidad, desde los que están en eminencia hasta los más pequeños; veríamos que el color dominante es el de la soberbia, manifiesta en lo poco y en lo mucho. En medio de todo esto los verdaderos creyentes en el único Dios verdadero saben que él está viendo todo este panorama, que él no es ajeno, y que su carácter no se ha menoscabado, que él es el mismo, que él no cambia; y por causa de esto no comienzan a hacer juicios de los demás, sino de sí mismos, porque recuerdan las palabras del apóstol que dice: Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 P 4:17); así que la actitud de un verdadero creyente delante de Dios es la de mirarse en Sus ojos; buscando saber que dice Dios de él, actitud que vemos en el dulce cantor de Israel cuando decía: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (Sal 139:23). Si Dios es Dios, entonces no es sordo; Cuando el profeta Daniel oró haciendo confesión dijo: Hemos pecado; esta actitud sólo procede de un corazón que teme a Dios porque le cree, y esto, sólo esto, es lo que hace decir al ángel de parte de Dios: porque tú eres muy amado (Dan 9:23), Dios continúa diciendo esto a los que hoy le creen de verdad; porque por “creer” han sido aceptos en el amado (Ef 1:6), porque con el corazón han creído en el Hijo de Dios y por ello han sido justificados (Rom 10:10-11); éstos, en donde estén, son llamados pueblo de Dios. Pero es necesario que no perdamos de vista que por haber entrado a la paternidad de Dios también son ingresados a su disciplina, la cual es en primer lugar instructiva, cosa que apunta a que a través de ellos Dios lleve a cabo sus propósitos en esta tierra, éstos son los que se disponen a pagar el precio de la disciplina, la cual se dice fácil en tres frases: perseverar en la oración, en la meditación de la Palabra, y en buscar unirse a los que de corazón invocan el nombre de Dios. En esto no hay improvisación, aquel que se haya ejercitado sin duda enfrentará con fortaleza los días de aflicción, y podrá dar la mano a quienes necesiten apoyo, él no está exento de los días de aflicción, pero sabiendo que Dios no abandonará a su pueblo permanecerá dando pasos seguros aunque a su derredor todo parezca incierto, y si acaso tuviera que ofrecer su vida en la batalla será sólo porque Dios así lo haya dispuesto; si no, caerán mil a su lado y diez mil a su diestra mas a él no llegará. Puede que seas un médico, un empresario, un sencillo empleado, un científico, un maestro, un hombre de campo, y hasta un político, quien seas y en donde estés serás luz en medio de las tinieblas, pero esto, sólo si en tu corazón verdaderamente crees que Jesús es el Hijo de Dios y que por este hecho tienes nueva vida en ti; si esta no es tu realidad, siempre hay un primer día, porque mientras se está vivo hay esperanza. Es posible que las cosas empeoren, pero una cosa es cierta sobre cualquier circunstancia, los hijos de Dios tendrán siempre Su luz para discernir qué hacer en los momentos cruciales, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento guardará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4:7).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Escribo en medio del azote bajo el que se encuentra el mundo entero, algunos sufriéndolo en carne propia, otros sólo en sus efectos colaterales, que no por eso dejan de ser indeseables; inevitablemente circulan vertiginosamente de arriba a abajo comentarios y opiniones desde los más torpes hasta los muy sofisticados, sobre los obligados temas sociales, económicos, políticos, y por supuesto de salud, pero sin faltar la efervescente aparición del tema religioso, en el que unos convocan a clamar a Dios por misericordia, y otros exhibiendo sus posiciones doctrinales con los que intentan explicar lo que pasa; por supuesto, todo está dejando ver de qué está hecho el hombre; si quisiéramos sacar un promedio para ver cuál es la actitud relevante que impera en la humanidad, desde los que están en eminencia hasta los más pequeños; veríamos que el color dominante es el de la soberbia, manifiesta en lo poco y en lo mucho. En medio de todo esto los verdaderos creyentes en el único Dios verdadero saben que él está viendo todo este panorama, que él no es ajeno, y que su carácter no se ha menoscabado, que él es el mismo, que él no cambia; y por causa de esto no comienzan a hacer juicios de los demás, sino de sí mismos, porque recuerdan las palabras del apóstol que dice: Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 P 4:17); así que la actitud de un verdadero creyente delante de Dios es la de mirarse en Sus ojos; buscando saber que dice Dios de él, actitud que vemos en el dulce cantor de Israel cuando decía: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos (Sal 139:23). Si Dios es Dios, entonces no es sordo; Cuando el profeta Daniel oró haciendo confesión dijo: Hemos pecado; esta actitud sólo procede de un corazón que teme a Dios porque le cree, y esto, sólo esto, es lo que hace decir al ángel de parte de Dios: porque tú eres muy amado (Dan 9:23), Dios continúa diciendo esto a los que hoy le creen de verdad; porque por “creer” han sido aceptos en el amado (Ef 1:6), porque con el corazón han creído en el Hijo de Dios y por ello han sido justificados (Rom 10:10-11); éstos, en donde estén, son llamados pueblo de Dios. Pero es necesario que no perdamos de vista que por haber entrado a la paternidad de Dios también son ingresados a su disciplina, la cual es en primer lugar instructiva, cosa que apunta a que a través de ellos Dios lleve a cabo sus propósitos en esta tierra, éstos son los que se disponen a pagar el precio de la disciplina, la cual se dice fácil en tres frases: perseverar en la oración, en la meditación de la Palabra, y en buscar unirse a los que de corazón invocan el nombre de Dios. En esto no hay improvisación, aquel que se haya ejercitado sin duda enfrentará con fortaleza los días de aflicción, y podrá dar la mano a quienes necesiten apoyo, él no está exento de los días de aflicción, pero sabiendo que Dios no abandonará a su pueblo permanecerá dando pasos seguros aunque a su derredor todo parezca incierto, y si acaso tuviera que ofrecer su vida en la batalla será sólo porque Dios así lo haya dispuesto; si no, caerán mil a su lado y diez mil a su diestra mas a él no llegará. Puede que seas un médico, un empresario, un sencillo empleado, un científico, un maestro, un hombre de campo, y hasta un político, quien seas y en donde estés serás luz en medio de las tinieblas, pero esto, sólo si en tu corazón verdaderamente crees que Jesús es el Hijo de Dios y que por este hecho tienes nueva vida en ti; si esta no es tu realidad, siempre hay un primer día, porque mientras se está vivo hay esperanza. Es posible que las cosas empeoren, pero una cosa es cierta sobre cualquier circunstancia, los hijos de Dios tendrán siempre Su luz para discernir qué hacer en los momentos cruciales, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento guardará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4:7).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. (Mal 3: 16-18).
No podríamos afirmar que los niños adquieren discernimiento de su entorno de un día para otro, pero lo que podemos decir con certeza es que a medida que su intuición madura, mostrado en el creciente uso de dos pequeñas palabras: Sí, y No, deja ver al exterior la virtud menos entendida y comprendida del ser humano: La voluntad, tan controvertida que alguien puede estar haciendo algo en el exterior, pero en su interior estar negado a ello, sea por obligación circunstancial o por el dominio de alguien superior en fuerza. La intuición se va despertando de tal modo que hace que el ser humano incursione en todo lo que compete a la vida, sea esto lo objetivo o lo subjetivo; lo concreto o lo abstracto, e inevitablemente tiene que ejercer la acción de discernir, o discriminar; entendido esto como la facultad de diferenciar entre lo conveniente y lo inconveniente; lo positivo y lo negativo; expresado de manera sencilla, entre lo bueno y lo malo; Ahora bien, de qué fuente alimenta el hombre su discernimiento, sin duda de la observación de la naturaleza material, tanto propia como externa, para lo cual se vale de su intelecto; en seguida de la observación de lo inmaterial tanto de fuera como de dentro de él, para lo cual se vale de su mente espiritual; la cual lo hace aceptarse como un ser moral; que lo hace reconocer su responsabilidad ante el actuar bien o actuar mal; y es en este punto en el que su intuición le hace sentir, que tiene un origen divino, y es inducido así a la búsqueda de Dios; y es ahora cuando entra en un ámbito de conflicto desconocido; se da cuenta que su existencia se mueve entre dos presencias, una buena y una mala; La buena le dice a través de hombres enviados para esto, que está perdido y que necesita ser rescatado de un futuro de desastre (Is 1:18; 45:22); la mala le dice que todo está bien, que él tiene la capacidad de proveerse seguridad y salvarse a sí mismo, y para ello le ofrece un protocolario camino para vivir feliz eternamente con un dios hecho a modo introduciéndolo en el ámbito de la religión (Col 2:8-10); pero el verdadero Dios tiene un plan para su rescate; tomar forma de hombre y ofrecerse a sí mismo como pago del rescate, y sólo una cosa le pide al hombre para que esto sea un hecho: Que le crea (Jn 3:36; 5:24) . La pregunta inevitable aquí es: ¿Quiénes son los que creen? sin lugar a dudas los que temen a Dios, los que de una manera inentendible llevan dentro de sí el impulso de la fe, a los cuales Dios conoce desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:4), estos son los que haciendo uso de esa virtud no comprendida llamada voluntad usan la palabra SÍ, para Dios, y de este modo adquieren la luz para discernir entre lo que es de Dios y lo que no es, para saber cuales de sus semejantes sirven a Dios y cuales son impostores; y discernir entre quien es justo a los ojos de Dios y quien no lo es; esto mueve a Dios a decir a través del profeta: Y serán para mí especial tesoro. Bueno, aquí estamos hoy viviendo en el tiempo que profetizó Jesús cuando dijo: de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt 24:24); Hemos de notar que Jesús dice: si fuere posible; lo cual quiere decir que no es posible; pero sin duda esta afirmación nos está diciendo también que no será fácil discernir el engaño, puesto que vendrá acompañado de sutilezas y prodigios (2 Tes 2:9-10) ; es decir, que es el tiempo de afinar la percepción para no trastrabillar, y poder ser luz para los más jóvenes en la fe, y así cumplir los propósitos de Dios para estos últimos tiempos (Mt 5:14-16). Hoy la llamada sicología social ha transminado las congregaciones cristianas a tal punto que hasta las nuevas versiones de la Biblia se han aligerado, menoscabando así su profundidad, teniendo como justificante que sean más fáciles de entender; y mucho de lo que los medios dramatizan de los eventos o narraciones bíblicas distan de comunicar los designios de las Escrituras, porque conllevan un hablar y actitudes modernistas; a la par de todo esto se ha desatado un espíritu judaizante, que está haciendo creer a muchos que si no lees la Biblia en hebreo no has conocido bien la verdad. La sociedad mundial está siendo movida a la búsqueda y espera de algo o "alguien" que venga a corregir el desorden en que está inmerso el mundo, y esto incluye a todas luces al mundo religioso; Estamos ya en el tiempo en el que los que gobiernan se apresuran a hacer buenas ofertas para el bienestar social, y quien apunte a tener más inteligencia en ello estará a la cabeza; no olvidemos que el mundo no da ningún bien gratuitamente. El corolario de todo esto es confirmar que nuestro temor a Dios nos ha llevado a creerle; creer que sólo su gracia es suficente y que todo esfuerzo para servir a Dios debe ser hecho en su gracia (2 Tim 2:1), no en ninguna competencia propia (2 Cor 3:5); y así de este modo discernir qué hacer en los momentos y situaciones cruciales, como de entre quiénes salir o con quiénes asociarnos; de qué ideologías cuidarse o resistirlas; Es obvio que esto demanda disciplina para obtener el buen juicio; disciplina en las rodillas (1 Tes 5:17); en las Escrituras (Sal 119:105; 1 Tim 4:13; Jn 5:39), y en el no dejar la comunión con los que de corazón invocan al Señor para darles amistad (Heb 10:25).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No podríamos afirmar que los niños adquieren discernimiento de su entorno de un día para otro, pero lo que podemos decir con certeza es que a medida que su intuición madura, mostrado en el creciente uso de dos pequeñas palabras: Sí, y No, deja ver al exterior la virtud menos entendida y comprendida del ser humano: La voluntad, tan controvertida que alguien puede estar haciendo algo en el exterior, pero en su interior estar negado a ello, sea por obligación circunstancial o por el dominio de alguien superior en fuerza. La intuición se va despertando de tal modo que hace que el ser humano incursione en todo lo que compete a la vida, sea esto lo objetivo o lo subjetivo; lo concreto o lo abstracto, e inevitablemente tiene que ejercer la acción de discernir, o discriminar; entendido esto como la facultad de diferenciar entre lo conveniente y lo inconveniente; lo positivo y lo negativo; expresado de manera sencilla, entre lo bueno y lo malo; Ahora bien, de qué fuente alimenta el hombre su discernimiento, sin duda de la observación de la naturaleza material, tanto propia como externa, para lo cual se vale de su intelecto; en seguida de la observación de lo inmaterial tanto de fuera como de dentro de él, para lo cual se vale de su mente espiritual; la cual lo hace aceptarse como un ser moral; que lo hace reconocer su responsabilidad ante el actuar bien o actuar mal; y es en este punto en el que su intuición le hace sentir, que tiene un origen divino, y es inducido así a la búsqueda de Dios; y es ahora cuando entra en un ámbito de conflicto desconocido; se da cuenta que su existencia se mueve entre dos presencias, una buena y una mala; La buena le dice a través de hombres enviados para esto, que está perdido y que necesita ser rescatado de un futuro de desastre (Is 1:18; 45:22); la mala le dice que todo está bien, que él tiene la capacidad de proveerse seguridad y salvarse a sí mismo, y para ello le ofrece un protocolario camino para vivir feliz eternamente con un dios hecho a modo introduciéndolo en el ámbito de la religión (Col 2:8-10); pero el verdadero Dios tiene un plan para su rescate; tomar forma de hombre y ofrecerse a sí mismo como pago del rescate, y sólo una cosa le pide al hombre para que esto sea un hecho: Que le crea (Jn 3:36; 5:24) . La pregunta inevitable aquí es: ¿Quiénes son los que creen? sin lugar a dudas los que temen a Dios, los que de una manera inentendible llevan dentro de sí el impulso de la fe, a los cuales Dios conoce desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:4), estos son los que haciendo uso de esa virtud no comprendida llamada voluntad usan la palabra SÍ, para Dios, y de este modo adquieren la luz para discernir entre lo que es de Dios y lo que no es, para saber cuales de sus semejantes sirven a Dios y cuales son impostores; y discernir entre quien es justo a los ojos de Dios y quien no lo es; esto mueve a Dios a decir a través del profeta: Y serán para mí especial tesoro. Bueno, aquí estamos hoy viviendo en el tiempo que profetizó Jesús cuando dijo: de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt 24:24); Hemos de notar que Jesús dice: si fuere posible; lo cual quiere decir que no es posible; pero sin duda esta afirmación nos está diciendo también que no será fácil discernir el engaño, puesto que vendrá acompañado de sutilezas y prodigios (2 Tes 2:9-10) ; es decir, que es el tiempo de afinar la percepción para no trastrabillar, y poder ser luz para los más jóvenes en la fe, y así cumplir los propósitos de Dios para estos últimos tiempos (Mt 5:14-16). Hoy la llamada sicología social ha transminado las congregaciones cristianas a tal punto que hasta las nuevas versiones de la Biblia se han aligerado, menoscabando así su profundidad, teniendo como justificante que sean más fáciles de entender; y mucho de lo que los medios dramatizan de los eventos o narraciones bíblicas distan de comunicar los designios de las Escrituras, porque conllevan un hablar y actitudes modernistas; a la par de todo esto se ha desatado un espíritu judaizante, que está haciendo creer a muchos que si no lees la Biblia en hebreo no has conocido bien la verdad. La sociedad mundial está siendo movida a la búsqueda y espera de algo o "alguien" que venga a corregir el desorden en que está inmerso el mundo, y esto incluye a todas luces al mundo religioso; Estamos ya en el tiempo en el que los que gobiernan se apresuran a hacer buenas ofertas para el bienestar social, y quien apunte a tener más inteligencia en ello estará a la cabeza; no olvidemos que el mundo no da ningún bien gratuitamente. El corolario de todo esto es confirmar que nuestro temor a Dios nos ha llevado a creerle; creer que sólo su gracia es suficente y que todo esfuerzo para servir a Dios debe ser hecho en su gracia (2 Tim 2:1), no en ninguna competencia propia (2 Cor 3:5); y así de este modo discernir qué hacer en los momentos y situaciones cruciales, como de entre quiénes salir o con quiénes asociarnos; de qué ideologías cuidarse o resistirlas; Es obvio que esto demanda disciplina para obtener el buen juicio; disciplina en las rodillas (1 Tes 5:17); en las Escrituras (Sal 119:105; 1 Tim 4:13; Jn 5:39), y en el no dejar la comunión con los que de corazón invocan al Señor para darles amistad (Heb 10:25).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista. (Mt 17:11-13).
No es posible dejar de notar que el final del Antiguo Testamento está conectado con el principio del Nuevo a través del nombre de un profeta precursor, cuyo espíritu fue infundido al del profeta continuador llamado Juan; dos cosas lo hacen notable, una a vista de ojos, y otra visible sólo a los que les es revelado el designio de Dios; visible a simple vista es que Juan vestía de forma similar al modo de Elías (Mt 3:4; 2 Rey 1:8); y el que se ve sólo por revelación es el propósito de su aparición. Este dotar del espíritu de un hombre a otro es manifiesta en el Antiguo testamento, lo vemos en el caso de Moisés y aquellos setenta varones (Nm 11:25); y en el caso del mismo Elías y Eliseo (2 Rey 2:9,15); es necesario hacer relevante que ni Moisés ni Elías llegaron al fín de sus días aquí en la tierra como cualquier otro mortal; el primero simplemente quedó en un lugar desconocido para los hombres (Dt 34:5-6), pero visto y tomado por las potestades espirituales (Jud 9); el segundo fue arrebatado de esta dimensión de manera singular y sólo visto por su sucesor (2 Rey 2:11); ahora bien, el dicho de Jesús respecto a Juan es sumamente profundo, primero porque le otorga el título de Elías, y en seguida porque en pocas palabras describe el propósito de su aparición, esto es, restaurará todas las cosas; en esto último son dos aspectos inquietantes que hay que procurar entender, uno es restaurar, y el otro, todas las cosas. El primero comunica que las cosas que no estan en su lugar, o que se han vuelto obsoletas son renovadas, es decir hacer nuevo lo viejo (Heb 8:13); el segundo sin duda es más complicado; cómo entender el significado de todas las cosas ? No hay otro modo mas que el Espíritu nos guíe por las Escrituras y así hablar conforme a ellas (Is 8:20); miremos la asombrosa conjunción que hay entre el final del Antiguo y el principio del Nuevo Testamento en estas dos citas: Mal 4:5-6, y Lc 1:17 ; Malaquías dice: No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición; quiere decir que de no haber venido Elías no habría quien preparara el camino para la aparición del Hijo de Dios (Lc 1:76-79), y las más grande bendición que pudieran tener los hombres, esto es, el perdón de sus pecados, no se habría realizado; pero el punto común de ambas citas es hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el de los hijos rebeldes hacia sus padres; ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo interpretar esto para la vida práctica? No veo otro modo mas que entender que si hay algo realmente deplorable a los ojos de Dios en las relaciones humanas es la desasvenencia entre padres e hijos, manifiesta en los primeros en la actitud prepotente y soberbia que destruye a los hijos (Prov 19:18; Ef 6:4); porque se supone que la actitud natural de un padre es la de cuidar y compadecerse de sus hijos (Sal 103:13); y en los segundos la injusticia plasmada en la soberbia actitud de olvidarse del cuidado del que fueron objeto por parte de sus padres y ponerse al "tú por tú" con ellos para juzgarlos por sus errores, por eso fue dura la sentencia desde la antigüedad para los hijos que proferían maldición sobre sus padres (Ex 21:17). Hemos de entender, pues, que la rebeldía de los seres humanos para su Padre creador, ignorándolo, o blasfemando su nombre es digna de muerte; por esto mismo sabiendo Dios que la prisión del pecado engendra estos males, proveyó la restauración de todo mediante el anuncio de la salvación a los hombres proclamada por el espíritu de Elías en Juan el Bautista (Lc 1:76-79); no hay, entonces, mayor bendición en las relaciones humanas sobre la tierra que la buena relación entre padres e hijos, pero si la voz de amor de Jesucristo en la cruz no mueve a los hombres hacia esto, no hay poder humano que lo logre; cumpla mi Señor su palabra en todos los que han creído y venga así la aurora de un nuevo amanecer por la fe en Cristo Jesús.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No es posible dejar de notar que el final del Antiguo Testamento está conectado con el principio del Nuevo a través del nombre de un profeta precursor, cuyo espíritu fue infundido al del profeta continuador llamado Juan; dos cosas lo hacen notable, una a vista de ojos, y otra visible sólo a los que les es revelado el designio de Dios; visible a simple vista es que Juan vestía de forma similar al modo de Elías (Mt 3:4; 2 Rey 1:8); y el que se ve sólo por revelación es el propósito de su aparición. Este dotar del espíritu de un hombre a otro es manifiesta en el Antiguo testamento, lo vemos en el caso de Moisés y aquellos setenta varones (Nm 11:25); y en el caso del mismo Elías y Eliseo (2 Rey 2:9,15); es necesario hacer relevante que ni Moisés ni Elías llegaron al fín de sus días aquí en la tierra como cualquier otro mortal; el primero simplemente quedó en un lugar desconocido para los hombres (Dt 34:5-6), pero visto y tomado por las potestades espirituales (Jud 9); el segundo fue arrebatado de esta dimensión de manera singular y sólo visto por su sucesor (2 Rey 2:11); ahora bien, el dicho de Jesús respecto a Juan es sumamente profundo, primero porque le otorga el título de Elías, y en seguida porque en pocas palabras describe el propósito de su aparición, esto es, restaurará todas las cosas; en esto último son dos aspectos inquietantes que hay que procurar entender, uno es restaurar, y el otro, todas las cosas. El primero comunica que las cosas que no estan en su lugar, o que se han vuelto obsoletas son renovadas, es decir hacer nuevo lo viejo (Heb 8:13); el segundo sin duda es más complicado; cómo entender el significado de todas las cosas ? No hay otro modo mas que el Espíritu nos guíe por las Escrituras y así hablar conforme a ellas (Is 8:20); miremos la asombrosa conjunción que hay entre el final del Antiguo y el principio del Nuevo Testamento en estas dos citas: Mal 4:5-6, y Lc 1:17 ; Malaquías dice: No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición; quiere decir que de no haber venido Elías no habría quien preparara el camino para la aparición del Hijo de Dios (Lc 1:76-79), y las más grande bendición que pudieran tener los hombres, esto es, el perdón de sus pecados, no se habría realizado; pero el punto común de ambas citas es hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el de los hijos rebeldes hacia sus padres; ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo interpretar esto para la vida práctica? No veo otro modo mas que entender que si hay algo realmente deplorable a los ojos de Dios en las relaciones humanas es la desasvenencia entre padres e hijos, manifiesta en los primeros en la actitud prepotente y soberbia que destruye a los hijos (Prov 19:18; Ef 6:4); porque se supone que la actitud natural de un padre es la de cuidar y compadecerse de sus hijos (Sal 103:13); y en los segundos la injusticia plasmada en la soberbia actitud de olvidarse del cuidado del que fueron objeto por parte de sus padres y ponerse al "tú por tú" con ellos para juzgarlos por sus errores, por eso fue dura la sentencia desde la antigüedad para los hijos que proferían maldición sobre sus padres (Ex 21:17). Hemos de entender, pues, que la rebeldía de los seres humanos para su Padre creador, ignorándolo, o blasfemando su nombre es digna de muerte; por esto mismo sabiendo Dios que la prisión del pecado engendra estos males, proveyó la restauración de todo mediante el anuncio de la salvación a los hombres proclamada por el espíritu de Elías en Juan el Bautista (Lc 1:76-79); no hay, entonces, mayor bendición en las relaciones humanas sobre la tierra que la buena relación entre padres e hijos, pero si la voz de amor de Jesucristo en la cruz no mueve a los hombres hacia esto, no hay poder humano que lo logre; cumpla mi Señor su palabra en todos los que han creído y venga así la aurora de un nuevo amanecer por la fe en Cristo Jesús.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. (Is 45:22)
La atronadora voz del profeta sigue percutiendo sobre la humanidad, no por el profeta mismo, sino por Aquél que le dio Su palabra para que la proclamara entre los hombres. No hay ninguno al cual sus ojos no le traicionen para caer en la trampa de la idolatría de todo aquello que, como un imán atrae el corazón para hacerlo reposar en lo que no es Dios. Pero no demos por sentado que sólo se mira con los ojos de carne, no, los hombres tenemos la facultad de mirar desde ángulos distintos, el que más nos parece el todo del todo es el ángulo físico, el cual está impreso en la coloquial exclamación: "Lo vi con mis propios ojos"; pero qué pasa cuando el hombre está desprovisto de la visión, sin duda tiene que aprender a mirar con sus otros sentidos, el tacto, el oído, el olfato, y el gusto; pero aún todo esto está en la esfera física; otro ángulo es desde el alma, en donde se aloja el intelecto; para mirar desde aquí a veces hasta estorban los ojos físicos; por eso es que Salomón escribió: El sabio tiene sus ojos en su cabeza (Ecl 2:14); los que sólo miran con los ojos de carne le dirían: pues en qué otro lugar podría tenerlos. Los hombres tenidos por sabios son los que miran desde este ángulo y el recurso que manejan es abstracto, lo que miran lo expresan en ideas, y éstas arrastran más que lo que se mira con los ojos de carne; esta es la esfera de la imaginación; es al lugar a donde fué llevada Eva, que deberíamos decir con más propiedad: el hombre; lo cual dio lugar a que comenzara a verse a sí mismo como dios (Gen 3:4-5); y en consecuencia que los ojos de su espíritu quedaran en tinieblas respecto al ser espiritual de dónde procede, esto es Dios; y siendo que el hombre en sí mismo lleva impresa la imagen de Dios, se ve impulsado a hacer de él un objeto palpable nacido en su imaginación y recurre a hacerse imágenes tanto para sus ojos físicos como para los ojos de su alma y hace más densas las tinieblas que les encadenan; Y aquí está la voz de Dios, no sé si decir demandando, o simplemente pidiendo a los hombres: Mirad a mí. ¿Cómo mirar al que dice: nada hay semejante a mí? (Is 46:9), ¿Cómo mirar al que hizo el micro y el macro universo (Sal 147:4), el cual no puede ser contenido por los cielos de los cielos? (1 Rey 8:27); ¿Cómo mirar al que no tiene edad porque él mismo es el creador del tiempo, que ante él es como un simple río de inexorables corrientes que serpentean en pos de una desembocadura, al que Sus ojos miran desde su nacimiento hasta su final? ¿Como mirar a Aquél que conoce los pensamientos de cada hombre en un mismo momento? ¿Cómo mirar a Aquél que sólo se nombra: Yo Soy el que Soy? ¿Cómo mirar al que somos incapaces de mirar por cuanto él habita en la eternidad y nosotros somos presos del tiempo? De pronto pareciera injusto que nos pida que le miremos cuando él sabe que nuestra visión es limitada, pero no, porque en él no hay injusticia (Stg 1:13); Sin duda él proveyó una puerta, un camino para resolver este gran problema; su mismo profeta lo reveló, al cual cita su profeta apóstol (Rom 10:11; Is 28:16); él mismo es el autor de este camino (Heb 12:2), el que estableció la puerta de salvación; es decir, el modo de poder mirarlo para ser salvos, y no es otra que La fe en nuestro Señor Jesucristo (Hech 20:21), porque Él es la imagen del Dios invisible (Col 1:15); el cual fue mirado por nuestro padre Adán y hasta por el más sencillo de sus siervos los profetas; sólo así podemos entender que David escribió: Así como te he mirado en el santuario (Sal 63:2); o que el apóstol dice de Moisés que se sostuvo como viendo al invisible (Heb 11:26-27); sólo de este modo podemos mirar y asir al gran Dios, no con nuestra cabeza, ni con nuestros sentidos, sino con el corazón, porque este es el contenedor de la sustancia de la existencia; allí está nuestro verdadero yo; sólo desde allí podremos identificarnos con esta simple frase: SI DIOS ES DIOS, ENTONCES ES DIOS. o dicho por la boca del profeta: YO SOY DIOS, Y NO HAY MÁS.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
La atronadora voz del profeta sigue percutiendo sobre la humanidad, no por el profeta mismo, sino por Aquél que le dio Su palabra para que la proclamara entre los hombres. No hay ninguno al cual sus ojos no le traicionen para caer en la trampa de la idolatría de todo aquello que, como un imán atrae el corazón para hacerlo reposar en lo que no es Dios. Pero no demos por sentado que sólo se mira con los ojos de carne, no, los hombres tenemos la facultad de mirar desde ángulos distintos, el que más nos parece el todo del todo es el ángulo físico, el cual está impreso en la coloquial exclamación: "Lo vi con mis propios ojos"; pero qué pasa cuando el hombre está desprovisto de la visión, sin duda tiene que aprender a mirar con sus otros sentidos, el tacto, el oído, el olfato, y el gusto; pero aún todo esto está en la esfera física; otro ángulo es desde el alma, en donde se aloja el intelecto; para mirar desde aquí a veces hasta estorban los ojos físicos; por eso es que Salomón escribió: El sabio tiene sus ojos en su cabeza (Ecl 2:14); los que sólo miran con los ojos de carne le dirían: pues en qué otro lugar podría tenerlos. Los hombres tenidos por sabios son los que miran desde este ángulo y el recurso que manejan es abstracto, lo que miran lo expresan en ideas, y éstas arrastran más que lo que se mira con los ojos de carne; esta es la esfera de la imaginación; es al lugar a donde fué llevada Eva, que deberíamos decir con más propiedad: el hombre; lo cual dio lugar a que comenzara a verse a sí mismo como dios (Gen 3:4-5); y en consecuencia que los ojos de su espíritu quedaran en tinieblas respecto al ser espiritual de dónde procede, esto es Dios; y siendo que el hombre en sí mismo lleva impresa la imagen de Dios, se ve impulsado a hacer de él un objeto palpable nacido en su imaginación y recurre a hacerse imágenes tanto para sus ojos físicos como para los ojos de su alma y hace más densas las tinieblas que les encadenan; Y aquí está la voz de Dios, no sé si decir demandando, o simplemente pidiendo a los hombres: Mirad a mí. ¿Cómo mirar al que dice: nada hay semejante a mí? (Is 46:9), ¿Cómo mirar al que hizo el micro y el macro universo (Sal 147:4), el cual no puede ser contenido por los cielos de los cielos? (1 Rey 8:27); ¿Cómo mirar al que no tiene edad porque él mismo es el creador del tiempo, que ante él es como un simple río de inexorables corrientes que serpentean en pos de una desembocadura, al que Sus ojos miran desde su nacimiento hasta su final? ¿Como mirar a Aquél que conoce los pensamientos de cada hombre en un mismo momento? ¿Cómo mirar a Aquél que sólo se nombra: Yo Soy el que Soy? ¿Cómo mirar al que somos incapaces de mirar por cuanto él habita en la eternidad y nosotros somos presos del tiempo? De pronto pareciera injusto que nos pida que le miremos cuando él sabe que nuestra visión es limitada, pero no, porque en él no hay injusticia (Stg 1:13); Sin duda él proveyó una puerta, un camino para resolver este gran problema; su mismo profeta lo reveló, al cual cita su profeta apóstol (Rom 10:11; Is 28:16); él mismo es el autor de este camino (Heb 12:2), el que estableció la puerta de salvación; es decir, el modo de poder mirarlo para ser salvos, y no es otra que La fe en nuestro Señor Jesucristo (Hech 20:21), porque Él es la imagen del Dios invisible (Col 1:15); el cual fue mirado por nuestro padre Adán y hasta por el más sencillo de sus siervos los profetas; sólo así podemos entender que David escribió: Así como te he mirado en el santuario (Sal 63:2); o que el apóstol dice de Moisés que se sostuvo como viendo al invisible (Heb 11:26-27); sólo de este modo podemos mirar y asir al gran Dios, no con nuestra cabeza, ni con nuestros sentidos, sino con el corazón, porque este es el contenedor de la sustancia de la existencia; allí está nuestro verdadero yo; sólo desde allí podremos identificarnos con esta simple frase: SI DIOS ES DIOS, ENTONCES ES DIOS. o dicho por la boca del profeta: YO SOY DIOS, Y NO HAY MÁS.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. (Hech 20:26-27).
A la palabra protestar en nuestro lenguaje actual se le ha dado una restricción de significado que parece que sólo sirve en asuntos de carácter protocolario cuando se concede autoridad para desempeñar cargos de responsabilidad pública, o para declarar oposición a tendencias o decisiones de los que gobiernan, a tal punto que las nuevas versiones bíblicas han sustituído el término por otros que se alejan de la connotación que la Reina Valera recoge de los manuscritos originales, la cual es de mayor profundidad en su significado. Lo que el apóstol está queriendo comunicar a sus oyentes al decir yo os protesto es: yo les afirmo con toda certeza y sin ningún viso de equivocación. La palabra debía tener tal fuerza que emanara solemnidad ante sus oyentes; y es que su afirmación tenía que ver, ni más ni menos que, con la responsabilidad que implica el tener que comunicar un mensaje completo y cabal del cual dependía el futuro eterno de los discípulos, y que debía ser el fundamento para poder afirmar: estoy limpio de la sangre de todos. A continuación explica por qué está afirmando con tanta vehemencia lo anterior al decir: porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Es en este punto en el cual enfocaremos la presente meditación, para lo cual tomaremos en cuenta dos aspectos; primero, la actitud del mensajero, y segundo, el contenido del mensaje.
En cuanto a la actitud del mensajero consideraremos lo siguiente, sin duda que toda encomienda dada por Dios para anunciar sus designios encontrará oposición entre los hombres, mayormente entre los religiosos, así que se requiere por parte del mensajero una determinación tal que lo haga decir: Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios (Hech. 20:24); No es cosa fácil para el enviado de Dios anunciar su palabra cuando ésta se opone a las acendradas tradiciones a las que los hombres han endiosado, lo cual implicará cosas que van desde la marginación hasta la persecución a muerte; lo cual Pablo hace notar al decir: Porque no he rehuido anunciaros... revela de este modo la presión constante que sentía de sus opositores para que él callara sus enseñanzas (Hech 4:19; 20:3;19). Para los predicadores de toda la historia no ha sido diferente y obviamente para los de la actualidad también, tanto más cuando la diversidad religiosa y el modernismo secular se han acrecentado. Respecto al mensaje, hemos de notar que Pablo no usa la expresión: Todo el consejo de Dios sino para puntualizar que la sustancia del mensaje ha de ser completo y cabal (Hech 20:20-21); y de una manera sencilla sintetiza el título de ese todo diciendo: El arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo; quiere decir que esto debe ser el vértice de toda enseñanza o doctrina cristiana; se supone, pues, que todo discípulo debe entender ese todo ; he de hacer notar que en el modo de escribir en la cultura hebrea la figura repetitiva de una afirmación era cosa acostumbrada, así que no hemos de interpretar que el arrepentimiento y la fe son dos cosas distintas, simplemente son dos perspectivas que apuntan a lo mismo, esto es la Fe. Así que todo el consejo de Dios ha de redundar en que la salvación de los hombres sólo es por fe, para que sea por gracia; enseñanza que es la sustancia de la carta a los Romanos 4:16; hemos de entender, pues, que todo el consejo de Dios está en la cruz de Cristo y todo lo que de ello emane (1 Cor 2:1-16); No pensemos que el conocimiento de todo el consejo de Dios es prerrogativa de los versados en el estudio sistemático de las Escrituras, de otro modo Pablo hubiera escrito no sólo cartas, sino tomos y tomos para comunicar ese todo; de otro modo el grueso de sus discípulos se hubieran encontrado entre los universitarios de su tiempo, antes bien parece que era lo contrario. (1 Cor 1:19-31). El punto culminante de nuestra meditación es responder al cuestionamiento: ¿Me han anunciado todo el consejo de Dios? y ¿Estoy dispuesto a anunciarlo también a otros no importa cual sea el precio?.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
A la palabra protestar en nuestro lenguaje actual se le ha dado una restricción de significado que parece que sólo sirve en asuntos de carácter protocolario cuando se concede autoridad para desempeñar cargos de responsabilidad pública, o para declarar oposición a tendencias o decisiones de los que gobiernan, a tal punto que las nuevas versiones bíblicas han sustituído el término por otros que se alejan de la connotación que la Reina Valera recoge de los manuscritos originales, la cual es de mayor profundidad en su significado. Lo que el apóstol está queriendo comunicar a sus oyentes al decir yo os protesto es: yo les afirmo con toda certeza y sin ningún viso de equivocación. La palabra debía tener tal fuerza que emanara solemnidad ante sus oyentes; y es que su afirmación tenía que ver, ni más ni menos que, con la responsabilidad que implica el tener que comunicar un mensaje completo y cabal del cual dependía el futuro eterno de los discípulos, y que debía ser el fundamento para poder afirmar: estoy limpio de la sangre de todos. A continuación explica por qué está afirmando con tanta vehemencia lo anterior al decir: porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. Es en este punto en el cual enfocaremos la presente meditación, para lo cual tomaremos en cuenta dos aspectos; primero, la actitud del mensajero, y segundo, el contenido del mensaje.
En cuanto a la actitud del mensajero consideraremos lo siguiente, sin duda que toda encomienda dada por Dios para anunciar sus designios encontrará oposición entre los hombres, mayormente entre los religiosos, así que se requiere por parte del mensajero una determinación tal que lo haga decir: Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios (Hech. 20:24); No es cosa fácil para el enviado de Dios anunciar su palabra cuando ésta se opone a las acendradas tradiciones a las que los hombres han endiosado, lo cual implicará cosas que van desde la marginación hasta la persecución a muerte; lo cual Pablo hace notar al decir: Porque no he rehuido anunciaros... revela de este modo la presión constante que sentía de sus opositores para que él callara sus enseñanzas (Hech 4:19; 20:3;19). Para los predicadores de toda la historia no ha sido diferente y obviamente para los de la actualidad también, tanto más cuando la diversidad religiosa y el modernismo secular se han acrecentado. Respecto al mensaje, hemos de notar que Pablo no usa la expresión: Todo el consejo de Dios sino para puntualizar que la sustancia del mensaje ha de ser completo y cabal (Hech 20:20-21); y de una manera sencilla sintetiza el título de ese todo diciendo: El arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo; quiere decir que esto debe ser el vértice de toda enseñanza o doctrina cristiana; se supone, pues, que todo discípulo debe entender ese todo ; he de hacer notar que en el modo de escribir en la cultura hebrea la figura repetitiva de una afirmación era cosa acostumbrada, así que no hemos de interpretar que el arrepentimiento y la fe son dos cosas distintas, simplemente son dos perspectivas que apuntan a lo mismo, esto es la Fe. Así que todo el consejo de Dios ha de redundar en que la salvación de los hombres sólo es por fe, para que sea por gracia; enseñanza que es la sustancia de la carta a los Romanos 4:16; hemos de entender, pues, que todo el consejo de Dios está en la cruz de Cristo y todo lo que de ello emane (1 Cor 2:1-16); No pensemos que el conocimiento de todo el consejo de Dios es prerrogativa de los versados en el estudio sistemático de las Escrituras, de otro modo Pablo hubiera escrito no sólo cartas, sino tomos y tomos para comunicar ese todo; de otro modo el grueso de sus discípulos se hubieran encontrado entre los universitarios de su tiempo, antes bien parece que era lo contrario. (1 Cor 1:19-31). El punto culminante de nuestra meditación es responder al cuestionamiento: ¿Me han anunciado todo el consejo de Dios? y ¿Estoy dispuesto a anunciarlo también a otros no importa cual sea el precio?.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Éstos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará. (Jn 12:20).
Este es uno más de los pasajes del evangelio en el que podemos observar con claridad el imperturbable enfoque de la mente de Jesús en el objeto de su venida a este mundo, fue así porque era parte de sí mismo la tarea encomendada por el Padre (Jn 5:17, Mr 1:38; Jn 4:34; Jn 18:37). Nuevamente estamos ante una de sus peculiares respuestas, aunque esta vez no era una pregunta directa sobre algún tema específico, sino la aceptación o rechazo de algo, a lo cual no vemos respuesta, más bien la alusión a la cúspide de su tarea. ¿Qué del acercamiento de estos ciertos griegos le impulsó a tocar tan conclusivo tema? ¿Será que vió en esto la señal de Su Padre sobre el alcance universal de su obra y que era ya el momento propicio para que sus discipulos fueran confirmados en la trascendente y significativa tarea y las implicaciones de su llamado? ¿Por qué la Biblia Reina Valera usa el término ciertos para referirse a estos griegos, cuando las nuevas versiones ya no lo usan?¿Por qué se hace referencia a que Felipe era de Betsaida de Galilea, a quien se acercaron estos ciertos griegos? Creo que este adjetivo aplicado a estos griegos tiene la intención de que pensemos que no eran griegos comunes, de otro modo por qué no sólo decir unos griegos; el hecho de que se acercaran precisamente al galileo Felipe es también indicativo de que eran griegos con una característica particular; sin duda, eran los representativos del universo gentil que había de recibir por la fe al Salvador de todos los hombres. Es claro que notar esto es de relevante interés e importancia, pero lo sustancial para ese momento de los discípulos, y ahora para nosotros es lo que contestó Jesús, cuyas primeras palabras conectan sin duda con el acercamiento de estos ciertos griegos: "Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado"; dicho de otro modo, "Ahora comienza la parte conclusiva de mi tarea"; y aborda en seguida el tema vertebral que asusta a los incrédulos de todos los tiempos: el imprescindible abordaje a la muerte que lleva a la vida . De ninguna manera se estaba refiriendo a la muerte común, sino a aquella que se tiene que experimentar viviendo. De manera sencilla, pero brillante, usa el símil del grano de trigo para hacer notar que en su reino, que es sustancialmente espiritual, la muerte es el paso necesario para la manifestación de la vida; un grano de trigo guardado siempre estará solo, pero una vez caído en tierra se convertirá en muchos granos. En seguida abiertamente traduce esta parábola: aborrecer la vida para salvarla; esta verdad es la que la naturaleza humana burla graciosamente como los toreros y teje interpretaciones teológicas a manera de amplias puertas para acceder de una manera más "asegurada" al servicio del Rey de reyes. Este paso es tan individual que Jesús dice: Si alguno me sirve, sígame. La pregunta inmediata será: ¿A dónde Señor? La respuesta consecuente es: A la cruz; por eso dice en seguida: Y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. De qué manera tan sencilla y clara lo expresa Pablo al decir: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí... (Gal 2:20); la promesa segura es que el Padre honrará a todo aquel que sirve a Jesús; si él lo dijo es que así es. El gran error de todos los tiempos es que se ha interpretado esto como experiencia exclusiva de los que se dedican a un ministerio, es decir, que después de haberse convertido reciben un llamado ministerial; pensar así está fuera de la verdad que enseñó Jesús, tan claro como cuando volviéndose a la multitud él les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo (Lc 14:26-27). Obviamente estas palabras no son para los incrédulos, sino para los que creen; ha de ser por fe, para que sea por gracia; por esto Jesús dice: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere (Jn 6:44). Para los incrédulos es locura, para los religiosos es tropezadero (1 Cor 1:23); No hay acepción de personas, para todos la puerta de la salvación es estrecha (Mt. 7:13-14) y tiene forma de cruz; sólo se accede por ella mediante la fe; en ella no prevalecen títulos, ni posición económica o social, ni color de piel; sólo el mérito de Jesucristo dado gratuitamente a los que creen; es por la fe sola.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Este es uno más de los pasajes del evangelio en el que podemos observar con claridad el imperturbable enfoque de la mente de Jesús en el objeto de su venida a este mundo, fue así porque era parte de sí mismo la tarea encomendada por el Padre (Jn 5:17, Mr 1:38; Jn 4:34; Jn 18:37). Nuevamente estamos ante una de sus peculiares respuestas, aunque esta vez no era una pregunta directa sobre algún tema específico, sino la aceptación o rechazo de algo, a lo cual no vemos respuesta, más bien la alusión a la cúspide de su tarea. ¿Qué del acercamiento de estos ciertos griegos le impulsó a tocar tan conclusivo tema? ¿Será que vió en esto la señal de Su Padre sobre el alcance universal de su obra y que era ya el momento propicio para que sus discipulos fueran confirmados en la trascendente y significativa tarea y las implicaciones de su llamado? ¿Por qué la Biblia Reina Valera usa el término ciertos para referirse a estos griegos, cuando las nuevas versiones ya no lo usan?¿Por qué se hace referencia a que Felipe era de Betsaida de Galilea, a quien se acercaron estos ciertos griegos? Creo que este adjetivo aplicado a estos griegos tiene la intención de que pensemos que no eran griegos comunes, de otro modo por qué no sólo decir unos griegos; el hecho de que se acercaran precisamente al galileo Felipe es también indicativo de que eran griegos con una característica particular; sin duda, eran los representativos del universo gentil que había de recibir por la fe al Salvador de todos los hombres. Es claro que notar esto es de relevante interés e importancia, pero lo sustancial para ese momento de los discípulos, y ahora para nosotros es lo que contestó Jesús, cuyas primeras palabras conectan sin duda con el acercamiento de estos ciertos griegos: "Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado"; dicho de otro modo, "Ahora comienza la parte conclusiva de mi tarea"; y aborda en seguida el tema vertebral que asusta a los incrédulos de todos los tiempos: el imprescindible abordaje a la muerte que lleva a la vida . De ninguna manera se estaba refiriendo a la muerte común, sino a aquella que se tiene que experimentar viviendo. De manera sencilla, pero brillante, usa el símil del grano de trigo para hacer notar que en su reino, que es sustancialmente espiritual, la muerte es el paso necesario para la manifestación de la vida; un grano de trigo guardado siempre estará solo, pero una vez caído en tierra se convertirá en muchos granos. En seguida abiertamente traduce esta parábola: aborrecer la vida para salvarla; esta verdad es la que la naturaleza humana burla graciosamente como los toreros y teje interpretaciones teológicas a manera de amplias puertas para acceder de una manera más "asegurada" al servicio del Rey de reyes. Este paso es tan individual que Jesús dice: Si alguno me sirve, sígame. La pregunta inmediata será: ¿A dónde Señor? La respuesta consecuente es: A la cruz; por eso dice en seguida: Y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. De qué manera tan sencilla y clara lo expresa Pablo al decir: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí... (Gal 2:20); la promesa segura es que el Padre honrará a todo aquel que sirve a Jesús; si él lo dijo es que así es. El gran error de todos los tiempos es que se ha interpretado esto como experiencia exclusiva de los que se dedican a un ministerio, es decir, que después de haberse convertido reciben un llamado ministerial; pensar así está fuera de la verdad que enseñó Jesús, tan claro como cuando volviéndose a la multitud él les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo (Lc 14:26-27). Obviamente estas palabras no son para los incrédulos, sino para los que creen; ha de ser por fe, para que sea por gracia; por esto Jesús dice: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere (Jn 6:44). Para los incrédulos es locura, para los religiosos es tropezadero (1 Cor 1:23); No hay acepción de personas, para todos la puerta de la salvación es estrecha (Mt. 7:13-14) y tiene forma de cruz; sólo se accede por ella mediante la fe; en ella no prevalecen títulos, ni posición económica o social, ni color de piel; sólo el mérito de Jesucristo dado gratuitamente a los que creen; es por la fe sola.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César. Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. (Lc 20:23-25).
No es nada aventurado afirmar que desde tiempos muy remotos gente de diferentes estratos y entornos del medio religioso o secular se han apropiado de esta frase de Jesús para hacer separación entre los deberes religiosos y las obligaciones tributarias; dando por sentado que Jesús se estaba refiriendo específicamente a las cuestiones de dinero, tanto en el uno como en el otro lado. No es de extrañarse que desde aquellos lejanos tiempos muchos de los cristianos, como lo es aún en muchos del presente, se mantenga la idea de que Jesús sólo estaba haciendo separación de dos entidades recaudadoras, la religiosa y la política; es decir, que hay impuestos que recogen los gobernantes religiosos, e impuestos establecidos por los políticos, dicho de otro modo, los que representan a Dios y los que representan a un pueblo. Interpretar de este modo las palabras de Jeśus está muy distante de lo que Él tenía en mente, por cierto, interpretación muy conveniente a los comerciantes de la fe. Si ésta hubiera sido cosa fundamental en la mente de Jesús, sin duda se hubiera distinguido por andar haciendo promoción de la recolección de los diezmos, y él mismo hubiera hecho presión para que le hicieran partícipe de esos impuestos divinos, ya que era ni más ni menos que el Hijo de Dios. Sólo basta mirar sin tanta exégesis lo que dicen Moisés, Miqueas, Asaf, y el apóstol Pablo. Moisés dice en Dt 10:12, ¿Qué pide Jehova tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma...? y Miqueas dice en Miq 6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios; Asaf dice en Sal 50:12: Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud; Y Pablo en su predicación a los atenienses dice en Hech 17:24-25: El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Siendo que Jesús siempre se sustentaba en las Escrituras para respaldar sus afirmaciones, con toda seguridad que su mente y corazón estaban fijos en la única petición de Dios a los hombres, que vuelvan su corazón a Dios, dicho de otro modo, que le devolvieran lo que le retiraron en el huerto del Edén: LA FE (Porque ésta es la razón de ser de todo hombre, por ello podemos decir que el hombre es lo que cree); pues en su momento cedieron su vínculo con Dios al príncipe de este mundo, de otro modo Eva y Adán no hubieran comido el fruto prohibido. Esto es lo único que explica que toda la predicación de Jesús y luego de sus apóstoles siempre gira en torno a la fe; Jesús comenzó diciendo: Arrepentíos y creed en el evangelio (Mr 1:15), lo cual podríamos parafrasear diciendo: cambien de modo de pensar y vuelvan su confianza a la palabra de Dios; lo cual no es otra cosa que volverse de las tinieblas a la luz de Dios, y de la potestad de Satanás a Dios; para recibir por la fe ....como lo expresó Pablo en Hech 26:18. Los que no quieren recibir la gracia de Dios siempre encuentran en la ley el muro infranqueable que les separa de Dios, porque no quieren aceptar el decreto de Dios: Por gracia sois salvos (Ef 2:8); su confianza está puesta en su propia justicia porque creen tener la capacidad para cumplir la ley; por esto Pablo dice: Es por fe para que sea por gracia (Rom 4:16); es tan contundente la sustancia de la fe que el apóstol afirma: Y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Rom 14:23). Así que dar a Dios lo que es de Dios significa darnos a Él en todo lo que tenemos y somos como consecuencia de la confianza, de la FE que le hemos devuelto, , que no es cerebral, sino del corazón; sólo de este modo toda ofrenda, todo diezmo, todo don material dado a Dios, es decir, por causa de Dios; sin duda le será agradable.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No es nada aventurado afirmar que desde tiempos muy remotos gente de diferentes estratos y entornos del medio religioso o secular se han apropiado de esta frase de Jesús para hacer separación entre los deberes religiosos y las obligaciones tributarias; dando por sentado que Jesús se estaba refiriendo específicamente a las cuestiones de dinero, tanto en el uno como en el otro lado. No es de extrañarse que desde aquellos lejanos tiempos muchos de los cristianos, como lo es aún en muchos del presente, se mantenga la idea de que Jesús sólo estaba haciendo separación de dos entidades recaudadoras, la religiosa y la política; es decir, que hay impuestos que recogen los gobernantes religiosos, e impuestos establecidos por los políticos, dicho de otro modo, los que representan a Dios y los que representan a un pueblo. Interpretar de este modo las palabras de Jeśus está muy distante de lo que Él tenía en mente, por cierto, interpretación muy conveniente a los comerciantes de la fe. Si ésta hubiera sido cosa fundamental en la mente de Jesús, sin duda se hubiera distinguido por andar haciendo promoción de la recolección de los diezmos, y él mismo hubiera hecho presión para que le hicieran partícipe de esos impuestos divinos, ya que era ni más ni menos que el Hijo de Dios. Sólo basta mirar sin tanta exégesis lo que dicen Moisés, Miqueas, Asaf, y el apóstol Pablo. Moisés dice en Dt 10:12, ¿Qué pide Jehova tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma...? y Miqueas dice en Miq 6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios; Asaf dice en Sal 50:12: Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud; Y Pablo en su predicación a los atenienses dice en Hech 17:24-25: El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Siendo que Jesús siempre se sustentaba en las Escrituras para respaldar sus afirmaciones, con toda seguridad que su mente y corazón estaban fijos en la única petición de Dios a los hombres, que vuelvan su corazón a Dios, dicho de otro modo, que le devolvieran lo que le retiraron en el huerto del Edén: LA FE (Porque ésta es la razón de ser de todo hombre, por ello podemos decir que el hombre es lo que cree); pues en su momento cedieron su vínculo con Dios al príncipe de este mundo, de otro modo Eva y Adán no hubieran comido el fruto prohibido. Esto es lo único que explica que toda la predicación de Jesús y luego de sus apóstoles siempre gira en torno a la fe; Jesús comenzó diciendo: Arrepentíos y creed en el evangelio (Mr 1:15), lo cual podríamos parafrasear diciendo: cambien de modo de pensar y vuelvan su confianza a la palabra de Dios; lo cual no es otra cosa que volverse de las tinieblas a la luz de Dios, y de la potestad de Satanás a Dios; para recibir por la fe ....como lo expresó Pablo en Hech 26:18. Los que no quieren recibir la gracia de Dios siempre encuentran en la ley el muro infranqueable que les separa de Dios, porque no quieren aceptar el decreto de Dios: Por gracia sois salvos (Ef 2:8); su confianza está puesta en su propia justicia porque creen tener la capacidad para cumplir la ley; por esto Pablo dice: Es por fe para que sea por gracia (Rom 4:16); es tan contundente la sustancia de la fe que el apóstol afirma: Y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Rom 14:23). Así que dar a Dios lo que es de Dios significa darnos a Él en todo lo que tenemos y somos como consecuencia de la confianza, de la FE que le hemos devuelto, , que no es cerebral, sino del corazón; sólo de este modo toda ofrenda, todo diezmo, todo don material dado a Dios, es decir, por causa de Dios; sin duda le será agradable.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. (2 Tim 2:3)
Sin duda que el apóstol Pablo sabía bien cómo era la vida de un soldado, y cuál era el perfil que debían tener; con toda seguridad que los que él más conocía eran los del imperio romano, dada la circunstancia que llenaba el ambiente cotidiano de su tiempo, los cuales se destacaban por su grado de fidelidad a su señor el césar, lo que implicaba que la vida misma estaba dispuesta para ser ofrecida en el cumplimiento de sus deberes, y listos a la obediencia ante el más mínimo tono de orden de sus superiores, todo esto podía conllevar obviamente sufrimiento de diversa índole no obstante la paga y el honor a que eran acreedores. Ahora bien, cuando el apóstol usa la expresión buen soldado, al exhortar a Timoteo, está dando por sentado que éste ya ha sido previamente enseñado al respecto, y simplemente se lo está recordando remarcándole su perfil en el servicio; aún cuando más adelante usa otros símiles para hacer relevante la disciplina que lo debe caracterizar, vamos a enfocar particularmente la cualidad de buen soldado .
En primer lugar hemos de tener claro de quiénes son los que dentro de la iglesia del Señor deben saberse llamados soldados; en nuestro tiempo resulta fácil tomar este título, de tal modo que se han hecho cantos de culto que entonados en no pocas congregaciones se entiende que todo el que los canta es un soldado, esto sin duda está muy lejos de la realidad, aunque con toda certeza el Señor desearía que así fuera; el punto es que así como en la milicia humana deben llenarse ciertos lineamientos, en el ejército del Reino de Dios tendrá que haberlos con mayor razón, porque la lucha no es contra carne y sangre, y las armas defensivas y ofensivas usadas en él tienen que ser conocidas para que puedan ser usadas con efectividad (2 Cor 6:7; 10:4); la primera parte es el enlistamiento, el cual tiene condiciones para la aceptación; nadie puede saltarse la primera condicion, esto es, haber nacido de nuevo,
dicho de otro modo, haber creído de corazón que Jesús es el Hijo de Dios, y que fue sacrificado en una cruz para pagar nuestra deuda de pecado, y que al tercer día resucitó para hacernos nuevos hombres (2 Cor 5:17) , y que nos llevó junto con él a los lugares celestiales (Ef 2:6) , a causa de lo cual aquí sólo somos portadores de sus buenas nuevas (1 P 2:9) para que él agregue a su ejercito a todos cuantos lo acepten (Hech 2:47) Esta es la razón por la cual Pablo exhorta no sólo a Timoteo, sino a toda la iglesia a vestirse de la armadura de Dios (Ef 6:11-13); por todo esto entenderemos, pues, que todo verdadero creyente es un soldado en el ejército de Dios. Ahora bien, precisamente por ser buenos soldados ninguno en la milicia de Dios está exento de ser herido, y esto sin duda dejará cicatrices en todo nuestro ser, las cuales son el testimonio de que estamos en el frente; tú como buen soldado habrás dado la mano a tus compañeros caídos hasta hacerlos llegar a buen resguardo, así para contigo nunca faltará la mano de otro buen soldado que te levante cuando caigas y de la misma manera te lleve a buen resguardo (Gal 6:1-2). Ya más de algún escritor ha puesto en el papel que, el único ejército en el que los soldados caídos son pisados por sus compañeros en lugar de levantados es en el de los cristianos; bueno, para esto hay una explicación; y está en el mismo decir de Pablo: Tú, como buen soldado. Quiere decir que también puede haber malos soldados; éstos no merecen el título de soldados, sino de mercenarios; éstos son los falsos hermanos, falsos creyentes, pues, los cuales sólo aparentan estar en la lucha; su verdadero interés es mezquino, su lucha no es la de Jesucristo, sino la de un grupo sectario, tenga el nombre que tenga, son los aludidos por Judas diciendo que son los sensuales que no tienen al Espíritu (Jud 16-19), y que sólo se apacientan a sí mismos; los cuales pueden ostentar altos grados, o el de simples rasos. Esta realidad es inevitable, así que los buenos soldados tendrán que sobrellevar este otro sufrimiento.
A veces se piensa que las únicas penalidades a las que se refería Pablo eran las de carácter material para los que van al frente, pero no, hay cicatrices invisibles como la hipocresía en que cayó el mismo apóstol Pedro, ante la cual el propio apóstol Pablo le da la mano para levantarlo; hay cicatrices visibles como los inevitables divorcios o divisiones congregacionales; el punto focal de esta meditación es llevarnos a entender que en esta lucha no hay exentos, por lo cual hemos de usar la buena virtud de un buen soldado, que es la misericordia, para dar la mano a quienes deambulan arrastrándose heridos esperando quien les dé la mano de misericordia, y se les quite de encima la bota mercenaria de la condena. Que mi Señor nos haga sensibles ante esta realidad, para que así como hay cruz roja militar en los ejércitos humanos, despleguemos este servicio para nuestros hermanos caídos en la lucha espiritual.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Sin duda que el apóstol Pablo sabía bien cómo era la vida de un soldado, y cuál era el perfil que debían tener; con toda seguridad que los que él más conocía eran los del imperio romano, dada la circunstancia que llenaba el ambiente cotidiano de su tiempo, los cuales se destacaban por su grado de fidelidad a su señor el césar, lo que implicaba que la vida misma estaba dispuesta para ser ofrecida en el cumplimiento de sus deberes, y listos a la obediencia ante el más mínimo tono de orden de sus superiores, todo esto podía conllevar obviamente sufrimiento de diversa índole no obstante la paga y el honor a que eran acreedores. Ahora bien, cuando el apóstol usa la expresión buen soldado, al exhortar a Timoteo, está dando por sentado que éste ya ha sido previamente enseñado al respecto, y simplemente se lo está recordando remarcándole su perfil en el servicio; aún cuando más adelante usa otros símiles para hacer relevante la disciplina que lo debe caracterizar, vamos a enfocar particularmente la cualidad de buen soldado .
En primer lugar hemos de tener claro de quiénes son los que dentro de la iglesia del Señor deben saberse llamados soldados; en nuestro tiempo resulta fácil tomar este título, de tal modo que se han hecho cantos de culto que entonados en no pocas congregaciones se entiende que todo el que los canta es un soldado, esto sin duda está muy lejos de la realidad, aunque con toda certeza el Señor desearía que así fuera; el punto es que así como en la milicia humana deben llenarse ciertos lineamientos, en el ejército del Reino de Dios tendrá que haberlos con mayor razón, porque la lucha no es contra carne y sangre, y las armas defensivas y ofensivas usadas en él tienen que ser conocidas para que puedan ser usadas con efectividad (2 Cor 6:7; 10:4); la primera parte es el enlistamiento, el cual tiene condiciones para la aceptación; nadie puede saltarse la primera condicion, esto es, haber nacido de nuevo,
dicho de otro modo, haber creído de corazón que Jesús es el Hijo de Dios, y que fue sacrificado en una cruz para pagar nuestra deuda de pecado, y que al tercer día resucitó para hacernos nuevos hombres (2 Cor 5:17) , y que nos llevó junto con él a los lugares celestiales (Ef 2:6) , a causa de lo cual aquí sólo somos portadores de sus buenas nuevas (1 P 2:9) para que él agregue a su ejercito a todos cuantos lo acepten (Hech 2:47) Esta es la razón por la cual Pablo exhorta no sólo a Timoteo, sino a toda la iglesia a vestirse de la armadura de Dios (Ef 6:11-13); por todo esto entenderemos, pues, que todo verdadero creyente es un soldado en el ejército de Dios. Ahora bien, precisamente por ser buenos soldados ninguno en la milicia de Dios está exento de ser herido, y esto sin duda dejará cicatrices en todo nuestro ser, las cuales son el testimonio de que estamos en el frente; tú como buen soldado habrás dado la mano a tus compañeros caídos hasta hacerlos llegar a buen resguardo, así para contigo nunca faltará la mano de otro buen soldado que te levante cuando caigas y de la misma manera te lleve a buen resguardo (Gal 6:1-2). Ya más de algún escritor ha puesto en el papel que, el único ejército en el que los soldados caídos son pisados por sus compañeros en lugar de levantados es en el de los cristianos; bueno, para esto hay una explicación; y está en el mismo decir de Pablo: Tú, como buen soldado. Quiere decir que también puede haber malos soldados; éstos no merecen el título de soldados, sino de mercenarios; éstos son los falsos hermanos, falsos creyentes, pues, los cuales sólo aparentan estar en la lucha; su verdadero interés es mezquino, su lucha no es la de Jesucristo, sino la de un grupo sectario, tenga el nombre que tenga, son los aludidos por Judas diciendo que son los sensuales que no tienen al Espíritu (Jud 16-19), y que sólo se apacientan a sí mismos; los cuales pueden ostentar altos grados, o el de simples rasos. Esta realidad es inevitable, así que los buenos soldados tendrán que sobrellevar este otro sufrimiento.
A veces se piensa que las únicas penalidades a las que se refería Pablo eran las de carácter material para los que van al frente, pero no, hay cicatrices invisibles como la hipocresía en que cayó el mismo apóstol Pedro, ante la cual el propio apóstol Pablo le da la mano para levantarlo; hay cicatrices visibles como los inevitables divorcios o divisiones congregacionales; el punto focal de esta meditación es llevarnos a entender que en esta lucha no hay exentos, por lo cual hemos de usar la buena virtud de un buen soldado, que es la misericordia, para dar la mano a quienes deambulan arrastrándose heridos esperando quien les dé la mano de misericordia, y se les quite de encima la bota mercenaria de la condena. Que mi Señor nos haga sensibles ante esta realidad, para que así como hay cruz roja militar en los ejércitos humanos, despleguemos este servicio para nuestros hermanos caídos en la lucha espiritual.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen. (Lc 8:19-21).
Después de haber conocido a Jesús, el hombre en el cual no se halló engaño en su boca, ¿Podría alguien decir que habló incoherencias? Si hemos creído que él es quien dijo ser, sin duda creeremos también que ninguna de sus palabras estaba vacía o carente de significado y propósito. Con frecuencia, algunas de sus palabras ocasionaban disensión entre sus oyentes (Jn 10:20), unos descalificándole, y otros otorgándole credibilidad; aún sus discípulos mostraban turbación y confusión al oíralas llegando a decir: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (Jn 6:60). Si somos honestos, aún los que la oímos después de dos mil años hemos de reconocer que son difíciles de asimilar o entender, y que si no las oímos adecuadamente, estos es, con los oídos del espíritu, caeremos en el error de darles una interpretación meramente intelectual, puramente humana. Después de esta respuesta de Jesús no hay más comentarios, como si a propósito las Escrituras abrieran espacio para la reflexión, a la cual sólo los buscadores de Dios dan tiempo, aquellos que caminando en la superficie no dejan de mirar en lo profundo, y que navegando en lo profundo saben que deben caminar en la superficie . Una cosa que debemos observar es que Jesús nunca anduvo ofreciendo novedades doctrinales , y que desde todos los ángulos sus palabras apuntaron siempre al mismo tema: Llamar a los hombres a creer (Mr 1:15). Si hacemos trabajar la imaginación no será difícil visualizar los gestos que aquellos hombres expresaron ante su respuesta; porque lo lógico hubiera sido oírle decir algo así como: Que me esperen un momento, por favor; o, ábranle paso para que se acerquen; o, gracias, en seguida los atiendo; etc. En los otros evangelios los escritores agregan la pregunta: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? y que contesta señalando a sus discípulos, lo cual hace aún más turbadora su respuesta. De pronto tuvieron quizás la impresión de que los ignoraba, o tal vez para otros una actitud de menosprecio. ¿Sería esto así? ¡De ningún modo! sería nuestra afirmación; entonces la pregunta consecuente es, pues, ¿Por qué respondió así? Como afirmé antes, Él siempre dijo lo que dijo para impulsar a los hombres a ejercer fe en él, y ésta no era la excepción. Su respuesta es una alegoría comparativa que lleva a una definición, la sustancia comparativa consiste en hacer relevante la importancia fundamental del CREER, que podemos entender si nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Podríamos imaginar la vida sin la paternidad y la hermandad? Simplemente: No; así como la vida no puede ser sin la paternidad y la hermandad, tampoco se puede entrar a la vida eterna sin el creer, Jesús mismo estaba sujeto a este principio, él fue engendrado (Sal 2:7) y le fueron dados hermanos (Heb 2:11), esto es lo que hace relevante la importancia fundamental de creer. La definición consiste en que el que oye la palabra, la hace; rápidamente diremos que muchos oyen y no hacen; pero no olvidemos que para Dios oír es sinónimo de creer, porque cuando él habla no lo hace hacia las orejas, es decir, al oído fisiológico, sino al corazón; por eso es que Jesús dijo: " Porque oyendo no oyen" (Mt 13:13) ; así que para Dios el que lo oye es porque lo hace con el corazón, es decir, porque le cree , y si cree, entonces hará; por esto mismo dice el salmista: Creí, por tanto, hablé (Sal 116:10 a). Así de esta manera tan insólita Jesús magnifica lo importante y fundamental que es CREER, lo cual constituye el binomio: OÍR Y HACER. Los que le miran sólo como un ser humano portentoso están hundidos en su asombro diciendo: ¿Quién es éste, que aún a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? A los cuales continúa Jesús preguntando: ¿Dónde está vu e stra fe? (Lc 8:25).
Pero los que han oído la palabra de Dios hacen la p rimera y continua obra que Dios
manda: CREER EN EL QUE DIOS LES HA ENVIADO (Jn 6:29), y así son elevados a la sublime posición de madre y hermanos de Jesús .
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Después de haber conocido a Jesús, el hombre en el cual no se halló engaño en su boca, ¿Podría alguien decir que habló incoherencias? Si hemos creído que él es quien dijo ser, sin duda creeremos también que ninguna de sus palabras estaba vacía o carente de significado y propósito. Con frecuencia, algunas de sus palabras ocasionaban disensión entre sus oyentes (Jn 10:20), unos descalificándole, y otros otorgándole credibilidad; aún sus discípulos mostraban turbación y confusión al oíralas llegando a decir: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (Jn 6:60). Si somos honestos, aún los que la oímos después de dos mil años hemos de reconocer que son difíciles de asimilar o entender, y que si no las oímos adecuadamente, estos es, con los oídos del espíritu, caeremos en el error de darles una interpretación meramente intelectual, puramente humana. Después de esta respuesta de Jesús no hay más comentarios, como si a propósito las Escrituras abrieran espacio para la reflexión, a la cual sólo los buscadores de Dios dan tiempo, aquellos que caminando en la superficie no dejan de mirar en lo profundo, y que navegando en lo profundo saben que deben caminar en la superficie . Una cosa que debemos observar es que Jesús nunca anduvo ofreciendo novedades doctrinales , y que desde todos los ángulos sus palabras apuntaron siempre al mismo tema: Llamar a los hombres a creer (Mr 1:15). Si hacemos trabajar la imaginación no será difícil visualizar los gestos que aquellos hombres expresaron ante su respuesta; porque lo lógico hubiera sido oírle decir algo así como: Que me esperen un momento, por favor; o, ábranle paso para que se acerquen; o, gracias, en seguida los atiendo; etc. En los otros evangelios los escritores agregan la pregunta: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? y que contesta señalando a sus discípulos, lo cual hace aún más turbadora su respuesta. De pronto tuvieron quizás la impresión de que los ignoraba, o tal vez para otros una actitud de menosprecio. ¿Sería esto así? ¡De ningún modo! sería nuestra afirmación; entonces la pregunta consecuente es, pues, ¿Por qué respondió así? Como afirmé antes, Él siempre dijo lo que dijo para impulsar a los hombres a ejercer fe en él, y ésta no era la excepción. Su respuesta es una alegoría comparativa que lleva a una definición, la sustancia comparativa consiste en hacer relevante la importancia fundamental del CREER, que podemos entender si nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Podríamos imaginar la vida sin la paternidad y la hermandad? Simplemente: No; así como la vida no puede ser sin la paternidad y la hermandad, tampoco se puede entrar a la vida eterna sin el creer, Jesús mismo estaba sujeto a este principio, él fue engendrado (Sal 2:7) y le fueron dados hermanos (Heb 2:11), esto es lo que hace relevante la importancia fundamental de creer. La definición consiste en que el que oye la palabra, la hace; rápidamente diremos que muchos oyen y no hacen; pero no olvidemos que para Dios oír es sinónimo de creer, porque cuando él habla no lo hace hacia las orejas, es decir, al oído fisiológico, sino al corazón; por eso es que Jesús dijo: " Porque oyendo no oyen" (Mt 13:13) ; así que para Dios el que lo oye es porque lo hace con el corazón, es decir, porque le cree , y si cree, entonces hará; por esto mismo dice el salmista: Creí, por tanto, hablé (Sal 116:10 a). Así de esta manera tan insólita Jesús magnifica lo importante y fundamental que es CREER, lo cual constituye el binomio: OÍR Y HACER. Los que le miran sólo como un ser humano portentoso están hundidos en su asombro diciendo: ¿Quién es éste, que aún a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? A los cuales continúa Jesús preguntando: ¿Dónde está vu e stra fe? (Lc 8:25).
Pero los que han oído la palabra de Dios hacen la p rimera y continua obra que Dios
manda: CREER EN EL QUE DIOS LES HA ENVIADO (Jn 6:29), y así son elevados a la sublime posición de madre y hermanos de Jesús .
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef 2:10).
Con toda seguridad que en todos los tiempos inclor eruditos y conocedores del tema, cosa que inevitablemente ha motivado la generación de grupos sectarios, cada cual con distintos modos de conducirse, pretendiendo estar haciendo lo que agrada a Dios. El gran error de siempre ha sido el de invertir el magno principio universal de causa y efecto, es decir, buscar generar lo bueno sin atender al carácter de la causa generadora; Jesús lo enseñó de manera muy sencilla al decir: Porque por el fruto se conoce el árbol (Mt 12:33); y remacha la enseñanza diciendo: ¡Generación de víboras ! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? (vs 34); Lo que Jesús quiere decir es que aunque parezca que los hombres hagan o digan cosas calificadas como buenas no necesariamente la fuente de donde proceden es buena, esto es el corazón; sólo de esta manera podemos explicar que Jesús dirá en aquel día a aquellos hombres: Nunca os conocí; después de que ellos le argumenten diciendo: ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (Mt 7:22); Es obvio que cualquiera con asombro se pregunte: ¿es posible que alguien pueda hacer todo esto sin el respaldo de Dios? Es posible por cuanto el engañador, el falso dios, siempre se quiere hacer pasar por Dios, y cuenta con gran poder para hacer señales y prodigios (2 Tes 2:4-12); y por supuesto se tiene que valer de hombres engañados que sólo buscan su propia gloria (2 Cor 11:15); Esto ha sido siempre así, y no dejará de ser sino hasta que el Señor Jesús retorne, pero lo que las Escrituras nos permiten ver es que en los tiempos previos al final de la historia humana la intensidad del engaño será máxima (Apoc 12:12; Apoc 6:2 refiere al engañador); así como el aumento de la maldad (Mt 24:12); Es obvio que a la distancia el aspecto del trigo y la cizaña se confunden ante el ojo humano, pero para el ojo de Dios no hay confusión; él conoce perfectamente a los suyos (2 Tim 2:19), porque él no juzga por las apariencias (Jn 7.24), su juicio es justo, y ha establecido que su agrado está en el corazón de los que le creen (Heb 11:6); los cuales han sido mirados y engendrados por él desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:3-4); Por eso es, pues, que Jesús contestó a aquellos hombres que le preguntaban ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn 6:28-29); notemos cómo Jesús contesta en singular la pregunta hecha en plural; porque sólo hay una magna obra sustentadora de toda otra obra hecha en Dios: CREER en el enviado, porque el que ha creído de corazón testifica que ha nacido de nuevo, que es una nueva criatura, y sus obras consecuentes no serán de manufactura propia, sino de la mano de Dios; por eso dice Pablo: Creados en Cristo Jesús para buenas obras; como en todo tiempo, pero aún más hoy, la soberbia religiosa humana concibe y promueve grandes obras que supuestamente darán gloria de Dios, pero las de los hijos de Dios ya están preparadas de antemano, sólo es necesario que el reloj de Dios indique los momentos, y con toda certeza cada una de ellas llevará el distintivo de la esencia del Evangelio, esto es, enfatizar el llamado de Dios a los hombres para que le devuelvan lo que es de él: La fe, la cual ha de ser puesta en la única, portentosa, sublime y singular obra de Dios, LA CRUZ DE CRISTO, la cual fue tipificada desde los tiempos de Adán y anunciada por él y cada uno de los profetas del Señor. Toda otra obra que no llame a los hombres a mirar a Jesús crucificado (1 Cor 2:1-2) por más piadosa que parezca, sólo será activismo religioso y excelente instrumento de confusión en las manos del enemigo, el cual sin duda es experto en simular buenas obras.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Con toda seguridad que en todos los tiempos inclor eruditos y conocedores del tema, cosa que inevitablemente ha motivado la generación de grupos sectarios, cada cual con distintos modos de conducirse, pretendiendo estar haciendo lo que agrada a Dios. El gran error de siempre ha sido el de invertir el magno principio universal de causa y efecto, es decir, buscar generar lo bueno sin atender al carácter de la causa generadora; Jesús lo enseñó de manera muy sencilla al decir: Porque por el fruto se conoce el árbol (Mt 12:33); y remacha la enseñanza diciendo: ¡Generación de víboras ! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? (vs 34); Lo que Jesús quiere decir es que aunque parezca que los hombres hagan o digan cosas calificadas como buenas no necesariamente la fuente de donde proceden es buena, esto es el corazón; sólo de esta manera podemos explicar que Jesús dirá en aquel día a aquellos hombres: Nunca os conocí; después de que ellos le argumenten diciendo: ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (Mt 7:22); Es obvio que cualquiera con asombro se pregunte: ¿es posible que alguien pueda hacer todo esto sin el respaldo de Dios? Es posible por cuanto el engañador, el falso dios, siempre se quiere hacer pasar por Dios, y cuenta con gran poder para hacer señales y prodigios (2 Tes 2:4-12); y por supuesto se tiene que valer de hombres engañados que sólo buscan su propia gloria (2 Cor 11:15); Esto ha sido siempre así, y no dejará de ser sino hasta que el Señor Jesús retorne, pero lo que las Escrituras nos permiten ver es que en los tiempos previos al final de la historia humana la intensidad del engaño será máxima (Apoc 12:12; Apoc 6:2 refiere al engañador); así como el aumento de la maldad (Mt 24:12); Es obvio que a la distancia el aspecto del trigo y la cizaña se confunden ante el ojo humano, pero para el ojo de Dios no hay confusión; él conoce perfectamente a los suyos (2 Tim 2:19), porque él no juzga por las apariencias (Jn 7.24), su juicio es justo, y ha establecido que su agrado está en el corazón de los que le creen (Heb 11:6); los cuales han sido mirados y engendrados por él desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:3-4); Por eso es, pues, que Jesús contestó a aquellos hombres que le preguntaban ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn 6:28-29); notemos cómo Jesús contesta en singular la pregunta hecha en plural; porque sólo hay una magna obra sustentadora de toda otra obra hecha en Dios: CREER en el enviado, porque el que ha creído de corazón testifica que ha nacido de nuevo, que es una nueva criatura, y sus obras consecuentes no serán de manufactura propia, sino de la mano de Dios; por eso dice Pablo: Creados en Cristo Jesús para buenas obras; como en todo tiempo, pero aún más hoy, la soberbia religiosa humana concibe y promueve grandes obras que supuestamente darán gloria de Dios, pero las de los hijos de Dios ya están preparadas de antemano, sólo es necesario que el reloj de Dios indique los momentos, y con toda certeza cada una de ellas llevará el distintivo de la esencia del Evangelio, esto es, enfatizar el llamado de Dios a los hombres para que le devuelvan lo que es de él: La fe, la cual ha de ser puesta en la única, portentosa, sublime y singular obra de Dios, LA CRUZ DE CRISTO, la cual fue tipificada desde los tiempos de Adán y anunciada por él y cada uno de los profetas del Señor. Toda otra obra que no llame a los hombres a mirar a Jesús crucificado (1 Cor 2:1-2) por más piadosa que parezca, sólo será activismo religioso y excelente instrumento de confusión en las manos del enemigo, el cual sin duda es experto en simular buenas obras.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué ha de hacer el justo? (Sal 11:3)
Esta suposición y esta interrogante es el eje de este breve salmo, el cual es una asombrosa síntesis de conocimiento teológico, y eventos apocalípticos, es decir, nos muestra el antagonismo de dos poderes, el de la justicia, y el de la injusticia; la destrucción de este último (Apoc 20:9), y la victoria del primero (Apoc 21:3-4; Sal 22:27-28); todo a la luz del carácter de Dios. Atendamos a la suposición y a la interrogante de manera alterna; ¿A qué se está refiriendo David al hablar de fundamentos? En primerísimo lugar sin especificarlo se está refiriendo a la fe al decir: En Jehová he confiado; porque la fe es el fundamento creado por el eterno redentor antes de la fundación de los tiempos (Heb 12:2; Rom 1:17; Rom 3:30; Is 44:6), y sobre este fundamento fincó la relación de Adán y Eva con él, el cual aparentemente fue destruido por el falso dios, pero no, sólo cambió de lugar, y le fué entregado al príncipe de este mundo; si este fundamento hubiera sido destruido entonces no podría haber justos, porque delante de Dios todos los hombres serán justificados por la fe en el Redentor en medio de los tiempos (Job 19:25), Él puso el fundamento de la redención en el derramamiento de sangre inocente (Gen 3:15; 21; Mt 26:28; Heb 9:22), sin él ¿Qué podría hacer el hombre para ser justificado delante de Dios?, dicho para nosotros los de esta era, ¿Qué haríamos si de pronto quedara demostrado que Cristo es una falsedad?; seríamos los más dignos de conmiseración de todos los hombres y entonces sí seríamos dignos de lo que los hombres llaman locura (1 Cor 15:17-19); pero si, sí hay Dios, y Jesucristo nos lo mostró en sí mismo al resucitar, nada ni nadie podrá destruir los fundamentos porque tendría que destruir al creador de ellos. Todo esto infiere otro fundamento, el del llamamiento, es decir, nadie puede ser salvado si no es llamado por Dios, esta es la razón por la cual él llama a hombres, habiendo comenzando por Adán, para que por medio de ellos su llamamiento llegue a todos los hombres, por esta razón Hebreos lo expresa de manera clara en sus primeros cuatro versículos al referirse a la voz del Hijo de Dios (Heb 1:1-4), quien llamó a doce (Lc 6:13), para que por medio de su ministerio apostólico continuara llamando al resto de la humanidad, los cuales nos dejaron el testimonio de Su palabra escrita, para que Su Espíritu, por medio de ella, continúe llamando hasta el fin de los tiempos. El primer llamado es, pues, a la salvación; quien lo acepta comienza a andar por un nuevo camino, dentro del cual va oyendo otras facetas de su llamamiento, las cuales no proceden de planeación o estrategia humana (Jn 3:8), sino de la luz de su palabra, cuyo propósito es el de perfilar el carácter de Dios en cada creyente; por ejemplo, llamados a ser santos (Rom 1:7); llamados a la comunión con el Hijo de Dios (1 Cor 1:9); llamados a la paz (Col 3:15); llamados a la vida eterna (1 Tim 6:12); y a todo lo que concierne a la nueva vida; Algo que no debemos pasar por alto es que la grande virtud de este llamamiento es la de ser irrevocable (Rom 11:29); quien oye el llamado de Dios al arrepentimiento, es decir, cree, inmediatamente recibe el don de la salvación, el cual una vez recibido jamás le es quitado; hoy en día en las congregaciones cristianas el llamamiento al que se le concede gran relevancia es al del servicio dentro de algún ministerio, esto sin duda es de gran importancia; el gran problema es que en mucho se le está presentando como un activismo sustentado por un estar comprometido; hemos de entender que la palabra compromiso, como la conceptúa el hombre, no está en el lenguaje espiritual, es decir, en el de Dios; porque el compromiso no procede del llamamiento de Dios, sino de la confianza en la capacidad humana; es decir que, el que se compromete es como si jurara por sí mismo, de este modo ya no anda por fe; por eso es que Jesús enseña diciendo: Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (Mt 5:37); como también enseña Santiago (5:12); el que ha aceptado el llamamiento de Dios sabe que su permanencia y eficacia en el servicio no depende sino del que le llamó, por eso es que el Espíritu Santo enseña a través de Pablo diciendo: Fiel es el que os llama, el cual también lo hará (1 Tes 5:24), porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil 2:13). Intentemos parafrasear con estas palabras la profundidad de la expresión de David en Sal 11:1-3: Si mi confianza está en Dios, por qué he de luchar dependiendo de mis recursos; y si él es el fundamento de los fundamentos y éstos pudieran ser destruídos, entonces ¿Qué podría yo hacer? Atendamos a nuestro andar porque las sutilezas religiosas de estos tiempos están a la orden del día (Ef 5:15-17).
Tu hermano el predicador
Fernando H.Nava
Esta suposición y esta interrogante es el eje de este breve salmo, el cual es una asombrosa síntesis de conocimiento teológico, y eventos apocalípticos, es decir, nos muestra el antagonismo de dos poderes, el de la justicia, y el de la injusticia; la destrucción de este último (Apoc 20:9), y la victoria del primero (Apoc 21:3-4; Sal 22:27-28); todo a la luz del carácter de Dios. Atendamos a la suposición y a la interrogante de manera alterna; ¿A qué se está refiriendo David al hablar de fundamentos? En primerísimo lugar sin especificarlo se está refiriendo a la fe al decir: En Jehová he confiado; porque la fe es el fundamento creado por el eterno redentor antes de la fundación de los tiempos (Heb 12:2; Rom 1:17; Rom 3:30; Is 44:6), y sobre este fundamento fincó la relación de Adán y Eva con él, el cual aparentemente fue destruido por el falso dios, pero no, sólo cambió de lugar, y le fué entregado al príncipe de este mundo; si este fundamento hubiera sido destruido entonces no podría haber justos, porque delante de Dios todos los hombres serán justificados por la fe en el Redentor en medio de los tiempos (Job 19:25), Él puso el fundamento de la redención en el derramamiento de sangre inocente (Gen 3:15; 21; Mt 26:28; Heb 9:22), sin él ¿Qué podría hacer el hombre para ser justificado delante de Dios?, dicho para nosotros los de esta era, ¿Qué haríamos si de pronto quedara demostrado que Cristo es una falsedad?; seríamos los más dignos de conmiseración de todos los hombres y entonces sí seríamos dignos de lo que los hombres llaman locura (1 Cor 15:17-19); pero si, sí hay Dios, y Jesucristo nos lo mostró en sí mismo al resucitar, nada ni nadie podrá destruir los fundamentos porque tendría que destruir al creador de ellos. Todo esto infiere otro fundamento, el del llamamiento, es decir, nadie puede ser salvado si no es llamado por Dios, esta es la razón por la cual él llama a hombres, habiendo comenzando por Adán, para que por medio de ellos su llamamiento llegue a todos los hombres, por esta razón Hebreos lo expresa de manera clara en sus primeros cuatro versículos al referirse a la voz del Hijo de Dios (Heb 1:1-4), quien llamó a doce (Lc 6:13), para que por medio de su ministerio apostólico continuara llamando al resto de la humanidad, los cuales nos dejaron el testimonio de Su palabra escrita, para que Su Espíritu, por medio de ella, continúe llamando hasta el fin de los tiempos. El primer llamado es, pues, a la salvación; quien lo acepta comienza a andar por un nuevo camino, dentro del cual va oyendo otras facetas de su llamamiento, las cuales no proceden de planeación o estrategia humana (Jn 3:8), sino de la luz de su palabra, cuyo propósito es el de perfilar el carácter de Dios en cada creyente; por ejemplo, llamados a ser santos (Rom 1:7); llamados a la comunión con el Hijo de Dios (1 Cor 1:9); llamados a la paz (Col 3:15); llamados a la vida eterna (1 Tim 6:12); y a todo lo que concierne a la nueva vida; Algo que no debemos pasar por alto es que la grande virtud de este llamamiento es la de ser irrevocable (Rom 11:29); quien oye el llamado de Dios al arrepentimiento, es decir, cree, inmediatamente recibe el don de la salvación, el cual una vez recibido jamás le es quitado; hoy en día en las congregaciones cristianas el llamamiento al que se le concede gran relevancia es al del servicio dentro de algún ministerio, esto sin duda es de gran importancia; el gran problema es que en mucho se le está presentando como un activismo sustentado por un estar comprometido; hemos de entender que la palabra compromiso, como la conceptúa el hombre, no está en el lenguaje espiritual, es decir, en el de Dios; porque el compromiso no procede del llamamiento de Dios, sino de la confianza en la capacidad humana; es decir que, el que se compromete es como si jurara por sí mismo, de este modo ya no anda por fe; por eso es que Jesús enseña diciendo: Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (Mt 5:37); como también enseña Santiago (5:12); el que ha aceptado el llamamiento de Dios sabe que su permanencia y eficacia en el servicio no depende sino del que le llamó, por eso es que el Espíritu Santo enseña a través de Pablo diciendo: Fiel es el que os llama, el cual también lo hará (1 Tes 5:24), porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil 2:13). Intentemos parafrasear con estas palabras la profundidad de la expresión de David en Sal 11:1-3: Si mi confianza está en Dios, por qué he de luchar dependiendo de mis recursos; y si él es el fundamento de los fundamentos y éstos pudieran ser destruídos, entonces ¿Qué podría yo hacer? Atendamos a nuestro andar porque las sutilezas religiosas de estos tiempos están a la orden del día (Ef 5:15-17).
Tu hermano el predicador
Fernando H.Nava
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mt 20:26-28).
Hay dos modos de apreciar las palabras de Jesús: Mas entre vosotros no será así; o como orden, o como promesa. Si las interpretamos como una orden serán siempre una carga dura de llevar, pero si como promesa, entonces será el carácter mismo de Jesús sustentado en nuestro corazón por Dios mismo en nuestro diario vivir, como fruto de haber creído en él. Cuando leemos las líneas anteriores nos damos cuenta que estas palabras fueron la respuesta de Jesús a la actitud humana de girar siempre en torno al ego, el cual de forma sutil o áspera está siempre diciendo: Primero yo, luego yo, en seguida yo, es decir, siempre yo. Los dos discípulos que manifestaron su deseo de grandeza y de ser los primeros, no lo hicieron porque eran diferentes a los demás, simplemente quisieron como se dice, madrugar; los demás se enojaron no porque ellos ya hubieran comprendido el reino de Dios, sino porque se sintieron humillados. Con mucha paciencia Jesús los llama para enfocarlos sobre sí mismo, para que vieran el contraste del comportamiento del reino de este mundo con el suyo, aludiendo a los gobernantes y a los poderosos que ejercen dominio para ser servidos. Y para que no anduvieran perdidos en conceptuaciones acerca de cómo debe servirse a Dios, sin miramientos les dice: Como el hijo del hombre... La verdad es que ellos no comprendieron esto hasta que lo miraron en la cruz, porque este es el único medio para hacer morir al ego, tal cual lo expresa Pablo al decir: Con Cristo estoy juntamente crucificado... (Gal 2:20); evento de fe que Jesús remacha con su resurrección para llevarlos a concebir su nuevo nacimiento, por lo cual Pablo dice: Si pues habéis resucitado con Cristo... (Col 3:1). Lo cual puede decirse así: Si pues, habéis nacido de nuevo. Dios sabe bien que la naturaleza humana no puede, ni quiere sujetarse a los principios del reino de Dios (Rom 8:7), por tal razón el principio básico para desempeñarse correctamente en el reino de Dios es nacer de nuevo (Jn 3:5), porque sólo participando de la naturaleza de Dios se pueden concebir como promesas lo que para otros solo son órdenes, y sólo de este modo el reino de Dios se manifestará al mundo por medio de los que dirigen y de los que son dirigidos, es decir, por su cuerpo que es la iglesia, y se entenderá lo dicho por Pablo: Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil 2:13). Ahora bien, la realidad que estamos viviendo hoy en día parece muy lejana a esa promesa de Jesús de: Más entre vosotros no será así; porque el ámbito religioso cristiano está atestado de un liderazgo que solo parece estar adoptando el modo del mundo, buscar grandezas, tanto así que las palabras del salmista grandes son las obras de Dios, buscadas de todos los que las quieren (Sal 111:2) son como justificante para ir en pos de los primeros lugares, de estrellatos, de títulos, o de reconocimientos, a expensas de la comunidad cristiana (2 P 2:3); sin duda esto es el resultado de haber dejado de ver al Hijo del hombre, quien no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida misma en rescate por muchos; por esto él mismo se puso de ejemplo ante sus discípulos a quienes aún no les amanecía la imagen del correcto servicio a Dios: servir aún a costa de la vida misma; lo cual no quiere decir acabar necesariamente como mártir, sino renunciar a lo que este mundo llama vida, o éxito; es decir, poder económico, social, político, religioso, etc., y todo lo involucrado en ello si el llamado así lo requiere; esto es dar la vida sin morir. Estamos viviendo, pues, ya el tiempo de la gran apostasía (1 Tim 4:1), no porque los verdaderos nacidos de nuevo puedan ser apóstatas, sino porque las congregaciones cristianas han venido siendo infiltradas por el modo de pensar del mundo (2 Tim 4:3), y así como Aarón fue presionado a fabricar un dios visible, el tal becerro de oro, muchos están siendo llevados a implementar estrategias en los ministerios para lograr más adeptos a las filas cristianas; hemos de entender que Jesús no lavó los pies a los discípulos como modo de estrategia de liderazgo, sino como manifestación de lo que él es: SIERVO. Concluyamos diciendo que estemos donde estemos en el cuerpo de Cristo, y tengamos un encargo dado por Dios (ministerio) para servirle (1 Cor 12:5), lo hemos de hacer no como obedeciendo órdenes frías, sino como la promesa de Jesús de seguir sirviendo a través nuestro, porque nuestro motor no son ideologías humanas, sino el Espíritu mismo de Dios. En el reino de Dios nadie es más, nadie es menos; y si alguno quiere ser más grande, entonces lo mostrará siendo siervo de los demás. Imposible es esto para el hombre, mas posible es para Dios. Amén. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Hay dos modos de apreciar las palabras de Jesús: Mas entre vosotros no será así; o como orden, o como promesa. Si las interpretamos como una orden serán siempre una carga dura de llevar, pero si como promesa, entonces será el carácter mismo de Jesús sustentado en nuestro corazón por Dios mismo en nuestro diario vivir, como fruto de haber creído en él. Cuando leemos las líneas anteriores nos damos cuenta que estas palabras fueron la respuesta de Jesús a la actitud humana de girar siempre en torno al ego, el cual de forma sutil o áspera está siempre diciendo: Primero yo, luego yo, en seguida yo, es decir, siempre yo. Los dos discípulos que manifestaron su deseo de grandeza y de ser los primeros, no lo hicieron porque eran diferentes a los demás, simplemente quisieron como se dice, madrugar; los demás se enojaron no porque ellos ya hubieran comprendido el reino de Dios, sino porque se sintieron humillados. Con mucha paciencia Jesús los llama para enfocarlos sobre sí mismo, para que vieran el contraste del comportamiento del reino de este mundo con el suyo, aludiendo a los gobernantes y a los poderosos que ejercen dominio para ser servidos. Y para que no anduvieran perdidos en conceptuaciones acerca de cómo debe servirse a Dios, sin miramientos les dice: Como el hijo del hombre... La verdad es que ellos no comprendieron esto hasta que lo miraron en la cruz, porque este es el único medio para hacer morir al ego, tal cual lo expresa Pablo al decir: Con Cristo estoy juntamente crucificado... (Gal 2:20); evento de fe que Jesús remacha con su resurrección para llevarlos a concebir su nuevo nacimiento, por lo cual Pablo dice: Si pues habéis resucitado con Cristo... (Col 3:1). Lo cual puede decirse así: Si pues, habéis nacido de nuevo. Dios sabe bien que la naturaleza humana no puede, ni quiere sujetarse a los principios del reino de Dios (Rom 8:7), por tal razón el principio básico para desempeñarse correctamente en el reino de Dios es nacer de nuevo (Jn 3:5), porque sólo participando de la naturaleza de Dios se pueden concebir como promesas lo que para otros solo son órdenes, y sólo de este modo el reino de Dios se manifestará al mundo por medio de los que dirigen y de los que son dirigidos, es decir, por su cuerpo que es la iglesia, y se entenderá lo dicho por Pablo: Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Fil 2:13). Ahora bien, la realidad que estamos viviendo hoy en día parece muy lejana a esa promesa de Jesús de: Más entre vosotros no será así; porque el ámbito religioso cristiano está atestado de un liderazgo que solo parece estar adoptando el modo del mundo, buscar grandezas, tanto así que las palabras del salmista grandes son las obras de Dios, buscadas de todos los que las quieren (Sal 111:2) son como justificante para ir en pos de los primeros lugares, de estrellatos, de títulos, o de reconocimientos, a expensas de la comunidad cristiana (2 P 2:3); sin duda esto es el resultado de haber dejado de ver al Hijo del hombre, quien no vino para ser servido, sino para servir y dar la vida misma en rescate por muchos; por esto él mismo se puso de ejemplo ante sus discípulos a quienes aún no les amanecía la imagen del correcto servicio a Dios: servir aún a costa de la vida misma; lo cual no quiere decir acabar necesariamente como mártir, sino renunciar a lo que este mundo llama vida, o éxito; es decir, poder económico, social, político, religioso, etc., y todo lo involucrado en ello si el llamado así lo requiere; esto es dar la vida sin morir. Estamos viviendo, pues, ya el tiempo de la gran apostasía (1 Tim 4:1), no porque los verdaderos nacidos de nuevo puedan ser apóstatas, sino porque las congregaciones cristianas han venido siendo infiltradas por el modo de pensar del mundo (2 Tim 4:3), y así como Aarón fue presionado a fabricar un dios visible, el tal becerro de oro, muchos están siendo llevados a implementar estrategias en los ministerios para lograr más adeptos a las filas cristianas; hemos de entender que Jesús no lavó los pies a los discípulos como modo de estrategia de liderazgo, sino como manifestación de lo que él es: SIERVO. Concluyamos diciendo que estemos donde estemos en el cuerpo de Cristo, y tengamos un encargo dado por Dios (ministerio) para servirle (1 Cor 12:5), lo hemos de hacer no como obedeciendo órdenes frías, sino como la promesa de Jesús de seguir sirviendo a través nuestro, porque nuestro motor no son ideologías humanas, sino el Espíritu mismo de Dios. En el reino de Dios nadie es más, nadie es menos; y si alguno quiere ser más grande, entonces lo mostrará siendo siervo de los demás. Imposible es esto para el hombre, mas posible es para Dios. Amén. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. (Lc 15:29-31)
Siempre que se lee esta parábola expuesta por el Señor Jesucristo es muy común que el personaje que resalte a primera vista sea el del llamado hijo pródigo, tanto que con base en él ha sido titulada en la mayoría de las versiones bíblicas, comenzando con la Reina Valera (parábola del hijo pródigo), por qué no poner como personaje principal al padre misericordioso; bueno, de todas formas en su momento él es destacado ; debido, pues, a tal enfoque el actor que queda con poca relevancia es el del aparentemente buen hijo, de tal modo que la realidad interior que prevalece en muchos dentro de las congragaciones cristianas quede sin tratamiento puntual en la mayoría de las exposiciones, la cual es mostrada en la actitud de este último personaje y que podríamos llamar ausencia de sentido de pertenencia a la paternidad. Esto quiere decir que muchos de los que son tenidos como ovejas perdidas tienen más sentido de pertenencia al Padre que muchos de los que permanecen como aparentemente fieles; esta realidad es bien expresada en el dicho que reza: Ni están todos los que son, ni son todos los que están. Jesús manifestó esta verdad al decir a aquellos hombres que se autoconsideraban como fieles estas terribles palabras: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios (Mt 21:31-32). Algo muy propio de la naturaleza humana es, pues, calificar por la apariencia, por lo que los ojos ven a primera vista; esto es tan sutil que aún en un gran profeta quedó exhibido, esto es, el caso del prematuro juicio que hizo el profeta Samuel acerca de quien pensaba que era el ungido de Dios, cuando fue enviado a la casa de Isaí para ungir a David ( 1 Sam 16:7); es decir que, con suma facilidad podemos calificar o descalificar. Ahora bien, lo importante después de todas estas consideraciones es que sepamos apreciar qué es lo que hace que se diferencie una situación de la otra, es decir, en qué se ve que alguien tiene o no el sentido de pertenencia a la paternidad de Dios. Veamos en primer lugar el caso de la llamada oveja perdida; éste nunca dijo en su corazón ya mi padre no es mi padre, o ya no soy hijo de mi padre, sino todo lo contrario, él dijo: iré a mi padre ... y su único argumento fue: Ya no soy digno; este es el único argumento que encuentra cobijo en la gracia de Dios; este hombre se reconoció no merecedor del título de hijo, y es el que representa a todos aquellos que experimentan el verdadero arrepentimiento; Pablo lo dejó ver al decir: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Tim 1:15), o al decir: no soy digno de ser llamado apóstol (1 Cor 15:9); y en su enseñanza lo expresó claramente al decir: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; ... (Ef 2:8). El verdadero arrepentimiento siempre es producto de la fe; o dicho de otro modo, la verdadera fe siempre produce arrepentimiento. Lo glorioso de esto es que el destino es ser recibidos, abrazados y besados por el Padre misericordioso. El contraste se encuentra en el otro hijo, al cual le molesta la misericordia de su padre, y establece su dignidad en su aparente fidelidad en el servicio, es decir, se siente merecedor de un pago decretado por él mismo, y por consecuencia acaba por tener por injusto a su padre y se pondera como mejor juez; sin duda que su corazón no tenía el sentido de pertenencia a su padre, él sólo se veía a sí mismo; que terrible ironía, tener padre en el exterior, pero no tenerlo en el corazón, que es en donde Dios busca establecer su paternidad. Que mi Señor nos permita discernir claramente el profundo mensaje de esta parábola. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Siempre que se lee esta parábola expuesta por el Señor Jesucristo es muy común que el personaje que resalte a primera vista sea el del llamado hijo pródigo, tanto que con base en él ha sido titulada en la mayoría de las versiones bíblicas, comenzando con la Reina Valera (parábola del hijo pródigo), por qué no poner como personaje principal al padre misericordioso; bueno, de todas formas en su momento él es destacado ; debido, pues, a tal enfoque el actor que queda con poca relevancia es el del aparentemente buen hijo, de tal modo que la realidad interior que prevalece en muchos dentro de las congragaciones cristianas quede sin tratamiento puntual en la mayoría de las exposiciones, la cual es mostrada en la actitud de este último personaje y que podríamos llamar ausencia de sentido de pertenencia a la paternidad. Esto quiere decir que muchos de los que son tenidos como ovejas perdidas tienen más sentido de pertenencia al Padre que muchos de los que permanecen como aparentemente fieles; esta realidad es bien expresada en el dicho que reza: Ni están todos los que son, ni son todos los que están. Jesús manifestó esta verdad al decir a aquellos hombres que se autoconsideraban como fieles estas terribles palabras: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios (Mt 21:31-32). Algo muy propio de la naturaleza humana es, pues, calificar por la apariencia, por lo que los ojos ven a primera vista; esto es tan sutil que aún en un gran profeta quedó exhibido, esto es, el caso del prematuro juicio que hizo el profeta Samuel acerca de quien pensaba que era el ungido de Dios, cuando fue enviado a la casa de Isaí para ungir a David ( 1 Sam 16:7); es decir que, con suma facilidad podemos calificar o descalificar. Ahora bien, lo importante después de todas estas consideraciones es que sepamos apreciar qué es lo que hace que se diferencie una situación de la otra, es decir, en qué se ve que alguien tiene o no el sentido de pertenencia a la paternidad de Dios. Veamos en primer lugar el caso de la llamada oveja perdida; éste nunca dijo en su corazón ya mi padre no es mi padre, o ya no soy hijo de mi padre, sino todo lo contrario, él dijo: iré a mi padre ... y su único argumento fue: Ya no soy digno; este es el único argumento que encuentra cobijo en la gracia de Dios; este hombre se reconoció no merecedor del título de hijo, y es el que representa a todos aquellos que experimentan el verdadero arrepentimiento; Pablo lo dejó ver al decir: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Tim 1:15), o al decir: no soy digno de ser llamado apóstol (1 Cor 15:9); y en su enseñanza lo expresó claramente al decir: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; ... (Ef 2:8). El verdadero arrepentimiento siempre es producto de la fe; o dicho de otro modo, la verdadera fe siempre produce arrepentimiento. Lo glorioso de esto es que el destino es ser recibidos, abrazados y besados por el Padre misericordioso. El contraste se encuentra en el otro hijo, al cual le molesta la misericordia de su padre, y establece su dignidad en su aparente fidelidad en el servicio, es decir, se siente merecedor de un pago decretado por él mismo, y por consecuencia acaba por tener por injusto a su padre y se pondera como mejor juez; sin duda que su corazón no tenía el sentido de pertenencia a su padre, él sólo se veía a sí mismo; que terrible ironía, tener padre en el exterior, pero no tenerlo en el corazón, que es en donde Dios busca establecer su paternidad. Que mi Señor nos permita discernir claramente el profundo mensaje de esta parábola. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. (Jn 18:37).
La verdad es una, pero multifacética; es así para librarnos de la soberbia de pretender que la contemplamos toda desde nuestra perspectiva; es necesario aprender a verla desde la perspectiva de los demás, pero para que esto sea posible es necesario tener en el corazón un lente discriminador que nos guarde de aceptar lo que parece acorde a ella cuando sólo son mentiras camufladas. Para los hijos de Dios ese lente es el Espíritu Santo, el cual es el indicador de lo que conviene a la persona de Jesucristo, porque él para eso vino, para darle gloria (Jn 16:14); lo crucial es, pues, estar ciertos de que habita en nosotros, y que nuestra carne no le es un estorbo para guiarnos en su sabiduría (Rom 8:14). Todo esto es así por la soberana disposición del Padre de las luces, el cual no se valió de un sólo profeta o de un sólo apóstol para enseñarnos la verdad; de modo que para crecer en su conocimiento tenemos que buscar la perspectiva de cada uno de ellos, pero a causa de la naturaleza cognoscitiva que él mismo nos dio, y debido a lo cual siempre estamos buscando la verdad de todo lo que nos rodea él hizo que la verdad se personificara en un ser de carne y hueso, de tal manera que a ningún ser humano le ha quedado el decir: Yo soy la verdad; y él mismo dijo que enviaría al Espíritu de verdad el cual nos guiaría a toda verdad (Jn 16:13), así que de este modo puso un candado de seguridad para que no erremos en nuestra búsqueda de ella; tan importante es, pues, tener el Espíritu como indicador de lo que es de la verdad que al apóstol Juan le fue inspirado el escribir: Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad (1 Jn 5:6). Notemos cómo Jesús le puntualiza a Pilato el propósito de su venida diciéndole: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad; igual que este gobernante romano muchos siguen haciendo la pregunta: ¿Qué es la verdad? y después de hacerla se dan la vuelta, o porque ya decidieron qué es la verdad, o porque quieren hallarla en el testimonio de los tenidos por más inteligentes y desechan al que vino a dar a conocer a los hombres la verdad absoluta: esto es Dios (Jn 1:18), sobre el cual todo lo que se precie de verdadero ha de estar fundado; Pero algo que no podemos dejar de notar es que Jesús también le dice: Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. Dicho de otro modo, todo el que es de Dios me oye (Jn 8:38; 43; 47); quiere decir esto que para saber la verdad de las cosas es necesario escuchar a Jesús, es decir, la voz de su Espíritu, porque el Espíritu es la verdad. No es nuevo, pero hoy en día la cristiandad está sumamente dividida por opiniones y puntos de vista no solamente de la religión, sino de lo político, lo económico y lo social; y todo porque no se detienen a preguntarle al que conoce la verdad de todo y en todos; él es el poseedor de la verdad escatológica, económica, política y social. Cómo caminaremos unidos en lo verdadero si cada uno pretende establecer su verdad; cómo andaremos en sabiduría si lo que se impone es la sabiduría de la propia opinión. Concluimos, pues, diciendo que los que disciernen la verdad y los que son de la verdad son los que saben escuchar a Jesús, porque todo lo ajustan a su carácter, no al de un Jesús hecho a modo, sino al del que muriendo en una cruz expresó lo excelso de la justicia de Dios, y que resucitando avaló la veracidad de sus palabras. A él sea la gloria por siempre. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
La verdad es una, pero multifacética; es así para librarnos de la soberbia de pretender que la contemplamos toda desde nuestra perspectiva; es necesario aprender a verla desde la perspectiva de los demás, pero para que esto sea posible es necesario tener en el corazón un lente discriminador que nos guarde de aceptar lo que parece acorde a ella cuando sólo son mentiras camufladas. Para los hijos de Dios ese lente es el Espíritu Santo, el cual es el indicador de lo que conviene a la persona de Jesucristo, porque él para eso vino, para darle gloria (Jn 16:14); lo crucial es, pues, estar ciertos de que habita en nosotros, y que nuestra carne no le es un estorbo para guiarnos en su sabiduría (Rom 8:14). Todo esto es así por la soberana disposición del Padre de las luces, el cual no se valió de un sólo profeta o de un sólo apóstol para enseñarnos la verdad; de modo que para crecer en su conocimiento tenemos que buscar la perspectiva de cada uno de ellos, pero a causa de la naturaleza cognoscitiva que él mismo nos dio, y debido a lo cual siempre estamos buscando la verdad de todo lo que nos rodea él hizo que la verdad se personificara en un ser de carne y hueso, de tal manera que a ningún ser humano le ha quedado el decir: Yo soy la verdad; y él mismo dijo que enviaría al Espíritu de verdad el cual nos guiaría a toda verdad (Jn 16:13), así que de este modo puso un candado de seguridad para que no erremos en nuestra búsqueda de ella; tan importante es, pues, tener el Espíritu como indicador de lo que es de la verdad que al apóstol Juan le fue inspirado el escribir: Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad (1 Jn 5:6). Notemos cómo Jesús le puntualiza a Pilato el propósito de su venida diciéndole: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad; igual que este gobernante romano muchos siguen haciendo la pregunta: ¿Qué es la verdad? y después de hacerla se dan la vuelta, o porque ya decidieron qué es la verdad, o porque quieren hallarla en el testimonio de los tenidos por más inteligentes y desechan al que vino a dar a conocer a los hombres la verdad absoluta: esto es Dios (Jn 1:18), sobre el cual todo lo que se precie de verdadero ha de estar fundado; Pero algo que no podemos dejar de notar es que Jesús también le dice: Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. Dicho de otro modo, todo el que es de Dios me oye (Jn 8:38; 43; 47); quiere decir esto que para saber la verdad de las cosas es necesario escuchar a Jesús, es decir, la voz de su Espíritu, porque el Espíritu es la verdad. No es nuevo, pero hoy en día la cristiandad está sumamente dividida por opiniones y puntos de vista no solamente de la religión, sino de lo político, lo económico y lo social; y todo porque no se detienen a preguntarle al que conoce la verdad de todo y en todos; él es el poseedor de la verdad escatológica, económica, política y social. Cómo caminaremos unidos en lo verdadero si cada uno pretende establecer su verdad; cómo andaremos en sabiduría si lo que se impone es la sabiduría de la propia opinión. Concluimos, pues, diciendo que los que disciernen la verdad y los que son de la verdad son los que saben escuchar a Jesús, porque todo lo ajustan a su carácter, no al de un Jesús hecho a modo, sino al del que muriendo en una cruz expresó lo excelso de la justicia de Dios, y que resucitando avaló la veracidad de sus palabras. A él sea la gloria por siempre. Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
"Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos." (Sal 32:8)
Tan importante es el entender las cosas de la vida, que Salomón escribió: ¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? (Ecl 8:1); En su cara se nota la luz de la seguridad, en contraste con el que no sabe por dónde ir, que muestra en su rostro dureza y confusión. A Salomón le fue dada la gracia de entender que la fuente de la sabiduría es Dios, y por ello escribió tanto al respecto y lo dejó registrado para beneficio nuestro (1 Rey 3:9-12; Prov 2:6); Lo importante como punto de partida es, pues, buscar con el corazón al único y sabio Dios (Rom 16:27) que puede darnos entendimiento para saber y conocer lo que él quiere que sepamos (Sal 119:124-125). Cosa maravillosa es cuando nuestro corazón percibe su voz diciendo: Te haré entender... Ahora no se trata de si podremos o tendremos capacidad, no, sino de que él lo está afirmando y que por haberle creído sin duda lo hará. Con toda certeza podemos decir que Dios ha dado dones y talento a los hombres de manera natural (Sal 68:18), tanto que es de asombrar la inteligencia humana en su capacidad cognoscitiva y creativa, pero que sin la luz de los propósitos de Dios sólo es vanidad de vanidades; y es que no siempre lo inteligente es sabio, pero lo sabio siempre es inteligente. Es necesario que el soplo del aliento de Dios venga sobre nosotros para que nuestro entendimiento sea abierto y podamos percibir la sabiduría de lo alto (Jn 20:22; Lc 24:45); Sabe bien el Señor que sin su intervención seremos siempre como mulos o como caballos, a los cuales es necesario ponerles frenos para poder acercarse a ellos y conducirlos; es necesario pasar por la humillación de aceptar esta realidad para poder acceder al plano de su sabiduría, y esto no ocurrirá si no solamente por la fe, porque la exaltación sólo viene después de la humillación (Lc:14:11; Prov 15:33); tal cual lo hizo la mujer cananea comparándose con perrillos para acceder al don de Dios (Mt 15:22-28), de tal manera que Jesús le dijo: Oh mujer, grande es tu fe. Ahora bien, cabe preguntar ¿A quién está dirigida la palabra: Te haré entender?. Sin duda a todo aquel que ha buscado, que busca, y que buscará a Dios; no obstante que fue escrita por el rey David, esta palabra fue inspirada por el Espíritu de Dios para que tuviera su cumplimiento en todos los tiempos, tal cual lo hace notar Jesús cuando citando precisamente un salmo de David dice: (Y la Escritura no puede ser quebrantada) (Jn 10:35). ¿Qué es, pues, lo que ha querido y quiere el Señor hacer entender a cada hombre a lo largo de los tiempos? Sin temor a equivocarme puedo decir que entienda su presente, su tiempo, es decir, que sepa cómo y por dónde conducirse sabiamente en los asuntos que le ha tocado vivir, mayormente en el entorno religioso (Mt 16:2-3); porque es en este ámbito donde se supone está la luz que conduce a la vida eterna; es necesario entender lo temporal a la luz de lo eterno; cuando se ha optado por este camino no cabe la menor duda de que los ojos de Dios estarán fijos sobre aquél que le busca, porque se ha convertido en un instrumento útil en sus manos para ser luz no sólo en el camino de la temporalidad, sino en el de la vida eterna (Mt 5:14; Gal 3:8; Hech 13:47).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Tan importante es el entender las cosas de la vida, que Salomón escribió: ¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? (Ecl 8:1); En su cara se nota la luz de la seguridad, en contraste con el que no sabe por dónde ir, que muestra en su rostro dureza y confusión. A Salomón le fue dada la gracia de entender que la fuente de la sabiduría es Dios, y por ello escribió tanto al respecto y lo dejó registrado para beneficio nuestro (1 Rey 3:9-12; Prov 2:6); Lo importante como punto de partida es, pues, buscar con el corazón al único y sabio Dios (Rom 16:27) que puede darnos entendimiento para saber y conocer lo que él quiere que sepamos (Sal 119:124-125). Cosa maravillosa es cuando nuestro corazón percibe su voz diciendo: Te haré entender... Ahora no se trata de si podremos o tendremos capacidad, no, sino de que él lo está afirmando y que por haberle creído sin duda lo hará. Con toda certeza podemos decir que Dios ha dado dones y talento a los hombres de manera natural (Sal 68:18), tanto que es de asombrar la inteligencia humana en su capacidad cognoscitiva y creativa, pero que sin la luz de los propósitos de Dios sólo es vanidad de vanidades; y es que no siempre lo inteligente es sabio, pero lo sabio siempre es inteligente. Es necesario que el soplo del aliento de Dios venga sobre nosotros para que nuestro entendimiento sea abierto y podamos percibir la sabiduría de lo alto (Jn 20:22; Lc 24:45); Sabe bien el Señor que sin su intervención seremos siempre como mulos o como caballos, a los cuales es necesario ponerles frenos para poder acercarse a ellos y conducirlos; es necesario pasar por la humillación de aceptar esta realidad para poder acceder al plano de su sabiduría, y esto no ocurrirá si no solamente por la fe, porque la exaltación sólo viene después de la humillación (Lc:14:11; Prov 15:33); tal cual lo hizo la mujer cananea comparándose con perrillos para acceder al don de Dios (Mt 15:22-28), de tal manera que Jesús le dijo: Oh mujer, grande es tu fe. Ahora bien, cabe preguntar ¿A quién está dirigida la palabra: Te haré entender?. Sin duda a todo aquel que ha buscado, que busca, y que buscará a Dios; no obstante que fue escrita por el rey David, esta palabra fue inspirada por el Espíritu de Dios para que tuviera su cumplimiento en todos los tiempos, tal cual lo hace notar Jesús cuando citando precisamente un salmo de David dice: (Y la Escritura no puede ser quebrantada) (Jn 10:35). ¿Qué es, pues, lo que ha querido y quiere el Señor hacer entender a cada hombre a lo largo de los tiempos? Sin temor a equivocarme puedo decir que entienda su presente, su tiempo, es decir, que sepa cómo y por dónde conducirse sabiamente en los asuntos que le ha tocado vivir, mayormente en el entorno religioso (Mt 16:2-3); porque es en este ámbito donde se supone está la luz que conduce a la vida eterna; es necesario entender lo temporal a la luz de lo eterno; cuando se ha optado por este camino no cabe la menor duda de que los ojos de Dios estarán fijos sobre aquél que le busca, porque se ha convertido en un instrumento útil en sus manos para ser luz no sólo en el camino de la temporalidad, sino en el de la vida eterna (Mt 5:14; Gal 3:8; Hech 13:47).
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Fernando H. Nava
Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis". (Jn 6:26)
Las respuestas de Jesús a quienes le hacían comentarios o preguntas eran siempre llenas de franqueza, de tal modo que incidían no sólo en el intelecto, sino en en el corazón, que es donde residen las intenciones (Heb 4:12), y por consecuencia causaban molestia, porque si hay algo reactivo en el ser humano es su ego entronizado en el corazón, al cual no le gusta ser despojado de sus máscaras, es decir, ser descubierto en su realidad. En esta ocasión Jesús hace notar a estas personas su interesado acercamiento hacia él, haciéndoles ver que sólo andan tras lo temporal (Jn 6:27); el pensamiento de esta gente era dicho de manera coloquial: si éste nos da de comer, ya la hicimos. Esto nos deja ver que el poner como prioridad de la vida sólo el plano de las necesidades naturales nos impide ver sus señales, lo que Dios quiere que veamos para nuestro propio bien, porque apreciarlas nos conduce al buen destino eterno, por esto es que Jesús continúa diciéndoles: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Al usar Jesús la palabra trabajar quiere decir que hay una implicación de esfuerzo, de atención, de diligencia de parte del buscador de Dios para ver más allá de lo natural; luego Jesús, está pronto para exponer cuales son las implicaciones de este trabajo, y al mirar que a la cabeza de ellas está la autonegación, los que sólo se lanzan tras el Galileo impulsados por la emoción de resolver sus intereses naturales y no por la fe del corazón en la obra de Dios (Mt 16:24), pronto se vuelven atrás, (Jn 6:64-67; Lc 9:62; Mt 13:20-21); esta característica de la naturaleza humana propicia que el enemigo de Dios, el engañador e impostor, venga con señales prodigiosas para atraer a los hombres, obviamente haciéndose pasar por Dios, ofreciéndoles todo lo que el interés humano quiere y sin pedirles ninguna negación, de tal modo que crean que su destino eterno está seguro; Jesús, sabiéndolo, tiene que decirles: Esta generación es mal a; demanda señal, pero señal no le será dada , sino la señal de Jonás ( Lc 1 1 : 2 9 ) ; él se estaba refiriendo a su muerte y resurrección, lo cual implica la muerte del yo, o viejo hombre (Col 3:3), experiencia a la que se llega sólo por la fe, no por emociones, porque éstas son el perfecto vehículo para que las mentiras del engañador hagan nido en el corazón de los incrédulos (2 Tes 2:9). La conclusión de todo esto es que, siendo que la naturaleza humana no ha cambiado, hemos de estar apercibidos de que Dios quiere ser buscado apreciando sus señales como llamados a la vida eterna, y no sólo como satisfactores de las necesidades naturales, porque eso es lo que hacen los incrédulos (Mt 6:31-32).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Las respuestas de Jesús a quienes le hacían comentarios o preguntas eran siempre llenas de franqueza, de tal modo que incidían no sólo en el intelecto, sino en en el corazón, que es donde residen las intenciones (Heb 4:12), y por consecuencia causaban molestia, porque si hay algo reactivo en el ser humano es su ego entronizado en el corazón, al cual no le gusta ser despojado de sus máscaras, es decir, ser descubierto en su realidad. En esta ocasión Jesús hace notar a estas personas su interesado acercamiento hacia él, haciéndoles ver que sólo andan tras lo temporal (Jn 6:27); el pensamiento de esta gente era dicho de manera coloquial: si éste nos da de comer, ya la hicimos. Esto nos deja ver que el poner como prioridad de la vida sólo el plano de las necesidades naturales nos impide ver sus señales, lo que Dios quiere que veamos para nuestro propio bien, porque apreciarlas nos conduce al buen destino eterno, por esto es que Jesús continúa diciéndoles: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Al usar Jesús la palabra trabajar quiere decir que hay una implicación de esfuerzo, de atención, de diligencia de parte del buscador de Dios para ver más allá de lo natural; luego Jesús, está pronto para exponer cuales son las implicaciones de este trabajo, y al mirar que a la cabeza de ellas está la autonegación, los que sólo se lanzan tras el Galileo impulsados por la emoción de resolver sus intereses naturales y no por la fe del corazón en la obra de Dios (Mt 16:24), pronto se vuelven atrás, (Jn 6:64-67; Lc 9:62; Mt 13:20-21); esta característica de la naturaleza humana propicia que el enemigo de Dios, el engañador e impostor, venga con señales prodigiosas para atraer a los hombres, obviamente haciéndose pasar por Dios, ofreciéndoles todo lo que el interés humano quiere y sin pedirles ninguna negación, de tal modo que crean que su destino eterno está seguro; Jesús, sabiéndolo, tiene que decirles: Esta generación es mal a; demanda señal, pero señal no le será dada , sino la señal de Jonás ( Lc 1 1 : 2 9 ) ; él se estaba refiriendo a su muerte y resurrección, lo cual implica la muerte del yo, o viejo hombre (Col 3:3), experiencia a la que se llega sólo por la fe, no por emociones, porque éstas son el perfecto vehículo para que las mentiras del engañador hagan nido en el corazón de los incrédulos (2 Tes 2:9). La conclusión de todo esto es que, siendo que la naturaleza humana no ha cambiado, hemos de estar apercibidos de que Dios quiere ser buscado apreciando sus señales como llamados a la vida eterna, y no sólo como satisfactores de las necesidades naturales, porque eso es lo que hacen los incrédulos (Mt 6:31-32).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia". (Hab 3:2).
Cuando Dios deja conocer sus designios a sus profetas, acerca del mundo en que viven y éstos no son nada agradables, no dejan de expresar su temor, porque sin duda las cosas que ven venir de alguna manera incidirán sobre ellos mismos, y sobre sus cercanos; mas una cosa hemos de notar, que ellos no oran como dando instrucciones a Dios de cómo hacer o dejar de hacer las cosas, y no pierden el foco de apelar siempre a su misericordia; en cuanto al proceder común de los hombres hemos de reconocer con honestidad que caen en el desatino de buscar a Dios en oración sólo movidos por el miedo a la incomodidad producida por la inminencia de cosas que afectarán los intereses individuales o colectivos, ya sean desastres naturales o las provocadas por el mismo ser humano; la verdad, quién no ora en medio de estas incertidumbres. La pregunta que cabe es, ¿Hemos estado orando con constancia por nuestra nación y el mundo entero aunque no se vean inminencias inciertas? Hemos de reconocer que todo hombre está presto a pedir a Dios por sus intereses y olvidar los de Dios; al dejar de mirar a nuestro Salvador olvidamos que al estar en medio de la angustia él dijo: Pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mt 26:39). Cuando Habacuc pide a Dios que avive su obra en medio de los tiempos ¿A qué se estaba refiriendo? por no preguntar mejor ¿A qué se refiere? Notable es que él no diga en medio de este tiempo, sino en medio de los tiempos; y cuando él dice “tu obra”, ¿A qué obra se está refiriendo? No olvidemos que la magna obra de Dios declarada en las Escrituras es la salvación de los hombres, contra la cual sus enemigos no dejan de oponerse (2 Tes 2:4), porque es necesaria para la instauración de su reino sobre esta tierra, la cual consiste en que los hombres vuelvan su fe a Dios, para lo cual envió a sus profetas, cosa que reafirmó el profeta de profetas al decir: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn 6:29). Así que en la oración de Habacuc queda incluido el tiempo en que ahora nos encontramos; Por tanto, ¿Qué hemos de estarle pidiendo a Dios junto con Habacuc, sino que avive la predicación del evangelio de la salvación para que sea completado el número de los escogidos de Dios? Pero la realidad es que hay mucha convocatoria para pedirle a Dios que quite los males que ya nos aquejan y los que parecen inminentes; parece que no nos damos cuenta que el enemigo de los hombres está compulsando a los líderes religiosos a promover una diversidad de temas religiosos, con los cuales eclipsen la necesidad de cerciorarse que los creyentes estén comunicando las verdades elementales del Evangelio, para que creyéndolas los hombres se arrepientan y vengan a la luz que les iluminará, y con la cual iluminarán a otros alrededor. Esta es la obra que quiere Dios que le pidamos que avive, es decir, que los que han conocido la experiencia de la salvación no se dejen envolver en otros intereses, aunque parezcan buenos y loables, para dejar de proclamar las verdades del evangelio de la salvación; el testimonio escritural es que sólo cuando los hombres se convierten verdaderamente ellos se apartan de sus maldades, pero cómo sucederá si no hay quien les predique y les presente la puerta de escape de la esclavitud del pecado; es en este esfuerzo que debiéramos unirnos; esta acción es la más grande muestra de misericordia de Dios en medio del cumplimiento de sus designios de juicio por haberse aumentado la maldad; esto es volver a las sendas antiguas; Unirnos a la voz del profeta: En la ira acuérdate de la misericordia, porque no son nada agradables las cosas por venir. Todo esto puede sonar fatalista, pero gran error es que viendo abundar la maldad frente a nosotros nos volvamos a Dios sólo para pedirle que nos libre de las malas cosas presentes y por venir, y no busquemos incluirnos en lo que hemos llamado el cumplimiento de la gran comisión, esto es que el verdadero significado de la cruz de Cristo sea presentado a los hombres para su salvación, aunque ello implique riesgo de perder nuestras comodidades o la vida misma; pero acertadamente dijo un arriesgado misionero contemporáneo: Nadie es apto para morir por Cristo si no está viviendo por él.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Cuando Dios deja conocer sus designios a sus profetas, acerca del mundo en que viven y éstos no son nada agradables, no dejan de expresar su temor, porque sin duda las cosas que ven venir de alguna manera incidirán sobre ellos mismos, y sobre sus cercanos; mas una cosa hemos de notar, que ellos no oran como dando instrucciones a Dios de cómo hacer o dejar de hacer las cosas, y no pierden el foco de apelar siempre a su misericordia; en cuanto al proceder común de los hombres hemos de reconocer con honestidad que caen en el desatino de buscar a Dios en oración sólo movidos por el miedo a la incomodidad producida por la inminencia de cosas que afectarán los intereses individuales o colectivos, ya sean desastres naturales o las provocadas por el mismo ser humano; la verdad, quién no ora en medio de estas incertidumbres. La pregunta que cabe es, ¿Hemos estado orando con constancia por nuestra nación y el mundo entero aunque no se vean inminencias inciertas? Hemos de reconocer que todo hombre está presto a pedir a Dios por sus intereses y olvidar los de Dios; al dejar de mirar a nuestro Salvador olvidamos que al estar en medio de la angustia él dijo: Pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mt 26:39). Cuando Habacuc pide a Dios que avive su obra en medio de los tiempos ¿A qué se estaba refiriendo? por no preguntar mejor ¿A qué se refiere? Notable es que él no diga en medio de este tiempo, sino en medio de los tiempos; y cuando él dice “tu obra”, ¿A qué obra se está refiriendo? No olvidemos que la magna obra de Dios declarada en las Escrituras es la salvación de los hombres, contra la cual sus enemigos no dejan de oponerse (2 Tes 2:4), porque es necesaria para la instauración de su reino sobre esta tierra, la cual consiste en que los hombres vuelvan su fe a Dios, para lo cual envió a sus profetas, cosa que reafirmó el profeta de profetas al decir: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado (Jn 6:29). Así que en la oración de Habacuc queda incluido el tiempo en que ahora nos encontramos; Por tanto, ¿Qué hemos de estarle pidiendo a Dios junto con Habacuc, sino que avive la predicación del evangelio de la salvación para que sea completado el número de los escogidos de Dios? Pero la realidad es que hay mucha convocatoria para pedirle a Dios que quite los males que ya nos aquejan y los que parecen inminentes; parece que no nos damos cuenta que el enemigo de los hombres está compulsando a los líderes religiosos a promover una diversidad de temas religiosos, con los cuales eclipsen la necesidad de cerciorarse que los creyentes estén comunicando las verdades elementales del Evangelio, para que creyéndolas los hombres se arrepientan y vengan a la luz que les iluminará, y con la cual iluminarán a otros alrededor. Esta es la obra que quiere Dios que le pidamos que avive, es decir, que los que han conocido la experiencia de la salvación no se dejen envolver en otros intereses, aunque parezcan buenos y loables, para dejar de proclamar las verdades del evangelio de la salvación; el testimonio escritural es que sólo cuando los hombres se convierten verdaderamente ellos se apartan de sus maldades, pero cómo sucederá si no hay quien les predique y les presente la puerta de escape de la esclavitud del pecado; es en este esfuerzo que debiéramos unirnos; esta acción es la más grande muestra de misericordia de Dios en medio del cumplimiento de sus designios de juicio por haberse aumentado la maldad; esto es volver a las sendas antiguas; Unirnos a la voz del profeta: En la ira acuérdate de la misericordia, porque no son nada agradables las cosas por venir. Todo esto puede sonar fatalista, pero gran error es que viendo abundar la maldad frente a nosotros nos volvamos a Dios sólo para pedirle que nos libre de las malas cosas presentes y por venir, y no busquemos incluirnos en lo que hemos llamado el cumplimiento de la gran comisión, esto es que el verdadero significado de la cruz de Cristo sea presentado a los hombres para su salvación, aunque ello implique riesgo de perder nuestras comodidades o la vida misma; pero acertadamente dijo un arriesgado misionero contemporáneo: Nadie es apto para morir por Cristo si no está viviendo por él.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades." (Is 64:7).
Dos mil setecientos cuarenta años se dice fácil; hace todo este tiempo que el bien reconocido Isaías como profeta del Señor, comenzó su ministerio; nada fácil resulta hablar asertivamente del significado de sus palabras, las cuales se remontan a tiempos aún más antiguos del pasado pero también a tiempos futuros, que bien podríamos calificar de apocalípticos; en esta ocasión no es mi propósito referirme a asuntos escatológicos, aunque tiene que ver con ello, sino más bien a las actitudes de los hombres en estos últimos tiempos, que en principio son similares pero más intensas que en los tiempos del profeta. Preguntémonos, si a Isaías se le diera el venir a nuestro presente ¿cómo expresaría esas mismas verdades frente a nuestra realidad? ¿Podríamos pensar que si sus afirmaciones de aquel tiempo suenan exageradas, no encontraría palabras adecuadas para describir la situación imperante en nuestros días? Al afirmar: Nadie hay que invoque tu nombre ¿Se estaría refiriendo sólo al pueblo israelita, o a los hombres en general? Para el caso del presente sólo basta observar que la religiosidad del hombre es manifiesta y abundante, sin embargo, no se apresta a buscar el punto de apoyo en Dios para llevar a cabo sus designios, sino en los recursos que puede mirar, palpar, o entender, y aún dentro del ámbito religioso. El punto importante para los que creemos a los profetas de las Escrituras es poder discernir quiénes son los hombres que hoy están hablando conforme al Espíritu que los movía a ellos, que no solamente estén denunciando y oponiéndose a las malas obras de los hombres, sino que se compunjan al igual que Daniel e Isaías y exclamen como ellos: Pecamos nosotros y nuestros padres (Dan 9:4-15; Is 64:5) y que exhorten a despertar del letargo que parece tendido en el mullido sillón de su religiosidad; tener un punto de apoyo adecuado y eficaz es tan importante que el científico matemático Arquímides plasmó su descubrimiento en esta frase: Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo. Cuando algún hombre ha manifestado tener su punto de apoyo en Aquél que creó el universo, y que sabe que somos como arcilla en sus manos han sucedido cosas, como abrirse el mar para salvar a un pueblo (Is 63:11-14); o detenerse el sol en un punto durante casi todo un día (Jos 10:12-13), o derribar un templo pagano con sólo dos brazos (Jue 16:28); o aún más hablar la verdad frente a un mundo incrédulo aunque ello ponga en riesgo las comodidades o la vida misma (Ap 2:10). El principio de la palanca que descubrió Arquímides ha de ser para los que decimos creer en Dios ni más ni menos que la fe; lo deplorable es que hemos estado apoyando esa palanca en todo menos en el que todo lo puede (Sal 52:5-7); es decir que lo hemos llamado omnipotente pero sólo de labios (Is 29:13), y en la práctica de la vida nos apoyamos en otros dioses, uno de los más sutiles y envolventes es el dios dinero, luego el dios intelecto, luego el dios poder político, el dios ego, y otros tantos que pasan inadvertidos; la consecuencia de esto para nuestro tiempo, como lo fue en el tiempo de Isaías, es que se ha venido marchitando la dignidad humana invadida por la injusticia, la violencia y la degradación moral, porque parece que Dios ha escondido su rostro; no importa cuánto maquillaje usemos para disimularlo esa es la realidad; y si hay algo práctico que conviene hacer es volver el corazón a las palabras del nazareno: Si tuviereis fe como un grano de mostaza, y aceptar que nuestro corazón divaga (Sal 95:10; (Heb 3:12-19), y no ha puesto su confianza en Dios (Sal 78:5-8), y aún los tenidos por más justos y santos han errado poniendo su confianza en sus propias justicias (Is 64:6; Rom 10:3; Lc 18:9-14); no hace falta preguntar si Dios quiere que los hombres despierten para apoyarse en Él; el asunto difícil no es despertar a un dormido, sino a un despierto (Jn 9:39).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Dos mil setecientos cuarenta años se dice fácil; hace todo este tiempo que el bien reconocido Isaías como profeta del Señor, comenzó su ministerio; nada fácil resulta hablar asertivamente del significado de sus palabras, las cuales se remontan a tiempos aún más antiguos del pasado pero también a tiempos futuros, que bien podríamos calificar de apocalípticos; en esta ocasión no es mi propósito referirme a asuntos escatológicos, aunque tiene que ver con ello, sino más bien a las actitudes de los hombres en estos últimos tiempos, que en principio son similares pero más intensas que en los tiempos del profeta. Preguntémonos, si a Isaías se le diera el venir a nuestro presente ¿cómo expresaría esas mismas verdades frente a nuestra realidad? ¿Podríamos pensar que si sus afirmaciones de aquel tiempo suenan exageradas, no encontraría palabras adecuadas para describir la situación imperante en nuestros días? Al afirmar: Nadie hay que invoque tu nombre ¿Se estaría refiriendo sólo al pueblo israelita, o a los hombres en general? Para el caso del presente sólo basta observar que la religiosidad del hombre es manifiesta y abundante, sin embargo, no se apresta a buscar el punto de apoyo en Dios para llevar a cabo sus designios, sino en los recursos que puede mirar, palpar, o entender, y aún dentro del ámbito religioso. El punto importante para los que creemos a los profetas de las Escrituras es poder discernir quiénes son los hombres que hoy están hablando conforme al Espíritu que los movía a ellos, que no solamente estén denunciando y oponiéndose a las malas obras de los hombres, sino que se compunjan al igual que Daniel e Isaías y exclamen como ellos: Pecamos nosotros y nuestros padres (Dan 9:4-15; Is 64:5) y que exhorten a despertar del letargo que parece tendido en el mullido sillón de su religiosidad; tener un punto de apoyo adecuado y eficaz es tan importante que el científico matemático Arquímides plasmó su descubrimiento en esta frase: Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo. Cuando algún hombre ha manifestado tener su punto de apoyo en Aquél que creó el universo, y que sabe que somos como arcilla en sus manos han sucedido cosas, como abrirse el mar para salvar a un pueblo (Is 63:11-14); o detenerse el sol en un punto durante casi todo un día (Jos 10:12-13), o derribar un templo pagano con sólo dos brazos (Jue 16:28); o aún más hablar la verdad frente a un mundo incrédulo aunque ello ponga en riesgo las comodidades o la vida misma (Ap 2:10). El principio de la palanca que descubrió Arquímides ha de ser para los que decimos creer en Dios ni más ni menos que la fe; lo deplorable es que hemos estado apoyando esa palanca en todo menos en el que todo lo puede (Sal 52:5-7); es decir que lo hemos llamado omnipotente pero sólo de labios (Is 29:13), y en la práctica de la vida nos apoyamos en otros dioses, uno de los más sutiles y envolventes es el dios dinero, luego el dios intelecto, luego el dios poder político, el dios ego, y otros tantos que pasan inadvertidos; la consecuencia de esto para nuestro tiempo, como lo fue en el tiempo de Isaías, es que se ha venido marchitando la dignidad humana invadida por la injusticia, la violencia y la degradación moral, porque parece que Dios ha escondido su rostro; no importa cuánto maquillaje usemos para disimularlo esa es la realidad; y si hay algo práctico que conviene hacer es volver el corazón a las palabras del nazareno: Si tuviereis fe como un grano de mostaza, y aceptar que nuestro corazón divaga (Sal 95:10; (Heb 3:12-19), y no ha puesto su confianza en Dios (Sal 78:5-8), y aún los tenidos por más justos y santos han errado poniendo su confianza en sus propias justicias (Is 64:6; Rom 10:3; Lc 18:9-14); no hace falta preguntar si Dios quiere que los hombres despierten para apoyarse en Él; el asunto difícil no es despertar a un dormido, sino a un despierto (Jn 9:39).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
"Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Rom 10:17)
Siempre que las palabras: Así que, aparecen como inicio de una afirmación es que sin duda se nos está comunicando una conclusión respecto a un tema central; pero algo que se supone que debe haberse dado en nuestro entendimiento es que toda la exposición previa ha sido asimilada para poder estar de acuerdo con los detalles posteriores. Versículos como este son muy memorizados y usados, pero en mucho sacados del contexto de la intención del autor, en este caso Pablo, aunque debiéramos decir del Espíritu Santo; todo esto por no poner atención a los razonamientos y palabras alrededor, y aún más por no inquirir desde el corazón al dador de la palabra para que sea él quien nos abra el entendimiento y así no caigamos en especulaciones intelectuales. Podríamos parafrasear este verso diciendo: no se puede creer si no se oye, pero creer para salvación sólo oyendo la palabra de Dios. Es decir, que podemos afirmar con certeza que la salvación de Dios se manifiesta cuando hay una voz que habla su verdad y un oído que la cree. Esta afirmación que hace el apóstol se genera de dos palabras muy conocidas y repetidas, pero muy poco aquilatadas, dos verbos: Invocar y salvar; él asevera que el primer verbo da lugar al segundo diciendo: porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Rom 10:13). Todo aquel quiere decir que no hay distinción de personas (Rom 10:12), dicho de otro modo, quien quiera que sea que invoque al Señor, alcanzará salvación; cualquiera pudiera decir "pues qué fácil está la salvación". Es lo que parece si no ponemos atención a lo que sigue diciendo: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? (Rom 10:14). Aquí ya empezamos a ver el tuétano del asunto, y para entenderlo mejor veamos lo que dice el salmista: Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras (Sal 145:18); esto quiere decir que no todas las invocaciones tienen eco; la invocación no es un abra cadabra, ella tiene que fluír de un corazón que de veras cree, uno que sabe que no tiene que andar buscando la palabra fuera de sí mismo; por eso es que dice Pablo: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón (Rom 10:8). El punto es que para que la fe de salvación se manifieste es necesario oír, pero oír la palabra de Dios, y para esto a su vez es necesario que haya quien la predique; pero aún más, detrás de todo predicador debe haber alguien que lo envíe, no puede ser otro sino El Padre; Cristo mismo, en la manifestación del Espíritu Santo. Lo hizo desde el principio enviando a sus profetas; a Isaías se lo manifestó en forma retórica diciéndole: ¿A quién enviaré...? (Is 6:8); Jesús lo hizo con sus apóstoles: A estos doce envió Jesús (Mt 10:5); luego los apóstoles enviaron a otros, y así tendrá que ser hasta que el Señor venga; el objetivo siempre será el mismo: Ofrecer la salvación eterna a los hombres; pero hoy, más que en otros tiempos, además de que muchos se adjudican llamamientos, éstos están ofertando salvación pero en cuestiones de la economía, de la salud, de la inseguridad y en tantas cosas que resulten atractivas y de interés para esta vida temporal, y púlpitos y cátedras se están usando para mil temas menos para mostrarles el camino de la salvación a los que quieren oír. Una cosa es ciertísima; el Señor está esperando siempre ser invocado (Sal 34:15), pero con la invocación de un corazón que le ha creído en razón de que un predicador (no un comerciante de la fe), le habló la palabra de verdad (2 Cor 6:7; Ef 1:13; 2 Tim 2:15; Stgo 1:18), entendemos la relevancia de este factor al ver cómo Pablo cita las palabras de Isaías: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Rom 10:15; Is 52:7; Rom 10:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Siempre que las palabras: Así que, aparecen como inicio de una afirmación es que sin duda se nos está comunicando una conclusión respecto a un tema central; pero algo que se supone que debe haberse dado en nuestro entendimiento es que toda la exposición previa ha sido asimilada para poder estar de acuerdo con los detalles posteriores. Versículos como este son muy memorizados y usados, pero en mucho sacados del contexto de la intención del autor, en este caso Pablo, aunque debiéramos decir del Espíritu Santo; todo esto por no poner atención a los razonamientos y palabras alrededor, y aún más por no inquirir desde el corazón al dador de la palabra para que sea él quien nos abra el entendimiento y así no caigamos en especulaciones intelectuales. Podríamos parafrasear este verso diciendo: no se puede creer si no se oye, pero creer para salvación sólo oyendo la palabra de Dios. Es decir, que podemos afirmar con certeza que la salvación de Dios se manifiesta cuando hay una voz que habla su verdad y un oído que la cree. Esta afirmación que hace el apóstol se genera de dos palabras muy conocidas y repetidas, pero muy poco aquilatadas, dos verbos: Invocar y salvar; él asevera que el primer verbo da lugar al segundo diciendo: porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Rom 10:13). Todo aquel quiere decir que no hay distinción de personas (Rom 10:12), dicho de otro modo, quien quiera que sea que invoque al Señor, alcanzará salvación; cualquiera pudiera decir "pues qué fácil está la salvación". Es lo que parece si no ponemos atención a lo que sigue diciendo: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? (Rom 10:14). Aquí ya empezamos a ver el tuétano del asunto, y para entenderlo mejor veamos lo que dice el salmista: Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras (Sal 145:18); esto quiere decir que no todas las invocaciones tienen eco; la invocación no es un abra cadabra, ella tiene que fluír de un corazón que de veras cree, uno que sabe que no tiene que andar buscando la palabra fuera de sí mismo; por eso es que dice Pablo: Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón (Rom 10:8). El punto es que para que la fe de salvación se manifieste es necesario oír, pero oír la palabra de Dios, y para esto a su vez es necesario que haya quien la predique; pero aún más, detrás de todo predicador debe haber alguien que lo envíe, no puede ser otro sino El Padre; Cristo mismo, en la manifestación del Espíritu Santo. Lo hizo desde el principio enviando a sus profetas; a Isaías se lo manifestó en forma retórica diciéndole: ¿A quién enviaré...? (Is 6:8); Jesús lo hizo con sus apóstoles: A estos doce envió Jesús (Mt 10:5); luego los apóstoles enviaron a otros, y así tendrá que ser hasta que el Señor venga; el objetivo siempre será el mismo: Ofrecer la salvación eterna a los hombres; pero hoy, más que en otros tiempos, además de que muchos se adjudican llamamientos, éstos están ofertando salvación pero en cuestiones de la economía, de la salud, de la inseguridad y en tantas cosas que resulten atractivas y de interés para esta vida temporal, y púlpitos y cátedras se están usando para mil temas menos para mostrarles el camino de la salvación a los que quieren oír. Una cosa es ciertísima; el Señor está esperando siempre ser invocado (Sal 34:15), pero con la invocación de un corazón que le ha creído en razón de que un predicador (no un comerciante de la fe), le habló la palabra de verdad (2 Cor 6:7; Ef 1:13; 2 Tim 2:15; Stgo 1:18), entendemos la relevancia de este factor al ver cómo Pablo cita las palabras de Isaías: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! (Rom 10:15; Is 52:7; Rom 10:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Pues aunque sea tosco en la palabra, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos demostrado" (2 Cor 11:6).
No es nuevo que los hombres se deslumbren por la elocuencia de alguno o algunos, para concederles autoridad a sus ideas y se dejen así conducir por ellos, o simplemente que consideren de más valía al que tiene facilidad de palabra; el mismo Moisés se sintió no apto para enfrentar al faraón porque se estimaba torpe en el hablar (Ex 6:30). No cabe duda, pues, que el habla tiene en sí misma más poder de influencia de lo que pensamos, por eso es que Jesús dejó bien asentado esto al afirmar que de toda palabra ociosa se tendrá que dar cuenta en el día del juicio (Mt 12:36); el colmo es que los hombres llegan a pensar que podrán moverle la mano a Dios por sus muchas palabras; también esto lo hizo notar Jesús (Mt 6:7), y aún Salomón (Ecl 5:2); y a veces en lo cotidiano hemos dicho u oído decir que las palabras pueden herir más que los golpes; estas armas han sido y seguirán siendo las que se blandirán en contra de los que se aprestan a llevar la palabra con base en el conocimiento (1 Cor 1:17, 2:1, 2:4, 2:13, 4:20; 1 Tes 2:5; 1 P 4:11) y no en la habilidad para hablar; los apóstoles tuvieron que enfrentar a este tipo de hombres (3 Jn 1:10) una y otra vez (2 P 2:3; Rom 16:18; Ef 5:6; Col 2:4; 1 Tim 6:3-4; 2 Tim 4:15; 2 P 2:18); en esta ocasión Pablo tiene que hacerles notar a los cristianos de Corinto que es mejor el conocimiento que la elocuencia, porque se estaban dejando arrastrar por hombres dotados en el habla, y aún haciendo comparaciones le estaban haciendo menos a él, obviamente a sus espaldas (2 Cor 11:4-5). Los tiempos actuales son aún más peligrosos en este sentido, porque con Biblia en mano se han levantado multitud de llamados líderes cristianos jalando por aquí y por allá a los que buscan satisfacer la necesidad de ser guiados o enseñados en cuanto al conocimiento de Dios; la pregunta es: ¿Qué debemos hacer? no es complicado para los que de corazón han creído al evangelio, es decir, para los que han accedido al reino de Dios por la puerta estrecha; dicho de otro modo, para aquellos cuyo fundamento de su fe está en la cruz; para los que están convencidos de que el conocimiento de los designios de Dios sólo se obtiene por la voz del Espíritu Santo en su palabra; es evidente que esto no se da por sí sólo, sino que hay que pagar un precio, esto es, adoptar la disciplina de la búsqueda de Dios, la cual yo he llamado la triple disciplina para el crecimiento interior; buscar el conocimiento de Dios por medio de la ORACIÓN; por medio del ESTUDIO DE LA PALABRA; y por medio de la COMUNIÓN con los que de corazón invocan al Señor. Esto se ve aparentemente fácil, pero la fortaleza de su sencillez está en hacerlo por la fe, porque sin ella es imposible agradar a Dios, es decir, que de no ser así, entonces será solamente una rutina desprovista de propósito, una práctica religiosa vacía de Dios. Es ni más ni menos que volver a las sendas antiguas (Jer 6:16); que para las mentes liberales es locura, y para los religiosos legalistas tropezadero; como lo dejó bien consignado el Espíritu Santo por la pluma del apóstol (1 Cor 1:23).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
No es nuevo que los hombres se deslumbren por la elocuencia de alguno o algunos, para concederles autoridad a sus ideas y se dejen así conducir por ellos, o simplemente que consideren de más valía al que tiene facilidad de palabra; el mismo Moisés se sintió no apto para enfrentar al faraón porque se estimaba torpe en el hablar (Ex 6:30). No cabe duda, pues, que el habla tiene en sí misma más poder de influencia de lo que pensamos, por eso es que Jesús dejó bien asentado esto al afirmar que de toda palabra ociosa se tendrá que dar cuenta en el día del juicio (Mt 12:36); el colmo es que los hombres llegan a pensar que podrán moverle la mano a Dios por sus muchas palabras; también esto lo hizo notar Jesús (Mt 6:7), y aún Salomón (Ecl 5:2); y a veces en lo cotidiano hemos dicho u oído decir que las palabras pueden herir más que los golpes; estas armas han sido y seguirán siendo las que se blandirán en contra de los que se aprestan a llevar la palabra con base en el conocimiento (1 Cor 1:17, 2:1, 2:4, 2:13, 4:20; 1 Tes 2:5; 1 P 4:11) y no en la habilidad para hablar; los apóstoles tuvieron que enfrentar a este tipo de hombres (3 Jn 1:10) una y otra vez (2 P 2:3; Rom 16:18; Ef 5:6; Col 2:4; 1 Tim 6:3-4; 2 Tim 4:15; 2 P 2:18); en esta ocasión Pablo tiene que hacerles notar a los cristianos de Corinto que es mejor el conocimiento que la elocuencia, porque se estaban dejando arrastrar por hombres dotados en el habla, y aún haciendo comparaciones le estaban haciendo menos a él, obviamente a sus espaldas (2 Cor 11:4-5). Los tiempos actuales son aún más peligrosos en este sentido, porque con Biblia en mano se han levantado multitud de llamados líderes cristianos jalando por aquí y por allá a los que buscan satisfacer la necesidad de ser guiados o enseñados en cuanto al conocimiento de Dios; la pregunta es: ¿Qué debemos hacer? no es complicado para los que de corazón han creído al evangelio, es decir, para los que han accedido al reino de Dios por la puerta estrecha; dicho de otro modo, para aquellos cuyo fundamento de su fe está en la cruz; para los que están convencidos de que el conocimiento de los designios de Dios sólo se obtiene por la voz del Espíritu Santo en su palabra; es evidente que esto no se da por sí sólo, sino que hay que pagar un precio, esto es, adoptar la disciplina de la búsqueda de Dios, la cual yo he llamado la triple disciplina para el crecimiento interior; buscar el conocimiento de Dios por medio de la ORACIÓN; por medio del ESTUDIO DE LA PALABRA; y por medio de la COMUNIÓN con los que de corazón invocan al Señor. Esto se ve aparentemente fácil, pero la fortaleza de su sencillez está en hacerlo por la fe, porque sin ella es imposible agradar a Dios, es decir, que de no ser así, entonces será solamente una rutina desprovista de propósito, una práctica religiosa vacía de Dios. Es ni más ni menos que volver a las sendas antiguas (Jer 6:16); que para las mentes liberales es locura, y para los religiosos legalistas tropezadero; como lo dejó bien consignado el Espíritu Santo por la pluma del apóstol (1 Cor 1:23).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular" (1 Cor 12:25-27).
Un gran número de cristianos nominales se han acomodado con la idea de que la iglesia de Jesucristo es la que se ve con los ojos físicos, lo cual ha dado pie a una concepción errada de la enseñanza apostólica, y a causa de ello han adoptado doctrinas legalistas con las cuales pretenden ajustarla y presentarla delante de Dios como se supone y se espera que ella debe ser, buscando desmancharla de las huellas de la debilidad humana que a todas luces ha quedado bien manifiesta en un sin fin de desavenencias que se han gestado dentro de ella en el transcurso de la historia; a la par de esto, los tiempos modernos han dado a luz una facción que pretende manejarla como una empresa, dejando incursionar un liberalismo teológico que se define con el anglicismo coloquial expresado en la palabra "light"; como resultado de esto, el mundo ve a la iglesia como una diversidad de colores doctrinales y costumbristas, en muchos casos no congruente con la sencilla definición apostólica de lo que ella es. El punto importante a entender es la definición de iglesia en la mente de Dios, la cual no se origina en el plano temporal, sino en la misma eternidad (Ef 1:3-4; 5:26); siendo ella el cuerpo de Cristo, su concepción ha de estar acorde con la preexistencia de su creador; no va con Jesús ser cabeza de un cuerpo al que algunos han calificado de "iglesia mundana", juicio nacido sólo de lo que los ojos ven, ignorando que la iglesia de Jesucristo ya es santa, pura, y gloriosa, y sin mancha ni arruga o cosas semejantes; un cuerpo así no va con las desavenencias que causan división, sino la unidad y la concordia; pero el punto es que la realidad en la práctica parece ser otra: La irónica realidad de que enarbolando la misma Biblia la institución eclesial es nido de diversos puntos de vista, que a su vez generan diversos estilos de comportamiento cúltico que la mantienen fragmentada, testificada por los denominacionalismos existentes, unos viejos, otros menos viejos, unos jóvenes y otros naciendo por allí. Con todo esto frente a nosotros no falta quien exclame: ¿Qué está pasando? Podríamos entender la situación con este ejemplo visto en el cuerpo humano: Su visible mal funcionamiento exterior es causado por el mal funcionamiento de las cosas invisibles que hay en su interior; por ejemplo, la anemia vista en un rostro pálido es el efecto de una sangre deficiente; de igual manera, la parte visible de la iglesia nos está diciendo que hay algo mal en su interior; ¿Qué es ese mal? Si aceptamos que la palabra de Dios es lo que da vida, tanto al individuo como a las congregaciones, y descubrimos que ella es lo que escasea, entonces nos explicaremos por qué estan así las cosas. Los apóstoles advirtieron, y lo siguen haciendo por sus escritos hasta hoy, acerca de estos males (Hech 20:28-32; 2 P 2:1; 1 Jn 4:1). ¿Podríamos a raíz de esto concluír que la iglesia de Cristo está débil?; por supuesto que no; la verdad es que en las congregaciones como en el mundo entero el trigo y la cizaña han de crecer juntos; así lo explicó Jesús (Mt. 13:24-30); pero en estos últimos tiempos, parece que ha habido más sembradores de cizaña; la buena noticia es que si en una congregación hay sólo dos que han sido añadidos a la iglesia de Cristo, porque han sido santificados por la sangre del Cordero de Dios, con ellos a Dios le es suficiente para hacer notorio el poder de su presencia; obvio que tendrán que enfrentar la misma lucha que enfrentaron los hermanos que despreciaron su vida hasta la muerte con tal de que la palabra de Dios, esto es, su verdad, fuera predicada (Apoc 12:11). La iglesia de Cristo vive porque Dios no es Dios de muertos; y ella se manifestará por todo el mundo a través de los que verdaderamente viven por su palabra, y saldrá de los diferentes colores denominacionales, o de raza, grandes o pequeños; para cumplir los designios de Jesucristo, su cabeza. A Él sea la gloria (1 P 5:11; Ef 3:10).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Un gran número de cristianos nominales se han acomodado con la idea de que la iglesia de Jesucristo es la que se ve con los ojos físicos, lo cual ha dado pie a una concepción errada de la enseñanza apostólica, y a causa de ello han adoptado doctrinas legalistas con las cuales pretenden ajustarla y presentarla delante de Dios como se supone y se espera que ella debe ser, buscando desmancharla de las huellas de la debilidad humana que a todas luces ha quedado bien manifiesta en un sin fin de desavenencias que se han gestado dentro de ella en el transcurso de la historia; a la par de esto, los tiempos modernos han dado a luz una facción que pretende manejarla como una empresa, dejando incursionar un liberalismo teológico que se define con el anglicismo coloquial expresado en la palabra "light"; como resultado de esto, el mundo ve a la iglesia como una diversidad de colores doctrinales y costumbristas, en muchos casos no congruente con la sencilla definición apostólica de lo que ella es. El punto importante a entender es la definición de iglesia en la mente de Dios, la cual no se origina en el plano temporal, sino en la misma eternidad (Ef 1:3-4; 5:26); siendo ella el cuerpo de Cristo, su concepción ha de estar acorde con la preexistencia de su creador; no va con Jesús ser cabeza de un cuerpo al que algunos han calificado de "iglesia mundana", juicio nacido sólo de lo que los ojos ven, ignorando que la iglesia de Jesucristo ya es santa, pura, y gloriosa, y sin mancha ni arruga o cosas semejantes; un cuerpo así no va con las desavenencias que causan división, sino la unidad y la concordia; pero el punto es que la realidad en la práctica parece ser otra: La irónica realidad de que enarbolando la misma Biblia la institución eclesial es nido de diversos puntos de vista, que a su vez generan diversos estilos de comportamiento cúltico que la mantienen fragmentada, testificada por los denominacionalismos existentes, unos viejos, otros menos viejos, unos jóvenes y otros naciendo por allí. Con todo esto frente a nosotros no falta quien exclame: ¿Qué está pasando? Podríamos entender la situación con este ejemplo visto en el cuerpo humano: Su visible mal funcionamiento exterior es causado por el mal funcionamiento de las cosas invisibles que hay en su interior; por ejemplo, la anemia vista en un rostro pálido es el efecto de una sangre deficiente; de igual manera, la parte visible de la iglesia nos está diciendo que hay algo mal en su interior; ¿Qué es ese mal? Si aceptamos que la palabra de Dios es lo que da vida, tanto al individuo como a las congregaciones, y descubrimos que ella es lo que escasea, entonces nos explicaremos por qué estan así las cosas. Los apóstoles advirtieron, y lo siguen haciendo por sus escritos hasta hoy, acerca de estos males (Hech 20:28-32; 2 P 2:1; 1 Jn 4:1). ¿Podríamos a raíz de esto concluír que la iglesia de Cristo está débil?; por supuesto que no; la verdad es que en las congregaciones como en el mundo entero el trigo y la cizaña han de crecer juntos; así lo explicó Jesús (Mt. 13:24-30); pero en estos últimos tiempos, parece que ha habido más sembradores de cizaña; la buena noticia es que si en una congregación hay sólo dos que han sido añadidos a la iglesia de Cristo, porque han sido santificados por la sangre del Cordero de Dios, con ellos a Dios le es suficiente para hacer notorio el poder de su presencia; obvio que tendrán que enfrentar la misma lucha que enfrentaron los hermanos que despreciaron su vida hasta la muerte con tal de que la palabra de Dios, esto es, su verdad, fuera predicada (Apoc 12:11). La iglesia de Cristo vive porque Dios no es Dios de muertos; y ella se manifestará por todo el mundo a través de los que verdaderamente viven por su palabra, y saldrá de los diferentes colores denominacionales, o de raza, grandes o pequeños; para cumplir los designios de Jesucristo, su cabeza. A Él sea la gloria (1 P 5:11; Ef 3:10).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
MEDITA CONMIGO
JULIO 2018
"Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta." (Stg 2:26).
Santiago aborda esta verdad con una pregunta que parece contraponerse con la verdad fundamental de que el hombre es salvo sólo por fe: ¿ P o d r á la f e s alv a rle ? (Stg 2:14) . Si no se atiende meditadamente la exposición que él hace al respecto se puede caer en una vacilación que redundará en quedar en uno de dos extremos: O en el de que la fe necesita algo más, o en el de que la fe y las obras son dos cosas independientes.
Una cosa que debemos notar es que esa pregunta la hace sólo en el primer aspecto que nos presenta, esto es, en el caso de que alguien arguye que no importa que no haga buenas obras, que lo único que necesita es tener fe; y ya en el segundo, esto es, en el de aquel que dice: Yo te mostraré que tengo fe haciendo obras, y esperaríamos que ahora preguntara: ¿Podrán las obras salvarle? en lugar de esto vemos que emite una expresión que parece extrema: Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan.
¿Qué está queriendo decir con esta última afirmación? a veces decimos, u oímos decir: Lo tenía frente a mis narices y no lo veía. Así es, Santiago está diciendo simplemente que los hombres pueden ejercer la fe sólo cerebralmente, es decir, con el intelecto a secas, y así fabrican sus conceptos teológicos nacidos de lo terrenal, animal, diabólico (Stg 3:15); más adelante él infiere que hay una sabiduría diabólica; que puede parecer muy inteligente, pero al fin su procedencia viene del mal; esto es lo único que explica que en nombre de la fe los hombres han hecho y siguen haciendo atrocidades con apariencia de piedad (2 Tim 3:1-5). Ningún predicador va a los hombres para hablarles de Dios diciendo que va de parte del diablo; no obstante muchos incrédulos son grandes religiosos, y caminan creyendo de la misma manera que lo hacen los demonios. La siguiente expresión de Santiago es muy elocuente, la cual es una interrogante pero con una reveladora afirmación: ¿ Mas quieres saber, hombre vano, ... ? ¿A quién se dirige ahora? Pues a los que muestran su vacío de fe, es decir, los que piensan y argumentan de esta manera respecto a la fe, vano quiere decir vacío .
Cuando nos presenta el ejemplo de Abraham (Stgo. 2:23) nos deja ver la sustancia de lo que es la fe verdadera, no porque sí, este hombre es llamado padre de la fe; esta fe verdadera conlleva la justicia de Dios; sin ella la fe no es fe, sino sugestión terrenal; es decir, influencia diabólica. Abraham no ofreció a su hijo para demostrarle a Dios que le creía, sino porque le creía lo hizo, es de Su justicia pedir lo que le pertenece y es de justicia dárselo; por eso es que Santiago dice
que la fe actúa juntamente con las obras. Podemos entender más claramente con el siguiente símil; un hombre no dice: Voy a pensar para demostrar que soy hombre; simplemente piensa porque es hombre; un manzano da manzanas porque es manzano; así de la misma manera, el hombre que le cree a Dios simplemente actúa de acuerdo al linaje con que ha sido investido; al usar la palabra juntamente, Santiago
está queriendo decir que en un hombre que cree verdaderamente, las obras son inherentes a él; nunca anda queriendo exhibir su fe por sus obras, no obstante que sus obras hablan de su fe. Dicho en palabras simples, la fe verdadera inevitablemente genera obras, pero las obras en sí mismas no siempre son de fe. Santiago jamás está dando a entender que hay fe viva y que hay fe muerta, lo que quiere comunicar simplemente es que hay, o no hay; así como Jesús le dijo a sus discípulos: S i tuvi e reis fe ... (Lucas 17:6)
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
Santiago aborda esta verdad con una pregunta que parece contraponerse con la verdad fundamental de que el hombre es salvo sólo por fe: ¿ P o d r á la f e s alv a rle ? (Stg 2:14) . Si no se atiende meditadamente la exposición que él hace al respecto se puede caer en una vacilación que redundará en quedar en uno de dos extremos: O en el de que la fe necesita algo más, o en el de que la fe y las obras son dos cosas independientes.
Una cosa que debemos notar es que esa pregunta la hace sólo en el primer aspecto que nos presenta, esto es, en el caso de que alguien arguye que no importa que no haga buenas obras, que lo único que necesita es tener fe; y ya en el segundo, esto es, en el de aquel que dice: Yo te mostraré que tengo fe haciendo obras, y esperaríamos que ahora preguntara: ¿Podrán las obras salvarle? en lugar de esto vemos que emite una expresión que parece extrema: Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan.
¿Qué está queriendo decir con esta última afirmación? a veces decimos, u oímos decir: Lo tenía frente a mis narices y no lo veía. Así es, Santiago está diciendo simplemente que los hombres pueden ejercer la fe sólo cerebralmente, es decir, con el intelecto a secas, y así fabrican sus conceptos teológicos nacidos de lo terrenal, animal, diabólico (Stg 3:15); más adelante él infiere que hay una sabiduría diabólica; que puede parecer muy inteligente, pero al fin su procedencia viene del mal; esto es lo único que explica que en nombre de la fe los hombres han hecho y siguen haciendo atrocidades con apariencia de piedad (2 Tim 3:1-5). Ningún predicador va a los hombres para hablarles de Dios diciendo que va de parte del diablo; no obstante muchos incrédulos son grandes religiosos, y caminan creyendo de la misma manera que lo hacen los demonios. La siguiente expresión de Santiago es muy elocuente, la cual es una interrogante pero con una reveladora afirmación: ¿ Mas quieres saber, hombre vano, ... ? ¿A quién se dirige ahora? Pues a los que muestran su vacío de fe, es decir, los que piensan y argumentan de esta manera respecto a la fe, vano quiere decir vacío .
Cuando nos presenta el ejemplo de Abraham (Stgo. 2:23) nos deja ver la sustancia de lo que es la fe verdadera, no porque sí, este hombre es llamado padre de la fe; esta fe verdadera conlleva la justicia de Dios; sin ella la fe no es fe, sino sugestión terrenal; es decir, influencia diabólica. Abraham no ofreció a su hijo para demostrarle a Dios que le creía, sino porque le creía lo hizo, es de Su justicia pedir lo que le pertenece y es de justicia dárselo; por eso es que Santiago dice
que la fe actúa juntamente con las obras. Podemos entender más claramente con el siguiente símil; un hombre no dice: Voy a pensar para demostrar que soy hombre; simplemente piensa porque es hombre; un manzano da manzanas porque es manzano; así de la misma manera, el hombre que le cree a Dios simplemente actúa de acuerdo al linaje con que ha sido investido; al usar la palabra juntamente, Santiago
está queriendo decir que en un hombre que cree verdaderamente, las obras son inherentes a él; nunca anda queriendo exhibir su fe por sus obras, no obstante que sus obras hablan de su fe. Dicho en palabras simples, la fe verdadera inevitablemente genera obras, pero las obras en sí mismas no siempre son de fe. Santiago jamás está dando a entender que hay fe viva y que hay fe muerta, lo que quiere comunicar simplemente es que hay, o no hay; así como Jesús le dijo a sus discípulos: S i tuvi e reis fe ... (Lucas 17:6)
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava.
"Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único" (Gen 22:11-12).
Debido a que nuestra naturaleza humana está intrínsecamente ligada y envuelta en esta dimensión temporal, caemos en el error de hacerle un perfil a Dios de acuerdo a ella; es decir, nos olvidamos de mantener en cuenta su carácter, tan fuera de la comprensión humana, y pretendemos alinearlo con nuestro pensamiento (Is 55: 8 - 9), y así interpretar sus acciones registradas en las Escrituras; es por esto que alguna vez Jesús preguntó a alguien que lo cuestionaba: ¿Cómo lees? (Lc 10:26). Si tenemos cuidado de no caer en ello, con toda seguridad encontraremos en este pasaje algo más que Dios quiere que veamos para nuestro beneficio a través del ejemplo de su trato con el padre Abraham. En primer lugar destaquemos para ello las palabras clave de este pasaje: Ya conozco que temes a Dios; aquí lo que fácilmente se puede pensar es que Dios estaba comunicándole a Abraham: Ahora me doy cuenta que me temes; ¿Cómo es posible pensar que Dios le estaba probando para corroborar su fe? ¿Acaso para ello su omnisciencia no le servía? ¿No sabía él desde antes cuál sería la respuesta de Abraham? Por supuesto que sí; entonces, ¿Cuál fue el propósito de la solicitud de Dios hecha al hombre llamado padre de la fe? Sin duda no el de saber si Abraham le amaba, sino para que Abraham comprobara con absoluta certeza que era amado de Dios; porque él sería su instrumento para pasar o heredar este mensaje de amor a toda su descendencia; y aquí no estoy haciendo alusión elitista a la nación llamada Israel, no, sino a todos los que por la fe se convierten en descendientes de Abraham y se cumpla así la palabra: Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones (Gal 3:8). Así que cuando somos probados, miremos que como Abraham somos amados, y que si somos de la fe de Jesús, somos justificados y hechos descendientes del padre de la fe; y en ningún momento pensemos que hemos de hacerle ver a Dios que lo amamos, porque él ve ahora el amor de su Hijo en nosotros, sino que quiere que alimentemos la certeza de su amor; por ello dice la Escritura Jehová prueba al justo (Sal 11:5); pero no para saber si el justo le ama, sino para hacerle saber que es amado y para que su amor retroalimente su amor hacia él; por ello Juan dice: nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Debido a que nuestra naturaleza humana está intrínsecamente ligada y envuelta en esta dimensión temporal, caemos en el error de hacerle un perfil a Dios de acuerdo a ella; es decir, nos olvidamos de mantener en cuenta su carácter, tan fuera de la comprensión humana, y pretendemos alinearlo con nuestro pensamiento (Is 55: 8 - 9), y así interpretar sus acciones registradas en las Escrituras; es por esto que alguna vez Jesús preguntó a alguien que lo cuestionaba: ¿Cómo lees? (Lc 10:26). Si tenemos cuidado de no caer en ello, con toda seguridad encontraremos en este pasaje algo más que Dios quiere que veamos para nuestro beneficio a través del ejemplo de su trato con el padre Abraham. En primer lugar destaquemos para ello las palabras clave de este pasaje: Ya conozco que temes a Dios; aquí lo que fácilmente se puede pensar es que Dios estaba comunicándole a Abraham: Ahora me doy cuenta que me temes; ¿Cómo es posible pensar que Dios le estaba probando para corroborar su fe? ¿Acaso para ello su omnisciencia no le servía? ¿No sabía él desde antes cuál sería la respuesta de Abraham? Por supuesto que sí; entonces, ¿Cuál fue el propósito de la solicitud de Dios hecha al hombre llamado padre de la fe? Sin duda no el de saber si Abraham le amaba, sino para que Abraham comprobara con absoluta certeza que era amado de Dios; porque él sería su instrumento para pasar o heredar este mensaje de amor a toda su descendencia; y aquí no estoy haciendo alusión elitista a la nación llamada Israel, no, sino a todos los que por la fe se convierten en descendientes de Abraham y se cumpla así la palabra: Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones (Gal 3:8). Así que cuando somos probados, miremos que como Abraham somos amados, y que si somos de la fe de Jesús, somos justificados y hechos descendientes del padre de la fe; y en ningún momento pensemos que hemos de hacerle ver a Dios que lo amamos, porque él ve ahora el amor de su Hijo en nosotros, sino que quiere que alimentemos la certeza de su amor; por ello dice la Escritura Jehová prueba al justo (Sal 11:5); pero no para saber si el justo le ama, sino para hacerle saber que es amado y para que su amor retroalimente su amor hacia él; por ello Juan dice: nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
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Fernando H. Nava
"Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Rom. 3:21-23
Cuando Pablo dice aparte de la ley, no está queriendo decir además de la ley; los que interpretan así esta Escritura son los tendenciosos legalistas, y con ello dejan armada una trampa de manipulación para la conciencia humana, usándola como resquicio para imponer artificiosamente el peso de la ley sobre ella (Col 2:20-21); la justicia de Dios siempre ha estado, porque Él es justo, y no hay injusticia en Él (Rom 3:4 y 9:14; Sal 51:4), la ley es espiritual porque nace de Dios y sus mandamientos son santos y justos (Rom 7:12-14), pero no fue dada para justificar sino para testificar de la justicia de Dios, por eso es que de principio a fin está prefijando al Redentor, al Salvador, al Libertador; en el cual el hombre es justificado poniendo su fe en Él, desde Adán hasta el último hombre del último día de esta historia (Rom 3:30); Jesús el Hijo de Dios es preexistente, y sólo por la fe es que los justificados le han podido ver desde antes de su manifestación en nuestra dimensión temporal (Heb 11:27); y de este misterio es del que Pablo afirma que es administrador (1 Cor 2:7 y 4:1; Col 1:27; 1 Tim 3:16; Ef:3:8-12); así que al decir Pablo, pero ahora, no está significando que la justicia de Dios no haya estado para los hombres; sino que su justicia estaba siendo revelada en un hombre de carne y hueso cuyo sacrificio consumaría la reconciliación de todas las cosas con el creador, aún en lo intemporal (Ef 1:10; Col 1:20). Ahora el mismo ojo humano sería testigo del cumplimiento del salmo profético que dice: la justicia y la paz se besaron (Sal 85:9-13), y su salvación cercana a todos los que le creen, y dice Pablo con énfasis: Para todos, y así engarzar la siguiente afirmación: Porque no hay diferencia, es decir, no hay exentos, o acepciones (Rom 2:11; 1 P 1:17), todos nacimos cortados con la misma tijera; los que no conocen la ley en letra, la conocen por la ley escrita en sus corazones y sus conciencias lo testifican, siendo así ley para sí mismos (Rom 2:14-16), y esta ley es la que provee el conocimiento del pecado (Rom 3:20 y 7:7), por eso es que los hombres viven por nacimiento claudicando entre dos caminos: el bien y el mal; tal es así que Pablo exclama: ¡Miserable de mí! Y la única explicación es: Por cuanto todos pecaron; notemos aquí que el tiempo del verbo está en pasado; por qué no dice por cuanto todos pecan, es que la alusión es al hecho de que en Adán todos pecamos, es decir, fuimos destituídos de Su gloria por el pecado de un hombre, y por éste la muerte nos quedó como herencia (1 Cor 15:21-22; Rom 5:12). Pero en donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rom 5:20), esto es, que nos fue dado el don inmerecido de que sólo por creer en el corazón que Jesús es el Hijo de Dios la justicia de Dios nos envuelve y nos lleva de la muerte a la vida (Rom 5:17 y 10:9-13). Este es el sencillo y profundo mensaje del Evangelio: Rom 5:1-10).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Cuando Pablo dice aparte de la ley, no está queriendo decir además de la ley; los que interpretan así esta Escritura son los tendenciosos legalistas, y con ello dejan armada una trampa de manipulación para la conciencia humana, usándola como resquicio para imponer artificiosamente el peso de la ley sobre ella (Col 2:20-21); la justicia de Dios siempre ha estado, porque Él es justo, y no hay injusticia en Él (Rom 3:4 y 9:14; Sal 51:4), la ley es espiritual porque nace de Dios y sus mandamientos son santos y justos (Rom 7:12-14), pero no fue dada para justificar sino para testificar de la justicia de Dios, por eso es que de principio a fin está prefijando al Redentor, al Salvador, al Libertador; en el cual el hombre es justificado poniendo su fe en Él, desde Adán hasta el último hombre del último día de esta historia (Rom 3:30); Jesús el Hijo de Dios es preexistente, y sólo por la fe es que los justificados le han podido ver desde antes de su manifestación en nuestra dimensión temporal (Heb 11:27); y de este misterio es del que Pablo afirma que es administrador (1 Cor 2:7 y 4:1; Col 1:27; 1 Tim 3:16; Ef:3:8-12); así que al decir Pablo, pero ahora, no está significando que la justicia de Dios no haya estado para los hombres; sino que su justicia estaba siendo revelada en un hombre de carne y hueso cuyo sacrificio consumaría la reconciliación de todas las cosas con el creador, aún en lo intemporal (Ef 1:10; Col 1:20). Ahora el mismo ojo humano sería testigo del cumplimiento del salmo profético que dice: la justicia y la paz se besaron (Sal 85:9-13), y su salvación cercana a todos los que le creen, y dice Pablo con énfasis: Para todos, y así engarzar la siguiente afirmación: Porque no hay diferencia, es decir, no hay exentos, o acepciones (Rom 2:11; 1 P 1:17), todos nacimos cortados con la misma tijera; los que no conocen la ley en letra, la conocen por la ley escrita en sus corazones y sus conciencias lo testifican, siendo así ley para sí mismos (Rom 2:14-16), y esta ley es la que provee el conocimiento del pecado (Rom 3:20 y 7:7), por eso es que los hombres viven por nacimiento claudicando entre dos caminos: el bien y el mal; tal es así que Pablo exclama: ¡Miserable de mí! Y la única explicación es: Por cuanto todos pecaron; notemos aquí que el tiempo del verbo está en pasado; por qué no dice por cuanto todos pecan, es que la alusión es al hecho de que en Adán todos pecamos, es decir, fuimos destituídos de Su gloria por el pecado de un hombre, y por éste la muerte nos quedó como herencia (1 Cor 15:21-22; Rom 5:12). Pero en donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rom 5:20), esto es, que nos fue dado el don inmerecido de que sólo por creer en el corazón que Jesús es el Hijo de Dios la justicia de Dios nos envuelve y nos lleva de la muerte a la vida (Rom 5:17 y 10:9-13). Este es el sencillo y profundo mensaje del Evangelio: Rom 5:1-10).
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Fernando H. Nava
MEDITA CONMIGO
"No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones"
Sal 103:10-12).
En realidad es deplorable que leamos sin apreciar la medida o la profundidad de estas afirmaciones que el Espíritu Santo inspiró a David; Él sin duda sabía lo que estaba diciendo, lo cual tiene que ver con en el sentir de Dios manifestado en su obra redentora. Lo anterior sólo puede entenderse en la medida que aceptemos que los seres humanos somos por naturaleza enjuiciadores, sentenciadores, y ejecutadores entre los unos y los otros, basados en una moralidad terrenal, que en mucho se le endilga a Dios; es decir, con suma facilidad sacamos nuestras propias varas de medir para ser jueces y verdugos de nuestros semejantes (Stg 4:11), nos auto calificamos de aptos para hacerlo por la simple apariencia externa (Rom 2:1-3), mostrando así la herencia que nos dejó el pecado de nuestros primeros padres: el conocimiento del bien y del mal; y luego conforme a ello pretendemos nominar a esto la santidad de Dios, es decir, tejemos un vestido de santidad con el que queremos vestir a Dios; esto es realmente abominable para Él; mucho se cita de las Escrituras en los medios religiosos: Dios es santo y, sin santidad nadie verá al Señor; esto es totalmente cierto, pero el error está hacer a un lado lo que Dios llama santo y lo que llama santidad, ignorando Su justicia y estableciendo la artificial; por esto es que Jesús dijo a los religiosos de su tiempo: Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación (Lc 16:15), porque ellos se justificaban a sí mismos delante de los demás. Cuando se nos abre el entendimiento, no del intelecto, sino del corazón, y vemos por su gracia Su santidad, nos damos cuenta que el que es tenido como el más santo de los santos, para Dios puede ser un sepucro blanqueado (Mt 23:27). Cuando David expresa lo anterior está queriendo comunicar que no es por nuestras "buenas obras" que nos pagará bien, porque nada le podemos comprar a Dios, porque nacimos vendidos al pecado (Rom. 7:14); y que lo único que nos queda es volvernos a Él con temor reconociendo nuestra condición; para luego darnos cuenta que por este sólo hecho, por acercarnos a Él confiadamente, es decir por la fe; Él aleja de nosotros la rebelión heredada y todo lo que ella ha dado a luz en nuestro vivir personal; de tal manera que nos lo quiere hacer notar al decir esta profunda afirmación: Como está lejos el oriente del occidente; ¿Sabes tú en qué punto se pueden juntar el oriente y el occidente? en ninguno; y si esto fuera posible simplemente dejarían de ser; esto quiere decir que una vez quitado de nosotros el pecado ya nunca más podrá hacer separación entre Dios y nosotros; y esto por su infinita misericordia; ¿Sabes tú quien ha podido medir la altura de los cielos a los que David se refiere? Nadie, porque los cielos de Dios son infinitos; sin duda que si apreciáramos todo esto con la profundidad que corresponde, caeríamos de rodillas en adoración delante de Aquél que se ofreció a sí mismo para retornarnos a Él, esto es, redimirnos con su sangre; cosa que David contempló muy bien en el Espíritu, de lo cual Pablo, el apóstol del Señor cita en Romanos 4:8 (Sal 32:1), y dejaríamos de autocondenarnos y condenar a los demás; y veríamos como la verdadera santidad fluiría de manera natural desde dentro de nosotros, como dice la Escritura citada por Jesús mismo (Jn 7:38).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Sal 103:10-12).
En realidad es deplorable que leamos sin apreciar la medida o la profundidad de estas afirmaciones que el Espíritu Santo inspiró a David; Él sin duda sabía lo que estaba diciendo, lo cual tiene que ver con en el sentir de Dios manifestado en su obra redentora. Lo anterior sólo puede entenderse en la medida que aceptemos que los seres humanos somos por naturaleza enjuiciadores, sentenciadores, y ejecutadores entre los unos y los otros, basados en una moralidad terrenal, que en mucho se le endilga a Dios; es decir, con suma facilidad sacamos nuestras propias varas de medir para ser jueces y verdugos de nuestros semejantes (Stg 4:11), nos auto calificamos de aptos para hacerlo por la simple apariencia externa (Rom 2:1-3), mostrando así la herencia que nos dejó el pecado de nuestros primeros padres: el conocimiento del bien y del mal; y luego conforme a ello pretendemos nominar a esto la santidad de Dios, es decir, tejemos un vestido de santidad con el que queremos vestir a Dios; esto es realmente abominable para Él; mucho se cita de las Escrituras en los medios religiosos: Dios es santo y, sin santidad nadie verá al Señor; esto es totalmente cierto, pero el error está hacer a un lado lo que Dios llama santo y lo que llama santidad, ignorando Su justicia y estableciendo la artificial; por esto es que Jesús dijo a los religiosos de su tiempo: Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación (Lc 16:15), porque ellos se justificaban a sí mismos delante de los demás. Cuando se nos abre el entendimiento, no del intelecto, sino del corazón, y vemos por su gracia Su santidad, nos damos cuenta que el que es tenido como el más santo de los santos, para Dios puede ser un sepucro blanqueado (Mt 23:27). Cuando David expresa lo anterior está queriendo comunicar que no es por nuestras "buenas obras" que nos pagará bien, porque nada le podemos comprar a Dios, porque nacimos vendidos al pecado (Rom. 7:14); y que lo único que nos queda es volvernos a Él con temor reconociendo nuestra condición; para luego darnos cuenta que por este sólo hecho, por acercarnos a Él confiadamente, es decir por la fe; Él aleja de nosotros la rebelión heredada y todo lo que ella ha dado a luz en nuestro vivir personal; de tal manera que nos lo quiere hacer notar al decir esta profunda afirmación: Como está lejos el oriente del occidente; ¿Sabes tú en qué punto se pueden juntar el oriente y el occidente? en ninguno; y si esto fuera posible simplemente dejarían de ser; esto quiere decir que una vez quitado de nosotros el pecado ya nunca más podrá hacer separación entre Dios y nosotros; y esto por su infinita misericordia; ¿Sabes tú quien ha podido medir la altura de los cielos a los que David se refiere? Nadie, porque los cielos de Dios son infinitos; sin duda que si apreciáramos todo esto con la profundidad que corresponde, caeríamos de rodillas en adoración delante de Aquél que se ofreció a sí mismo para retornarnos a Él, esto es, redimirnos con su sangre; cosa que David contempló muy bien en el Espíritu, de lo cual Pablo, el apóstol del Señor cita en Romanos 4:8 (Sal 32:1), y dejaríamos de autocondenarnos y condenar a los demás; y veríamos como la verdadera santidad fluiría de manera natural desde dentro de nosotros, como dice la Escritura citada por Jesús mismo (Jn 7:38).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
"Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo". (Fil 3:1-2).
Previo a ese "Por lo demás" Pablo está manifestando su preocupación y ocupación por los hermanos de Corinto, enviándoles a uno de sus colaboradores para hacerles sentir su cuidado y tener por este mensajero noticias frescas de ellos, a la vez que les exhorta a que por encima de todo se alegren en el Señor, dándoles a entender que razones de aflicción siempre habrá, pero que el gozo en el Señor restaura el ánimo. En seguida expresa algo que contrasta con las actitudes de los predicadores y maestros que siempre están buscando novedades para mantener fuera del aburrimiento a sus oyentes, propiciando que se parezcan a aquellos griegos de hace dos mil años que siempre querían oír algo nuevo (Hech 17:21); en la actualidad esto prospera de manera escandalosa, de tal manera que han aparecido cientos de formas de abordar las Escrituras para aplicarlas a la diversidad de asuntos de la vida (2 Tim 4:3), amén de las diversas formas de interpretarlas, para luego dar lugar a sectarismos y denominacionalismos (2 Tim 2:16-18); eclipsando con ello la médula del Evangelio; si Pablo hubiera pensado que la doctrina central del mismo era algo susceptible de estarse renovando, entonces tendríamos una inmensa cantidad de epístolas suyas con una clara evolución del modo de pensar original, pero es todo lo contrario (2 Tes 2:2); cosa que se denota en su decir: A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas. En el modo de pensar de los dirigentes religiosos actuales se ha incubado el dicho modernista que reza: Renovarse o morir, el cual es bastante aplaudido y ha generado diversidad de estrategias proselitistas, en una palabra, pues, quieren adaptar las Escrituras al mundo, dicho de otro modo, que ellas se congracien con el mundo; y por cierto no debemos perder de vista que el mundo no está sólo en el ámbito secular, sino también en el religioso. Pero ¿qué son esas mismas cosas que Pablo tenía en mente que le llevan a escribir en seguida una expresión bastante ruda? Pues, ni más ni menos que advertencias, llamadas de otro modo amonestaciones, para no ser extraviados de las cosas fundamentales del evangelio. Si quisiéramos enumerar los principales temas doctrinales que él siempre estaba machacando veremos que no son tantos, miremos los que considero fundamentales en su enseñanza: Primero: El propósito de la venida de Cristo (1 Tim 1:15; 1 Jn 3:5); que para nada es el de venir para decirles a los hombres que dejen de pecar; sino a decirles que él vino a librarlos del pecado que los lleva a la perdición; en seguida, que el único camino de acceso a esa salvación es la obra hecha por Dios en la cruz de Cristo (1 Cor 1:18; Ef 2:16; Col 1:20; 2:14-15); y en tercer lugar que la única llave que abre esa puerta de salvación es la FE (Rom 1:17; 3:30; 5:1,2; Gal 2:16; 3:11; 3:14; 3:24; 3:26; 3:8); esta última verdad Jesús mismo la afirmó delante de los religiosos de su tiempo (Lc 11:52). Pablo nos dice que escuchar de continuo estas cosas da seguridad a los que han creído, y describe muy bien a los enemigos de estas verdades; los llama perros, malos obreros, y mutiladores del cuerpo: traducido es: los que no dan paso sin huarache (Fil 3:19); los que no usan bien la palabra (2 Tim 2:15); y los que esclavizan a los hombres con mandamientos (1 Cor 7:23; Col 2:20-22).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
Previo a ese "Por lo demás" Pablo está manifestando su preocupación y ocupación por los hermanos de Corinto, enviándoles a uno de sus colaboradores para hacerles sentir su cuidado y tener por este mensajero noticias frescas de ellos, a la vez que les exhorta a que por encima de todo se alegren en el Señor, dándoles a entender que razones de aflicción siempre habrá, pero que el gozo en el Señor restaura el ánimo. En seguida expresa algo que contrasta con las actitudes de los predicadores y maestros que siempre están buscando novedades para mantener fuera del aburrimiento a sus oyentes, propiciando que se parezcan a aquellos griegos de hace dos mil años que siempre querían oír algo nuevo (Hech 17:21); en la actualidad esto prospera de manera escandalosa, de tal manera que han aparecido cientos de formas de abordar las Escrituras para aplicarlas a la diversidad de asuntos de la vida (2 Tim 4:3), amén de las diversas formas de interpretarlas, para luego dar lugar a sectarismos y denominacionalismos (2 Tim 2:16-18); eclipsando con ello la médula del Evangelio; si Pablo hubiera pensado que la doctrina central del mismo era algo susceptible de estarse renovando, entonces tendríamos una inmensa cantidad de epístolas suyas con una clara evolución del modo de pensar original, pero es todo lo contrario (2 Tes 2:2); cosa que se denota en su decir: A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas. En el modo de pensar de los dirigentes religiosos actuales se ha incubado el dicho modernista que reza: Renovarse o morir, el cual es bastante aplaudido y ha generado diversidad de estrategias proselitistas, en una palabra, pues, quieren adaptar las Escrituras al mundo, dicho de otro modo, que ellas se congracien con el mundo; y por cierto no debemos perder de vista que el mundo no está sólo en el ámbito secular, sino también en el religioso. Pero ¿qué son esas mismas cosas que Pablo tenía en mente que le llevan a escribir en seguida una expresión bastante ruda? Pues, ni más ni menos que advertencias, llamadas de otro modo amonestaciones, para no ser extraviados de las cosas fundamentales del evangelio. Si quisiéramos enumerar los principales temas doctrinales que él siempre estaba machacando veremos que no son tantos, miremos los que considero fundamentales en su enseñanza: Primero: El propósito de la venida de Cristo (1 Tim 1:15; 1 Jn 3:5); que para nada es el de venir para decirles a los hombres que dejen de pecar; sino a decirles que él vino a librarlos del pecado que los lleva a la perdición; en seguida, que el único camino de acceso a esa salvación es la obra hecha por Dios en la cruz de Cristo (1 Cor 1:18; Ef 2:16; Col 1:20; 2:14-15); y en tercer lugar que la única llave que abre esa puerta de salvación es la FE (Rom 1:17; 3:30; 5:1,2; Gal 2:16; 3:11; 3:14; 3:24; 3:26; 3:8); esta última verdad Jesús mismo la afirmó delante de los religiosos de su tiempo (Lc 11:52). Pablo nos dice que escuchar de continuo estas cosas da seguridad a los que han creído, y describe muy bien a los enemigos de estas verdades; los llama perros, malos obreros, y mutiladores del cuerpo: traducido es: los que no dan paso sin huarache (Fil 3:19); los que no usan bien la palabra (2 Tim 2:15); y los que esclavizan a los hombres con mandamientos (1 Cor 7:23; Col 2:20-22).
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Fernando H. Nava
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado; (2 P 2:1-2).
Es innegable que Dios se ha valido de hombres para manifestar sus designios y voluntad a la humanidad, privilegio y responsabilidad que los mismos ángeles quisieran tener (1 P 1:12); pero dada la realidad de que vivimos en medio de una encarnizada lucha entre dos potestades opuestas, la de la luz y la de las tinieblas, (Hech 26:18; 2 Cor 4:6; Ef 5:11; Ef 6:12; Col 1:13 ), y que ésta última se vale de lo que a su rey distingue, esto es, el engaño, Pedro amonesta sobre el cuidado que hemos de tener respecto a los falsos maestros que se mueven dentro de las comunidades de cristianos, por eso dice: como habrá entre vosotros... Ahora bien, el punto es cómo poder distinguirlos, porque Pedro nos está diciendo que introducen sus herejías encubiertamente, es decir, jamás presentan mentiras cuadradas, sino que se valen de las sutilezas que Pablo alude (Col 2:8); y su apariencia jamás será de grotesco cinismo, sino de piedad, como también Pablo lo refiere en otra parte (2 Tim 3:1-9), es decir, deben parecer a toda costa ministros de justicia (2 Cor 11:15); una de las cortinas de humo que se está manifestando en este tiempo para distraer a los creyentes de su correcto enfoque de la sana doctrina (2 Tim 4:3), son esas congregaciones en que se practican actos aberrantes adjudicados al Espíritu Santo; la verdad es que cualquiera con un poco de juicio y aún sin confesarse cristiano puede discernir la disolución religiosa en que están sumergidas. Cuando Pedro dice herejías destructoras, inmediatamente debiéramos preguntarnos: ¿Qué es lo que pretenden destruir? Pues ni más ni menos que la esencia del Evangelio, esto es, el camino de la verdad, dicho de otra manera, el modo en que Dios estableció que los hombres sean salvos; el enemigo ha sido capaz de fabricar multitud de religiones no fundamentadas en la verdad del evangelio, y no pensemos en las que a todas luces están abiertamente opuestas al evangelio, no obstante que estén formadas por aplastantes multitudes, no, él ha sido capaz de entrar a los lugares en que a la Biblia se le llama regla de fe, es decir, a las comunidades cristianas (2 Tes 2:4), y usa torcidamente las Escrituras como velo para que los oyentes no vean el camino de la salvación (2 Cor 3:14-16). Gracias al Señor que no duerme para dejar de ver todo esto, y siempre ha mantenido a un remanente de siervos suyos para que con valor muestren con sencillez el designio de Dios respecto a la salvación de los hombres; esta es manifestación de lo que Jesús expresó al decir: Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lc 19:10), dicho esto en reacción a que la naturaleza humana con suma facilidad se presta al engaño para condenar a sus semejantes; cómo es posible que él declarara salvo a Zaqueo con tanta facilidad; mirando esto un gran misionero del Señor escribió: Es tan imposible la salvación para el hombre que Jesús la hizo tan fácil. Así es, con cuánta facilidad Jesús le concedió el paraíso a aquel ladrón en la cruz. ¿Quiénes son los que hacen difícil la salvación para los hombres sino los religiosos incrédulos, que quitan el fundamento de la fe sola estableciendo sus propios caminos de justicia, y hacen a un lado la justicia de Dios que es por fe para que los hombres sean salvos? (Rom 10:3); estas son las herejías destructoras de que habla Pedro, porque pretenden coartar el propósito de Dios de salvar lo que se había perdido; aparentan estar celosos de que la salvación no se abarate estableciendo ellos sus propios precios, cuando el precio ya ha sido pagado (1 Cor 7:23); no quieren aceptar que quien verdaderamente ha creído al mensaje del evangelio sin duda por impulso de Dios mismo (Fil 2:13), producirá el fruto correspondiente al Espíritu de Dios; y que éstos jamás mostrarán jactancia de su justicia y santidad delante de los hombres (Rom 3:26-27), porque han creído en Aquél que no juzga por las apariencias sino mirando el corazón de cada hombre (1 Cor 4:5). Así que la peor manera de negar al que ha traído la salvación a los hombres es pretender vestir a los hombres con una santidad artificial, lo cual es una disolución de la verdad, misma que pasa desapercibida por la distracción que provocan las otras herejías que se ven a simple vista, las cuales dan lugar a que el camino de la verdad sea blasfemado. Bendito el Señor por los que viven y anuncian el camino de la cruz. (Gal 2:20).
Tu hermano, el predicador
Fernando H. Nava
Es innegable que Dios se ha valido de hombres para manifestar sus designios y voluntad a la humanidad, privilegio y responsabilidad que los mismos ángeles quisieran tener (1 P 1:12); pero dada la realidad de que vivimos en medio de una encarnizada lucha entre dos potestades opuestas, la de la luz y la de las tinieblas, (Hech 26:18; 2 Cor 4:6; Ef 5:11; Ef 6:12; Col 1:13 ), y que ésta última se vale de lo que a su rey distingue, esto es, el engaño, Pedro amonesta sobre el cuidado que hemos de tener respecto a los falsos maestros que se mueven dentro de las comunidades de cristianos, por eso dice: como habrá entre vosotros... Ahora bien, el punto es cómo poder distinguirlos, porque Pedro nos está diciendo que introducen sus herejías encubiertamente, es decir, jamás presentan mentiras cuadradas, sino que se valen de las sutilezas que Pablo alude (Col 2:8); y su apariencia jamás será de grotesco cinismo, sino de piedad, como también Pablo lo refiere en otra parte (2 Tim 3:1-9), es decir, deben parecer a toda costa ministros de justicia (2 Cor 11:15); una de las cortinas de humo que se está manifestando en este tiempo para distraer a los creyentes de su correcto enfoque de la sana doctrina (2 Tim 4:3), son esas congregaciones en que se practican actos aberrantes adjudicados al Espíritu Santo; la verdad es que cualquiera con un poco de juicio y aún sin confesarse cristiano puede discernir la disolución religiosa en que están sumergidas. Cuando Pedro dice herejías destructoras, inmediatamente debiéramos preguntarnos: ¿Qué es lo que pretenden destruir? Pues ni más ni menos que la esencia del Evangelio, esto es, el camino de la verdad, dicho de otra manera, el modo en que Dios estableció que los hombres sean salvos; el enemigo ha sido capaz de fabricar multitud de religiones no fundamentadas en la verdad del evangelio, y no pensemos en las que a todas luces están abiertamente opuestas al evangelio, no obstante que estén formadas por aplastantes multitudes, no, él ha sido capaz de entrar a los lugares en que a la Biblia se le llama regla de fe, es decir, a las comunidades cristianas (2 Tes 2:4), y usa torcidamente las Escrituras como velo para que los oyentes no vean el camino de la salvación (2 Cor 3:14-16). Gracias al Señor que no duerme para dejar de ver todo esto, y siempre ha mantenido a un remanente de siervos suyos para que con valor muestren con sencillez el designio de Dios respecto a la salvación de los hombres; esta es manifestación de lo que Jesús expresó al decir: Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lc 19:10), dicho esto en reacción a que la naturaleza humana con suma facilidad se presta al engaño para condenar a sus semejantes; cómo es posible que él declarara salvo a Zaqueo con tanta facilidad; mirando esto un gran misionero del Señor escribió: Es tan imposible la salvación para el hombre que Jesús la hizo tan fácil. Así es, con cuánta facilidad Jesús le concedió el paraíso a aquel ladrón en la cruz. ¿Quiénes son los que hacen difícil la salvación para los hombres sino los religiosos incrédulos, que quitan el fundamento de la fe sola estableciendo sus propios caminos de justicia, y hacen a un lado la justicia de Dios que es por fe para que los hombres sean salvos? (Rom 10:3); estas son las herejías destructoras de que habla Pedro, porque pretenden coartar el propósito de Dios de salvar lo que se había perdido; aparentan estar celosos de que la salvación no se abarate estableciendo ellos sus propios precios, cuando el precio ya ha sido pagado (1 Cor 7:23); no quieren aceptar que quien verdaderamente ha creído al mensaje del evangelio sin duda por impulso de Dios mismo (Fil 2:13), producirá el fruto correspondiente al Espíritu de Dios; y que éstos jamás mostrarán jactancia de su justicia y santidad delante de los hombres (Rom 3:26-27), porque han creído en Aquél que no juzga por las apariencias sino mirando el corazón de cada hombre (1 Cor 4:5). Así que la peor manera de negar al que ha traído la salvación a los hombres es pretender vestir a los hombres con una santidad artificial, lo cual es una disolución de la verdad, misma que pasa desapercibida por la distracción que provocan las otras herejías que se ven a simple vista, las cuales dan lugar a que el camino de la verdad sea blasfemado. Bendito el Señor por los que viven y anuncian el camino de la cruz. (Gal 2:20).
Tu hermano, el predicador
Fernando H. Nava
"En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es la arras de nuestra herencia hasta le redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria" (Ef 1:13,14).
De nada sirve un documento aun cuando esté bien redactado y exprese todas las cosas legítimamente si no lleva el sello de la autoridad correspondiente; esto es algo que desde la antigüedad se ha practicado en cuanto a decretos y a derechos otorgados o cedidos; el sello real se encontraba por ejemplo en el anillo de los reyes, éstos lo imprimían para autorizar, después de lo cual no había ya discusión alguna. El apóstol Pablo familiarizado con esta realidad usa este símil para que entendamos de manera didáctica la trascendencia de este acto de Dios sobre los hombres. Ahora bien, un sello es puesto sobre aquello en lo que el portador de la autoridad sabe que es conforme a rectitud, no obstante que sabemos que la naturaleza humana es tendiente a prevaricar, es decir, a corromperse y vender el derecho, sabemos también que la justicia sigue siendo justicia; en cuanto a Dios sabemos que él no puede ser tentado del mal (Stg 1:13), y que absolutamente nadie puede comprarle su sello, así que los sellados por él lo serán en toda justicia; en este sentido Dios la ha establecido y decretatado de manera clara, él estableció una causa y un efecto que no pueden ser cambiados por ningún poder (Apoc 3:7), por esto es que el apóstol como cualquiera otro enviado a predicar el evangelio tiene que obedecer el decreto de Dios (Is 8:20), en esta ocasión Pablo nos está mostrando la causa y el efecto; la causa es la palabra de verdad, y lo llama el evangelio de vuestra salvación, éste viene siendo como un formato legitimado y por lo tanto no susceptible de falsificación, el cual tiene que ser llenado por el solicitante al sello, y la forma de llenarlo es tan singular que sólo el otorgador del sello sabe quién lo ha hecho correctamente (2 Tim 2:19); Pablo lo expresa con claridad al decir: habiendo oído la palabra de verdad, ... y habiendo creído en él ; no añade nada más para declarar el efecto, esto es, ser sellados. Esto a simple vista parece tan simple que los distorsionadores de la verdad le han añadido algo más, porque para ellos esto simplemente no puede ser así (Lc 11:46, 52); no aceptan que tal simplicidad fue decretada por Dios y que sólo Su ojo sabe distinguir a los que verdaderamente han creído a la predicación del verdadero evangelio; de esto se desprende que no a cualquier perorata se le puede llamar predicación del evangelio (2 Tim 4:4), y que no cualquiera que confiesa con la boca ha creído con el corazón (Rom 10:10; Rom 2:28). Es pues, de tal importancia lo que está en juego, esto es, la salvación eterna, que Pablo añade al efecto una palabra que sirve como anclaje de fe a los que verdaderamente han creído: las arras de nuestra herencia, dicho de otro modo, tienes mi salvación, y mientras tanto, te doy como garantía de que vendré por ti: Mi sello en tu corazón. Ahora bien, los hombres vemos los sellos con los ojos naturales, pero el sello de Dios sólo se puede ver con los ojos del corazón, esto es por la fe, y para que no entremos en confusiones, desasosiegos o desmayos, él se encarga de dar testimonio a nuestro espíritu de la realidad de ese sello (Rom 8:16) al decirnos allí en nuestro corazón: Hijo mío, de tal modo que podemos también decirle cada día: ¡Abba, Padre! (Rom 8:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
De nada sirve un documento aun cuando esté bien redactado y exprese todas las cosas legítimamente si no lleva el sello de la autoridad correspondiente; esto es algo que desde la antigüedad se ha practicado en cuanto a decretos y a derechos otorgados o cedidos; el sello real se encontraba por ejemplo en el anillo de los reyes, éstos lo imprimían para autorizar, después de lo cual no había ya discusión alguna. El apóstol Pablo familiarizado con esta realidad usa este símil para que entendamos de manera didáctica la trascendencia de este acto de Dios sobre los hombres. Ahora bien, un sello es puesto sobre aquello en lo que el portador de la autoridad sabe que es conforme a rectitud, no obstante que sabemos que la naturaleza humana es tendiente a prevaricar, es decir, a corromperse y vender el derecho, sabemos también que la justicia sigue siendo justicia; en cuanto a Dios sabemos que él no puede ser tentado del mal (Stg 1:13), y que absolutamente nadie puede comprarle su sello, así que los sellados por él lo serán en toda justicia; en este sentido Dios la ha establecido y decretatado de manera clara, él estableció una causa y un efecto que no pueden ser cambiados por ningún poder (Apoc 3:7), por esto es que el apóstol como cualquiera otro enviado a predicar el evangelio tiene que obedecer el decreto de Dios (Is 8:20), en esta ocasión Pablo nos está mostrando la causa y el efecto; la causa es la palabra de verdad, y lo llama el evangelio de vuestra salvación, éste viene siendo como un formato legitimado y por lo tanto no susceptible de falsificación, el cual tiene que ser llenado por el solicitante al sello, y la forma de llenarlo es tan singular que sólo el otorgador del sello sabe quién lo ha hecho correctamente (2 Tim 2:19); Pablo lo expresa con claridad al decir: habiendo oído la palabra de verdad, ... y habiendo creído en él ; no añade nada más para declarar el efecto, esto es, ser sellados. Esto a simple vista parece tan simple que los distorsionadores de la verdad le han añadido algo más, porque para ellos esto simplemente no puede ser así (Lc 11:46, 52); no aceptan que tal simplicidad fue decretada por Dios y que sólo Su ojo sabe distinguir a los que verdaderamente han creído a la predicación del verdadero evangelio; de esto se desprende que no a cualquier perorata se le puede llamar predicación del evangelio (2 Tim 4:4), y que no cualquiera que confiesa con la boca ha creído con el corazón (Rom 10:10; Rom 2:28). Es pues, de tal importancia lo que está en juego, esto es, la salvación eterna, que Pablo añade al efecto una palabra que sirve como anclaje de fe a los que verdaderamente han creído: las arras de nuestra herencia, dicho de otro modo, tienes mi salvación, y mientras tanto, te doy como garantía de que vendré por ti: Mi sello en tu corazón. Ahora bien, los hombres vemos los sellos con los ojos naturales, pero el sello de Dios sólo se puede ver con los ojos del corazón, esto es por la fe, y para que no entremos en confusiones, desasosiegos o desmayos, él se encarga de dar testimonio a nuestro espíritu de la realidad de ese sello (Rom 8:16) al decirnos allí en nuestro corazón: Hijo mío, de tal modo que podemos también decirle cada día: ¡Abba, Padre! (Rom 8:15).
Tu hermano el predicador
Fernando H. Nava
MEDITA CONMIGO DICIEMBRE 2017
"A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;" (Col 1:28)
El apóstol Pablo no estaba sólo gastando tinta al escribir tres veces todo hombre; él quiso expresar sin duda el sentir de Dios, manifestado en el hecho de tomar forma de hombre en Jesús de Nazareth (Mt 1;23), para que todo hombre tuviera la oportunidad de acceder al reino de Dios por medio de él. Las dos primeras referencias están conectadas con acciones que generan la tercera; es decir que, sin ellas no se llega al fin deseado, el cuál de primera intención pareciera algo utópico, pero es el objetivo real del evangelio, porque sin esa perfección nadie puede aspirar a ser partícipe del reino de Dios; esto en apariencia suena como muy radical, pero su sencillez es tal que es para causar asombro (Hab 1:5; Is 7:14), los religiosos siempre han complicado la forma de retornar a Dios debido a que crean su teología horizontalmente, es decir, fundada en la capacidad humana y esconden así el obrar de Dios (Lc 11:52), el cuál sería del todo injusto si no estuviera disponible para todo hombre. Amonestando a todo hombre. Al verbo amonestar en mucho se le da la connotación de llamar la atención o regañar, pero el contexto bíblico lo muestra como la acción de advertir, en este caso acerca de las implicaciones de no obedecer al evangelio, es decir, no querer creer, la cual los anunciadores nunca envuelven con actitudes de juicio, sino más bien de ruego a los hombres para que hagan caso a Dios (Hech 20:31; Rom 15:14; 1 Cor 4:14, 10:11; 2 Cor 5:20). Todo aquel que anuncia a Jesucristo jamás se vale de amenazas, porque la respuesta a la gracia de Dios es cuestión de fe (Rom 4:16), no por inducción al miedo, o por coerción. Enseñando a todo hombre. Todo aquel que anuncia a Cristo ha de tener la sabiduría elemental para enseñar a sus oyentes cuál es el camino para retornar a Dios; cuando Pablo dice en toda sabiduría está queriendo decir que el anunciador sepa con la sabiduría de Dios explicar el misterio de Dios: Cristo en vosotros (Col 1:27); tal sabiduría no depende de la capacidad intelectual, porque no se está comunicando la sabiduría de los hombres, sino la sabiduría de lo alto (1 Cor 1:21; 2:1), misma que el anunciador posee sólo por la fe en Cristo Jesús (1 Cor 1:30). A fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre. La perfección a la cual Pablo se está refiriendo no es a la concepción que los humanos tienen de ella, sino a lo que Dios llama perfección; en este asunto es en el que los religiosos tropiezan, porque ellos juzgan por las apariencias y no por lo que está en el corazón (Jn 7:24; 2 Cor 5:12); sabe bien Dios que ningún ser humano puede por sí mismo lograr la estatura de santidad para estar en su presencia, por eso es que su plan de salvación es imputar al hombre la santidad y justicia de su Hijo sólo por la fe, es decir, que cuando el anunciador comunica cumplidamente ese plan (Col 1:25) está ni más ni menos que dándose la posibilidad de presentar perfecto al oyente delante de Dios si éste responde positivamente por la fe; esta respuesta no es competencia del anunciador, sino de la acción del Espíritu Santo en el que oye (Jn 16:8-9), porque no todos obedecen al evangelio, es decir, no todos quieren creer (Jn 3:36; Rom 10:16-18). Es pues evidente que quien verdaderamente anuncia a Cristo tiene el sentir de Dios: Presentar perfecto a Todo hombre. (2 P 3:9).
Tu hermano el predicador
Fernando H Nava
El apóstol Pablo no estaba sólo gastando tinta al escribir tres veces todo hombre; él quiso expresar sin duda el sentir de Dios, manifestado en el hecho de tomar forma de hombre en Jesús de Nazareth (Mt 1;23), para que todo hombre tuviera la oportunidad de acceder al reino de Dios por medio de él. Las dos primeras referencias están conectadas con acciones que generan la tercera; es decir que, sin ellas no se llega al fin deseado, el cuál de primera intención pareciera algo utópico, pero es el objetivo real del evangelio, porque sin esa perfección nadie puede aspirar a ser partícipe del reino de Dios; esto en apariencia suena como muy radical, pero su sencillez es tal que es para causar asombro (Hab 1:5; Is 7:14), los religiosos siempre han complicado la forma de retornar a Dios debido a que crean su teología horizontalmente, es decir, fundada en la capacidad humana y esconden así el obrar de Dios (Lc 11:52), el cuál sería del todo injusto si no estuviera disponible para todo hombre. Amonestando a todo hombre. Al verbo amonestar en mucho se le da la connotación de llamar la atención o regañar, pero el contexto bíblico lo muestra como la acción de advertir, en este caso acerca de las implicaciones de no obedecer al evangelio, es decir, no querer creer, la cual los anunciadores nunca envuelven con actitudes de juicio, sino más bien de ruego a los hombres para que hagan caso a Dios (Hech 20:31; Rom 15:14; 1 Cor 4:14, 10:11; 2 Cor 5:20). Todo aquel que anuncia a Jesucristo jamás se vale de amenazas, porque la respuesta a la gracia de Dios es cuestión de fe (Rom 4:16), no por inducción al miedo, o por coerción. Enseñando a todo hombre. Todo aquel que anuncia a Cristo ha de tener la sabiduría elemental para enseñar a sus oyentes cuál es el camino para retornar a Dios; cuando Pablo dice en toda sabiduría está queriendo decir que el anunciador sepa con la sabiduría de Dios explicar el misterio de Dios: Cristo en vosotros (Col 1:27); tal sabiduría no depende de la capacidad intelectual, porque no se está comunicando la sabiduría de los hombres, sino la sabiduría de lo alto (1 Cor 1:21; 2:1), misma que el anunciador posee sólo por la fe en Cristo Jesús (1 Cor 1:30). A fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre. La perfección a la cual Pablo se está refiriendo no es a la concepción que los humanos tienen de ella, sino a lo que Dios llama perfección; en este asunto es en el que los religiosos tropiezan, porque ellos juzgan por las apariencias y no por lo que está en el corazón (Jn 7:24; 2 Cor 5:12); sabe bien Dios que ningún ser humano puede por sí mismo lograr la estatura de santidad para estar en su presencia, por eso es que su plan de salvación es imputar al hombre la santidad y justicia de su Hijo sólo por la fe, es decir, que cuando el anunciador comunica cumplidamente ese plan (Col 1:25) está ni más ni menos que dándose la posibilidad de presentar perfecto al oyente delante de Dios si éste responde positivamente por la fe; esta respuesta no es competencia del anunciador, sino de la acción del Espíritu Santo en el que oye (Jn 16:8-9), porque no todos obedecen al evangelio, es decir, no todos quieren creer (Jn 3:36; Rom 10:16-18). Es pues evidente que quien verdaderamente anuncia a Cristo tiene el sentir de Dios: Presentar perfecto a Todo hombre. (2 P 3:9).
Tu hermano el predicador
Fernando H Nava
MEDITA CONMIGO NOVIEMBRE 2017
"Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (Lc 23: 39-42).
Cada detalle del evento de la crucificción de nuestro Redentor tiene un contenido trascendente, que en mucho ha sido visto muy superficialmente, éste de las palabras de los malhechores no es la excepción; en él podemos ver la tipificación de las dos maneras en que los humanos responden ante los hechos de Dios, que sin duda, no pueden quedar sin respuesta. Lo que se ve por encima en este caso es que la profecía de Isaías: Fue contado con los pecadores se cumplía al ser crucificado entre dos malhechores (Is 53:12); cuando lo que el profeta estaba queriendo decir es que al llevar sobre sí los pecados de la humanidad entró en la cuenta de los pecadores, es decir, que allí en el calvario se contaban tres pecadores ajusticiados, dos por herencia y acciones, y uno por imputarse el pecado de los hombres; esto nos parece de primera intención inaudito; cómo es posible que al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado (2 Cor 5:21; Gal 3:13); cuando por fin aceptamos por la fe este trascendente hecho de Dios, es cuando aquilatamos nuestra salvación y entendemos por qué Jesús dijo: Elí, Elí ¿lama sabactaní? esto es, Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? (Mt 27:46) y que es el pecado lo que genera la infinita separación de Dios y el hombre; y que Jesucristo hombre experimentó por cada ser humano esa terrible separación, la cual fue la peor parte de sus padecimimentos. Ahora bien, el que dos malhechores hayan sido crucificados junto a Jesús no ocurrió por mera circunstancia casual, no, esto estaba dentro del designio de Dios (Rom 11:33) para que los seres humanos quedaran tipificados por estas dos contrastantes formas de responder ante el misterioso modo de proveernos la salvación (Ef 3:8-12), esto es, la extrema humillación del Hijo de Dios (Fil 2:6-8). El primer malhechor representa a los hombres que sin saberlo se prestan a ser instrumentos en la mano diabólica que tienta a Dios; éste hombre usa la misma figura que Satanás usó para tentar a Jesús: Si eres... (Mt 4:1-7), que no es otra cosa que la soberbia incredulidad inyectada por Satanás en la naturaleza humana; la cual desde la antigüedad se manifestó en el pueblo de Israel después de salir de Egipto (Sal 95:8-9; 106:14); por tal razón dice la Escritura: Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (Heb 3:16-19). El segundo malhechor representa a los hombres que reconociendo su maldad no encuentran otro refugio sino en la magnífica misericordia de Dios, a la cual sólo se accede por la fe; a este hombre no le fue obstáculo la maltrecha figura de Jesús para ver al Rey, él lo estaba viendo con el corazón, en donde están los ojos de la fe, por eso es que le dice: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Puede ser que pienses que tú no puedes ser representado por esta calaña de hombres; déjame decirte que los hombres no se convierten en pecadores por pecar, sino que todos pecamos porque nacimos pecadores, y cada cual lo manifiesta de una manera o de otra; si no, entonces Pablo delira al decir: miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom 7:15-25); él era un hombre de alta calidad moral a los ojos de los hombres, pero cuando se miró a la luz de la majestad del Hijo de Dios no tuvo más que decir: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Tim 1:15); no tuvo empacho en considerarse más pecador que aquel malhechor, porque había comprendido bien que lo que los hombres consideran sublime, para Dios es abominación (Lc 16:15). No hay puntos medios, o se es justificado por la fe en Cristo Jesús como lo fue aquel ladrón, o ya ni siquiera Él dirigirá la palabra para volver a llamar como lo hizo con el malechor tentador (Salmo 138:6).
Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
Cada detalle del evento de la crucificción de nuestro Redentor tiene un contenido trascendente, que en mucho ha sido visto muy superficialmente, éste de las palabras de los malhechores no es la excepción; en él podemos ver la tipificación de las dos maneras en que los humanos responden ante los hechos de Dios, que sin duda, no pueden quedar sin respuesta. Lo que se ve por encima en este caso es que la profecía de Isaías: Fue contado con los pecadores se cumplía al ser crucificado entre dos malhechores (Is 53:12); cuando lo que el profeta estaba queriendo decir es que al llevar sobre sí los pecados de la humanidad entró en la cuenta de los pecadores, es decir, que allí en el calvario se contaban tres pecadores ajusticiados, dos por herencia y acciones, y uno por imputarse el pecado de los hombres; esto nos parece de primera intención inaudito; cómo es posible que al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado (2 Cor 5:21; Gal 3:13); cuando por fin aceptamos por la fe este trascendente hecho de Dios, es cuando aquilatamos nuestra salvación y entendemos por qué Jesús dijo: Elí, Elí ¿lama sabactaní? esto es, Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? (Mt 27:46) y que es el pecado lo que genera la infinita separación de Dios y el hombre; y que Jesucristo hombre experimentó por cada ser humano esa terrible separación, la cual fue la peor parte de sus padecimimentos. Ahora bien, el que dos malhechores hayan sido crucificados junto a Jesús no ocurrió por mera circunstancia casual, no, esto estaba dentro del designio de Dios (Rom 11:33) para que los seres humanos quedaran tipificados por estas dos contrastantes formas de responder ante el misterioso modo de proveernos la salvación (Ef 3:8-12), esto es, la extrema humillación del Hijo de Dios (Fil 2:6-8). El primer malhechor representa a los hombres que sin saberlo se prestan a ser instrumentos en la mano diabólica que tienta a Dios; éste hombre usa la misma figura que Satanás usó para tentar a Jesús: Si eres... (Mt 4:1-7), que no es otra cosa que la soberbia incredulidad inyectada por Satanás en la naturaleza humana; la cual desde la antigüedad se manifestó en el pueblo de Israel después de salir de Egipto (Sal 95:8-9; 106:14); por tal razón dice la Escritura: Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (Heb 3:16-19). El segundo malhechor representa a los hombres que reconociendo su maldad no encuentran otro refugio sino en la magnífica misericordia de Dios, a la cual sólo se accede por la fe; a este hombre no le fue obstáculo la maltrecha figura de Jesús para ver al Rey, él lo estaba viendo con el corazón, en donde están los ojos de la fe, por eso es que le dice: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Puede ser que pienses que tú no puedes ser representado por esta calaña de hombres; déjame decirte que los hombres no se convierten en pecadores por pecar, sino que todos pecamos porque nacimos pecadores, y cada cual lo manifiesta de una manera o de otra; si no, entonces Pablo delira al decir: miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom 7:15-25); él era un hombre de alta calidad moral a los ojos de los hombres, pero cuando se miró a la luz de la majestad del Hijo de Dios no tuvo más que decir: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero (1 Tim 1:15); no tuvo empacho en considerarse más pecador que aquel malhechor, porque había comprendido bien que lo que los hombres consideran sublime, para Dios es abominación (Lc 16:15). No hay puntos medios, o se es justificado por la fe en Cristo Jesús como lo fue aquel ladrón, o ya ni siquiera Él dirigirá la palabra para volver a llamar como lo hizo con el malechor tentador (Salmo 138:6).
Tu hermano el predicador Fernando H. Nava
JULIO 2017
JUNIO 2017
MAYO 2017
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Si deseas obtener alguna meditación de años anteriores puedes dirigirte al siguiente correo elpredicador21@hotmail.com, así mismo si deseas que Fernando Hernández Nava, Director del grupo México 80, escriba sobre algún tema en especial, nos gustaría escucharte.